Así empezó todo
![[Img #58215]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/04_2022/232_mercedescontexto-escanear0105.jpg)
Corría el año 2004 cuando le llega a don Juan Carlos I, rey de España, la invitación del duque de Westminster para una cacería en su finca la Garganta, un latifundio de 15.000 hectáreas, entre Ciudad Real y Córdoba, pobladas de varias especies protegidas como el lince ibérico, el águila imperial o la cigüeña negra. Una inmensa finca dedicada a reunir de cuando en cuando a príncipes, reyes y demás familias nobiliarias y empresariales para hacer puntería con la fauna del lugar. El Rey no se lo piensa dos veces. “De nuevo han venido los ingleses, qué suerte tenemos que sean tan apasionados de la caza. Cómo no voy a ir. Que le contesten ahora mismo que cuenten conmigo”. Y rápidamente ordena que le preparen sus escopetas preferidas, bien engrasadas y limpias. Juan Carlos está contento, la caza es una de las diversiones que más le gustan, en eso se siente muy inglés; quizás sea una evocación genética de su abuela inglesa. Y, en una cacería, además de cazar animales, se suelen cazar también otro tipo de asuntos, como cultivar amigos y buenos negocios interesantes. Ya lo refleja muy bien Berlanga en la Escopeta nacional. Todo positivo y atractivo para pasar unos días en La Garganta.
Y allí que se va nuestro Rey todo contento a disfrutar de un fin de semana con sus amigos ingleses, sus escopetas, sus expectativas abiertas a algún negociete y sus grandes comilonas con divertimento incluido. El encuentro es festivo, el colegueo entre los amigos cazadores puede parecerse al de los chicos de primaria en el patio del colegio, a ver quién alardea más de sus habilidades cinegéticas, colando de vez en cuando el pavoneo de otras habilidades más mundanas. Todo fluye sin miramientos. Pero, oh sorpresa, en esta reunión aparece deslizándose con desenvoltura entre las escopetas una atractiva rubia de ojos azules y cuerpo cimbreante que, con una sonrisa seductora, anda organizando y disponiendo todo y a todos, con gran capacidad de mando. “Quien es esta mujer?” pregunta entre desconcertado y admirado nuestro Rey. Le cuentan que es la encargada de organizar el fin de semana de caza, una mujer muy eficaz con un apellido muy lustroso.
La mirada de Juanito se desvía de la mirilla de su escopeta para seguir los movimientos de la dulce y energética princesa rubia, una combinación muy seductora. La autollamada ‘princesa’ de apellido Larsen (que no usa), con sus cuarenta años bien iluminados, se da cuenta de que suscita interés a nada menos que al Rey de España y ve en ello la posible llamada de un destino mucho más interesante, y lucido, que organizar cacerías a caballeros ya entrados en años. No es que sea un mirlo blanco en cuanto a edad (66) y beldad pero… ¡es el Rey! Así que la rubia Corina rápidamente decide aprovechar la oportunidad y responder a las miradas licenciosas y gracietas campechanas de don Juan Carlos con una sonrisa cómplice y ojitos entreverados, esos ojitos azul cielo de primavera que hunden al rey en el más profundo de los deseos. La suerte está echada. Hay cruce de intereses y de deseos varios. La disposición de Juanito rápidamente cambia de dirección. Que sigan correteando corzos y jabalís por los montes que él está centrado en otro tipo de tiros de otra trayectoria, los de su escopeta emocional (y parece que la presa no tiene mucho interés en salir corriendo).
La intensidad de emociones le tiene agarrotado. Los amigos le conocen y se dan cuenta de que se está fraguando algo entre la princesa de pega y el Rey conquistador. Todos saben que cuando Juanito se fija en un objetivo concreto con ese ojo errante que tiene para las mujeres consigue su trofeo; sus chascarrillos y su corona son valores seguros para las mujeres jóvenes y ambiciosas. Pero este caso le parece distinto. Está impresionado porque en esta finca, entre carrascas y linces protegidos acaba de encontrar a la mujer de sus sueños. Esta rubia, aparte de muy guapa, es inteligente y ejecutiva. La observa actuar y se queda sorprendido de su capacidad de organización y control. Ella le sigue el juego de seducción pero no se derrite, mantiene un equilibrio entre frialdad y distancia, y cierto acercamiento casual como diciendo “estoy aquí y sé que me deseas pero por ahora no estoy dispuesta a ello, tendrás que babear un poco más, bastante más”. El juego había empezado.
Naturalmente Corinna zu Sayn-Wittgesntein va a jugar a mucho más que a una noche de satisfacciones. Ella, lista para manejar situaciones, quiere hacer crecer el deseo de ÉL hasta que la situación prometa mucho más que un entretenimiento. La ‘princesa’ también ha enfocado a su presa y no va a dejarla escapar, pero sus tiros son más envolventes que directos. No tiene prisa, ha calado a Juanito y sabe que saldrá ganadora de este juego. Ya empieza a saborear su brillante futuro. Se había divorciado de un príncipe alemán pero ahora tiene a sus pies a un Rey. Es el mayor peldaño que puede subir en la escala social y no se va a quedar al pie de la escalera.
Mientras la estrategia de la rubia Corinna de apellido imposible se ha puesto en marcha el rey Juan Carlos babea por los rincones. Esta mujer le tiene arrebatado el sentido, le encuentra todas las virtudes posibles, belleza, inteligencia, carácter y seducción. ¡Todas esas cualidades en una sola mujer!, “es mi mujer ideal”, piensa ya ardiente de amor. Él es impulsivo, y sus conquistas (muchas o muchísimas) suelen intimidarse ante su dignidad, pero esta alemana tiene carácter y no le impone la cercanía real, se la ve con autoridad y se le intuye ambición. El Rey ya hace sus cábalas y decide que definitivamente esta mujer le complementa, es su media naranja, Él aporta el significativo nivel social y la campechanería, y Ella la inteligencia, el carácter y el atractivo físico (muy importante para moverse por las altas esferas); y los dos comparten la ambición y el gusto por el sexo y el dinero, ah, y la caza. Un tándem perfecto.
El Rey intuye que con Ella puede hacer grandes cosas, las cosas que a estas alturas de la vida son las únicas que le interesan. Ya no le interesa nada lo que le pueda decir el presidente Zapatero, no le interesa nada ir con la Reina al Teatro Real, o a recibir a los nuevos embajadores. Todo su mundo oficial le da hastío, le queda triste y sobrio, necesita poner chispa a su vida. Ya sólo piensa en cómo y cuándo podrá tener a la magnífica Corinna entre sus brazos. Es la primera vez en su vida que le cuesta conseguir a la mujer que se propone. Esta alemana le está volviendo loco.
En la cacería un Juanito apasionado no consiguió de Ella más que alimentar el deseo ardiente de su amor, así que en los meses siguientes, para conseguir saciarlo, va y viene a Londres como un seducido galán entregado al amor. Pero tanto viaje a escondidas llega a hacerse difícil para don Juan Carlos I, se le complica sortear la imagen pública. Así que le propone a esta deliciosa mujer que venga a vivir a España para tenerla más cerca, muy cerca, tan cerca como en el Pardo. Ella, como es inteligente y lista, le pone sobre el tapete sus condiciones, “seré la única mujer en tu vida, ya puedes ir dejando a la mallorquina, porque no quiero ser un segundo plato; y también quiero que mi presencia a tu lado sea oficial, no quiero ser una amante en la sombra”. Y como Juanito está completamente rendido le dice que sí a todo. Un importante paso, transcendental para Ella e infortunado para Él.
Juan Carlos I, habla con el gobierno y habla con quien tiene que hablar. “A partir de ahora la princesa zu Sayn-Wittgesntein va a acompañarme en todos los viajes y actos, y hay que arreglar el antiguo pabellón de caza del Pardo para convertirlo en una vivienda digna para que viva Ella con su hijo (y también conmigo)”. Y así se hace. La aspiración de Corinna Larsen nunca hubiera imaginado tanto. Aunque Ella pretendía mucho en la vida, no estaba muy claro si sus empeños se iban a quedar tan solo en utilizar el título ‘de pega’ de ‘princesa’ y el noble apellido de su anterior marido “Zu Sayn-Wittgenstein” para abrir alguna puerta. Pero la generosidad de la vida le acaba de poner en su camino al Rey de España y la posibilidad de alcanzar el título, y la dignidad, de Reina, un trofeo demasiado increíble incluso para haberlo soñado. Corinna Larsen no cabía en sí de gozo.
Ella exige y Juanito da. Este tándem, ya consolidado, empieza a manejar con habilidad sus herramientas. Él saca a pasear su ‘agenda’, y ya sabemos que ‘los contactos’ es un gran capital social, quizás el mayor; y ella pone en marcha su inteligencia negociadora envolviéndola con su seductora figura. Éxito seguro. Los ricos países árabes son el objetivo más interesante y el mejor campo para cultivar dólares. También son los países más oportunos para presentarse oficialmente con una segunda mujer (que de ninguna manera quiere decir una mujer de segunda).
Y a Oriente se va la pareja feliz a derretir a los árabes con la dulce mirada marina de Ella y los chascarrillos campechanos de ÉL. Y el funcionamiento de la armónica pareja empieza a dar sus frutos, frutos que consisten en montañas de dólares que van saliendo de ese cercano Oriente hacia los opacos bancos de Occidente con más fluidez que el agua en el trasvase Tajo/Segura. El negocio va viento en popa. Dulces viajes, dineros a montones, dicha suprema. Mohamed V ve tanta dorada felicidad en su amigo Juan Carlos (buen amigo, le regaló el Sahara Occidental) que le regala una gran finca en Marraquech para que se construya un pequeño palacete, en terre, donde puedan disfrutar los dos tortolitos de las excelencias del país.
Así las cosas los aires soplan prósperos para el idilio trufado de dólares hasta que de pronto los vientos cambian de dirección. Un mal paso (en todos los sentidos) da un vuelco a la deliciosa situación. Un nefasto viaje con rotura de cadera y elefante matado a tiros le lleva a Él a la patética situación de verse obligado a manifestar con dócil y disciplinada voz: “Me he equivocado, no volverá a ocurrir”, y a Ella a abandonar a la carrera y para siempre el nidito de amor. No sé qué intervino más en la caída del Rey a los hogueras mediáticas si lo del elefante y la amante o esa humillante petición de perdón.
A partir de entonces al Rey le crecieron los enanos. Salió a la luz su curriculum oculto, y todos nos enteramos de sus tropelías. Acabada la relación amorosa, y empresaria, con Corinna, ahora ya Larsen oficial, Juanito le pide que le devuelva los 65 millones de los árabes que habían decidido esconder en una cuenta al nombre de Ella para que no constara en patrimonio real, ni en Hacienda, ni en ningún lado, así como la valiosa finca de Marraquech que también habían puesto a su nombre. Pero Juanito no contaba con que ella podía tener otros planes. Se ha acabado el amor y con él se han ido las grandes esperanzas de un final feliz, así que todo está perdido para la alemana aspirante a reina menos el dinero que todavía tiene en su cuenta y que, visto lo visto, no piensa soltarlo. ¿Qué cómo llegó a su cuenta? “un regalito que me hizo mi novio para demostrarme su amor”. Y el novio rabia que te rabia porque tiene difícil su recuperación ¡Cómo se le ocurriría meterlo en su cuenta! ¿Fue Ella quien lo sugirió?
Ella feliz porque aunque no ha llegado a reina de España se ha hecho con un buenísimo patrimonio. Él, furibundo, se resiste a quedarse sin el dinero y la ‘acosa’ para que le devuelva ‘sus’ millones. Ella, entonces, empieza a airear los ‘secretos de alcoba’. A Él el país empieza a verle como el Rey desnudo, con todas sus impudicias al aire. Ella se crece y le denuncia. Él pone pies en polvorosa y se refugia donde sus ricos y generosos amigos árabes. Nada nuevo en una pelea de separación sentimental, sólo que en este caso es más interesante por la cantidad y la calidad, además de entretenimiento nacional e internacional.
Y ahora qué. El cuento no se ha acabado. Queda ver si la rubia ojos azules todavía le saca unos buenos dólares más por haberse puesto ‘pesado’ en reclamarle sus cosas y si el Emérito puede seguir siendo campechano en su país, ahora que parece que va a volver después de la Semana Santa porque dice que (a pesar de todo) tiene muchas ganas de navegar en su yate El Bribón. Hasta al nombre de su barco llega el sentido del humor de nuestro campechano Emérito.
Pero se me ocurre cuestionarme hasta qué punto podemos criticar a Juan Carlos de Borbón y Borbón esos desenfrenos que tiene con las mujeres, los dineros y las diversiones mundanas siendo, como parece que son, atendiendo a las Leyes de Mendel, licencias heredadas, extravíos que lleva en sus genes y, además, por partida doble. La Historia nos demuestra que la genética de los Borbones es inalterable en su transmisión. ¿Cómo afrontar estas cuestiones biológicas de los Borbones? ¿y de los Borbones y Borbones? Respuesta compleja.
O témpora o mores
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Corría el año 2004 cuando le llega a don Juan Carlos I, rey de España, la invitación del duque de Westminster para una cacería en su finca la Garganta, un latifundio de 15.000 hectáreas, entre Ciudad Real y Córdoba, pobladas de varias especies protegidas como el lince ibérico, el águila imperial o la cigüeña negra. Una inmensa finca dedicada a reunir de cuando en cuando a príncipes, reyes y demás familias nobiliarias y empresariales para hacer puntería con la fauna del lugar. El Rey no se lo piensa dos veces. “De nuevo han venido los ingleses, qué suerte tenemos que sean tan apasionados de la caza. Cómo no voy a ir. Que le contesten ahora mismo que cuenten conmigo”. Y rápidamente ordena que le preparen sus escopetas preferidas, bien engrasadas y limpias. Juan Carlos está contento, la caza es una de las diversiones que más le gustan, en eso se siente muy inglés; quizás sea una evocación genética de su abuela inglesa. Y, en una cacería, además de cazar animales, se suelen cazar también otro tipo de asuntos, como cultivar amigos y buenos negocios interesantes. Ya lo refleja muy bien Berlanga en la Escopeta nacional. Todo positivo y atractivo para pasar unos días en La Garganta.
Y allí que se va nuestro Rey todo contento a disfrutar de un fin de semana con sus amigos ingleses, sus escopetas, sus expectativas abiertas a algún negociete y sus grandes comilonas con divertimento incluido. El encuentro es festivo, el colegueo entre los amigos cazadores puede parecerse al de los chicos de primaria en el patio del colegio, a ver quién alardea más de sus habilidades cinegéticas, colando de vez en cuando el pavoneo de otras habilidades más mundanas. Todo fluye sin miramientos. Pero, oh sorpresa, en esta reunión aparece deslizándose con desenvoltura entre las escopetas una atractiva rubia de ojos azules y cuerpo cimbreante que, con una sonrisa seductora, anda organizando y disponiendo todo y a todos, con gran capacidad de mando. “Quien es esta mujer?” pregunta entre desconcertado y admirado nuestro Rey. Le cuentan que es la encargada de organizar el fin de semana de caza, una mujer muy eficaz con un apellido muy lustroso.
La mirada de Juanito se desvía de la mirilla de su escopeta para seguir los movimientos de la dulce y energética princesa rubia, una combinación muy seductora. La autollamada ‘princesa’ de apellido Larsen (que no usa), con sus cuarenta años bien iluminados, se da cuenta de que suscita interés a nada menos que al Rey de España y ve en ello la posible llamada de un destino mucho más interesante, y lucido, que organizar cacerías a caballeros ya entrados en años. No es que sea un mirlo blanco en cuanto a edad (66) y beldad pero… ¡es el Rey! Así que la rubia Corina rápidamente decide aprovechar la oportunidad y responder a las miradas licenciosas y gracietas campechanas de don Juan Carlos con una sonrisa cómplice y ojitos entreverados, esos ojitos azul cielo de primavera que hunden al rey en el más profundo de los deseos. La suerte está echada. Hay cruce de intereses y de deseos varios. La disposición de Juanito rápidamente cambia de dirección. Que sigan correteando corzos y jabalís por los montes que él está centrado en otro tipo de tiros de otra trayectoria, los de su escopeta emocional (y parece que la presa no tiene mucho interés en salir corriendo).
La intensidad de emociones le tiene agarrotado. Los amigos le conocen y se dan cuenta de que se está fraguando algo entre la princesa de pega y el Rey conquistador. Todos saben que cuando Juanito se fija en un objetivo concreto con ese ojo errante que tiene para las mujeres consigue su trofeo; sus chascarrillos y su corona son valores seguros para las mujeres jóvenes y ambiciosas. Pero este caso le parece distinto. Está impresionado porque en esta finca, entre carrascas y linces protegidos acaba de encontrar a la mujer de sus sueños. Esta rubia, aparte de muy guapa, es inteligente y ejecutiva. La observa actuar y se queda sorprendido de su capacidad de organización y control. Ella le sigue el juego de seducción pero no se derrite, mantiene un equilibrio entre frialdad y distancia, y cierto acercamiento casual como diciendo “estoy aquí y sé que me deseas pero por ahora no estoy dispuesta a ello, tendrás que babear un poco más, bastante más”. El juego había empezado.
Naturalmente Corinna zu Sayn-Wittgesntein va a jugar a mucho más que a una noche de satisfacciones. Ella, lista para manejar situaciones, quiere hacer crecer el deseo de ÉL hasta que la situación prometa mucho más que un entretenimiento. La ‘princesa’ también ha enfocado a su presa y no va a dejarla escapar, pero sus tiros son más envolventes que directos. No tiene prisa, ha calado a Juanito y sabe que saldrá ganadora de este juego. Ya empieza a saborear su brillante futuro. Se había divorciado de un príncipe alemán pero ahora tiene a sus pies a un Rey. Es el mayor peldaño que puede subir en la escala social y no se va a quedar al pie de la escalera.
Mientras la estrategia de la rubia Corinna de apellido imposible se ha puesto en marcha el rey Juan Carlos babea por los rincones. Esta mujer le tiene arrebatado el sentido, le encuentra todas las virtudes posibles, belleza, inteligencia, carácter y seducción. ¡Todas esas cualidades en una sola mujer!, “es mi mujer ideal”, piensa ya ardiente de amor. Él es impulsivo, y sus conquistas (muchas o muchísimas) suelen intimidarse ante su dignidad, pero esta alemana tiene carácter y no le impone la cercanía real, se la ve con autoridad y se le intuye ambición. El Rey ya hace sus cábalas y decide que definitivamente esta mujer le complementa, es su media naranja, Él aporta el significativo nivel social y la campechanería, y Ella la inteligencia, el carácter y el atractivo físico (muy importante para moverse por las altas esferas); y los dos comparten la ambición y el gusto por el sexo y el dinero, ah, y la caza. Un tándem perfecto.
El Rey intuye que con Ella puede hacer grandes cosas, las cosas que a estas alturas de la vida son las únicas que le interesan. Ya no le interesa nada lo que le pueda decir el presidente Zapatero, no le interesa nada ir con la Reina al Teatro Real, o a recibir a los nuevos embajadores. Todo su mundo oficial le da hastío, le queda triste y sobrio, necesita poner chispa a su vida. Ya sólo piensa en cómo y cuándo podrá tener a la magnífica Corinna entre sus brazos. Es la primera vez en su vida que le cuesta conseguir a la mujer que se propone. Esta alemana le está volviendo loco.
En la cacería un Juanito apasionado no consiguió de Ella más que alimentar el deseo ardiente de su amor, así que en los meses siguientes, para conseguir saciarlo, va y viene a Londres como un seducido galán entregado al amor. Pero tanto viaje a escondidas llega a hacerse difícil para don Juan Carlos I, se le complica sortear la imagen pública. Así que le propone a esta deliciosa mujer que venga a vivir a España para tenerla más cerca, muy cerca, tan cerca como en el Pardo. Ella, como es inteligente y lista, le pone sobre el tapete sus condiciones, “seré la única mujer en tu vida, ya puedes ir dejando a la mallorquina, porque no quiero ser un segundo plato; y también quiero que mi presencia a tu lado sea oficial, no quiero ser una amante en la sombra”. Y como Juanito está completamente rendido le dice que sí a todo. Un importante paso, transcendental para Ella e infortunado para Él.
Juan Carlos I, habla con el gobierno y habla con quien tiene que hablar. “A partir de ahora la princesa zu Sayn-Wittgesntein va a acompañarme en todos los viajes y actos, y hay que arreglar el antiguo pabellón de caza del Pardo para convertirlo en una vivienda digna para que viva Ella con su hijo (y también conmigo)”. Y así se hace. La aspiración de Corinna Larsen nunca hubiera imaginado tanto. Aunque Ella pretendía mucho en la vida, no estaba muy claro si sus empeños se iban a quedar tan solo en utilizar el título ‘de pega’ de ‘princesa’ y el noble apellido de su anterior marido “Zu Sayn-Wittgenstein” para abrir alguna puerta. Pero la generosidad de la vida le acaba de poner en su camino al Rey de España y la posibilidad de alcanzar el título, y la dignidad, de Reina, un trofeo demasiado increíble incluso para haberlo soñado. Corinna Larsen no cabía en sí de gozo.
Ella exige y Juanito da. Este tándem, ya consolidado, empieza a manejar con habilidad sus herramientas. Él saca a pasear su ‘agenda’, y ya sabemos que ‘los contactos’ es un gran capital social, quizás el mayor; y ella pone en marcha su inteligencia negociadora envolviéndola con su seductora figura. Éxito seguro. Los ricos países árabes son el objetivo más interesante y el mejor campo para cultivar dólares. También son los países más oportunos para presentarse oficialmente con una segunda mujer (que de ninguna manera quiere decir una mujer de segunda).
Y a Oriente se va la pareja feliz a derretir a los árabes con la dulce mirada marina de Ella y los chascarrillos campechanos de ÉL. Y el funcionamiento de la armónica pareja empieza a dar sus frutos, frutos que consisten en montañas de dólares que van saliendo de ese cercano Oriente hacia los opacos bancos de Occidente con más fluidez que el agua en el trasvase Tajo/Segura. El negocio va viento en popa. Dulces viajes, dineros a montones, dicha suprema. Mohamed V ve tanta dorada felicidad en su amigo Juan Carlos (buen amigo, le regaló el Sahara Occidental) que le regala una gran finca en Marraquech para que se construya un pequeño palacete, en terre, donde puedan disfrutar los dos tortolitos de las excelencias del país.
Así las cosas los aires soplan prósperos para el idilio trufado de dólares hasta que de pronto los vientos cambian de dirección. Un mal paso (en todos los sentidos) da un vuelco a la deliciosa situación. Un nefasto viaje con rotura de cadera y elefante matado a tiros le lleva a Él a la patética situación de verse obligado a manifestar con dócil y disciplinada voz: “Me he equivocado, no volverá a ocurrir”, y a Ella a abandonar a la carrera y para siempre el nidito de amor. No sé qué intervino más en la caída del Rey a los hogueras mediáticas si lo del elefante y la amante o esa humillante petición de perdón.
A partir de entonces al Rey le crecieron los enanos. Salió a la luz su curriculum oculto, y todos nos enteramos de sus tropelías. Acabada la relación amorosa, y empresaria, con Corinna, ahora ya Larsen oficial, Juanito le pide que le devuelva los 65 millones de los árabes que habían decidido esconder en una cuenta al nombre de Ella para que no constara en patrimonio real, ni en Hacienda, ni en ningún lado, así como la valiosa finca de Marraquech que también habían puesto a su nombre. Pero Juanito no contaba con que ella podía tener otros planes. Se ha acabado el amor y con él se han ido las grandes esperanzas de un final feliz, así que todo está perdido para la alemana aspirante a reina menos el dinero que todavía tiene en su cuenta y que, visto lo visto, no piensa soltarlo. ¿Qué cómo llegó a su cuenta? “un regalito que me hizo mi novio para demostrarme su amor”. Y el novio rabia que te rabia porque tiene difícil su recuperación ¡Cómo se le ocurriría meterlo en su cuenta! ¿Fue Ella quien lo sugirió?
Ella feliz porque aunque no ha llegado a reina de España se ha hecho con un buenísimo patrimonio. Él, furibundo, se resiste a quedarse sin el dinero y la ‘acosa’ para que le devuelva ‘sus’ millones. Ella, entonces, empieza a airear los ‘secretos de alcoba’. A Él el país empieza a verle como el Rey desnudo, con todas sus impudicias al aire. Ella se crece y le denuncia. Él pone pies en polvorosa y se refugia donde sus ricos y generosos amigos árabes. Nada nuevo en una pelea de separación sentimental, sólo que en este caso es más interesante por la cantidad y la calidad, además de entretenimiento nacional e internacional.
Y ahora qué. El cuento no se ha acabado. Queda ver si la rubia ojos azules todavía le saca unos buenos dólares más por haberse puesto ‘pesado’ en reclamarle sus cosas y si el Emérito puede seguir siendo campechano en su país, ahora que parece que va a volver después de la Semana Santa porque dice que (a pesar de todo) tiene muchas ganas de navegar en su yate El Bribón. Hasta al nombre de su barco llega el sentido del humor de nuestro campechano Emérito.
Pero se me ocurre cuestionarme hasta qué punto podemos criticar a Juan Carlos de Borbón y Borbón esos desenfrenos que tiene con las mujeres, los dineros y las diversiones mundanas siendo, como parece que son, atendiendo a las Leyes de Mendel, licencias heredadas, extravíos que lleva en sus genes y, además, por partida doble. La Historia nos demuestra que la genética de los Borbones es inalterable en su transmisión. ¿Cómo afrontar estas cuestiones biológicas de los Borbones? ¿y de los Borbones y Borbones? Respuesta compleja.
O témpora o mores






