Mercedes Unzeta Gullón
Sábado, 30 de Abril de 2022

La mentira

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Ojeando uno de los cuadernos de Enriqueta, el del año 1993, lo que hago de vez en cuando porque me gusta descubrir a mi amiga en sus escritos, encuentro una página encabezada por ‘La mentira’. Me entra una curiosidad enorme por saber a qué se refiere, evidentemente algo le ha pasado, alguna decepción debe haber por medio. Y leo lo siguiente

 

“Acabo de conocer que he vivido una gran mentira, y tengo el terrible convencimiento de que, quien más quien menos, todos vivimos rodeados de mentiras. No creo que me haya pasado solamente a mí, sino que muchas veces pasa que la persona con la que has mantenido durante mucho tiempo una estrecha relación y crees conocerla y conocer todo sobre ella, cuando llega el tiempo de la verdad, que es la hora de la ruptura, es cuando te das cuenta de que había mucha mentira por medio, que has vivido en la mentira, que no conoces a la otra persona de quien creías saberlo todo. Es entonces del ‘cuando yo te dije esto no te creas que era por  esto sino por lo otro’, o ‘cuando tú te creías que yo hacía esto por eso en realidad era por aquello’ ‘confiaba en ti y…, cómo pudiste…’ ‘me hiciste creer que aquello era lo mejor cuando en realidad era lo mejor sólo para ti’”…

Es entonces cuando la cruda verdad desnuda la dulce mentira. Es entonces cuando aparece el desconcierto ante la verdad, que era mentira, pero que fue muy verdad. Es entonces cuando surge la decepción, el desencanto…

Aquella mentira vivida como verdad fue mucho más verdad que la verdad que ahora descubre verbalmente la mentira. La verdad es lo que oigo ahora y la mentira lo que viví entonces. Sin embargo  lo que viví en aquel momento era mi verdad y es una feliz verdad en mi recuerdo, mientras que la mentira que descubre  aquella verdad son tan solo palabras que duelen, pero palabras, no vivencias. ¿Cuál es más verdad de las dos versiones? ¿lo que he vivido o lo que he oído? Turbación. “

 

Leo esto y me quedo pensando en estos conceptos de verdad y mentira, en lo subjetivo que llevan implícito, en qué es mejor si vivir una mentira placentera o una verdad cruda y fastidiosa. Claro que dentro de la verdad y la mentira hay muchos terrenos de juego, puede haber mentira dialéctica, mentira de conducta o mentira emocional; también mentiras piadosas, mentiras crueles, mentiras interesadas, mentiras torpes, mentiras de trastornos mentales, mentiras políticas (pueden entrar dentro de las interesadas), mentiras oportunas, mentiras elegantes, mentiras atractivas…

 

Mentir, mentir…, no creo que haya alguien que no haya mentido alguna vez en su vida, lo malo es cuando mentir se convierte en un hábito o lleva una intención poco honesta detrás, o se trata de un mentiroso patológico que miente por inseguridad, que puede hablar mucho o muy poco para esconder su mentira pero si le descubren se va a enfadar haciéndose la víctima y gesticulará negando las evidencias.

 

Se me ocurre bucear un poco en este tema de la mentira que me parece muy amplio y con muchos matices y encuentro, así sobre la marcha, algún pensamiento sobre la verdad, como reverso de la mentira.

 

En psicoanálisis, la verdad no encierra exactitud como en las Ciencias Exactas La verdad es subjetiva, y es singular, por eso no es medible ni calculable, sino es algo que se construye. La verdad es la coincidencia entre una afirmación y los hechos, o la realidad a la que dicha afirmación se refiere o la fidelidad a una idea.

 

El psiquiatra y psicoanalista francés Jacques Lacan, opinaba que la verdad sólo puede ‘medio decirse’. “No puede hacerse ninguna referencia a la verdad sin indicar que únicamente es accesible a un ‘medio decir’, que no puede decirse por completo porque más allá de esa mitad no hay nada que decir”.

 

El sociólogo y psicólogo francés Michel Foucault entiende la verdad en dos niveles y descubre la profunda  relación que existe entre el poder y el saber, despojando del saber su presupuesto de neutralidad.

 

Para el psicoanalista austriaco Sigmund Freud, la verdad es una relación de referencia que aparece imposibilitada a la conciencia, por el mismo funcionamiento psíquico. Y sobre la mentira dice, siguiendo su línea del psicoanálisis, cómo no, que: “Mentir es una medida económica que busca reprimir un impuso sexual inconsciente y percibido como peligroso…, donde la mentira tiene como base un deseo incestuoso por el padre”.

 

Y llego a los griegos, quienes se percataron, con la llegada de la democracia, del poder de la palabra como elemento de manipulación. El orador siciliano Gorgias de Leontino (establecido en Atenas en el año 427 a.C.) “No prometía enseñar la virtud a sus discípulos, como hacían los filósofos, sino convertirlos en hábiles oradores, y por supuesto que tuvo mucho más éxito que aquellos. Al parecer le gustaba aparecerse en sitios públicos y allí comenzaba a disertar sobre cualquier tema. Una vez que convencía a su auditorio de sus razones, comenzaba a decir exactamente lo contrario, hasta que volvía a convencer  a su auditorio. Y así pasaba mañanas enteras argumentando y contraargumentando sobre cualquier cosa, demostrando que a la hora de pronunciar un discurso convincente lo que importa no es precisamente la verdad”. *

 

Por el contrario Sócrates, lejos de la retórica de Gorgias, estaba empeñado en la búsqueda de la verdad, y enseñó a sus discípulos que ella es inalcanzable sin el uso adecuado y honesto de la palabra y que el uso de la palabra debía estar  estrechamente ligado al cultivo de la ética.

 

Creo firmemente que nuestros políticos se han olvidado de Sócrates para ser fanáticos discípulos de Gorgias en la intención del uso de la palabra, pero con el grave defecto que a todos se les ha olvidado que existe el arte de la oratoria, por eso no llegan a convencer  en sus discursos sino todo lo contrario, llegan a enfurecer  tanto por la forma como por el fondo.

 

El tema de la verdad/mentira da para muchísimo, pero mi intención es sólo rondar la cuestión que ha surgido con ese apunte de Enriqueta.

 

Por cierto, parece que mi amiga resolvió la amargura sobre la mentira de su verdad de una manera valiente, épica, y muy femenina. Comenta en la siguiente página: “Hoy me he cortado el pelo. Un acto heroico, quizás demasiado. Después de siete años de mantener al viento mi leonina y atractiva melena, hoy he tenido el valor y la osadía de cortármela. Hasta ahora había echado atrás esa idea por miedo a perder mi mayor atractivo, y también por un exceso de responsabilidad sostenible; debía preservar mi abundante bosque para disfrute admirativo de unos y lujurioso de otros. Pero he aquí que una se cansa de tamaña responsabilidad. Llevar una obra de arte siempre encima, y que sea continuo objeto de deseo, es una gran suerte y a la vez una gran carga. Y llegó el momento en que la honorable melena me daba sensación de esclavitud, el pelo corto, por el contrario, me la da de independencia y de libertad (quizás por eso los hombres llevan el pelo corto). Era imprescindible, para mi nueva etapa que comienzo, recurrir a este signo exterior (aunque sólo sea emblemático para mí)”.

 

No está mal. Enriqueta encontró una sencilla manera de sentir un aire nuevo en su vida tan sólo con el cambio de aspecto. Seguiré curioseando en sus escritos para ver si le resultó.

 

O témpora o mores.

 

* Texto recogido de La mentira como arma política en la Grecia antigua. Nava Contreras

 

 

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