17 de mayo 1990. OMS: “La homosexualidad no es enfermedad mental”
![[Img #58497]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/05_2022/4464__dsc0013.jpg)
Sí, de nuevo, me ha vuelto a atacar el muy puñetero. No sé si es uno nuevo o el mismo virus de antes, o una variante, o la variante mutada de la variante, o una variante mutada de la variante de la variante.
En cualquier caso el bicho me ha atacado de nuevo.
Hace seis días, ya, que entró como un kamikaze en mi cuerpo dejándome KO. Volvió la fiebre alta, el insoportable dolor de cabeza, la garganta haciéndose notar, un cuerpo tan debilitado como un muñeco de trapo, las náuseas, la tal, la cual..., todos los síntomas juntos, y de golpe, aparecieron por arte de magia. Naturalmente todas esas alteraciones en mi cuerpo, que no es que sea débil pero sí bastante sensible, ha supuesto varios días de cama en estado comatoso.
Yo había oído que este virus llamado algo tan sencillo como: Variante ómicron del SARS-CoV-2 era suave, pero me dice mi amiga Alicia que ese era el primer ómicron pero que su variante mutada es muy agresiva. Pienso que esa es la que ha debido encontrar libre acomodo en mi cuerpo. Un inmenso fastidio porque en el paquete no solo se come mi salud sino también mis días; las dos cosas más importantes, para mí, la salud y el tiempo; claro, dos cosas que van unidas porque tiempo sin salud ¿para qué sirve? Y salud sin tiempo ¿de qué sirve?
En fin, estoy saliendo lentamente de impasse vital en el que he estado sumergida toda la semana, aunque fatigosamente porque hasta el hablar me extenúa. La debilidad es grande pero avanzo ‘hacia la luz’, por cierto, bien primaveral que está hoy viernes. Un gusto enorme escuchar la primavera tan llena de energía, tan potente en su revivir anual. Menos mal que está la primavera bullendo tras mis ventanas, esto me salva de achicopalarme.
Como poco puedo hacer con mis menguadas energías, que ni para pasear por la pradera me da el hálito, he seguido ojeando los cuadernos de Enriqueta y encuentro en 1995 la siguiente entrada:
"Ayer vino M.P. a cenar. Hablamos de muchas cosas y se fue tardísimo. Me contó unas historias curiosas. Una sobre su cuñada y el problema de su lesbianismo no aceptado que la está volviendo loca.
Hace cuatro años que decidió aislarse del mundo e irse a vivir sola a un pueblo de Soria. Me parece un caso interesante para seguirle la pista.
Otro caso es el del hermano de su amiga M., que a sus 55 años, un señor catedrático de Universidad y todo un caballero respetable en los medios académicos, decide de pronto que el secreto de su vida es ser mujer, y se opera y se transforma en mujer. Vive con su madre, y su madre, señora anciana supongo, lo ha entendido. Qué magnifica la señora. Igual de sorprendente el caso de otro catedrático amigo de su hermana que a sus cincuenta años, casado y con hijos, con aspecto de gran señor, decide separarse y transformarse en mujer. La mujer lo acepta bien. Él se opera, se transforma y se pone a vivir con un tío. Fascinante.
Bebemos entre los dos una botella de vino y hoy estoy fatal con un tremendo dolor de cabeza.
Decididamente no puedo beber vino”.
Reflejo esta entrada de Enriqueta porque encuentro que son casos muy curiosos para la época en que se dieron, hace casi treinta años, y en el entorno en que se dieron. En aquellos años lo de cambiarse de género era algo insólito en general y mucho más insólito en personas involucradas en una sociedad binaria bien definida, y muchísimo más inconcebible dentro de un colectivo recubierto de una gran dignidad intelectual como es el académico universitario.
Estos dos catedráticos encuentro que fueron muy valientes dando el paso que dieron en una edad adulta, con la vida hecha y un prestigio laboral en un gremio bastante cerrado y elitista como era el académico, y en época en la que la transexualidad era algo ‘anormal’. No sé cómo les iría después, espero y deseo que liberados y felices.
El género tiene su identidad y su expresión. Hasta ahora se relacionaba indiscutiblemente la expresión con la identidad, pero ahora no es así, un hombre puede ser muy femenino y ser hombre o una mujer ser muy masculina pero sentirse mujer. Ahora el abanico de posibilidades de expresión donde pueden reflejarse cualquier identidad determinada es muy grande, explicaba el sociólogo y activista trans, Miquel Missé, en una entrevista, y remataba: “Si flexibilizamos muchísimo lo que es ser hombre y que es ser mujer, la transexualidad como necesidad disminuye”.
Tan sólo en el 2018 la Organización Mundial de la Salud (OMS) dejó de considerar la transexualidad como un trastorno mental. En España tenemos que esperar a junio del 2021 para que se abran las puertas a la autodeterminación de género con la Ley Trans .
En cuanto a la homosexualidad, es en 1990, el 17 de mayo, cuando la homosexualidad sale de la lista de las enfermedades mentales de la OMS. Y a partir de esos años 90 es cuando los homosexuales empiezan, muy lentamente, a armarse de valor para salir del armario, y cuando se propicia la visibilidad de las salidas del armario de personajes célebres. Un colectivo, el de los homosexuales, que venía de la década anterior, de los años 80, terriblemente estigmatizado y condenado a las hogueras de una sociedad intransigente, inculta y voraz, que humillaba, despreciaba y rechazaba con fanatismo inhumano al homosexual, culpándole de los males del mundo asustados por la terrible plaga del SIDA que arrasaba la vida de muchas, y muchas, personas homosexuales y no homosexuales, entre estas últimas la de una generación de jóvenes que habían jugueteado con las drogas intercambiándose jeringuillas y trasmitiéndose así su sentencia de muerte. Sí, en los 80 los homosexuales quedaron muy sentenciados, pero en los 90 pudieron ir abriendo sus puertas.
El movimiento LGTBI desde entonces ha ido aumentando las variaciones sexuales no binarias en su colectivo siendo ahora mucho más amplio que cuando empezó con su primera manifestación en España en las Ramblas de Barcelona el 26 de junio de 1977. Acoge a lesbianas, gais, bisexuales, transexuales, intersexuales, pansexuales, asexuales, poliamorosos.... Sinceramente me pierdo en la interpretación de cada variante.
Mucha libertad pero parece que todavía queda mucho por aprender en la sociedad. Todavía, y a pesar de los grandes avances y de la gran visualización de los adelantos hay mucha homofobia en el mundo, en nuestro país y en nuestro entorno. Todavía queda mucho por asimilar, por aprender y por respetar.
Avanzan las libertades pero también avanzan las radicalizaciones. De esa diversidad surgen los ultras, a los que no les gusta el cambio ni la libertad de otros, surgen los intransigentes. Y el enfrentamiento es voraz. Por eso, el mismo 17 de mayo se celebra el Día Internacional contra la Homofobia, Transfobia y Bifobia.
Uno de cada tres países castiga penalmente las relaciones homosexuales, eso supone 69 países. En diez países con la pena de muerte. Mientras que en 28 se permite el matrimonio homosexual. ¡Qué desigual es el Mundo a pesar de la globalización!
Creo que he abusado de mi ratito de ‘ocio’ de enferma. Empiezo a notar que la debilidad reclama su atención. Hasta aquí he llegado.
O témpora o mores
![[Img #58497]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/05_2022/4464__dsc0013.jpg)
Sí, de nuevo, me ha vuelto a atacar el muy puñetero. No sé si es uno nuevo o el mismo virus de antes, o una variante, o la variante mutada de la variante, o una variante mutada de la variante de la variante.
En cualquier caso el bicho me ha atacado de nuevo.
Hace seis días, ya, que entró como un kamikaze en mi cuerpo dejándome KO. Volvió la fiebre alta, el insoportable dolor de cabeza, la garganta haciéndose notar, un cuerpo tan debilitado como un muñeco de trapo, las náuseas, la tal, la cual..., todos los síntomas juntos, y de golpe, aparecieron por arte de magia. Naturalmente todas esas alteraciones en mi cuerpo, que no es que sea débil pero sí bastante sensible, ha supuesto varios días de cama en estado comatoso.
Yo había oído que este virus llamado algo tan sencillo como: Variante ómicron del SARS-CoV-2 era suave, pero me dice mi amiga Alicia que ese era el primer ómicron pero que su variante mutada es muy agresiva. Pienso que esa es la que ha debido encontrar libre acomodo en mi cuerpo. Un inmenso fastidio porque en el paquete no solo se come mi salud sino también mis días; las dos cosas más importantes, para mí, la salud y el tiempo; claro, dos cosas que van unidas porque tiempo sin salud ¿para qué sirve? Y salud sin tiempo ¿de qué sirve?
En fin, estoy saliendo lentamente de impasse vital en el que he estado sumergida toda la semana, aunque fatigosamente porque hasta el hablar me extenúa. La debilidad es grande pero avanzo ‘hacia la luz’, por cierto, bien primaveral que está hoy viernes. Un gusto enorme escuchar la primavera tan llena de energía, tan potente en su revivir anual. Menos mal que está la primavera bullendo tras mis ventanas, esto me salva de achicopalarme.
Como poco puedo hacer con mis menguadas energías, que ni para pasear por la pradera me da el hálito, he seguido ojeando los cuadernos de Enriqueta y encuentro en 1995 la siguiente entrada:
"Ayer vino M.P. a cenar. Hablamos de muchas cosas y se fue tardísimo. Me contó unas historias curiosas. Una sobre su cuñada y el problema de su lesbianismo no aceptado que la está volviendo loca.
Hace cuatro años que decidió aislarse del mundo e irse a vivir sola a un pueblo de Soria. Me parece un caso interesante para seguirle la pista.
Otro caso es el del hermano de su amiga M., que a sus 55 años, un señor catedrático de Universidad y todo un caballero respetable en los medios académicos, decide de pronto que el secreto de su vida es ser mujer, y se opera y se transforma en mujer. Vive con su madre, y su madre, señora anciana supongo, lo ha entendido. Qué magnifica la señora. Igual de sorprendente el caso de otro catedrático amigo de su hermana que a sus cincuenta años, casado y con hijos, con aspecto de gran señor, decide separarse y transformarse en mujer. La mujer lo acepta bien. Él se opera, se transforma y se pone a vivir con un tío. Fascinante.
Bebemos entre los dos una botella de vino y hoy estoy fatal con un tremendo dolor de cabeza.
Decididamente no puedo beber vino”.
Reflejo esta entrada de Enriqueta porque encuentro que son casos muy curiosos para la época en que se dieron, hace casi treinta años, y en el entorno en que se dieron. En aquellos años lo de cambiarse de género era algo insólito en general y mucho más insólito en personas involucradas en una sociedad binaria bien definida, y muchísimo más inconcebible dentro de un colectivo recubierto de una gran dignidad intelectual como es el académico universitario.
Estos dos catedráticos encuentro que fueron muy valientes dando el paso que dieron en una edad adulta, con la vida hecha y un prestigio laboral en un gremio bastante cerrado y elitista como era el académico, y en época en la que la transexualidad era algo ‘anormal’. No sé cómo les iría después, espero y deseo que liberados y felices.
El género tiene su identidad y su expresión. Hasta ahora se relacionaba indiscutiblemente la expresión con la identidad, pero ahora no es así, un hombre puede ser muy femenino y ser hombre o una mujer ser muy masculina pero sentirse mujer. Ahora el abanico de posibilidades de expresión donde pueden reflejarse cualquier identidad determinada es muy grande, explicaba el sociólogo y activista trans, Miquel Missé, en una entrevista, y remataba: “Si flexibilizamos muchísimo lo que es ser hombre y que es ser mujer, la transexualidad como necesidad disminuye”.
Tan sólo en el 2018 la Organización Mundial de la Salud (OMS) dejó de considerar la transexualidad como un trastorno mental. En España tenemos que esperar a junio del 2021 para que se abran las puertas a la autodeterminación de género con la Ley Trans .
En cuanto a la homosexualidad, es en 1990, el 17 de mayo, cuando la homosexualidad sale de la lista de las enfermedades mentales de la OMS. Y a partir de esos años 90 es cuando los homosexuales empiezan, muy lentamente, a armarse de valor para salir del armario, y cuando se propicia la visibilidad de las salidas del armario de personajes célebres. Un colectivo, el de los homosexuales, que venía de la década anterior, de los años 80, terriblemente estigmatizado y condenado a las hogueras de una sociedad intransigente, inculta y voraz, que humillaba, despreciaba y rechazaba con fanatismo inhumano al homosexual, culpándole de los males del mundo asustados por la terrible plaga del SIDA que arrasaba la vida de muchas, y muchas, personas homosexuales y no homosexuales, entre estas últimas la de una generación de jóvenes que habían jugueteado con las drogas intercambiándose jeringuillas y trasmitiéndose así su sentencia de muerte. Sí, en los 80 los homosexuales quedaron muy sentenciados, pero en los 90 pudieron ir abriendo sus puertas.
El movimiento LGTBI desde entonces ha ido aumentando las variaciones sexuales no binarias en su colectivo siendo ahora mucho más amplio que cuando empezó con su primera manifestación en España en las Ramblas de Barcelona el 26 de junio de 1977. Acoge a lesbianas, gais, bisexuales, transexuales, intersexuales, pansexuales, asexuales, poliamorosos.... Sinceramente me pierdo en la interpretación de cada variante.
Mucha libertad pero parece que todavía queda mucho por aprender en la sociedad. Todavía, y a pesar de los grandes avances y de la gran visualización de los adelantos hay mucha homofobia en el mundo, en nuestro país y en nuestro entorno. Todavía queda mucho por asimilar, por aprender y por respetar.
Avanzan las libertades pero también avanzan las radicalizaciones. De esa diversidad surgen los ultras, a los que no les gusta el cambio ni la libertad de otros, surgen los intransigentes. Y el enfrentamiento es voraz. Por eso, el mismo 17 de mayo se celebra el Día Internacional contra la Homofobia, Transfobia y Bifobia.
Uno de cada tres países castiga penalmente las relaciones homosexuales, eso supone 69 países. En diez países con la pena de muerte. Mientras que en 28 se permite el matrimonio homosexual. ¡Qué desigual es el Mundo a pesar de la globalización!
Creo que he abusado de mi ratito de ‘ocio’ de enferma. Empiezo a notar que la debilidad reclama su atención. Hasta aquí he llegado.
O témpora o mores






