Mercedes Unzeta Gullón
Sábado, 14 de Mayo de 2022

Camilo José Cela. Grandezas y miserias de escritores y artistas

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El otro día surgió un encuentro de opiniones entre mis amigos. Yo no estuve, me lo contaron. Por algún motivo que desconozco salió a relucir en la tertulia el escritor Camilo José Cela. Y, claro, don Camilo da mucho juego. Siempre ha sido un personaje curioso y conflictivo, polémico y deslenguado, impresentable para muchos, histriónico, maleducado y  pronto a la imprecación y el exabrupto. Y eso decían algunos de mis amigos tertulianos lo que exasperó y violentó a los otros que abanderaban el hecho de ser Premio Nobel como insignia de hombre intachable, impropio de cualquier deshonor. La discusión se calentó. La hazaña de escribir bien no garantiza ser una persona excelente, argumentaban unos, mientras que los otros impugnaban este argumento dando por supuesto que un Premio Nobel es suficiente garantía de honestidad y excelencia.

 

 Como yo no estuve en esa polémica he pensado participar desde aquí recogiendo de la historia algunas palabras y comportamientos del ínclito Camilo José Cela.

 

Ha sido considerado por muchos como “gran farsante” por su constante hacer lo contario de lo que decía. Estuvo enjuiciado por plagio. En su vida tiene algún episodio oscuro como el hecho de que se ofreciera, en la Guerra Civil, como delator para ‘presentar datos sobre personas y conductas’ no afines al llamado Movimiento Nacional. Algunas frases suyas: “Mis animales preferidos son el perro, la mujer y el caballo, por este orden”; hablando de la homosexualidad: “no estoy ni a favor ni en contra, me limito a no tomar por el culo”; “Llegar a la Real Academia es como tirarse a la vecina. Una vez que nos la hemos tirado, pues ya está”; “Las tetas de las mujeres son para acariciárselas y el culo para magreárselo”. Él mismo interpretaba sus iniciales CJC como “comer, joder y caminar”. Excéntrico. Disfrutaba con sus excentricidades como aquella astracanada de absorber en televisión un litro de agua por el ano.

 

Cela en sus memorias relata un episodio ocurrido en la guerra civil, en un viaje de la tropa a la que pertenecía, desde Zaragoza a Extremadura, que transcribo, sin comentarios.

 

“Al amanecer del día de santa Taciana el convoy rodaba ya por tierra extremeña; en Plasencia se nos subió al tren una tonta de baba, casi no sabía hablar, que iba a Cáceres, sus explicaciones eran muy confusas…

La tonta se llamaba Lolita, la metimos en un camión que iba bien amarrado sobre su plataforma, la metimos en cabina, y algunos soldados fuimos y volvimos haciendo equilibrios sobre los enganches y los topes, ninguno nos caímos a la vía, para tocarle las tetas y el culo y también tirárnosla, ella no ponía mayores dificultades y se veía que le gustaba mucho.

 

  • ¿Qué es lo que tienes ahí pegado?
  • No sé, igual es leche seca de otro.

 

Yo le dejaba que diese caladas al pitillo y que bebiese algún trago de aguardiente de la cantimplora y ella sonreía, nunca supe, ni entonces ni ahora cuando lo pienso, si con tristeza, con indiferencia, o con resignación; a nosotros, a mí al menos, Lolita no nos daba ningún asco, era tonta per sé bien que de haber ido un poco más limpia no se le notaría tanto.

 

  • ¿Usted cree que las mujeres desmerecen cuando se las revuelca en mierda, cuando se las rebosa en mierda?
  • Para mí que sí, pero supongo que eso nadie podría jurarlo.”

 

El que una persona escriba bien no ha de suponerse forzosamente que sea una persona moralmente extraordinaria. Evidentemente una cosa es la persona y otra su obra. Y puede haber un gran abismo entre lo que se espera de un escritor o artista y lo que en realidad es. Ejemplos de esta dicotomía entre lo que se es y lo que se muestra hay muchos, muchísimos. Se me viene a la cabeza, así de pronto, Pablo Neruda o el  mismo Pablo Picasso.

 

El poeta del amor, también Premio Nobel como Cela, Pablo Neruda, tiene un lado personal oscuro, bastante oscuro. Abandonó a su mujer y a su hija de dos años con problemas de salud, hidrocefalia. También narró, como un episodio natural, una violación que cometió. Los escritores Otero y Giménez, en el libro El club de los execrables  le describen como: “uno de los poetas más populares del s.XX, pero  también un sátiro, un vanidoso recalcitrante, un padre monstruoso, un envidioso y un iracundo amigo de los dictadores más sanguinarios (obtuvo el Premio Stalin de la Paz)”.

 

Y, el gran genio de la pintura, Picasso, considerado el artista más importante del siglo XX, ha pasado también a la historia como un egoísta, exigente y narcisista maltratador de mujeres. Se le ha considerado misógino aunque más bien lo que le pasaba era que ‘padecía’ un exceso de ‘macho’, dicen.  Picasso tenía un trato reprochable con las mujeres pero siempre seguirá siendo un genio como artista.

 

Y así… Es difícil de saber cuándo la obra expresa la naturaleza del autor o cuándo es expresión de justamente lo que no es el autor o expresa lo que le gustaría ser al autor o sugiere una de las versiones de ser del autor. Pero lo que está claro es que los Premios no son avales de consideraciones personales.

 

Y yo sigo conviviendo con el puñetero Ómicron, no sé si el de la sexta o séptima ola. La  fatiga extrema y la debilidad no se me van además de ligeros mareos y afección de oídos, y ya llevo 13 días. Este bicho es un ‘ocupa’ tremendamente persistente, me ha cogido por banda y no me suelta. Parece que le gusta la vida en el campo y se siente a gusto compartiéndola conmigo. Estoy deseando deshacerme pronto de él porque me tiene muy aburrida. Antiguamente se ponía en las casas una escoba boca arriba detrás de una puerta para propiciar la marcha del invitado pesado. Me acabo de acordar de esta anécdota. Voy rápidamente a poner una escoba al revés  detrás de la puerta de mi cuarto a ver si así consigo echar por fin al Ómicron BA.1, BA.1.1 y BA.2. Ya les contaré si da resultado.

 

O témpora o mores

 

 

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