Guía para (no) perderse en un serrallo-beaterio. Prontuario ceremonial de culto libidinoso
Casimiro Martinferre, Breviario del harén, fotografías del autor, León 2021,360 pp., Ediciones El Forastero- Lobo Sapiens.
![[Img #58669]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/05_2022/1852_portada_breviario_14_01_22_web.jpg)
¡Urgente la creación de la Academia de la Iconoclasia e Incitación al vicio! Tiempos estos necesitados de nuevas pesas y medidas, de artilugios y trastos ¿digitales? para mostrar el vocerío y la indigencia intelectual. Este breviario no inspirado por divinidad alguna, aunque posiblemente revelado, salpimentado con erotismo gimnástico hindú y manual activo, lo proporcionan Casimiro Martinferre (Bembibre, 1960) y su inseparable narrador tras años y lunas y mundos pateados. Nada que ver con un código de circulación, pero sí y mucho con un catecismo…crápula cuya doctrina se asienta en “una gruesa amarra prehistórica” y antediluviana.
Cinco grandes mandamientos ordenarán la vida en el serrallo o beaterio según días y hora. Fidelidad, el primero: “Las danzarinas han de estar en todo momento pendientes de mí, su creador”; serán elegidas “entre la crema de la crema de las pecadoras”. Segundo mandamiento: Desenfreno; han de ser “impúdicas y asilvestradas en la higiene, tipo francés”, dispuestas al desvarío. “Pervertir con un fajo si fuera necesario, …, solo en última instancia pues conviene mirar por el negocio”; prometer paraísos en la tierra, o sea, engañarlas: es el tercer mandamiento: Corrupción. En un palacio de ensueño quedará implantado, y ya va por el cuarto de los mandatos, Putaísmo, pero sano. Y como premio disfrutarán momentos de ocio en jardines con fuentes y estanques “rodeados de melocotoneros eternamente floridos”, quinto mandamiento: Tregua.
Ese yo narrador cuenta cómo desde su avanzada infancia de escolar se propuso crear “de la propia costilla, un harén de danzarinas”; recordará con precisión aquellos momentos en los que, día tras día, escondido con escrutadora mirada -aún no disponía de su cámara fotográfica, rusa, marca Gulag- decide su futuro, harto extravagante para su edad; fue “en el prado del Sordo tras el zarzal, donde se forjaron los rudimentos de mi ansia de harén”, aprovechando urgencias momentáneas, demasiado frecuentes para salir de clase hasta que don Paco, el maestro…
![[Img #58666]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/05_2022/6625_12643019_999368816773116_1129740951367749979_n.jpg)
Inesperado por insólito, divertido, saludable, herético, memorioso, audaz, amable, travieso a ratos, esperpéntico, festivo en ocasiones, nunca chabacano, desbordante con una imaginación creativa tal vez heredada de noches y días de cuentos orientales, mordaz, crítico a raudales, descacharrante, provocador, responsablemente rebelde e indomable, teatral, profundamente libidinoso, dulcemente perverso, inteligentemente irónico, irreverente con causa, religioso y devoto a su manera, tan de hoy como lo es la “pesadilla eólica” que “anula el silencio del horizonte” de las cresterías montañosas. Aconsejable al lector de estas páginas o a cualquier viajero nocturno que pretenda acceder al serrallo cierta complicidad, mínima (in)discreción ante puerta entreabierta. No obstante, lectores ‘iluminados’ o cuantos hayan asistido a la Academia de la Discrepancia, no precisan recomendación ni manual de uso, conocen ya de qué va este mundo creado por Chultu, deidad celestial que se entretiene a ratos en la lectura de “lo que ha escrito sobre mí en su libreta cósmica”.
Las maravillas, también las desgracias, suelen acontecer en espacios cortesanos o no, aunque la fantasía rodeada de alucinación -Alonso Quijano plantado en sus trece de don Quijote- levanta mansiones palaciegas como divertimento, sin ánimo de especulación urbanística. “El almojarife del serrallo”, o sea, el hacedor de estos textos, llamó palacio a un colegio público ya en desuso, “grande como un continente”, viejo caserón que, arreglándolo un mucho, “podía albergar mi sueño dorado de tantos años”.
Y comenzaron a aparecer ¿seres?, algunos tras exigente concurso-oposición, a residir en aquel ‘palacio’. Maribárbola, diabólica, aunque indefensa, “Quedé ferido de amores e llagado, como antaño quedaran los caballeros andantes y los místicos”. Manuela “llegó rebotada de una institución de provincias”. Svetlana, bailarina del Bolshoi, fue obligada a trabajar en el Pozo Malabá junto a los mineros. Agonías con sus sermones siempre a punto, memorable el del Purgatorio. Fifí era capaz de “girar la cabeza 365 grados. El padre Cruz dispone de una oficina de apenas un metro cuadrado; por su voto de pobreza va desnudo; él será quien nombre papa del harén al fundador del mismo gracias a su halo de santidad; grandiosa y jamás vista, ni en el Vaticano, la ceremonia de entronización. Lucinda Patapalo embauca a los vejetes visitantes, que ”terminan testando a su favor, y… por arte de birlobirloque palman rápido”. Los restos del Conserje o Santo Criado merecieron liturgias especiales celebradas en el harén. Leocadio -¡delirio entre devotas y beatas!, ¡¡es igualito que el Santo Criado!!, repetían- se presenta como limpiabotas y torero con cuadrilla renombrada. Talitelo… y numerosos personajes más, o no-seres inclasificables, que decidieron no aparecer en estas líneas; prefieren presentarse directamente ante el lector y hablar desde su residencia capitular, no con intermediarios. Son muy suyos.
![[Img #58667]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/05_2022/401_martiferre-la-vieja.jpg)
Realidad y desvarío van de la mano en cada página: Judas, primer socialista de la historia y “probablemente … delegado sindical”; la Tripis Juajuajuajuá y los ‘Apijolados’; “¿Por qué silba el enterrador en el hoyo?”; doce horas en la sala de espera de urgencias un domingo por la tarde: “cabalgata de los que reclaman su minuto de gloria”; el Demín de Parajís... Momentos y momentos que se suceden sin respiro ante el espejo de una realidad tan insensata como incontrolable: imaginación sísmica creativa que Martinferre y el narrador van extrayendo del baúl de la magia. Encuentran por el camino palabras tan lúcidas y transparentes como baipacorrabán, miramelindos, urdangarizar, manotruchas, lobisome…
Entretejida en los textos se asoma una transversalidad cultural precisa y nada gratuita que aparece cuando el narrador mira hacia tiempos recorridos. El empleo en cada relato de la primera persona ‘embauca’ al lector -manifiesto dominio del territorio narrativo-, perplejo ante la duda: ¿verosimilitud o, tal vez, veracidad? Nombres de lugares y de personas identificables se cuelan en las páginas.
Nada escapa a una acerada y fina crítica: los desvaríos de la sociedad del momento unas veces, y otras, el manejo del ser humano como muñeco de feria en manos de mercachifles. ¿Y qué decir del humor que provoca una y mil veces la sonrisa? Al mismo tiempo, brilla la belleza en textos líricos como, por ejemplo,“Sermón del Agonías. Olor a pecado”.
![[Img #58668]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/05_2022/2677_casimiro-martinferre_la-sirena-del-cheiroso_fotografia-scaled-1.jpg)
Inevitablemente acuden a la memoria los dibujos y pinturas negras de Goya, o los esperpentos teatrales de las ‘Comedias bárbaras’ de Valle-Inclán. ¿Habrá paseado Casimiro Martinferre por el madrileño callejón del Gato donde los espejos deformantes están enemistados con la estética?
Necesario detenerse ante las fotografías que iluminan la imaginación de cualquier lector. Han nacido en el cuarto oscuro entre “tufos de hiposulfito” y manejos de alquimista.
Y al fin, tras la buena marcha del harén, “vamos abandonando los mares libidinosos para internarnos en el océano de la virtud”.
Breviario del harén, como el día a día, nos conduce por un mar en el que navegan demasiadas incertidumbres. Con la amanecida, tal vez se vayan diluyendo las nieblas que ciegan el horizonte.
Casimiro Martinferre, Breviario del harén, fotografías del autor, León 2021,360 pp., Ediciones El Forastero- Lobo Sapiens.
¡Urgente la creación de la Academia de la Iconoclasia e Incitación al vicio! Tiempos estos necesitados de nuevas pesas y medidas, de artilugios y trastos ¿digitales? para mostrar el vocerío y la indigencia intelectual. Este breviario no inspirado por divinidad alguna, aunque posiblemente revelado, salpimentado con erotismo gimnástico hindú y manual activo, lo proporcionan Casimiro Martinferre (Bembibre, 1960) y su inseparable narrador tras años y lunas y mundos pateados. Nada que ver con un código de circulación, pero sí y mucho con un catecismo…crápula cuya doctrina se asienta en “una gruesa amarra prehistórica” y antediluviana.
Cinco grandes mandamientos ordenarán la vida en el serrallo o beaterio según días y hora. Fidelidad, el primero: “Las danzarinas han de estar en todo momento pendientes de mí, su creador”; serán elegidas “entre la crema de la crema de las pecadoras”. Segundo mandamiento: Desenfreno; han de ser “impúdicas y asilvestradas en la higiene, tipo francés”, dispuestas al desvarío. “Pervertir con un fajo si fuera necesario, …, solo en última instancia pues conviene mirar por el negocio”; prometer paraísos en la tierra, o sea, engañarlas: es el tercer mandamiento: Corrupción. En un palacio de ensueño quedará implantado, y ya va por el cuarto de los mandatos, Putaísmo, pero sano. Y como premio disfrutarán momentos de ocio en jardines con fuentes y estanques “rodeados de melocotoneros eternamente floridos”, quinto mandamiento: Tregua.
Ese yo narrador cuenta cómo desde su avanzada infancia de escolar se propuso crear “de la propia costilla, un harén de danzarinas”; recordará con precisión aquellos momentos en los que, día tras día, escondido con escrutadora mirada -aún no disponía de su cámara fotográfica, rusa, marca Gulag- decide su futuro, harto extravagante para su edad; fue “en el prado del Sordo tras el zarzal, donde se forjaron los rudimentos de mi ansia de harén”, aprovechando urgencias momentáneas, demasiado frecuentes para salir de clase hasta que don Paco, el maestro…
Inesperado por insólito, divertido, saludable, herético, memorioso, audaz, amable, travieso a ratos, esperpéntico, festivo en ocasiones, nunca chabacano, desbordante con una imaginación creativa tal vez heredada de noches y días de cuentos orientales, mordaz, crítico a raudales, descacharrante, provocador, responsablemente rebelde e indomable, teatral, profundamente libidinoso, dulcemente perverso, inteligentemente irónico, irreverente con causa, religioso y devoto a su manera, tan de hoy como lo es la “pesadilla eólica” que “anula el silencio del horizonte” de las cresterías montañosas. Aconsejable al lector de estas páginas o a cualquier viajero nocturno que pretenda acceder al serrallo cierta complicidad, mínima (in)discreción ante puerta entreabierta. No obstante, lectores ‘iluminados’ o cuantos hayan asistido a la Academia de la Discrepancia, no precisan recomendación ni manual de uso, conocen ya de qué va este mundo creado por Chultu, deidad celestial que se entretiene a ratos en la lectura de “lo que ha escrito sobre mí en su libreta cósmica”.
Las maravillas, también las desgracias, suelen acontecer en espacios cortesanos o no, aunque la fantasía rodeada de alucinación -Alonso Quijano plantado en sus trece de don Quijote- levanta mansiones palaciegas como divertimento, sin ánimo de especulación urbanística. “El almojarife del serrallo”, o sea, el hacedor de estos textos, llamó palacio a un colegio público ya en desuso, “grande como un continente”, viejo caserón que, arreglándolo un mucho, “podía albergar mi sueño dorado de tantos años”.
Y comenzaron a aparecer ¿seres?, algunos tras exigente concurso-oposición, a residir en aquel ‘palacio’. Maribárbola, diabólica, aunque indefensa, “Quedé ferido de amores e llagado, como antaño quedaran los caballeros andantes y los místicos”. Manuela “llegó rebotada de una institución de provincias”. Svetlana, bailarina del Bolshoi, fue obligada a trabajar en el Pozo Malabá junto a los mineros. Agonías con sus sermones siempre a punto, memorable el del Purgatorio. Fifí era capaz de “girar la cabeza 365 grados. El padre Cruz dispone de una oficina de apenas un metro cuadrado; por su voto de pobreza va desnudo; él será quien nombre papa del harén al fundador del mismo gracias a su halo de santidad; grandiosa y jamás vista, ni en el Vaticano, la ceremonia de entronización. Lucinda Patapalo embauca a los vejetes visitantes, que ”terminan testando a su favor, y… por arte de birlobirloque palman rápido”. Los restos del Conserje o Santo Criado merecieron liturgias especiales celebradas en el harén. Leocadio -¡delirio entre devotas y beatas!, ¡¡es igualito que el Santo Criado!!, repetían- se presenta como limpiabotas y torero con cuadrilla renombrada. Talitelo… y numerosos personajes más, o no-seres inclasificables, que decidieron no aparecer en estas líneas; prefieren presentarse directamente ante el lector y hablar desde su residencia capitular, no con intermediarios. Son muy suyos.
Realidad y desvarío van de la mano en cada página: Judas, primer socialista de la historia y “probablemente … delegado sindical”; la Tripis Juajuajuajuá y los ‘Apijolados’; “¿Por qué silba el enterrador en el hoyo?”; doce horas en la sala de espera de urgencias un domingo por la tarde: “cabalgata de los que reclaman su minuto de gloria”; el Demín de Parajís... Momentos y momentos que se suceden sin respiro ante el espejo de una realidad tan insensata como incontrolable: imaginación sísmica creativa que Martinferre y el narrador van extrayendo del baúl de la magia. Encuentran por el camino palabras tan lúcidas y transparentes como baipacorrabán, miramelindos, urdangarizar, manotruchas, lobisome…
Entretejida en los textos se asoma una transversalidad cultural precisa y nada gratuita que aparece cuando el narrador mira hacia tiempos recorridos. El empleo en cada relato de la primera persona ‘embauca’ al lector -manifiesto dominio del territorio narrativo-, perplejo ante la duda: ¿verosimilitud o, tal vez, veracidad? Nombres de lugares y de personas identificables se cuelan en las páginas.
Nada escapa a una acerada y fina crítica: los desvaríos de la sociedad del momento unas veces, y otras, el manejo del ser humano como muñeco de feria en manos de mercachifles. ¿Y qué decir del humor que provoca una y mil veces la sonrisa? Al mismo tiempo, brilla la belleza en textos líricos como, por ejemplo,“Sermón del Agonías. Olor a pecado”.
Inevitablemente acuden a la memoria los dibujos y pinturas negras de Goya, o los esperpentos teatrales de las ‘Comedias bárbaras’ de Valle-Inclán. ¿Habrá paseado Casimiro Martinferre por el madrileño callejón del Gato donde los espejos deformantes están enemistados con la estética?
Necesario detenerse ante las fotografías que iluminan la imaginación de cualquier lector. Han nacido en el cuarto oscuro entre “tufos de hiposulfito” y manejos de alquimista.
Y al fin, tras la buena marcha del harén, “vamos abandonando los mares libidinosos para internarnos en el océano de la virtud”.
Breviario del harén, como el día a día, nos conduce por un mar en el que navegan demasiadas incertidumbres. Con la amanecida, tal vez se vayan diluyendo las nieblas que ciegan el horizonte.