Sentimentalmente. Burbujas en la corriente
Manuel Garrido, Sentimentalmente. Burbujas en la corriente, León, Flor de Malinche, 2021, 54 pp.
![[Img #58815]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/05_2022/3520_2022032701345767656.jpg)
Publicada en ediciones de muy limitada difusión, la poesía de Manuel Garrido (Santa Marina de Torre, 1947) no ha alcanzado el eco que por su calidad merece. En ella se aúnan inteligentemente sensibilidad, tono meditativo, dominio de la técnica poética y cultura —con especial protagonismo de los clásicos grecolatinos y la tradición bíblica—, y un lenguaje caracterizado por la contención y la sobriedad. En esa misma línea se inscribe su último poemario, Sentimentalmente (2021), que lleva por subtítulo Burbujas en la corriente. En el breve prólogo, por el que discurren Unamuno, Hierro, Aristóteles, Santo Tomás, Zubiri o Lope, explica el autor el sentido del título y la doble inspiración que origina su poesía. Así, señala: “El adverbio sentimentalmente (sentimental-mente) encarna con toda formalidad la posibilidad de una conjugación entre mente y sentimiento: jugando con la palabra, es posible tanto ‘mente sentimental’ (siente el pensamiento), como ‘sentí mentalmente’ (piensa el sentimiento)” (p. 8).
El libro se divide en tres partes. La primera, ‘Grandes relatos, luces tenues’ (pp. 9-26) consta de nueve composiciones. Con frecuencia, un pasaje cultural sirve de punto de partida al poema, que desarrolla una honda reflexión a veces compendiada en los versos finales. Es el caso de ‘Brazo colgando’ (pp. 9-10), que parte del relato de Suetonio sobre la muerte de Julio ‘ésar para meditar sobre el motivo del sic transit gloria; o ‘Escudo pastoril” (p. 13), donde la célebre descripción del escudo de Aquiles en la Ilíada deriva en una reflexión sobre la felicidad. De raigambre clásica es también el tópico tratado en ‘Vivir es navegar’ (p. 17-19), como adelanta su título. En otros casos, es una realidad más cercana en el espacio y en el tiempo la que proporciona el asunto, como en ‘La montaña herida’ (pp. 20-21), que rememora el accidente de la presa de Vega de Tera en 1959 y encuentra en el paisaje símbolos de la vida humana. Igualmente, se aprecia ya en esta sección una característica muy frecuente en todo el libro: la introducción en el poema de citas y referencias culturales que se van interrelacionando en torno a un tema común. De este modo, en ‘Dataciones’ (pp. 15-16) sendos pasajes del Libro de Samuel, de Tucídides o del romancero medieval español subrayan la idea de la continuidad histórica: “Dos mil años sin variación en las dataciones: un mismo mayo, un mismo mundo (p. 16)”, mientras que en ‘Cántaro’ (p. 24) se conecta un pasaje bíblico con una imagen de una película de Hitchcok en la que dos objetos —un cántaro y un vestido— se convierten en “símbolo de la sangre derramada, / la vida que huye como el agua”.
La parte central, ‘Pasiones del corazón, melancolías’ (pp. 27-32), reúne cinco poemas. La melancolía es asunto central de ‘Fray Luis’ (pp. 27-28), donde se rememora un episodio biográfico del agustino; y de ‘Tiempo de vendimia’ (p. 31), que reflexiona sobre el tiempo ido con Yourcenar y Borges de fondo. Por otro lado, ‘Cantar de los Cantares, 2, 1-5 (Biblia del Cántaro, 1602)’ (p. 29) ofrece una versión del pasaje bíblico citado en el título, mientras que ‘Las razones del corazón de D. Quijote (Quijote I, 30)’ (p. 30) juega, a través de la disposición versal, con un fragmento de la novela cervantina. Finalmente, ‘Noche’ (p. 32), en la línea ya señalada, conecta un pasaje de la Ilíada con otro del Evangelio de San Juan.
La última sección, ‘Altas esferas, brisa leves’, se abre con ‘Lágrimas’ (pp. 33-39), epígrafe bajo el que se agrupan seis textos. Las lágrimas son las que brotan de la emoción, suscitada por la música —composiciones 1, 3 y 4—, la literatura —un coro de la Antígona de Sócrates (2); y un poema de Horacio, que conmueve al mismo Housman, tan poco proclive a dejarse llevar por la emoción (6)—, o la tauromaquia (5). La conocida fórmula litúrgica de la cuaresma y un ‘Epitafio’ (p. 45) —en este caso de Jimena, “amiga de Alfonso, el rey, cuando viudo”— da pie a una meditación sobre la ceniza y la carne. En ‘Terapeutas’ (p. 46-47) la rememoración de la peripecia de un grupo de cristianos mozárabes llegados a las tierras de la Cabrera —tan amadas por Garrido— acaba desvelando “la nostalgia de los días de la juventud”. Siguiendo una técnica ya señalada en otras composiciones, ‘Soplo’ (pp. 40-42) enhebra reminiscencias de Umbral, la Biblia, San Jerónimo y Virgilio para desembocar en las una vez más en la Cabrera, punto de partida, a su vez, de ‘Campos de lino’ (p. 50), cuyo sentido se encierra en el verso final: “Todo recuerdo bello con el tiempo es un sueño”.
Dos poemas de título muy significativo cierran el libro: ‘Ítaca en todo viaje’ (pp. 51-52), en el que se parte de Cavafis y se encadenan pensamientos de Ernesto Cardenal, San Juan de la Cruz, San Bernardo y Unamuno para concluir: “Al principio era la meta”. Por último, ‘Las despedidas tristes’ (pp. 53-54) —que son las de Santa Teresa, Ernesto Cardenal y una joven adolescente camino del convento de clausura, cuando dicen adiós a sus padres— concluye con unos elocuentes versos: “Después de la partida (…), pasado el tiempo de la elegía, de las despedidas tristes queda tan solo / una cierta nostalgia, / tal vez una suave melancolía” (p. 54). Y esa suave melancolía es la que experimenta el lector al terminar este poemario que conjuga sabiamente emoción y reflexión. Es de destacar, asimismo, el lenguaje depurado, de una culta claridad, que busca su ritmo particular a través del versículo, alargado en ocasiones casi hasta la prosa poética.
LUIS MIGUEL SUÁREZ MARTÍNEZ
Manuel Garrido, Sentimentalmente. Burbujas en la corriente, León, Flor de Malinche, 2021, 54 pp.
Publicada en ediciones de muy limitada difusión, la poesía de Manuel Garrido (Santa Marina de Torre, 1947) no ha alcanzado el eco que por su calidad merece. En ella se aúnan inteligentemente sensibilidad, tono meditativo, dominio de la técnica poética y cultura —con especial protagonismo de los clásicos grecolatinos y la tradición bíblica—, y un lenguaje caracterizado por la contención y la sobriedad. En esa misma línea se inscribe su último poemario, Sentimentalmente (2021), que lleva por subtítulo Burbujas en la corriente. En el breve prólogo, por el que discurren Unamuno, Hierro, Aristóteles, Santo Tomás, Zubiri o Lope, explica el autor el sentido del título y la doble inspiración que origina su poesía. Así, señala: “El adverbio sentimentalmente (sentimental-mente) encarna con toda formalidad la posibilidad de una conjugación entre mente y sentimiento: jugando con la palabra, es posible tanto ‘mente sentimental’ (siente el pensamiento), como ‘sentí mentalmente’ (piensa el sentimiento)” (p. 8).
El libro se divide en tres partes. La primera, ‘Grandes relatos, luces tenues’ (pp. 9-26) consta de nueve composiciones. Con frecuencia, un pasaje cultural sirve de punto de partida al poema, que desarrolla una honda reflexión a veces compendiada en los versos finales. Es el caso de ‘Brazo colgando’ (pp. 9-10), que parte del relato de Suetonio sobre la muerte de Julio ‘ésar para meditar sobre el motivo del sic transit gloria; o ‘Escudo pastoril” (p. 13), donde la célebre descripción del escudo de Aquiles en la Ilíada deriva en una reflexión sobre la felicidad. De raigambre clásica es también el tópico tratado en ‘Vivir es navegar’ (p. 17-19), como adelanta su título. En otros casos, es una realidad más cercana en el espacio y en el tiempo la que proporciona el asunto, como en ‘La montaña herida’ (pp. 20-21), que rememora el accidente de la presa de Vega de Tera en 1959 y encuentra en el paisaje símbolos de la vida humana. Igualmente, se aprecia ya en esta sección una característica muy frecuente en todo el libro: la introducción en el poema de citas y referencias culturales que se van interrelacionando en torno a un tema común. De este modo, en ‘Dataciones’ (pp. 15-16) sendos pasajes del Libro de Samuel, de Tucídides o del romancero medieval español subrayan la idea de la continuidad histórica: “Dos mil años sin variación en las dataciones: un mismo mayo, un mismo mundo (p. 16)”, mientras que en ‘Cántaro’ (p. 24) se conecta un pasaje bíblico con una imagen de una película de Hitchcok en la que dos objetos —un cántaro y un vestido— se convierten en “símbolo de la sangre derramada, / la vida que huye como el agua”.
La parte central, ‘Pasiones del corazón, melancolías’ (pp. 27-32), reúne cinco poemas. La melancolía es asunto central de ‘Fray Luis’ (pp. 27-28), donde se rememora un episodio biográfico del agustino; y de ‘Tiempo de vendimia’ (p. 31), que reflexiona sobre el tiempo ido con Yourcenar y Borges de fondo. Por otro lado, ‘Cantar de los Cantares, 2, 1-5 (Biblia del Cántaro, 1602)’ (p. 29) ofrece una versión del pasaje bíblico citado en el título, mientras que ‘Las razones del corazón de D. Quijote (Quijote I, 30)’ (p. 30) juega, a través de la disposición versal, con un fragmento de la novela cervantina. Finalmente, ‘Noche’ (p. 32), en la línea ya señalada, conecta un pasaje de la Ilíada con otro del Evangelio de San Juan.
La última sección, ‘Altas esferas, brisa leves’, se abre con ‘Lágrimas’ (pp. 33-39), epígrafe bajo el que se agrupan seis textos. Las lágrimas son las que brotan de la emoción, suscitada por la música —composiciones 1, 3 y 4—, la literatura —un coro de la Antígona de Sócrates (2); y un poema de Horacio, que conmueve al mismo Housman, tan poco proclive a dejarse llevar por la emoción (6)—, o la tauromaquia (5). La conocida fórmula litúrgica de la cuaresma y un ‘Epitafio’ (p. 45) —en este caso de Jimena, “amiga de Alfonso, el rey, cuando viudo”— da pie a una meditación sobre la ceniza y la carne. En ‘Terapeutas’ (p. 46-47) la rememoración de la peripecia de un grupo de cristianos mozárabes llegados a las tierras de la Cabrera —tan amadas por Garrido— acaba desvelando “la nostalgia de los días de la juventud”. Siguiendo una técnica ya señalada en otras composiciones, ‘Soplo’ (pp. 40-42) enhebra reminiscencias de Umbral, la Biblia, San Jerónimo y Virgilio para desembocar en las una vez más en la Cabrera, punto de partida, a su vez, de ‘Campos de lino’ (p. 50), cuyo sentido se encierra en el verso final: “Todo recuerdo bello con el tiempo es un sueño”.
Dos poemas de título muy significativo cierran el libro: ‘Ítaca en todo viaje’ (pp. 51-52), en el que se parte de Cavafis y se encadenan pensamientos de Ernesto Cardenal, San Juan de la Cruz, San Bernardo y Unamuno para concluir: “Al principio era la meta”. Por último, ‘Las despedidas tristes’ (pp. 53-54) —que son las de Santa Teresa, Ernesto Cardenal y una joven adolescente camino del convento de clausura, cuando dicen adiós a sus padres— concluye con unos elocuentes versos: “Después de la partida (…), pasado el tiempo de la elegía, de las despedidas tristes queda tan solo / una cierta nostalgia, / tal vez una suave melancolía” (p. 54). Y esa suave melancolía es la que experimenta el lector al terminar este poemario que conjuga sabiamente emoción y reflexión. Es de destacar, asimismo, el lenguaje depurado, de una culta claridad, que busca su ritmo particular a través del versículo, alargado en ocasiones casi hasta la prosa poética.
LUIS MIGUEL SUÁREZ MARTÍNEZ