Eloy Rubio Carro
Domingo, 29 de Mayo de 2022

'Fulgor de madre'. Un cántico espiritual en pos de un Dios invisible

José Luis Puerto- Fulgor de madre; Diputación de Salamanca 2022

 

 

 

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'Fulgor de madre' es la última publicación de José Luis Puerto, dedicada a su madre, Dolores Hernández Hoyos…: "A  mi madre, en su cielo // A mi madre, en su luz / Era un ser luminoso". 

 

Se trata de un pequeño pero intenso libro de poemas, dividido en tres partes: la primera, con cinco poemas escritos tras la muerte de la madre; la segunda recopila poemas publicados con antelación a este libro y dispersos por distintos poemarios que hacen referencia a la madre. Y una tercera parte, con dos poemas, como los de la primera, inéditos.

 

En 'Paz de sueño' nos sitúa ante el cuerpo yacente de su madre. Debemos de recordar en este momento la primera cita de la portada, la de Levi-Strauss: "(...) No podremos jamás comprender exactamente lo que es el duelo de una familia que no es la nuestra, lo que es un duelo que no es el nuestro." Pero ya este poema nos pone delante de ese duelo en el cual se acepta la consumación de la vida de la madre al reconocerle su autenticidad, cumplimiento, su ofrenda. Consuela entender la muerte como un sueño sin despertar, un sueño gozoso si fuera la vida cumplida, un sueño tan sereno el de la madre que compete a un vivir gozoso: "Qué nadie te despierte madre mía."

 

Los cuatro siguientes poemas de esta primera parte se detienen en explanar esa vida, ese ámbito creado y vivible por la madre a su paso por el mundo.

 

En 'Para fundar el mundo', ese mundo creado por la madre permanece al haber sido transmitido por la palabra, por las melodías de sus relatos, sus cantos y oraciones. Hay como una petición, un deseo que se da por inseguro en la insistencia de que tanto el mundo y ella que se van, permanezcan. Esa permanencia que daba cuerda al mundo de una familia y que estará asegurada en la vida de  "Quiénes te quisimos y queremos".

 

Los tres poemas siguientes se refieren a tres aspectos de la vida del niño en relación con su madre. Es la poesía el lugar donde la palabra emotiva de la madre aún está y se hace jardín. En 'Huerto de verano': "La madre riega el huerto surco a surco / El niño la contempla / Subido en la pared." La madre es un lenguaje en el que se expresa la belleza de ese mundo en un riego verso a verso. Esta semiótica del origen es embebida por el niño y madurará para fermento luego en el poema.

 

Podríamos decir que la madre y el mundo, y en él el niño, son unísonos en cuanto se den al niño que lo contempla. En esa memoria radica el hilo de retorno al paraíso o tal vez hasta sea el mismo paraíso o el jardín de Epicuro, o la peripecia del regreso a Ítaca, que de todo hay, en cuanto que es la clarificación lo que proporciona el sentido: "Hay un hilo de amor / Que vincula a la madre con el niño. / Nunca se romperá / Aún sigue vibrando / Cada vez más flexible y más hermoso."

 

En 'Reaviva el fuego' la madre en la cocina reaviva 'un orden de luz', un espacio de confort en la pobreza al que ha llegado un niño muy pequeño. En la 'Muda semanal' el tema es el lavado de la ropa, un ritual periódico 'de purificación y de pobreza'. En todos estos poemas insiste Puerto en el don de la palabra, puede que sea el canto, o las caligrafías del agua trazadas por la madre en la extensión del surco. Dones espontáneos que expresan nada menos que la melodía de ese mundo. Más arriba del remanso donde las mujeres lavaban la ropa, los niños se bañan en un baño purísimo, purificador. De esas aguas que "Purificaban siempre / El existir de todos."

 

La transmisión será por la palabra, por el canto, por los grafismos en el agua, en la tierra. Las semillas reviven en el humedal de la memoria, el jardín no es al olvido, sino que brota rítmicamente en cada uno de los poemas.

 

Con frecuencia los poemas de Puerto nos recuerdan las palabras de Hans Blumenberg a propósito de Homero: "Yo me lo figuro como alguien angustiado por la supervivencia del mundo en que vivía, sintiéndose como el conservador, antes del hundimiento, de lo mejor que tenía."

 

Los poemas de la segunda parte que habían sido publicados en otros libros, ahora regresan para cantar a la madre en este.

 

Podrían rastrearse sin duda los motivos de toda la poesía de José Luis Puerto a partir de esta antología vinculada a su madre. Es lo que ocurre con toda poesía esencial cuando se expresa. Ya 'En aquel cortinal' de 1987 observamos una intuición refrendada por Levi-Strauss, cuando nos hace ver en los dibujos corporales de los mbaya la representación de la estructura social y de la disposición física de su aldea. En su imposibilidad de solución de una contradicción de orden social se pusieron a soñarla en el arte: "Jeroglíficos que describen una edad de oro a la cual a falta de código, celebran en su aderezo, y cuyos misterios descubren junto con su desnudez." De este modo las mujeres de "aquel cortinal" cosían en las telas de lino el ámbito de su mundo: "El desamparo virgen, / La soledad primera."

 

Hay también un paralelismo conceptual entre el cielo y la tierra en medio de una naturaleza amable, afectiva. Pues a un tiempo las golondrinas "tejían de rumores el cendal de los sueños."

 

Entonces en esa conciencia de pasado, de estos mundos que coexisten y se interpenetran, Puerto se pregunta, en el desconcierto del mundo actual, como lo hiciera FranÇois Villon, tal vez con un sentido más ontológico ¿Qué fue de ...? Pues en esas labores de su madre estaría la concreción del ámbito de su propia infancia. Allí desde ese bastidor se acuñaría también su conformación neuronal de niño, el dibujo de sus sinapsis hasta su vertebración y cohesión del mundo como trasunto de las del mundo de su cultura, mediada por la madre. Son variaciones como las que en el mito mantienen un núcleo indestructible, admitiendo en su recepción un sinfín de novedades; por eso la poesía de Puerto a cada vuelta que da consigue revelarnos mucho todavía.

 

Este mundo propio y familiar nos es revelado en el significado por ejemplo de la palabra "manzana'. Una palabra con un sentido especifico dado el trato mundano de su familia con la producción, acarreo y venta. Un concepto cargado de una emoción propia, que es lo que Puerto pretende comunicar. Pero al poema siguiente; ‘Manzanas rojas’, se puede plantear la variedad de emociones que un mismo concepto pueden albergar hasta para el mismo intérprete; pues la manzana roja de ahora que evoca aquella de "Tiempo de madre, tiempo de lugar”, alberga otro compás y ha quedado momentáneamente desubicada de ese tejido vital que la interpreta.: Por ello pregunta: "¿Qué rojo es ese, qué volumen / El que no nos acoge, / El que no nos acoge?"

 

No parece darse la intransmisibilidad ni la insensibilidad de la emoción, sino la imposibilidad de hacerse con aquella primera. Es curioso que transmite la emoción y la imposibilidad, de ahí que, como los mbaya, Puerto se haya puesto a soñar la solución en sus poemas.

 

'Retrato de madre' y 'Letanía' reproducen las palabras que retratan a la madre, las que ella decía. Por eso las letanías de esas palabras en desuso nos parecen ya de un lenguaje críptico: "Corderina, saúco, cirigüeña, / Mendos, paños, artesa, / Levadura, farraco, / Urmiento, campocasa, salaero…" Esta reiteración es a un tiempo símbolo de la pérdida y conjuro a destiempo para que esa melodía permanezca. Recuerden los temores de Homero.

 

Los tres últimos poemas recuperan momentos vividos en familia como el sacrificio de los animales del sábado, o las palabras de la madre "hacia aquella mujer del huerto próximo", mientras regaban, o el rito primaveral del blanqueado de la casa que en esa coparticipación o conmixtión de la blancura renovaba hasta la propia alma.

 

Estos recuerdos son ya el único paraíso existente, el de su escritura, el del lenguaje, el de la reviviscencia en la transmisión, el de la variación que le permite mantener y mantenerse en el origen.

 

Hay un posible contrapunto en los poemas a esa visión idílica y es la conciencia del sufrimiento, de la pobreza, de las pérdidas, de la desigualdad social allá en aquel origen. 

 

En 'Canción' añora todo ese mundo de la madre y se grita en sus últimos versos: "Llévame madre, / Al cortinal, / Busco un jardín cerrado, / ¿Dónde estará?" Y nos parece ya un cántico espiritual en pos de una madre invisible.

 

Todavía un poema en esta segunda parte que requeriría un comentario más prolijo: ‘La imagen de Penélope’. Con paralelismos múltiples entre Penélope y la madre. Pero ya los paralelismos se dan en la memoria entre dos imágenes, con una contravención a la figura de la Odisea. Donde allí el motivo era una astucia  para quebrar una cadena, aquí el motivo es hilar para que permanezca, un desbordarse la vida del pleno gozo de lo táctil, o del de oír, de la experiencia sensual para el goce del mundo y de sí mismo. Se trata de un tocar que es "ser tocado", escuchar ser escuchado, con lo que el tiempo se prolonga tras el aprendizaje y la memoria a la actualidad, desapareciendo la diferencia entre actividad y pasividad. "Quoi de plus réel? Je touche? Je suis touché". Quiere como en convergencia de sensualismo y mística tocar y aguanta la oscuridad de la visión que se le niega.

 

Dos poemas conforman la tercera parte. Son poemas como los de la primera, tras la muerte de la madre.

 

En 'Melodía rimada' se constata que la melodía en la que la madre "Ordenara el murmullo de las cosas" revierte sobre ella. La melodía, los pardales, el gorgoteo de la fuente junto a su ventana apuntan al mundo materno, lo mantienen vivo. No se trata propiamente de un recuerdo, que sería como un tomar en préstamo, sino de un rebosamiento, una forma de continuidad que sobrevive haciéndose partícipe en otra naturaleza, pero sin dejar de manifestar sus orígenes: "Mi madre vive, / Ella, tan apacible; Ella, tan entregada. // Nadie quiebre su sueño / Ni acuda a despertarla."

 

‘Para su sueño' es una especie de epítome, un pequeño poema en prosa. Es una sucinta biografía de la madre homenajeada, que enlaza por ese hilo de Ariadna que ella tanto tejía con cualquiera de los poemas precedentes: "Hoy todo ya es memoria. Y acaso será olvido. Nos queda el rastro de su melodía. También su claridad. Y siempre su entrega”

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