Goteo de emociones (II, III y IV)
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Goteo de emociones (II)
Serenidad. La temporada que el hombre occidental trabajó en Tokio, Mister Yoshida le recogía en coche en el hotel y, tras la jornada laboral, regresaban juntos. El trayecto, de una hora o más de duración, estaba siempre lleno de atascos y de lluvia, pues coincidía con el mes de julio que es la temporada del Monzón. Mister Yoshida siempre ponía música, por agradar a su compañero de viaje y porque entendía que a través de ésta podían tener un momento de relajación. Mientras que los occidentales hablan sin cesar para los orientales parte de la conversación trascurre en el silencio.
Un día que eran más amigos, el hombre occidental masculló:
-La lluvia todo este mes de julio… qué pesadez.
Mister Yoshida se le quedó mirando, dijo:
-Es una especie de epifanía.
El hombre occidental sabía lo que era epifanía, pero también sabía que para Mister Yoshida tenía otro sentido. Buscó, encontró: pensamiento único e irrepetible.
Serenidad es la emoción que me evoca esta anécdota que escuché al escritor Luis Ferrero Litrán en una presentación que hicimos juntos.
Duelo se define como el proceso psicológico al que nos enfrentamos tras una pérdida sea de la índole que sea.
Nos duele dejar la infancia, sus juegos, griterío, inocencia.
Duele perder a un ser querido, acaso éste sea, por irreparable, el dolor más grande.
Duele terminar un proyecto en el que hemos empleado tiempo y desvelos.
Duele partir de ese lugar con olor a mejillones y a mar en el que hemos sido felices.
Duele separarnos de las personas con las que compartimos risas.
El desgaste de un gran amor duele.
La serenidad, la aceptación, el tiempo que todo lo cura nos ayudan a superar el dolor de aquello que perdimos en el camino de la vida, pero que siempre permanece agazapado en la memoria del corazón.
La aceptación es la capacidad de asumir la vida como viene, con sus luces y sus sombras, sin combatir aquello que no podemos controlar o cambiar porque no está en nuestras manos.
El dolor es inevitable, decía Buda, el sufrimiento opcional.
Y de Jung es la frase “lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma”.
Pero cuesta aceptar la vejez, las limitaciones físicas o psíquicas, la enfermedad, los errores propios, las expectativas que hemos puesto en otros y que no vemos cumplidas, la pérdida de un trabajo, de una amistad, de un amor, o esas desgracias de orden superior que escapan a nuestro entendimiento (las terribles guerras, los desastres naturales, los accidentes).
Del refranero español, tan sabio, es el dicho de que un problema que no tiene solución deja de ser problema.
Asumir nuestras circunstancias de forma realista nos hace más fuertes, también más capaces. Acaso esto esté relacionado con la resiliencia o ver en la adversidad oportunidad y cambio.
Entonces me pregunto: ¿Por qué cuando todo nos parece que va mal no nos dejamos llevar como hoja mecida por el viento?
Goteo de emociones (III)
Fascinación es aquello que nos gusta en grado superlativo, nos hechiza, nos embruja y hace vibrar sin remedio.
Pienso en aquellas cosas que me fascinan y me viene a la cabeza la imagen de las cebadas tostadas por el sol que estos días de finales de mayo el aire mece. La química que se esconde tras las tormentas y el olor a tierra mojada que deja a su paso. El azul de mar, su olor a algas, su sabor salobre, el parloteo incesante de sus olas. El color verde de la hierba, su crecimiento intestino. Chagall, su violinista azul, también el cuadro titulado ‘El gallo’. El olor del celindo me fascina, lo mismo que lo hace un zureo intermitente de palomas o la sonrisa grande de Lucia. Tocar las piedras y que me toquen como yo toco a las piedras. El sonido que se esconde en el silencio. Abrir un libro por una página cualquiera y encontrar entre sus líneas, como si llevara toda la vida esperándome, tal vez así sea, la palabra fascinación, ¿lo habéis probado?
No dejéis de fascinaros por las pequeñas cosas que la vida pone delante de nuestros ojos si estamos atentos.
Anticipación. Anticiparse es prever, anteponer, aventajar, adelantar o hacer que algo suceda antes del tiempo esperable. Parece buena cosa porque nos libera de tensiones internas, nos tranquiliza, nos defiende del factor sorpresa, sobre todo si ésta es desagradable.
Anticiparse es como llevar a las espaldas una caja de herramientas para lo que pueda suceder. Yo la llevo y de vez en cuando:
Saco la cinta métrica para medir el optimismo.
El nivel de gota para mantener el equilibrio interno, tan importante.
El martillo con el que asiento la seguridad en mi misma.
El serrucho que me ayuda a cortar por lo santo los pensamientos tóxicos que me atenazan, invaden y hasta se quieren adueñar de mí si les doy poder.
El lápiz del carpintero para acordarme de sumar, siempre sumar.
La lima o escofina que me libera de esas pequeñas asperezas que a veces noto en el entorno y, a veces, en mi misma.
Ah, y un destornillador chiquitito y con el mango azul que me compré en el rastro un domingo, que es de lo más útil pues me permite apretar o aflojar el humor del día, a veces tan variable como el tiempo atmosférico.
Hechos estos pequeños ajustes, sigo mi camino mirando al frente.
Interés es la inclinación que alguien muestra hacia algún asunto o cuestión. También la dedicación, motivación o empeño que se pone en una tarea, actividad o asunto.
Etimológicamente proviene del latín ‘interesse’, que significa importar.
Pensando en los asuntos que me interesan o importan, encuentro:
La escritura, su composición, sea en prosa o en verso. Las casas abandonadas de principios del siglo pasado que me sugieren una época que sin vivir añoro -siempre que puedo, aun temblando de miedo, me cuelo en alguna-. Escuchar historias de vida, de vidas. Los oficios antiguos. Visitar pequeñas ciudades y pueblos pequeños. Las almonedas, rastros, chamarilerías, tiendas de antigüedades. Los grafitis que son la lírica más urbana. Las telas, sus colores, su tacto. Cualquier cosa hecha con las manos, el pan, por ejemplo, unos bollos de harina, levadura y vino, un cuenco de barro, la confección de una prenda, el cultivo de un huerto y, por supuesto, las manos que con paciencia y esmero elaboran esos pequeños detalles, los crean, los transforman.
Goteo de emociones (IV)
Irritación es ira, enojo, cabreo, enfado, rabia, cólera, arrebato, berrinche.
Me irritan sobremanera las murmuraciones, los cotilleos, los dimes y diretes. Que me lleven la contraria por el simple hecho de chincharme. Las injusticias, esto es, no dar a cada cual lo que se merece. El café demasiado caliente me irrita. La música demasiado alta. No dormir lo suficiente. Ir en un vagón de metro como una sardina que, sin saber muy bien cómo ni porqué, ha aterrizado en una lata. Esperar me irrita. Perder el autobús por dos segundos y comprobar, acto seguido, que para la llegada del siguiente aún falten veinte minutos. Que se me borre del ordenador lo que estoy escribiendo. Que se me corte una peli en el nudo. El sonido de un taladro en plena siesta. Olvidar las llaves de casa. El ruido de los helicópteros sobrevolando el cielo, el sonido estruendoso de los petardos, y también la expectación temerosa que los preceden.
Distracción es entretenimiento, diversión, pasatiempo, recreo, solaz, devaneo, divertimento, omisión, olvido, inadvertencia, lapsus, despiste. Distracción es lo opuesto a la atención, a la concentración. La distracción puede tener consecuencias negativas, incluso nefastas si se deja de prestar atención a una determinada actividad que requiere tener puestos en ella los cinco sentidos, como, por ejemplo, conducir. Y puede ser altamente positiva y enriquecedora si nos saca de una actividad en la que llevamos horas concentrados. A mí me distrajo una barbaridad la serie ‘Gambito de dama’ la temporada que estuve enferma, y lo hace siempre un paseo al atardecer por el Retiro, o una conversación con un amigo que además de ser un amor es un libro de vida.
Extasis se define como el estado placentero de exaltación emocional y admirativa. Sinónimo de arrobamiento, fascinación, delirio, rapto, hechizo, embeleso, arrebato. Del griego eks-tasis significa estar fuera de uno mismo.
Me sacan de mí misma coger vacaciones, volar en un tiovivo a velocidad de vértigo o recibir una buena nueva largo tiempo acariciada ¿hay mayor éxtasis, me pregunto, que ver cumplidos los sueños?
Sometimiento deriva del verbo latino ‘submitto’ que significa poner debajo, subordinar, hacer ceder, hacer bajar.
No parece buena cosa pues conlleva una relación de desigualdad, también una dependencia emocional de la persona sometida que tiene la creencia errónea de que para ser feliz o estar completa necesita de la otra persona, de su aprobación, de su aquiescencia.
Aprender a decir ‘No’ te acompaño en el sentimiento emocional, alto y claro, parece la mejor forma de plantar cara al sometimiento.
Aprensión. Es malo ser aprensivo o tener recelo contra alguien o algo por el miedo -infundado- a pensar que es perjudicial o peligroso. La aprensión nos impide el disfrute genuino de las cosas y nos causa un tremendo sufrimiento psíquico.
Contra la aprensión propongo el siguiente remedio:
-Dos gotitas de confianza en el café con leche de la mañana.
-Una gragea de optimismo a mediodía.
-Un largo paseo de generosidad al caer la tarde, de esos que nos ayudan a relacionarnos con los demás, a olvidarnos de nuestras preocupaciones, problemas y, en suma, a expandir nuestro espíritu.
Y si algún día por la noche la aprensión llama a la puerta, le diremos que no desde la ventana. Con la aprensión lo más saludable es mantener una sosegada distancia de seguridad.
Del latín vigilantia, la vigilancia es el cuidado, la supervisión, la atención concentrada sobre las personas o cosas que están a cargo nuestro y sobre las que tenemos responsabilidad a fin de que se mantengan dentro de los parámetros esperados. Vigilar a los niños, a las personas enfermas, dependientes, el huerto, la casa, las flores, o a nuestras mascotas alude al cuidado, ese poner atención sobre algo o alguien.
Es la vigilancia una emoción protectora pues nos previene de las amenazas y nos ayuda a la supervivencia. No en vano pertenecemos al 0,1% de las especies de las que existe registro fósil que todavía seguimos vivas. Y esto no es casualidad, sino fruto de haber sabido distinguir desde antiguo las amenazas que se cernían sobre nosotros, que nos acechaban.
Un exceso de vigilancia, sin embargo, nos atenaza.
Así que ante la vigilancia como ante todo en esta vida, se impone el equilibrio, la sensatez, la mesura.
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Goteo de emociones (II)
Serenidad. La temporada que el hombre occidental trabajó en Tokio, Mister Yoshida le recogía en coche en el hotel y, tras la jornada laboral, regresaban juntos. El trayecto, de una hora o más de duración, estaba siempre lleno de atascos y de lluvia, pues coincidía con el mes de julio que es la temporada del Monzón. Mister Yoshida siempre ponía música, por agradar a su compañero de viaje y porque entendía que a través de ésta podían tener un momento de relajación. Mientras que los occidentales hablan sin cesar para los orientales parte de la conversación trascurre en el silencio.
Un día que eran más amigos, el hombre occidental masculló:
-La lluvia todo este mes de julio… qué pesadez.
Mister Yoshida se le quedó mirando, dijo:
-Es una especie de epifanía.
El hombre occidental sabía lo que era epifanía, pero también sabía que para Mister Yoshida tenía otro sentido. Buscó, encontró: pensamiento único e irrepetible.
Serenidad es la emoción que me evoca esta anécdota que escuché al escritor Luis Ferrero Litrán en una presentación que hicimos juntos.
Duelo se define como el proceso psicológico al que nos enfrentamos tras una pérdida sea de la índole que sea.
Nos duele dejar la infancia, sus juegos, griterío, inocencia.
Duele perder a un ser querido, acaso éste sea, por irreparable, el dolor más grande.
Duele terminar un proyecto en el que hemos empleado tiempo y desvelos.
Duele partir de ese lugar con olor a mejillones y a mar en el que hemos sido felices.
Duele separarnos de las personas con las que compartimos risas.
El desgaste de un gran amor duele.
La serenidad, la aceptación, el tiempo que todo lo cura nos ayudan a superar el dolor de aquello que perdimos en el camino de la vida, pero que siempre permanece agazapado en la memoria del corazón.
La aceptación es la capacidad de asumir la vida como viene, con sus luces y sus sombras, sin combatir aquello que no podemos controlar o cambiar porque no está en nuestras manos.
El dolor es inevitable, decía Buda, el sufrimiento opcional.
Y de Jung es la frase “lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma”.
Pero cuesta aceptar la vejez, las limitaciones físicas o psíquicas, la enfermedad, los errores propios, las expectativas que hemos puesto en otros y que no vemos cumplidas, la pérdida de un trabajo, de una amistad, de un amor, o esas desgracias de orden superior que escapan a nuestro entendimiento (las terribles guerras, los desastres naturales, los accidentes).
Del refranero español, tan sabio, es el dicho de que un problema que no tiene solución deja de ser problema.
Asumir nuestras circunstancias de forma realista nos hace más fuertes, también más capaces. Acaso esto esté relacionado con la resiliencia o ver en la adversidad oportunidad y cambio.
Entonces me pregunto: ¿Por qué cuando todo nos parece que va mal no nos dejamos llevar como hoja mecida por el viento?
Goteo de emociones (III)
Fascinación es aquello que nos gusta en grado superlativo, nos hechiza, nos embruja y hace vibrar sin remedio.
Pienso en aquellas cosas que me fascinan y me viene a la cabeza la imagen de las cebadas tostadas por el sol que estos días de finales de mayo el aire mece. La química que se esconde tras las tormentas y el olor a tierra mojada que deja a su paso. El azul de mar, su olor a algas, su sabor salobre, el parloteo incesante de sus olas. El color verde de la hierba, su crecimiento intestino. Chagall, su violinista azul, también el cuadro titulado ‘El gallo’. El olor del celindo me fascina, lo mismo que lo hace un zureo intermitente de palomas o la sonrisa grande de Lucia. Tocar las piedras y que me toquen como yo toco a las piedras. El sonido que se esconde en el silencio. Abrir un libro por una página cualquiera y encontrar entre sus líneas, como si llevara toda la vida esperándome, tal vez así sea, la palabra fascinación, ¿lo habéis probado?
No dejéis de fascinaros por las pequeñas cosas que la vida pone delante de nuestros ojos si estamos atentos.
Anticipación. Anticiparse es prever, anteponer, aventajar, adelantar o hacer que algo suceda antes del tiempo esperable. Parece buena cosa porque nos libera de tensiones internas, nos tranquiliza, nos defiende del factor sorpresa, sobre todo si ésta es desagradable.
Anticiparse es como llevar a las espaldas una caja de herramientas para lo que pueda suceder. Yo la llevo y de vez en cuando:
Saco la cinta métrica para medir el optimismo.
El nivel de gota para mantener el equilibrio interno, tan importante.
El martillo con el que asiento la seguridad en mi misma.
El serrucho que me ayuda a cortar por lo santo los pensamientos tóxicos que me atenazan, invaden y hasta se quieren adueñar de mí si les doy poder.
El lápiz del carpintero para acordarme de sumar, siempre sumar.
La lima o escofina que me libera de esas pequeñas asperezas que a veces noto en el entorno y, a veces, en mi misma.
Ah, y un destornillador chiquitito y con el mango azul que me compré en el rastro un domingo, que es de lo más útil pues me permite apretar o aflojar el humor del día, a veces tan variable como el tiempo atmosférico.
Hechos estos pequeños ajustes, sigo mi camino mirando al frente.
Interés es la inclinación que alguien muestra hacia algún asunto o cuestión. También la dedicación, motivación o empeño que se pone en una tarea, actividad o asunto.
Etimológicamente proviene del latín ‘interesse’, que significa importar.
Pensando en los asuntos que me interesan o importan, encuentro:
La escritura, su composición, sea en prosa o en verso. Las casas abandonadas de principios del siglo pasado que me sugieren una época que sin vivir añoro -siempre que puedo, aun temblando de miedo, me cuelo en alguna-. Escuchar historias de vida, de vidas. Los oficios antiguos. Visitar pequeñas ciudades y pueblos pequeños. Las almonedas, rastros, chamarilerías, tiendas de antigüedades. Los grafitis que son la lírica más urbana. Las telas, sus colores, su tacto. Cualquier cosa hecha con las manos, el pan, por ejemplo, unos bollos de harina, levadura y vino, un cuenco de barro, la confección de una prenda, el cultivo de un huerto y, por supuesto, las manos que con paciencia y esmero elaboran esos pequeños detalles, los crean, los transforman.
Goteo de emociones (IV)
Irritación es ira, enojo, cabreo, enfado, rabia, cólera, arrebato, berrinche.
Me irritan sobremanera las murmuraciones, los cotilleos, los dimes y diretes. Que me lleven la contraria por el simple hecho de chincharme. Las injusticias, esto es, no dar a cada cual lo que se merece. El café demasiado caliente me irrita. La música demasiado alta. No dormir lo suficiente. Ir en un vagón de metro como una sardina que, sin saber muy bien cómo ni porqué, ha aterrizado en una lata. Esperar me irrita. Perder el autobús por dos segundos y comprobar, acto seguido, que para la llegada del siguiente aún falten veinte minutos. Que se me borre del ordenador lo que estoy escribiendo. Que se me corte una peli en el nudo. El sonido de un taladro en plena siesta. Olvidar las llaves de casa. El ruido de los helicópteros sobrevolando el cielo, el sonido estruendoso de los petardos, y también la expectación temerosa que los preceden.
Distracción es entretenimiento, diversión, pasatiempo, recreo, solaz, devaneo, divertimento, omisión, olvido, inadvertencia, lapsus, despiste. Distracción es lo opuesto a la atención, a la concentración. La distracción puede tener consecuencias negativas, incluso nefastas si se deja de prestar atención a una determinada actividad que requiere tener puestos en ella los cinco sentidos, como, por ejemplo, conducir. Y puede ser altamente positiva y enriquecedora si nos saca de una actividad en la que llevamos horas concentrados. A mí me distrajo una barbaridad la serie ‘Gambito de dama’ la temporada que estuve enferma, y lo hace siempre un paseo al atardecer por el Retiro, o una conversación con un amigo que además de ser un amor es un libro de vida.
Extasis se define como el estado placentero de exaltación emocional y admirativa. Sinónimo de arrobamiento, fascinación, delirio, rapto, hechizo, embeleso, arrebato. Del griego eks-tasis significa estar fuera de uno mismo.
Me sacan de mí misma coger vacaciones, volar en un tiovivo a velocidad de vértigo o recibir una buena nueva largo tiempo acariciada ¿hay mayor éxtasis, me pregunto, que ver cumplidos los sueños?
Sometimiento deriva del verbo latino ‘submitto’ que significa poner debajo, subordinar, hacer ceder, hacer bajar.
No parece buena cosa pues conlleva una relación de desigualdad, también una dependencia emocional de la persona sometida que tiene la creencia errónea de que para ser feliz o estar completa necesita de la otra persona, de su aprobación, de su aquiescencia.
Aprender a decir ‘No’ te acompaño en el sentimiento emocional, alto y claro, parece la mejor forma de plantar cara al sometimiento.
Aprensión. Es malo ser aprensivo o tener recelo contra alguien o algo por el miedo -infundado- a pensar que es perjudicial o peligroso. La aprensión nos impide el disfrute genuino de las cosas y nos causa un tremendo sufrimiento psíquico.
Contra la aprensión propongo el siguiente remedio:
-Dos gotitas de confianza en el café con leche de la mañana.
-Una gragea de optimismo a mediodía.
-Un largo paseo de generosidad al caer la tarde, de esos que nos ayudan a relacionarnos con los demás, a olvidarnos de nuestras preocupaciones, problemas y, en suma, a expandir nuestro espíritu.
Y si algún día por la noche la aprensión llama a la puerta, le diremos que no desde la ventana. Con la aprensión lo más saludable es mantener una sosegada distancia de seguridad.
Del latín vigilantia, la vigilancia es el cuidado, la supervisión, la atención concentrada sobre las personas o cosas que están a cargo nuestro y sobre las que tenemos responsabilidad a fin de que se mantengan dentro de los parámetros esperados. Vigilar a los niños, a las personas enfermas, dependientes, el huerto, la casa, las flores, o a nuestras mascotas alude al cuidado, ese poner atención sobre algo o alguien.
Es la vigilancia una emoción protectora pues nos previene de las amenazas y nos ayuda a la supervivencia. No en vano pertenecemos al 0,1% de las especies de las que existe registro fósil que todavía seguimos vivas. Y esto no es casualidad, sino fruto de haber sabido distinguir desde antiguo las amenazas que se cernían sobre nosotros, que nos acechaban.
Un exceso de vigilancia, sin embargo, nos atenaza.
Así que ante la vigilancia como ante todo en esta vida, se impone el equilibrio, la sensatez, la mesura.






