Tres poemas antediluviales
![[Img #59355]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/07_2022/6622_1-dsc_9334.jpg)
En el calor de El Estrecho
Hacíamos de noche el pan,
una montaña de panes,
un túnel por el oleaje que nos brindaba de peces,
para sacudirse
la sal escupida del rebaño.
Construyendo la casa nueva,
las muñecas desangradas por las sanguijuelas de los humedales
de una muerte hipotérmica,
arando el mar
con la navaja de la desolación
encetando la hogaza
a la hoguera de El Estrecho.
...
O volvías de una guerra olvidada
y ya no eras ese
que volvía
con el pie izquierdo sin calzar,
el shiboleth de tu condena.
Dime 'pan' ¿Cómo se dice pan? ¿Cómo agua?
Y te quemaré el pico
y clavaré tus clavículas
a una estaca de cubierta
e izaré un campo de cruces
en la costa normanda
y les pondré el nombre
de tu tierra.
Barruntos climáticos
Mi ventana bulle en verano
de pájaros huidos de la nieve,
las seis puntas que clavan sus pechitos.
Todavía revuela la urraca los despojos del cordero
y se encaperuza el cráneo para sorberle las sombras
a cincel desde la especie.
Bulle el verano
no sé si algazara o gritos
y la nieve no le punza la manzana ni se deletrea en agua.
Y por dentro tampoco
si no sea lo que engulle
y le clava el copo su aguijón,
su temblor de sangre
en babeo
lácteo de su pico
hacia el balido.
Ahí el estéreo de nuestras mentes
como tu muñeca de guitarra
que rasguña las seis cuerdas
hasta el eco
de la actual melodía (¿algaracea o grita?)
que se masculla en verano
desde mi ventana
a cal y canto cerrada.
* ‘El copo de nieve de seis puntas’, es un estudio de Kepler sobre la nieve.
Isla de plásticos (heraclitiana)
La muerte es una práctica
de modales infinitos:
la guerra de los mercenarios
o la prostitución,
morirse en la cama en un crucero
a islas bienaventuradas del confín distante
entre cantos y veleidades de tempestad,
o apaciguado por la sordera desdeñosa
del óleo incandescente.
No hay todavía audífonos para acceder a la belleza
y menos aún inalámbricos,
ni el objetivo fuera oírla y desdeñarla,
sino arder la arboladura
y 'arbotarse' a la mar
arbolada
y treparla cuando niño
estaca por estaca a echar los dados
a las floraciones
donde anidan gaviotas,
o algún pez nocturno llamado búho
y cogerlos por las patas, o robarles la ovada.
Ese reino de 'aion' confuso,
este arreglo más íntimo de un montón de basuras reunido al azar.
En el calor de El Estrecho
Hacíamos de noche el pan,
una montaña de panes,
un túnel por el oleaje que nos brindaba de peces,
para sacudirse
la sal escupida del rebaño.
Construyendo la casa nueva,
las muñecas desangradas por las sanguijuelas de los humedales
de una muerte hipotérmica,
arando el mar
con la navaja de la desolación
encetando la hogaza
a la hoguera de El Estrecho.
...
O volvías de una guerra olvidada
y ya no eras ese
que volvía
con el pie izquierdo sin calzar,
el shiboleth de tu condena.
Dime 'pan' ¿Cómo se dice pan? ¿Cómo agua?
Y te quemaré el pico
y clavaré tus clavículas
a una estaca de cubierta
e izaré un campo de cruces
en la costa normanda
y les pondré el nombre
de tu tierra.
Barruntos climáticos
Mi ventana bulle en verano
de pájaros huidos de la nieve,
las seis puntas que clavan sus pechitos.
Todavía revuela la urraca los despojos del cordero
y se encaperuza el cráneo para sorberle las sombras
a cincel desde la especie.
Bulle el verano
no sé si algazara o gritos
y la nieve no le punza la manzana ni se deletrea en agua.
Y por dentro tampoco
si no sea lo que engulle
y le clava el copo su aguijón,
su temblor de sangre
en babeo
lácteo de su pico
hacia el balido.
Ahí el estéreo de nuestras mentes
como tu muñeca de guitarra
que rasguña las seis cuerdas
hasta el eco
de la actual melodía (¿algaracea o grita?)
que se masculla en verano
desde mi ventana
a cal y canto cerrada.
* ‘El copo de nieve de seis puntas’, es un estudio de Kepler sobre la nieve.
Isla de plásticos (heraclitiana)
La muerte es una práctica
de modales infinitos:
la guerra de los mercenarios
o la prostitución,
morirse en la cama en un crucero
a islas bienaventuradas del confín distante
entre cantos y veleidades de tempestad,
o apaciguado por la sordera desdeñosa
del óleo incandescente.
No hay todavía audífonos para acceder a la belleza
y menos aún inalámbricos,
ni el objetivo fuera oírla y desdeñarla,
sino arder la arboladura
y 'arbotarse' a la mar
arbolada
y treparla cuando niño
estaca por estaca a echar los dados
a las floraciones
donde anidan gaviotas,
o algún pez nocturno llamado búho
y cogerlos por las patas, o robarles la ovada.
Ese reino de 'aion' confuso,
este arreglo más íntimo de un montón de basuras reunido al azar.