Catalina Tamayo
Sábado, 16 de Julio de 2022

Días de vino y rosas

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 “No muere el día,

pasa."

 (Jose Ángel Valente)

 

¿Dónde están aquellos días?, ¿dónde quedaron?, ¿en qué lugar reposan?, ¿qué se hizo de ellos? Aquellos días azules, amarillos, ocres, albos. Días cálidos o fríos, claros u oscuros. Tibios y sombríos. Pero felices. Siempre felices. Días de vino y rosas, de leche y miel. ¡Qué días aquellos!

   

En aquellos días, todo parecía que estaba bien. El mundo era como tenía que ser. No precisaba de ningún cambio, de ninguna corrección. Cada cosa estaba en su sitio. No se veían grietas, ni abolladuras, ni –menos aún– destrozos. Tampoco había heridas ni arañazos. Perfecto todo. El dolor, el miedo, la tristeza, no existían. Si se lloraba, era de alegría, de gozo. Nada se echaba de menos. La vida era tan nueva, y tan dulce, tan vivible. Todo era avanzar, descubrir, estrenar. No había fondo, límite, horizonte. Se iba hacia el infinito.

     

Cuando llegó el amor, los días todavía fueron mejores, como de cuento. Entonces, la vida se sublimó. Se vivía en un sueño, y nos parecía que éramos eternos, dioses. La tierra se hizo cielo, y a cada momento se podía tocar las estrellas, bañarse en la luna. Se podía beber la noche. El universo entero a nuestros pies. Y resultaba inimaginable que las medallas tuvieran reverso, o las rosas espinas, o que el vino pudiera embriagar. Inimaginable que las cosas pudieran en algún momento dejar de ser como eran para comenzar a ser de otro modo.

     

Sin embargo, aquellos días –sin apenas darnos cuenta– se fueron pasando, quedando atrás, lejos, perdidos en la noche de los tiempos, y ahora –bien lo sabemos– ya no volverán. No volverán las golondrinas que aprendieron nuestros nombres ni las palabras ardientes que sonaron en nuestros oídos. Sí, es cierto, en el otoño aún hay algunas rosas, aún queda alguna golondrina. Aún puede venir algún día azul. Pero de aquellos días, de aquellas rosas, de aquellas golondrinas, de aquellas palabras, apenas nos queda nada. Solo niebla, ceniza, humo, vapor, sombra. Sombra es, precisamente, esto que yo me empeño –iluso de mí– en fijar en esta pantalla, en esta cuartilla de papel. Solo sombra, nada más que sombra. No nos engañemos. En fin, solo quedan los restos del naufragio.

 

 

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