Playa Risas
![[Img #59426]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/07_2022/5654_aidan-dsc_0006.png)
Llega el verano y el cuerpo pide languidez y el alma, paz. Me pregunta uno: “¿Cómo se dice operación bikini en inglés?”.“¿Prepararse para quitar el anorak en público?”, contesto. Pero la verdad es que no lo sé, ya que hace mucho que no uso el bikini. De hecho, mis días de playa siempre acabaron en una invasión barriga. O sea, el eterno retorno.
Me gusta la playa durante una hora, siempre que esté a lado de una ciudad. Pero no entiendo la playa en el sentido en que algunos entienden el fútbol.Tampoco tengo paciencia con la logística. (Y los sombreros panamá me dan aspecto de psicópata despistado).
Primero, hay que encontrar un sitio libre de aficionados a la pelota, o bien al balompié, o bien al pádel. Luego, asegurarse de que los vecinos de toallalandia no tengan equipos musicales.
Tristemente (siendo yo uno muy a menudo), hay que evitar a los niños que no saben correr con frenos de respeto. Quiero evitar derrapes de tormentas arenosas. Después de echar la crema solar vienen las gaviotas a camuflar sus cacas. Como diría el gran poeta de la política española contemporánea: “es verydifficult todo esto”.
Luego viene la envidia. Echo un vistazo a mi alrededor y noto que hay algunos alegremente pegados a sus libros o periódicos o revistas. (Los civilizados; los demás están sacando fotos para sus cuentas en redes sociales). Su capacidad de concentración a más de 18 grados me elude. Por no hablar de distracciones tipo bikinis talla cajetilla de cerillas encogida.
Nada más conseguir filtrar los ruidos de la peña y flotar de manera elucubradora sobre el pulso musical del mar, saltan los altavoces para anunciar la matrícula de un coche mal aparcado. Pero estoy medio dormido y no tengo coche. Gajes de la convivencia.
Evidentemente, la logística había incluido preparar la bolsa de playa. Si hubiera conseguido recordar lo esencial, luego me daría cuenta de que nunca sabe uno lo que es indispensable en algún momento crucial: faltarían la crema calmante para las picaduras o el sacacorchos. Pero total, este vino ya estará más caliente que Bigas Luna.
Acabas en el chiringuito. Te pones nervioso. Y no quieres ser un señorito, pero vas acumulando dudas de índole selecta: igual la caña está más fría que la botella, pero la de la caña no es marca de mi devoción. Naturalmente, si te equivocas puedes empezar de nuevo o tirar la casa por el arcoíris y pedir un mojito… pero claro, más de la mitad es hielo con sabor a cloro.
Pese a todo, como siempre, el paisanaje me pone de buen humor. Hay una sierra echada de pezones y barrigas para calmar la vanidad de uno y todo el mundo da voces y te enteras de que si Sánchez es el peor presidente de la nación más vieja de la galaxia o no.
Los trabajadores, como siempre en España, tratan a los niños con muy buen rollo. Te olvidas de tus agobios y frustraciones hasta que llegas a los servicios y te ves en el espejo: la mitad de la crema solar sigue visiblemente planeando sobre un gambón tan marchito como sudoroso y tu pelo parece una zarza bíblica atacada por llamas radioactivas. Bueno, nadie me ha dicho nada. Qué bueno es ser anónimo. Te lavas y todo peor… porque no hay jabón. ¿Qué le vamos a hacer? Igual me baño, pero eso no sería ecológico.
¡Ya! Dejo que mi conciencia delegue: estoy seguro de que los accionistas de las multinacionales cosméticas habrán pensado en el tema. Yo estoy de vacaciones.
Llega el verano y el cuerpo pide languidez y el alma, paz. Me pregunta uno: “¿Cómo se dice operación bikini en inglés?”.“¿Prepararse para quitar el anorak en público?”, contesto. Pero la verdad es que no lo sé, ya que hace mucho que no uso el bikini. De hecho, mis días de playa siempre acabaron en una invasión barriga. O sea, el eterno retorno.
Me gusta la playa durante una hora, siempre que esté a lado de una ciudad. Pero no entiendo la playa en el sentido en que algunos entienden el fútbol.Tampoco tengo paciencia con la logística. (Y los sombreros panamá me dan aspecto de psicópata despistado).
Primero, hay que encontrar un sitio libre de aficionados a la pelota, o bien al balompié, o bien al pádel. Luego, asegurarse de que los vecinos de toallalandia no tengan equipos musicales.
Tristemente (siendo yo uno muy a menudo), hay que evitar a los niños que no saben correr con frenos de respeto. Quiero evitar derrapes de tormentas arenosas. Después de echar la crema solar vienen las gaviotas a camuflar sus cacas. Como diría el gran poeta de la política española contemporánea: “es verydifficult todo esto”.
Luego viene la envidia. Echo un vistazo a mi alrededor y noto que hay algunos alegremente pegados a sus libros o periódicos o revistas. (Los civilizados; los demás están sacando fotos para sus cuentas en redes sociales). Su capacidad de concentración a más de 18 grados me elude. Por no hablar de distracciones tipo bikinis talla cajetilla de cerillas encogida.
Nada más conseguir filtrar los ruidos de la peña y flotar de manera elucubradora sobre el pulso musical del mar, saltan los altavoces para anunciar la matrícula de un coche mal aparcado. Pero estoy medio dormido y no tengo coche. Gajes de la convivencia.
Evidentemente, la logística había incluido preparar la bolsa de playa. Si hubiera conseguido recordar lo esencial, luego me daría cuenta de que nunca sabe uno lo que es indispensable en algún momento crucial: faltarían la crema calmante para las picaduras o el sacacorchos. Pero total, este vino ya estará más caliente que Bigas Luna.
Acabas en el chiringuito. Te pones nervioso. Y no quieres ser un señorito, pero vas acumulando dudas de índole selecta: igual la caña está más fría que la botella, pero la de la caña no es marca de mi devoción. Naturalmente, si te equivocas puedes empezar de nuevo o tirar la casa por el arcoíris y pedir un mojito… pero claro, más de la mitad es hielo con sabor a cloro.
Pese a todo, como siempre, el paisanaje me pone de buen humor. Hay una sierra echada de pezones y barrigas para calmar la vanidad de uno y todo el mundo da voces y te enteras de que si Sánchez es el peor presidente de la nación más vieja de la galaxia o no.
Los trabajadores, como siempre en España, tratan a los niños con muy buen rollo. Te olvidas de tus agobios y frustraciones hasta que llegas a los servicios y te ves en el espejo: la mitad de la crema solar sigue visiblemente planeando sobre un gambón tan marchito como sudoroso y tu pelo parece una zarza bíblica atacada por llamas radioactivas. Bueno, nadie me ha dicho nada. Qué bueno es ser anónimo. Te lavas y todo peor… porque no hay jabón. ¿Qué le vamos a hacer? Igual me baño, pero eso no sería ecológico.
¡Ya! Dejo que mi conciencia delegue: estoy seguro de que los accionistas de las multinacionales cosméticas habrán pensado en el tema. Yo estoy de vacaciones.