Paz Martínez
Sábado, 23 de Julio de 2022

A vueltas con lo rural

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En los últimos tiempos me tocó escribir sobre lo rural, en concreto sobre la mujer rural y por eso me resulta imposible obviar ciertas reflexiones sobre este tema que alguien puso, seguramente para sacarle buen partido, sobre la mesa y que ahora nadie está dispuesto a retirar, a ponerlo en un lugar fresco y ventilado donde se conserve en buen estado y sin gérmenes dañinos y, sobre todo, tan predispuesto a llenarse de moscas.

 

Pues resulta que ahora la salvación del mundo rural parece que tiene varios caminos con direcciones completamente opuestas, pero, y esto es lo que me escama, abastecidos por los mismos, los mismos que solo están dispuestos a sembrar para cosechar en urnas y los mismos que todo lo rural que conocen lo han visto en un documental de Buñuel del año 33 del siglo pasado.

 

Por un lado, están todas las expectativas que se ponen sobre las mujeres rurales emprendedoras que son la esperanza de la nueva ola de repoblación. Las que se harán empresarias con proyectos novedosos, sostenibles y ecológicos para el medio y criarán a sus hijos en el campo y les enseñarán los beneficios de vivir en él. Pero cuando las escucho hablar, cuando les pregunto la película, parece que todavía se narra en blanco y negro. Cuentan los enormes esfuerzos que han tenido que hacer para vivir en y de lo rural, la cantidad de obstáculos burocráticos con los que se encuentran, los servicios a los que renunciaron por el camino cuando llegaron aquí. Tiempo antes, la balanza, claramente desequilibrada, se había cobrado unos cuantos habitantes convenciendo a los agricultores y ganaderos de que dejaran sus tierras desde las propias administraciones. Ofreciéndoles ayudas para abandonar el trabajo de sol a sol y de lunes a domingo. No eran ayudas para mejorar las condiciones laborales, no. Eran pellizcos para incentivar el abandono. Eran el maná caído del cielo a unas gentes que no conocían la palabra vacaciones, y ni siquiera sabían qué era salir de paseo, porque ellos siempre tuvieron un destino, una obligación y un trabajo que cumplir en cada paso que daban. Y todo ese abandono ahora parece que se deja en manos del discurso de la mujer rural para que sea ella la que resuelva la papeleta. Pero ¿en qué condiciones? Porque con aquellas ayudas, imagino, llegaron las primeras plantaciones extensivas de pinos y los primeros pasos que convertirían a los pueblos en postales y catálogos vacacionales. Turismo rural que no es rural, porque lo que lo es no encaja con la idea de turismo. Porque ya no hay gallinas picoteando el verde por las calles, ni les gusta a los amantes de los rural el olor a campo, a agricultura y a ganadería, a vida cotidiana de pueblo. Poco más hay con lo que ganarse la vida y los campos baldíos cada vez más extensos están a merced de los especuladores. Que si campos sembrados de placas solares, que si macro granjas, pinos y más pinos.

 

Y mientras convencen con discursos a la mujer emprendedora de las ventajas de proyectar y crecer en el pueblo sacando de la chistera subvenciones y proyectos innovadores, le dan la vuelta al sombrero y no hay nada, se han llevado servicios como el médico, la farmacia, el autobús de línea y todo lo que parecía ir en pro de la repoblación se tambalea.

 

A mí no me quedan más que preguntas. ¿Qué se busca explotar realmente del mundo rural? ¿Subvenciones de las de pan para hoy y hambre para mañana? ¿Por qué nadie recuerda como era un pueblo? Con su ración de soberanía alimentaria, sus gentes colaborativas, su sentimiento de pertenencia…Y sobre todo ¿por qué hay que andar a vueltas con lo rural mirándolo desde bien alto y desde bien lejos? ¿No sería más sencillo acercarse, vivirlo y recuperar parte de su esencia natural? Y después conocido el golpe, apreciado el descalabro, y con respeto hacia la tierra herida, sanar en vez de meter los dedos hasta el fondo de la llaga e impedir que nada más crezca

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