Mercedes Unzeta Gullón
Sábado, 30 de Julio de 2022

¿Libertad es perrear?

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Acabó el rodaje. Han sido unos días muy interesantes e instructivos. Trabajar en equipo significa que cada componente del equipo trabaja en su parcela especifica colaborando con las necesidades del resto para que el objetivo resulte lo más exitoso posible. Es algo tan simple como eso, pero no es algo tan sencillo. Lo simple no siempre es sencillo.

 

En nuestra cultura hispana poco nos han enseñado a trabajar en equipo, somos fundamentalmente individualistas, celosos cada uno de nuestros pequeños logros y poco dados a colaborar con los demás. De ahí que cuando un equipo funciona es sorprendente y verdaderamente admirable.

 

Así es que yo he  quedado impresionada y maravillada del  trabajo tan perfectamente coordinado y armonizado del equipo de rodaje que durante este mes han estado elaborando las escenas para la película “Las chicas están bien”, maquinada por Itsaso Arana y producida por Jonás Trueba. A pesar de que era un equipo muy joven, entre la veintena y algo de la treintena. No sé si ‘a pesar de’ o ‘gracias a que’,  el equipo ha funcionado como un reloj con alegría y buen humor, y eso que no era un equipo consolidado como tal, sino que ha sido formado para esta ocasión. Un gusto.

 

Pues quería comentar algo de este grupo de gente que me ha sorprendido enormemente. Se celebró la fiesta de fin de rodaje con una opulenta cena en el molino y después estaba preparado el baile en el jardín. Así se hizo. La juventud del equipo, alrededor de quince jóvenes, tomaron enseguida las riendas de la música y…los que habíamos superado ya esa barrera de edad nos quedamos sentados, yo un tanto absorta viendo la desenvoltura de bailes que estos chicos interpretaban sin parar. ¡Todo reguetón! Ellos se quedaron hasta altas horas de la madrugada pero los que nos encontrábamos bajo esa línea de flotación nos retiramos a una hora muy prudencial.

 

Al día siguiente tuve una conversación con Ana y Laura sobre el baile. Ellas, que alrededor de los 40 tampoco habían entrado en esos bailes, alumbraron mi desconocimiento.

 

El baile, que durante toda la noche bailaron los jóvenes del equipo técnico, moviendo el trasero de una manera vehementemente sensual, me dicen que se llama perrear. El nombre me impacta y me explican que  viene de que es exactamente lo que hacen: imitan a las perras en celo, se agachan algo ponen el culo en pompa y lo mueven reclamando. Por eso se llama perrear. Atónita. Toda la noche  las jóvenes estuvieron perreando.

 

Es la nueva moda de defender ‘la libertad’: “yo quiero perrear y perreo, nadie me impone”.  “Lo que para la mayoría de la gente bien pensante es marginal es como darle la vuelta y empoderar eso”, dice Ana. Me cuentan que ese baile entra dentro del movimiento Trap (de trapero), que es un movimiento musical y estético comparable a los pretéritos movimientos Pop o Rock.

 

Ese movimiento Trap se supone que es darle una oportunidad de liberación a lo marginal pero en realidad es más una oportunidad comercial. Laura interviene: “es super de joyas, de lujo, capitalista. Llevan las  uñas super largas, como Rosalía. Eso es una reivindicación de que no uso las manos para ningún trabajo doméstico “tengo servicio” Es como “no trabajo”. Tengo el tamaño de uña  necesario para poder hacer post en Instagram, pero ni siquiera, me los hacen. Esas uñas es: “no toco un plato”. Y eso es la libertad. Yo hago esto porque yo quiero, porque soy taaan poderosa que puedo hacer esto. Ahí es donde digo que nos la han colado”.

 

Ana difiere un poco : “Estas chicas asimilan esta cultura por una cuestión generacional, no creo que estén pensando que están empoderándose de nada sino que igual que yo que bailaba así y me cortaba el flequillito porque era Indie-pop, pues ellas perrean así y van vestidas de negro, sin meterle filosofía por detrás”.

 

“El otro día mi primo de 16 años me dijo “las mujeres de vuestra generación no estáis liberadas porque no sabéis perrear”. A lo mejor no perrean por reivindicación feminista pero les llega a los adolescentes inmersos en esa cultura, viven eso que es lo que les toca”, apostilla Laura.

 

Yo comento: “¡podían haberle puesto una palabra más bonita!”.

 

Ana: “Es que tiene que ser grotesco y además es lo que hace un perro, es que es literal. En realidad es la historia de siempre, ‘los marginados que se rebelan’, eso crea una corriente y siempre hay gente que ve ahí dólares y convierte eso en una cultura y hacen business con eso. Nadie quiere vivir en la marginalidad y vende mucho cuando lo sacas de su entorno y le pones el lacito, igual que podían ser los hippies, “gente sin dinero”, mentira. En realidad no era eso pero lo que se vendía era eso. Es vivir la fantasía de que viven al margen de lo establecido pero luego es totalmente falso, viven jugando a eso”.

 

“Trap, de trapero, es eso, las clases bajas, deprimidas, de los barrios de extraradio, las chicas que tienen que prostituirse para vivir, los chicos que tiene que vender droga para sobrevivir, todo eso marginal lo empodero (ponerlo en valor). “Yo no lo hago porque no tengo más remedio, lo hago porque quiero. Y yo vendo mi cuerpo para no tener que limpiar escaleras, pero lo hago porque quiero”. Y ahora Gucci, Dolce y Gabbana, Dior … cogen esa estética, como Rosalía, y ya no es marginal sino que está generando muchísimo dinero. Y ves a chavales supernormales, que en su vida han estado en un barrio de extrarradio, que no saben lo que es tener que vender droga ni prostituirse, jugando a eso. Es la historia cíclica de siempre. Igual que a mí no me faltaba dinero para comprarme zapatos pero llevaba los zapatos rotos como si no me los pudiera comprar. Mi madre se ponía mala de que llevara unos zapatos rotos pero yo ahí con mi decisión de zapatos rotos me estaba empoderando. Pero por qué, porque me podía comprar otros en cuanto quisiera. La realidad la manipulo por decisión propia y en ello me crezco”.

 

“Luego está la otra parte de la vida y es que esa realidad marginal existe, y ese debate no está. Todo se queda en camisetas, música, baile, pero la realidad marginal sigue existiendo sin lacitos”.

 

Y el reguetón sigue sonando y los jóvenes perreando. Y todos felices aunque no coman perdices. Y la vida sigue inventando nuevas formas de entretenimiento y de ganar dinero.

 

O témpora o mores.

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