Mercedes Unzeta Gullón
Sábado, 06 de Agosto de 2022

Otros 'veinte años'

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Los jóvenes a los veinte años comienzan con rebeldía la travesía hacia lo ‘correcto’, hacia lo que la sociedad considera “lo que tiene que ser”.

 

Suele ser una trayectoria con dificultades, con esperanzas, con luchas, con incertidumbres y con las más variopintas de las ocurrencias para sentirse en la libertad que coloca en contra de ‘lo establecido’. Una especie de paso de las Termópilas. Los veinte años son años vitales de transición entre un presente inagotable y un teórico futuro ausente. En los que todo es poco y casi todo parece mucho.  En los que todavía las realidades sociales no agarrotan su alma.

 

La semana pasada comentaba cómo se mueven ahora muchos veinteañeros asociando un baile grotesco a sus necesidades vitales. Y sus necesidades vitales son principalmente ganar dinero rápido y fácil viviendo alegremente. Ese objetivo parece que se consigue, sobre todo, exponiéndose en las redes. Ser influencer es una de las máximas aspiraciones de una gran mayoría. Es una profesión que consiste en exponer diariamente tu vida para que muchos la vean en sus teléfonos y… ¡te pagan por ello! Más expones más te pagan. Es una cuestión de cantidad no de calidad. ¿Quién va a estudiar una larga carrera para luego andar mendigando trabajos mal pagados y con poco que ver con lo estudiado? Ya pocos creen en un futuro mejor por el esfuerzo. Ahora el futuro mejor está en saber manejar las redes, sobre todo sociales. El futuro mejor está en pillar un chollo, en inventarse cosas extravagantes, en ser imaginativo y locuaz, tener muchos ‘me gustas’. Ahí está su anhelado futuro. Los libros, los estudios, la cultura…  es ya para unos pocos, para los pocos locos que creen todavía que la vida no está en las pantallas sino en la realización de uno mismo, en el pensamiento, en la mirada hacia el interior, en la sabiduría, no en la mirada superficial de los otros. Y lo peor de todo es que estos jóvenes tienen razón, que la sociedad actual es lo que ofrece y reclama.

 

Hace cincuenta años no había pantallas en los bolsillos de todo el mundo y ese paso de Termópilas se hacía diferente, había otras motivaciones aunque la rebeldía fuera la misma. Hace cincuenta años un veinteañero pensaba lo siguiente.

 

“Dicen que es algo bueno andar preocupado con ‘forjarse un futur’”. Dicen que es bueno hacerse a la vida, ir introduciéndose en la sociedad que a ti te ha introducido. Dicen que hay que salvar la salud del cuerpo y del alma. Dicen que la droga es mala, que el alcohol también lo es, aunque suele ser muy útil para cerrar negocios. También es malo ‘andar con mujeres’, dicen, pero si solo andas con una que sea, naturalmente, de la misma clase y condición, que sea una ‘buena chica’, que sepa llevar la casa, y últimamente dicen también que es bueno que tenga carrera, pero sólo para adquirir un poco de cultura, muy útil para desenvolverse en sociedad. Dicen que es bueno dormir. Dicen que es bueno dormir hasta el mediodía, si estás de vacaciones, levantarse para comer, y dormir un poco para hacer bien la digestión. Después, dicen que es bueno pasar la tarde esperando a la hora de cenar, y después seguir durmiendo. Dicen…, pero hablan tanto que a uno le resulta difícil creerles.”

 

“Y cuando tienes veinte años no quieres saber nada de dormir, como no sea con el sueño del placer y el cansancio después de hacer el amor sin prisas. Tienes veinte años. Muchos para seguir parado, pocos para moverte demasiado. Pero como tienes veinte años no puedes creer que para vivir exista también el exceso. Y vives, vives por dentro y por fuera. Y nunca conoces el cansancio. Corres de plaza en plaza saltando por encima de los coches que te insultan porque tus veinte años les han insultado. Vuelas y te zambulles en un cielo azul claro, y con las manos en los bolsillos caminas agitado en los días fríos de invierno, saltando con los ojos. Entras en las viejas tabernas a beber el buen vino que siempre es barato. Corres de libro en libro, de idea en pensamiento, de unos brazos de mujer que aprietan demasiado a otros más ligeros que te retienen aún más que los que has abandonado.”

 

“Brotan las canciones en tus labios y sientes que todas las voces de tu espíritu se entregan a la misma canción. Sueñas, y vuelas buscando un poco de realidad en tu sueño. Te introduces en un poema y dejas que un verso se introduzca en tu centro, un verso que permanecerá en tu recuerdo. Y te deslizas en el tobogán de los descubrimientos; el deseo, el amor, la pasión…, y descubres también la ternura y el calor. Un árbol te dice mil cosas que solo tú puedes comprender. Un rayo de sol puede penetrar más allá de ti mismo y dejarte ver una luz que brilla intensamente entre la oscuridad que afuera te rodea. Y buscas esa luz alrededor, y preguntas a tu gente y descubres que muy pocos saben de ella. Y descubres con tristeza la soledad, el dolor y el sufrimiento…,  pero como una parte más de la vida los coges con tus manos jóvenes y fuertes en lugar de cargarlos a tus espaldas. La Luna, la noche, un amanecer, el mar…,  te acompañan.  Y unos ojos de mujer te reclaman porque sólo tienes veinte años y los sabes tener.  Voilà.”

 

Ciertamente aquellos veinte años buscaban la libertad en lugares más románticos, sugestivos, bellos, tiernos e interesantes que los actuales en el ‘perrear’.

 

O témpora o mores

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