María José Cordero
Sábado, 13 de Agosto de 2022

La manzana (Microviajes)

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Desperezaba el día, detrás de los vidrios de plomo del encartujado refugio de sí misma, aquella mañana de domingo tan contemplativa y silenciosa desde que puedo recordar.

 

El frío pálpito de la soledad bullía como un maleficio entre las paredes mudas de la casa. No había tiempo que perder; ya estaba todo perdido, todo gastado...

 

En el microsurco del alma, el vinilo de su propia vida daba vueltas y vueltas sin parar, dejando trozos de añoranza con sabor agridulce. Supuso que lo mejor sería emprender un viaje rápido, cual subterfugio del tedio, un viaje nada más, o nada menos, pues todo viaje requiere movilidad y ésta un empuje necesario o imprescindible para llevarlo a cabo.

 

Salió a la calle. Anduvo caminando unos cuantos metros por la acera y, al doblar la esquina, visualizó el asador de pollos con su olor característico. Volvió a doblar la esquina siguiente: saludó al tendero, al del bar de enfrente al tendero, a los del locutorio enfrente al del bar, al zapatero al lado del locutorio...Volvió a doblar la esquina siguiente. Y así, en ese viaje emprendido sin cruzar calle alguna, recordó a Adán, cuando le ofreció a Eva una manzana: el principio de todos los principios.

 

Así mismo, el principio de todos los viajes.

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