El héroe y el dragón
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Viene de lejos la leyenda del héroe capaz de enfrentarse a un monstruo peligroso y oscuro para liberar a una princesa, ganar un reino o hacerse con un tesoro. Lo tenemos en el relato de Perseo y Andrómeda, y también en la figura de San Jorge y el dragón. Lo que nos llama la atención es que para representar esa lucha simbólica del bien y el mal en la iconografía cristiana de Occidente se acuda a personajes de las sagas escandinavas. Pero Francia fue sin duda intermediaria y el Camino de Santiago la vía de penetración de contenidos centroeuropeos y nórdicos adheridos al románico, el primer arte verdaderamente internacional. Por ahí llegan los ecos de las leyendas caballerescas y heroicas.
En la portada de Santa María la Real de Sangüesa, en la enjuta derecha del tímpano, aparece un personaje clavándole la espada a un dragón, lo que ha dado lugar a diferentes explicaciones. El hecho de que también figure al lado un herrero labrando en la fragua sobre el yunque ha llevado a pensar que pudiera tratarse de Sigurd, trasunto escandinavo del Sigfrido de la tradición alemana.
En la Saga de los volsungos y en las Eddas, para vengar la muerte de su padre Sigmund y guiado por su preceptor Regin, Sigurd mata a la serpiente Fáfnir en el brezal de Gnitaheid, atravesándole el corazón con la espada Gram, y luego se apodera de su tesoro mágico, que llevará en el caballo Grani. El tesoro de Fáfnir no es otro que el oro de los nibelungos, que acabaría, como se sabe, en las profundidades del Rin, como lo concibiera Wagner, cuya música fue siempre fecundada por la poesía.
En el relato islandés se conjuga lo terrible con lo poético, y así, cuando la sangre de la serpiente toca la lengua del héroe, porque se disponía a comer su corazón, Sigurd empezó a comprender el lenguaje de los pájaros, que le anunciaban su propio destino trágico.
Valor para afrontar los peligros, fortaleza ante la adversidad y defensa de los valores nobles podrían ser hoy las enseñanzas del héroe que se atreve a enfrentarse al mal en beneficio de todos. Por eso no es extraño que el héroe matador de la serpiente se haya convertido en las representaciones cristianas en un símbolo de Cristo. Pues si hacemos caso a Wagner, en el amor y la redención está la única salvación.
Viene de lejos la leyenda del héroe capaz de enfrentarse a un monstruo peligroso y oscuro para liberar a una princesa, ganar un reino o hacerse con un tesoro. Lo tenemos en el relato de Perseo y Andrómeda, y también en la figura de San Jorge y el dragón. Lo que nos llama la atención es que para representar esa lucha simbólica del bien y el mal en la iconografía cristiana de Occidente se acuda a personajes de las sagas escandinavas. Pero Francia fue sin duda intermediaria y el Camino de Santiago la vía de penetración de contenidos centroeuropeos y nórdicos adheridos al románico, el primer arte verdaderamente internacional. Por ahí llegan los ecos de las leyendas caballerescas y heroicas.
En la portada de Santa María la Real de Sangüesa, en la enjuta derecha del tímpano, aparece un personaje clavándole la espada a un dragón, lo que ha dado lugar a diferentes explicaciones. El hecho de que también figure al lado un herrero labrando en la fragua sobre el yunque ha llevado a pensar que pudiera tratarse de Sigurd, trasunto escandinavo del Sigfrido de la tradición alemana.
En la Saga de los volsungos y en las Eddas, para vengar la muerte de su padre Sigmund y guiado por su preceptor Regin, Sigurd mata a la serpiente Fáfnir en el brezal de Gnitaheid, atravesándole el corazón con la espada Gram, y luego se apodera de su tesoro mágico, que llevará en el caballo Grani. El tesoro de Fáfnir no es otro que el oro de los nibelungos, que acabaría, como se sabe, en las profundidades del Rin, como lo concibiera Wagner, cuya música fue siempre fecundada por la poesía.
En el relato islandés se conjuga lo terrible con lo poético, y así, cuando la sangre de la serpiente toca la lengua del héroe, porque se disponía a comer su corazón, Sigurd empezó a comprender el lenguaje de los pájaros, que le anunciaban su propio destino trágico.
Valor para afrontar los peligros, fortaleza ante la adversidad y defensa de los valores nobles podrían ser hoy las enseñanzas del héroe que se atreve a enfrentarse al mal en beneficio de todos. Por eso no es extraño que el héroe matador de la serpiente se haya convertido en las representaciones cristianas en un símbolo de Cristo. Pues si hacemos caso a Wagner, en el amor y la redención está la única salvación.