La civilización occidental
![[Img #59986]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/08_2022/8648_1carrizo_dsc4134.jpg)
“Todos los años enviamos nuestros barcos con gran peligro para las vidas y grandes gastos a África para preguntar: ¿Quiénes sois? ¿Cómo son vuestras leyes? ¿Cómo es vuestra lengua? Ellos nunca enviaron un barco a preguntarnos” (Heródoto)
Desde que se publicó en 1918 La decadencia de Occidente de Spengler, ya no es el concepto de nación sino el de civilización lo que caracteriza la historia de la humanidad: la historia, más que la historia de las naciones, es la historia de las civilizaciones. De este modo, para conocer la historia es imprescindible la identificación y el análisis de las civilizaciones. Entre las principales civilizaciones se encuentra la civilización de Occidente. Esta civilización se originó en un lugar llamado Europa, en su parte occidental, y en un tiempo conocido como Edad Media. Cuando surgió, en torno al silgo VIII, ya había al menos tres grandes civilizaciones: China, el Islam y Bizancio. Las tres eran ricas, suntuosas y poderosas. En cambio, la Europa Occidental, tras el derrumbe de la economía romana, era pobre y sobria, sin lujo alguno. Con lo cual, la cultura occidental inició su andadura con una desventaja importante respeto a las culturas de su tiempo. Sin embargo, el hecho de que fuera una cultura abierta, permeable a la influencia de las otras culturas, hizo que a partir del año mil, sobre todo entre los siglos XI y XIII, experimentara un gran desarrollo, y acabara siendo las más original de todas.
En estos siglos tuvo lugar un Renacimiento, pero no literario, como sería el del siglo XV, sino científico y filosófico, que produjo los primeros intelectuales de Europa Occidental, los cuales elaboraron un nuevo modo de pensar consistente en discutir con libertad utilizando solamente la razón. A finales del siglo XII aparecieron las primeras universidades, centros de enseñanza y de investigación donde se fue gestando el método científico. Un método precedido por la introducción del nuevo concepto de naturaleza que hizo el catolicismo: desacralización y naturalización de la naturaleza. La naturaleza, solo cuando fue depurada de dioses, almas y espíritus, se pudo convertir en objeto de investigación científica.
Con todo, más importante que el desarrollo científico y filosófico, fue el desarrollo técnico. Este desarrollo estuvo causado, en buena parte, por la sustitución en aquella sociedad de los esclavos –que casi se eliminaron– por los siervos, a los que se les concedía una dignidad que se les negaba a aquellos, considerados una mera propiedad, susceptible, por lo tanto, de ser comprada o vendida. Pero esa no fue la única causa, hubo otras más. Una de ellas fue la aparición del nuevo monacato occidental, mucho más práctico y abierto al mundo. Porque, aunque en este tiempo se hicieron muchos inventos, como las gafas, el molino de viento y el reloj mecánico, a pesar de que se ha perdido el nombre de casi todos los inventores, lo decisivo radicó en la incorporación de otros inventos –la brújula magnética, el papel, la pólvora, los tipos móviles, el timón de codaste y la vela triangular– procedentes casi todos de China, que probablemente en aquella época era la civilización pionera en el avance técnico. Otra de esas causas, y quizá la más importante, fue el uso práctico que se hizo de estos inventos. Pues, los inventos, las máquinas, no se construyeron para entretener o causar admiración, como ocurría en China o en la Grecia Antigua, sino para liberar a los siervos y a los monjes del trabajo manual, que entonces resultaba muy penoso. Ora et labora, mandaba la regla de San Benito, a la que se mantuvo fiel la orden del Císter, cuyos cenobios, los 742 que llegó haber por entonces, construidos todos según planos semejantes, se extendían por toda Europa Occidental, desde Escocia hasta Hungría y desde Portugal hasta Suecia.
Este es el tiempo, sin duda, de las lenguas romances, de las catedrales góticas y de las primeras universidades; pero sobre todo es el tiempo de las máquinas. Por eso, la figura que mejor caracteriza esta época no es la del científico, ni la del filósofo, sino la del ingeniero. Un ingeniero, un técnico, que quiere saber cómo funcionan las cosas pero que, por otra parte, no le importa ignorar por qué funcionan, pues para construir artefactos con lo primero es suficiente. No obstante, este ingeniero es distinto al de la Antigüedad porque no hace juguetes sino máquinas útiles que resuelven problemas prácticos, remedian necesidades.
Además, también hubo avances considerables en lo social y en lo político. No solo se eliminó prácticamente la esclavitud, sino que también se reconoció el papel de las mujeres, aunque no se llegó, ni mucho menos, a considerarlas iguales a los hombres. Se hizo hincapié en el individuo y se impuso el matrimonio monógamo. También, por influencia del catolicismo, se perdió el respeto a los ancestros y se redujo la importancia de los linajes. En cuanto a lo político, las Cortes de León en 1188 se convirtieron en el primer Parlamento que reunió a los tres estamentos, y por primera vez, también en esta época, se ensayó la distinción entre Estado e Iglesia, pese a que su pleno desarrollo no se logró hasta la Modernidad.
Todos estos desarrollos hicieron que la precaria civilización occidental acabara superando esa antigua civilización grecorromana de la que se había nutrido y sigue aún nutriéndose. Pero, además, contribuyeron a dejar atrás el mundo islámico, que a finales del siglo XIII inició su declive, y también a China, cuya cultura se estancó en el siglo XV. Si bien, en los últimos tres siglos, esto es, a partir del siglo XVIII, esta civilización occidental ha padecido transformaciones profundas. Ha dejado de ser tradicionalista, monárquica y católica para ser no tradicionalista e igualitaria. Tampoco está dominada, como estuvo durante varios siglos, por el protestantismo. Sin embargo, se ha vuelto materialista. Muy materialista. Estos cambios la han hecho aún más única y distinta de las demás. Más poderosa. La más poderosa de todas. Hasta el punto de que se ha universalizado. La única que ha penetrado en casi todo el mundo. De alguna manera, el mundo, todo el mundo, se ha occidentalizado. Sus instituciones, descubrimientos, estructuras y artefactos están presentes en casi todos los lugares del planeta. En cualquier parte, en el rincón más apartado, en la tribu más escondida, más salvaje, podemos encontrar un bote de coca-cola, unos pantalones vaqueros o un teléfono móvil. Y lo curioso, lo sorprendente, es que, en las últimas décadas, eso ya no extraña a nadie.
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“Todos los años enviamos nuestros barcos con gran peligro para las vidas y grandes gastos a África para preguntar: ¿Quiénes sois? ¿Cómo son vuestras leyes? ¿Cómo es vuestra lengua? Ellos nunca enviaron un barco a preguntarnos” (Heródoto)
Desde que se publicó en 1918 La decadencia de Occidente de Spengler, ya no es el concepto de nación sino el de civilización lo que caracteriza la historia de la humanidad: la historia, más que la historia de las naciones, es la historia de las civilizaciones. De este modo, para conocer la historia es imprescindible la identificación y el análisis de las civilizaciones. Entre las principales civilizaciones se encuentra la civilización de Occidente. Esta civilización se originó en un lugar llamado Europa, en su parte occidental, y en un tiempo conocido como Edad Media. Cuando surgió, en torno al silgo VIII, ya había al menos tres grandes civilizaciones: China, el Islam y Bizancio. Las tres eran ricas, suntuosas y poderosas. En cambio, la Europa Occidental, tras el derrumbe de la economía romana, era pobre y sobria, sin lujo alguno. Con lo cual, la cultura occidental inició su andadura con una desventaja importante respeto a las culturas de su tiempo. Sin embargo, el hecho de que fuera una cultura abierta, permeable a la influencia de las otras culturas, hizo que a partir del año mil, sobre todo entre los siglos XI y XIII, experimentara un gran desarrollo, y acabara siendo las más original de todas.
En estos siglos tuvo lugar un Renacimiento, pero no literario, como sería el del siglo XV, sino científico y filosófico, que produjo los primeros intelectuales de Europa Occidental, los cuales elaboraron un nuevo modo de pensar consistente en discutir con libertad utilizando solamente la razón. A finales del siglo XII aparecieron las primeras universidades, centros de enseñanza y de investigación donde se fue gestando el método científico. Un método precedido por la introducción del nuevo concepto de naturaleza que hizo el catolicismo: desacralización y naturalización de la naturaleza. La naturaleza, solo cuando fue depurada de dioses, almas y espíritus, se pudo convertir en objeto de investigación científica.
Con todo, más importante que el desarrollo científico y filosófico, fue el desarrollo técnico. Este desarrollo estuvo causado, en buena parte, por la sustitución en aquella sociedad de los esclavos –que casi se eliminaron– por los siervos, a los que se les concedía una dignidad que se les negaba a aquellos, considerados una mera propiedad, susceptible, por lo tanto, de ser comprada o vendida. Pero esa no fue la única causa, hubo otras más. Una de ellas fue la aparición del nuevo monacato occidental, mucho más práctico y abierto al mundo. Porque, aunque en este tiempo se hicieron muchos inventos, como las gafas, el molino de viento y el reloj mecánico, a pesar de que se ha perdido el nombre de casi todos los inventores, lo decisivo radicó en la incorporación de otros inventos –la brújula magnética, el papel, la pólvora, los tipos móviles, el timón de codaste y la vela triangular– procedentes casi todos de China, que probablemente en aquella época era la civilización pionera en el avance técnico. Otra de esas causas, y quizá la más importante, fue el uso práctico que se hizo de estos inventos. Pues, los inventos, las máquinas, no se construyeron para entretener o causar admiración, como ocurría en China o en la Grecia Antigua, sino para liberar a los siervos y a los monjes del trabajo manual, que entonces resultaba muy penoso. Ora et labora, mandaba la regla de San Benito, a la que se mantuvo fiel la orden del Císter, cuyos cenobios, los 742 que llegó haber por entonces, construidos todos según planos semejantes, se extendían por toda Europa Occidental, desde Escocia hasta Hungría y desde Portugal hasta Suecia.
Este es el tiempo, sin duda, de las lenguas romances, de las catedrales góticas y de las primeras universidades; pero sobre todo es el tiempo de las máquinas. Por eso, la figura que mejor caracteriza esta época no es la del científico, ni la del filósofo, sino la del ingeniero. Un ingeniero, un técnico, que quiere saber cómo funcionan las cosas pero que, por otra parte, no le importa ignorar por qué funcionan, pues para construir artefactos con lo primero es suficiente. No obstante, este ingeniero es distinto al de la Antigüedad porque no hace juguetes sino máquinas útiles que resuelven problemas prácticos, remedian necesidades.
Además, también hubo avances considerables en lo social y en lo político. No solo se eliminó prácticamente la esclavitud, sino que también se reconoció el papel de las mujeres, aunque no se llegó, ni mucho menos, a considerarlas iguales a los hombres. Se hizo hincapié en el individuo y se impuso el matrimonio monógamo. También, por influencia del catolicismo, se perdió el respeto a los ancestros y se redujo la importancia de los linajes. En cuanto a lo político, las Cortes de León en 1188 se convirtieron en el primer Parlamento que reunió a los tres estamentos, y por primera vez, también en esta época, se ensayó la distinción entre Estado e Iglesia, pese a que su pleno desarrollo no se logró hasta la Modernidad.
Todos estos desarrollos hicieron que la precaria civilización occidental acabara superando esa antigua civilización grecorromana de la que se había nutrido y sigue aún nutriéndose. Pero, además, contribuyeron a dejar atrás el mundo islámico, que a finales del siglo XIII inició su declive, y también a China, cuya cultura se estancó en el siglo XV. Si bien, en los últimos tres siglos, esto es, a partir del siglo XVIII, esta civilización occidental ha padecido transformaciones profundas. Ha dejado de ser tradicionalista, monárquica y católica para ser no tradicionalista e igualitaria. Tampoco está dominada, como estuvo durante varios siglos, por el protestantismo. Sin embargo, se ha vuelto materialista. Muy materialista. Estos cambios la han hecho aún más única y distinta de las demás. Más poderosa. La más poderosa de todas. Hasta el punto de que se ha universalizado. La única que ha penetrado en casi todo el mundo. De alguna manera, el mundo, todo el mundo, se ha occidentalizado. Sus instituciones, descubrimientos, estructuras y artefactos están presentes en casi todos los lugares del planeta. En cualquier parte, en el rincón más apartado, en la tribu más escondida, más salvaje, podemos encontrar un bote de coca-cola, unos pantalones vaqueros o un teléfono móvil. Y lo curioso, lo sorprendente, es que, en las últimas décadas, eso ya no extraña a nadie.






