Tomás Néstor Martínez Álvarez
Lunes, 22 de Agosto de 2022
ENTREVISTA / Gabriella Gutiérrez Muhs, poeta

"Aunque haya estudiado en Stanford para mí lo más importante son las enseñanzas de mis ancestros"

Gabriella Gutiérrez Muhs, poeta de origen chicano. Profesora titular de Lenguas y Culturas Modernas y Estudios de la Mujer, el Género y la Sexualidad en la Universidad de Seattle. Le fue otorgado el título honorífico de Theiline Pigott-McCone (2018-2020) en la Universidad de Seattle. Fue comisionada de la Comisión de Artes del Estado de Washington de 2014 a 2017. Destacamos los siguientes poemarios 'Un libro de plástico'/ A plastic book. 'A most improbable life: The runaway poems'. Georgetown, Kentucky: Finishing Line Press. '¿Cuántos indios podemos ser?' y la coedición de la antología In Xóchitl, in Cuícalt: Cien años de poesía chicanx / latinx.
Gabriella ha sido invitada en 'Poesía a Orillas del Órbigo' en la presente edición, también ha participado como contertulia en el IX Festival de 'Luna de Cortos' celebrado en Riego de la Vega

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Tomás Néstor Martínez: Estamos en un espacio de paz y tranquilidad, estamos en Manaquisanti con Gabriella Gutiérrez, poeta, profesora, agitadora de conciencias y vividora de muchas vidas que la han enriquecido hasta el punto en que hoy día, aparte de ciudadana del mundo, que ya parece una vulgaridad, es ciudadana primero de sí misma, luego ciudadana de Aztlán y por supuesto de otras muchas nacionalidades que no vamos a delimitar en el mapa porque en este caso no queremos centrarnos únicamente en un punto real, sino en un punto mítico como es ese país al que aspiráis y aspiran, y en el fondo aspiramos todos, que es ese país mítico que es Atzlán. Cuéntanos cómo te imaginas tú ese Azltán.

 

Gabriella Gutiérrez y Muhs: Aztlán contiene todo lo mejor de la cultura mexicana, chicana. La cultura chicana contiene también los mitos de lo norteamericano. Y por supuesto la flora, la fauna, la espiritualidad y las formas positivas de ser. El siempre formar algo, crear algo de la nada para mí eso sería una metáfora para Aztlán. Que nos dieron las tripas del cochino y durante la colonia hicimos menudo, que es una sopa divina. Concretamente me puse esta blusa hoy porque básicamente es un retazo y una metáfora de Azltán. Es un retazo de tela que no era nada, pero una mujer tuvo la visión de hacer algo de ella y ahora es una pieza de museo porque ella lo bordó. Y le cosió los lados, eso es todo lo que hizo. 

 

 

Entonces en esa pieza hay memoria, hay historia y hay vida.

 

Y poesía, pues se pueden escribir veinte poemas sobre esta blusa. Para mí lo importante, lo significativo es la gente que tiene la visión sin haber tenido privilegios, porque no se le dio nada a esta señora, tan solo su cultura y ella imaginó esto que hizo tan bonito.

 

 

Quisiera saber si los chicanos sienten o buscan ese refugio en Aztlán o se ha limitado a ser un movimiento universitario intelectual.

 

No. Aunque se les ha acusado de eso. Lo que sucede cuando un chicano o  chicana van a  la universidad, que en Estados Unidos llaman de primera generación, no solo se le educa, sino que también se le amplía su mente e indirectamente estás educando a toda una comunidad. Esta blusa no fue hecha para mí sino para todo el que se la ponga. Y así es como vemos el mundo. Los libros son para todos, lo que yo tenga es de todos, no es solo mío. Es difícil cuando no creces así, y es una contradicción con la cultura norteamericana basada en el capitalismo, en que lo tuyo es tuyo, en que no puedes usar un televisor del departamento sin pedir permiso. Cosas así que se convierten en dificultades diarias. La narrativa de la clase dominante en Estados Unidos es que lo tuyo es tuyo, y para mí lo mío es de todos.

 

 

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Entonces tiene que haber un choque entre culturas, de ideologías también.

 

Y en mi familia también.

 

 

¿Y cómo se sobrevive en esa ‘enemistad’ norteamericana?

 

Para mí la escritura, la poesía y todo eso es lo que me ha salvado. Me tomó seis años comprender a los noruegos, que son mis vecinos del barrio. Me tomó seis años entender que para nosotros saludar por la mañana era una necesidad y para ellos era una interrupción. Y entonces vas navegando por el mundo con la mejor de las intenciones, tienes que asumir muchas subjetividades, muchas entidades que a lo mejor no imaginaste que eran tuyas, pero las tienes.

 

 

Y entre tus compañeros de la Universidad de Seattle, ¿en general el profesorado valora la riqueza de esa otra cultura, que tiene menos fuerza social que otras minorías? ¿El profesorado es ajeno o se siente ajeno a todo eso o por el contrario le da importancia?

 

Yo creo que están aprendiendo a valorar. Aunque todo el mundo me aconsejó en contra de editar, lo hice, y soy la primera 'autorada' de 'Presuntas incompetentes' volumen I y volumen. Y fue precisamente porque yo cuando llegué a la academia no veía una guía. Veía que mis amigas chicanas, ya fueran politólogas o antropólogas, estaban cayendo como moscas, se recluían en su escritorio para no ir a estas reuniones confrontadoras donde se sentían o invisibilizadas o malentendidas. Me sentí con la obligación, -como me siento siempre cuando entro dentro de un espacio nuevo al que yo logro entender quizá por suerte y ellas no-, de remover un poco el menudo. Como soy poeta a mí me gustaría que me conocieran por la poesía, pero me vienen conociendo por ser la editora de 'Presuntas incompetentes'.

 

 

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El título es una auténtica joya de provocación.

 

Y por eso se ha vendido como pan caliente y ha cambiado la cabeza norteamericana.

 

Mira, voy a leer Sanaciones’ como una muestra de lo que quiero expresar:

 

Sanaciones

 

Sanar es escribir tu historia una segunda vez,

es no permitir que los vientos de indecencia se lleven los buenos

recuerdos que te quedan:

llenos de polvo, de arena, de misericordia de santo, de rezos de la abuela, de manteca de las manos                   

de la otra abuelita que mantuvo a sus hijos haciendo papas fritas,

llenas de lágrimas de tu padre y de otros tesoros nauseabundos

de la memoria que con hierbitas no puedes aniquilar.

 

Sanar es no culpar a nadie, ni tampoco necesitar.

 

Sanar es llevarte a ti mismo en la medalla con la Virgen

del otro lado tu madre, o tu padre, o tu santo preferido,

y ser tú la medalla que carga con su espiritualidad entera

no simplemente una cara.

 

Sanar es llevar ropa vieja, nueva, prestada o de segunda mano

y sentir que tú adornas la ropa con tu esencia, que el perfume de Givenchy

no lo necesitas porque te puedes embarrar una naranja en la conciencia

y los azahares te buscan, y atraes a los que buscan naranjas, no cosas que no pueden comprar.

Saber que los jazmines te esperan en el jardín.

 

 

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Está claro que la espiritualidad chicana está muy próxima a la naturaleza. Es decir está hermanada con la naturaleza.

 

Definitivamente, hoy se habla de reciclar como si no lo hubieran inventado, pero yo cuando iba a la escuela tanto en México como en Estados Unidos siempre me llevaba el plástico en el que embalaban los alimentos a la casa para que mi mamá lo aprovechara para los tacos de mi padre. ¡Ay si llegábamos sin el aluminio que cubría el platito!

 

 

Y algún otro recuerdo de tu infancia.

 

Uy, tengo miles.

 

 

Pues de los miles, otro. Uno por ejemplo que te haya marcado especialmente.

 

Me marcó mucho ser la intérprete de la familia. Mi papá tenía mucho de indígena. Él me veía como una planta, como un manzano, algo que empieza a dar fruta. Y en el momento en que te sueltas a hablar ya creen que puedes hacerlo todo. Yo no hablaba inglés y mi papá me llevaba a los cinco años a negociar su compra de un coche. Yo le sonreía al señor y sin embargo negociaba, aprendía a negociar. Me decía mi papá: dile que le doy trescientos dólares. Me acuerdo del ‘Galaxy’ que compró mi papá. Él quería el carro negro, del color que nadie quería por el calor. Yo estuve ahí 'peliando' hasta que nos lo dejó en 350 dólares. Aprendí a ser insistente... . Eso es lo que adoro de los pobres, la esperanza enorme y el creer que todo es posible, y eso es lo que nosotros en cualquier país que estemos aportamos, contribuyendo a mejorar el espíritu de la gente. Los migrantes sanan en todos los países porque tienen esperanza.

 

 

Qué bueno sería que esa idea cundiera en muchos países entre otros en este, que además, y yo estoy orgulloso de ello, somos una mezcla de culturas. Y eso es la riqueza.

 

Mira, yo soy feliz de tener estos papelitos [enseña unos post-it] donde poder escribir, soy feliz cuando imprimo. Me siento feliz de tener papel y eso solo viene del hecho de que yo sé lo que no es tener papel. Eso me hace muy feliz.

 

 

El otro día me comentabas que tienes 170 primos.

 

Sí, 173. No me los límites.

 

 

Pero eso es de una riqueza enorme porque me comentabas también que tienes contacto con todos ellos y todas ellas.

 

Sí, y me sirvió mucho cuando después de que hacía mucho tiempo que ya teníamos planificado un viaje de cinco días a Hawai y entonces me dan en ese momento un premio en Las Vegas por mi libro sobre Helena María Viramontes. Entonces me acordé de las primas que viven en Las Vegas, Carmen y Eligia. Así que me dije, las voy a llamar. Para ellas fue como una cosa maravillosa recibir ese premio en mi nombre y así nos pudimos ir a Hawai.

 

 

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Háblanos del teatro popular y de la importancia que tuvo en el movimiento chicano en los años 70 del siglo pasado.

 

El teatro popular no está ahora muy en boga pero por ejemplo Luis Valdez, cineasta, salió del teatro. Hacíamos con él la obra de La Pastorela. Luis Valdez fue el primero en su familia en recibir una licenciatura de San José State. Son once hermanos y todos eran trabajadores del campo y él estudió teatro clásico, a los italianos y la comedia del arte con la que va a revolucionar el teatro chicano. Entonces le prendió el virus a Luis Valdez y convenció a unos cuantos de sus hermanos para actuar en esta comedia del arte. Una comedia móvil e itinerante y espontánea como el jazz. Yo fui también actriz en este teatro campesino de Luis Valdez. La obra más importante que llevaban al campo era 'Los vendidos', una especie de crítica a la gente ‘aculturada’ que desdeñan ser mexicanos. Denominados en la obra 'Yiménez' en vez de Jiménez, por ejemplo. 

 

 

Gabriella, y para cuándo en el Capitolio va a haber algún representante de la minoría chicana para que sea escuchada, respetada igual que otras minorías. ¿Se puede soñar?

 

Sí, claro que sí. Julián y Joaquín Castro, nada que ver con Cuba, son dos gemelos que de hecho estaban estudiando en Stanford cuando yo trabajaba en mi doctorado. Son de San Antonio en Texas, uno ha estado en el Congreso y el otro fue alcalde de la ciudad de San Antonio, un ejemplo de toda esa clase media chicana que nadie menciona en ningún lado, como si todos fuéramos trabajadores del campo. Yo soy un estereotipo porque crecí en una familia súper católica que venía del México rural, trabajadores del campo. Pero la mayoría de los chicanos son de la urbe, de las fábricas, etcétera. Recuerdo una estancia en San Antonio en la que tuve que llevar a mi bebé al médico y todos ellos eran chicanos de todos los colores y composturas.

 

 

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¿En Gabriella Gutiérrez y Muts cuantas Gabriellas hay?

 

Hay muchas. Estoy multiplicada.

 

 

¿Por ejemplo?

 

Bueno, he tenido muchos trabajos. Ya cuando adolescente suplía a mi mamá en la empacadora donde trabajaba. También trabajé todos los veranos en las fábricas donde aprendí la complejidad, pues siempre vemos a los pobres como personas atontadas. Aprendí que todas esas personas teorizan, hacen sus teorías de la vida, también aprendí el valor del trabajo de los emigrantes. 

 

Congenio con las teorías de Eve Tuck, una escritora canadiense, indígena norteamericana que explica cómo le quitamos la agencia a la gente. Yo estuve a punto de hacer eso con Silvia, una compañera adulta de trabajo. Con mis 17 años yo la estaba ‘pobreteando’. Y esta señora me enseñó mucho, porque le dije: si quieres yo voy por ti. Tenía su segundo trabajo de entre cuatro y ocho horas y a lo sumo llegaba a casa a hacerles la comida a los niños. Pues le llamaron del segundo turno y yo me ofrecí para ayudarla. Y me dijo, "no, si me llaman es porque lo valgo. Si quieres ayúdame a cuidar a los niños…". Para ella era un honor pertenecer a la fábrica y yo estaba como usurpàndoselo.

 

Muy a menudo a los inmigrantes creemos hacerles un favor, o les damos lo que no nos piden, lo que apenas queremos.

 

 

Ademàs de esa Gabriella trabajadora, la Gabriella intelectual, Gabriella agitadora, hay una Gabriella muy espiritual.

 

Sí, yo estudié con un chamán en Oaxaca, aparte de que mi mamá y mi abuela eran las dos curanderas. Eran las curanderas del pueblo. Mi abuela por necesidad, porque tenía doce hijos, y, como había sido maestra durante el porfiriato, sabía aprender; tenía muchos conocimientos de las hierbas y todo eso se lo pasó a mi mamá. Mi mamá era sobadora, una especialización en la curandería, y si no hubiera sido por mi mamá se hubieran muerto la tercera parte de los niños de los campos migrantes en donde vivíamos. Ella era un sustituto de los médicos, porque no podíamos acudir a ellos ya que eran muy caros. Tenía un callo en los dedos de tanto sobar a los niños y siempre había cola. Era una variante de quiropráctica. Yo siempre he hecho ‘limpias’, mi mamá me enseñó, y aunque haya estudiado con las superestrellas del intelecto en Stanford para mí lo más importante son las enseñanzas que tengo de mis ancestros. Y yo me siento que soy sanadora. Y sanadora con la palabra. Durante el Covid escribí muchos poemas sobre lo que significaba el Covid, porque inicialmente todo el mundo lo estaba viendo como algo tan negativo, fue entonces cuando escribí un artículo para el centro de cultura del Estado de Washington. Un artículo breve sobre los beneficios de poder estar en casa. Lo que me había dado el Covid…, en mi vida no había descansado tanto. No había podido vivir mi cultura completamente hasta que llegó el virus. Además de escribir cinco libros durante el encierro, elaboré un catálogo para el Centro Espiritual Católico de la Seattle University sobre todas las cosas maravillosas que podíamos disfrutar, que podíamos enseñar a los hijos como desde hacer un ojal, a ver la naturaleza, a disfrutar de la espiritualidad, a meditar; todas esas cosas que normalmente no les enseñamos sobre todo en una cultura como la de Estados Unidos en donde lo que impera es el “corre corre” despreciando el goce de los sentidos, de las imágenes, de la música, de las canciones y la música de los ancestros. La sanación por la música…

 

 

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Y la sanación también por la palabra que pretendes con tus poemas. Estoy pensando, Gabriella, que tú eres un verso suelto en la sociedad norteamericana.

 

Bueno eso de un verso suelto me gusta, pero pudiera estar envenenado.

 

 

Los versos tienen palabras y las palabras también tienen efecto. No cabe duda que la memoria de los ancestros, de tus ancestros, de muchísimos ancestros la tienes ahí, la mantienes, la fermentas y la transmites de manera maravillosa en los versos.

 

Según esto vengo de todas las razas, ustedes también…

 

 

Y el que no lo reconozca peor para él. Todos somos mestizos, nadie afortunadamente tiene el ADN limpio, original…. En fin algo que habría que reconocer.

 

Pero también estoy hablando de ser mestizos intelectualmente no solo biológicamente.

 

 

Evidentemente y en la cultura su riqueza es el mestizaje.

 

Como decía José Antonio Burciaga, un gran poeta chicano, la cultura cura.

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