Orgulloso nepotismo
![[Img #60138]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/08_2022/7018_cenizas-de-la-media-luz.jpg)
Voy a hacer un ejercicio de nepotismo. Únicamente en la variante de dedicar esta columna a un escritor neófito que, además, es mi primo, y el preferido de esta escala familiar. Lo acabo de descubrir, y nada me gustaría más que hacer llegar el hallazgo a los lectores de esta columna. Convengan conmigo que un pecado mortal de la sociedad puede rebajarse a venial, cuando acabo de leer un libro, por muy pariente, que sea el autor, que me ha dejado la huella de un humanismo bien expresado, revolviendo entrañas y ensalzando corazón.
José Luis Vilanova Alonso, médico de profesión, se apunta a la tendencia devocional de las letras en los hombres de la medicina, muy común por otra parte. Vamos a posicionarnos con unos cuantos ejemplos: Pío Baroja, Gregorio Marañón, Luis Martín Santos, Oliver Sacks, Arthur Conan Doyle, Somerset Maugham…. Un buen plantel de una lista con muchos más nombres egregios. Tengo que conceder que estos profesionales indagan la condición humana en unas profundidades interiores del hombre a las que cuesta llegar al literato puro. Batallan con ellas a diario.
Cenizas de la media luz, un título de poemario, es la tarjeta de presentación en los cenáculos bibliográficos de Vilanova. Y terminado de leer, la carga lírica de su prosa es dominante, por no decir apabullante. Lo estructura a modo de un diario que huye de la cronología, pero posiciona los sentimientos de la memoria sin fronteras entre las bendiciones y las maldiciones de la existencia. Mi primo ha sido un hombre duramente golpeado por el lado cruel del destino, donde más puede doler, en el ser más querido. La moraleja feliz es que es un portentoso fajador porque en el rincón familiar, el todos para uno y uno para todos, viene de fábrica.
Me ha dejado al albur de mis interpretaciones la conexión del título con el texto. Excavando en las metáforas he encontrado una que bien puede encajar en esa presentación próxima a las pretensiones de un realismo fantástico, al modo borgiano, que se detiene en seco en esas cinco palabras: no es otra que un fuego de campamento de boyscouts en el apagado de la luz del día. Hay mucho de ese modo de vida idealista en Pepe, como le llamamos familiarmente.
Cada día del año sin signar que recorre en su libro, desde el 1 de enero al 31 de diciembre, despliega interioridades y exterioridades no del todo equitativamente repartidas. Las segundas, circunscritas a sus pasiones: el cine, la música y el fútbol, apuesto que por este orden. Pero empiezo por el final y su condición de colchonero, una filosofía homologable a los émulos de Baden-Powell. Sobre cine, he disfrutado con sus acotaciones respecto a películas vistas y no vistas por mí. De todas he sacado un aprendizaje. Sorprendido he quedado de la erudición en la distinción de matices y mensajes de guionistas, directores y actores. El periodismo ha perdido un muy aprovechable crítico cinematográfico. Colijo que Pepe no ve una película, la disecciona como un cirujano en quirófano y la sana como un sanitario en convalecencia. Las profesiones son muy sinuosas.
En el Vilanova que se vacía del todo, que desnuda conciencias sin pudor, encuentro un idealista y, nuevamente, al chiquillo en la camaradería de hoguera de campamento. Detecto un síndrome de Peter Pan en una mentalidad que se resiste como gato panza arriba a dejar los años de la niñez y de la adolescencia. En sus testimonios se destila la verdad sin dobleces de los infantes, en un estilo literario contundente, por sus patadas sistemáticas al nuevo puritanismo de lo políticamente correcto. Fustiga hipocresías y sacude los egocentrismos con arrobas de sentido común. Sostiene una militancia religiosa que sabe regatear apologías teocráticas y posarse suavemente en la ética y estética de las personas de bien. Jesús de Nazaret, así, en su patronímico humano, es una continua referencia. Creo que amor es la palabra que más aparece, porque en estas Cenizas de la media luz, ha guiado esta emoción la mano y pluma de alguien que ha escrito a ratos con pálpitos y a ratos con rugido de tripas.
Un matiz importante para los editores. Cenizas de la media luz es una autoedición, recurso de bolsillo propio para pagarse el gustazo de ver un cachito de la vida en forma de libro. Edición, por tanto, limitada a unas decenas de ejemplares para amigos y allegados. No pongamos puertas al campo. Lo que dice esta obra está al nivel de cómo lo dice, y bien merece una edición pública y sitio en los escaparates de las librerías, así como la valentía del público para atreverse a desengancharse del imperio visual del autor y de los géneros de moda. Un libro es como un pecio: hay que bucear hasta el fondo para encontrar el tesoro. Eso sí, absténgase de esta lectura mentes cerradas y adhesiones inquebrantables. Estas cenizas prenden solo en los pensamientos vírgenes de prejuicios.
Para nada es un libro de autoayuda, Dios nos libre. En este escrito subyace la pretensión de mirar hasta el fondo todas las cosas, incluso las más nimias. Nada carece de importancia: desde el entorno familiar a la supuesta frivolidad de una militancia futbolera. Así nos lo hace entender Vilanova o Pepe, mi primo, insistencia de autoría con la que pretendo reafirmarme en este orgulloso nepotismo.
Voy a hacer un ejercicio de nepotismo. Únicamente en la variante de dedicar esta columna a un escritor neófito que, además, es mi primo, y el preferido de esta escala familiar. Lo acabo de descubrir, y nada me gustaría más que hacer llegar el hallazgo a los lectores de esta columna. Convengan conmigo que un pecado mortal de la sociedad puede rebajarse a venial, cuando acabo de leer un libro, por muy pariente, que sea el autor, que me ha dejado la huella de un humanismo bien expresado, revolviendo entrañas y ensalzando corazón.
José Luis Vilanova Alonso, médico de profesión, se apunta a la tendencia devocional de las letras en los hombres de la medicina, muy común por otra parte. Vamos a posicionarnos con unos cuantos ejemplos: Pío Baroja, Gregorio Marañón, Luis Martín Santos, Oliver Sacks, Arthur Conan Doyle, Somerset Maugham…. Un buen plantel de una lista con muchos más nombres egregios. Tengo que conceder que estos profesionales indagan la condición humana en unas profundidades interiores del hombre a las que cuesta llegar al literato puro. Batallan con ellas a diario.
Cenizas de la media luz, un título de poemario, es la tarjeta de presentación en los cenáculos bibliográficos de Vilanova. Y terminado de leer, la carga lírica de su prosa es dominante, por no decir apabullante. Lo estructura a modo de un diario que huye de la cronología, pero posiciona los sentimientos de la memoria sin fronteras entre las bendiciones y las maldiciones de la existencia. Mi primo ha sido un hombre duramente golpeado por el lado cruel del destino, donde más puede doler, en el ser más querido. La moraleja feliz es que es un portentoso fajador porque en el rincón familiar, el todos para uno y uno para todos, viene de fábrica.
Me ha dejado al albur de mis interpretaciones la conexión del título con el texto. Excavando en las metáforas he encontrado una que bien puede encajar en esa presentación próxima a las pretensiones de un realismo fantástico, al modo borgiano, que se detiene en seco en esas cinco palabras: no es otra que un fuego de campamento de boyscouts en el apagado de la luz del día. Hay mucho de ese modo de vida idealista en Pepe, como le llamamos familiarmente.
Cada día del año sin signar que recorre en su libro, desde el 1 de enero al 31 de diciembre, despliega interioridades y exterioridades no del todo equitativamente repartidas. Las segundas, circunscritas a sus pasiones: el cine, la música y el fútbol, apuesto que por este orden. Pero empiezo por el final y su condición de colchonero, una filosofía homologable a los émulos de Baden-Powell. Sobre cine, he disfrutado con sus acotaciones respecto a películas vistas y no vistas por mí. De todas he sacado un aprendizaje. Sorprendido he quedado de la erudición en la distinción de matices y mensajes de guionistas, directores y actores. El periodismo ha perdido un muy aprovechable crítico cinematográfico. Colijo que Pepe no ve una película, la disecciona como un cirujano en quirófano y la sana como un sanitario en convalecencia. Las profesiones son muy sinuosas.
En el Vilanova que se vacía del todo, que desnuda conciencias sin pudor, encuentro un idealista y, nuevamente, al chiquillo en la camaradería de hoguera de campamento. Detecto un síndrome de Peter Pan en una mentalidad que se resiste como gato panza arriba a dejar los años de la niñez y de la adolescencia. En sus testimonios se destila la verdad sin dobleces de los infantes, en un estilo literario contundente, por sus patadas sistemáticas al nuevo puritanismo de lo políticamente correcto. Fustiga hipocresías y sacude los egocentrismos con arrobas de sentido común. Sostiene una militancia religiosa que sabe regatear apologías teocráticas y posarse suavemente en la ética y estética de las personas de bien. Jesús de Nazaret, así, en su patronímico humano, es una continua referencia. Creo que amor es la palabra que más aparece, porque en estas Cenizas de la media luz, ha guiado esta emoción la mano y pluma de alguien que ha escrito a ratos con pálpitos y a ratos con rugido de tripas.
Un matiz importante para los editores. Cenizas de la media luz es una autoedición, recurso de bolsillo propio para pagarse el gustazo de ver un cachito de la vida en forma de libro. Edición, por tanto, limitada a unas decenas de ejemplares para amigos y allegados. No pongamos puertas al campo. Lo que dice esta obra está al nivel de cómo lo dice, y bien merece una edición pública y sitio en los escaparates de las librerías, así como la valentía del público para atreverse a desengancharse del imperio visual del autor y de los géneros de moda. Un libro es como un pecio: hay que bucear hasta el fondo para encontrar el tesoro. Eso sí, absténgase de esta lectura mentes cerradas y adhesiones inquebrantables. Estas cenizas prenden solo en los pensamientos vírgenes de prejuicios.
Para nada es un libro de autoayuda, Dios nos libre. En este escrito subyace la pretensión de mirar hasta el fondo todas las cosas, incluso las más nimias. Nada carece de importancia: desde el entorno familiar a la supuesta frivolidad de una militancia futbolera. Así nos lo hace entender Vilanova o Pepe, mi primo, insistencia de autoría con la que pretendo reafirmarme en este orgulloso nepotismo.