Aidan Mcnamara
Sábado, 03 de Septiembre de 2022

El cronista de mi vida

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Confieso que no he leído los diarios de Jovellanos.Cuestión del coste de oportunidad*.

 

* El coste de oportunidad son aquellos recursos que dejamos de percibir o que representan un coste por el hecho de no haber elegido la mejor alternativa posible, cuando se tienen recursos limitados (generalmente en cuanto a dinero y tiempo).

 

O sea, todavía estoy con La Regenta. También he sacrificado las obras de Melendi por el cuarto movimiento de la Novena Sinfonía de Beethoven y El Réquiem de Brahms. La vida son cuatro días… si tienes suerte y no eres un soldado putinado. Tampoco soy padre de muchas criaturas, porque ya soy padre de mi vida y de mi amor y mi paciencia, que aun siendo recursos renovables, no abarcarían tanta responsabilidad/altruismo no interesado.

 

En cuanto al ‘consumo’ de cultura, hace falta conjugar tanto la urgencia (ganas) como la importancia (prioridades), siendo estos conceptos altamente subjetivos. En un mundo ideal, la meta sería hacer coincidir lo más interesante con lo más divertido, y, por supuesto, hay muchas cosas encantadoras de la vida que ni exigen pericia ni conducen a la pereza.

 

El cronista (no oficial) de mi vida lo es por casualidad. No ha sido un encargo y me solía dar miedo. La memoria es un vándalo. Todavía tengo miedo cuando escribo para Astorga Redacción, porque no me acuerdo con claridad y precisión de todos los contenidos, ni de todos los temas y todas las tonterías que habré escrito desde el feliz comienzo de mi colaboración en el año 2016.

 

Confieso que no soy una persona metódica y sí un gran defensor de esa frase hecha española tan profunda: Qué más da, que puede ser pregunta, exclamación o comodín filosófico.

 

Mi cronista me llamó el otro día para organizar una videoconferencia. Durante la pandemia (la médica, no la bélica) inventé un término que le animaba mucho, sobre todo en los meses del confinamiento: Una beertual, que se refiere a un encuentro virtual (tipo Skype) con cerveza, porque la ventaja de no ser metódico es que siempre hay tiempo libre. Hablamos durante unas dos horas sobre sus vacaciones en Palma, Mallorca, de los viajes en general y de su gran dilema ante su reciente mudanza.Ya no vive en Inglaterra, vive en Francia. El conflicto era tirar o no tirar. Aunque es protestante, y por lo tanto trabajólico, se había vuelto supersticioso: esa forma light de neurosis. Estaba paralizado. Tenía que seleccionar los libros que se iba a llevar a Francia en el segundo y último viaje de su operación postbrexit.

 

-¿Qué hago?

-Tira los que no vas a volver a leer jamás en tu vida.

-Es que son libros técnicos, de referencia, de consulta.

-¿Son reemplazables, aun disponibles en tiendas o en bibliotecas?

-No lo sé.

-Pues te coges unos folios y vas apuntando los títulos y los nombres de los autores. Luego tiras los más aburridos. No te vas a arrepentir… mucho.

-¿Tú tiras libros?

- Todos los años. Me los llevo a las tiendas de segunda mano, para ver si valen algo, para ver si mis criterios coinciden con los de los pavos que llevan los locales. Es un juego. Nunca gano nada. Acaban en las cestas de todo a un euro. Me siento satisfecho.

-¿Tanta bazofia has tenido?

-Sí, por curiosidad. Como las películas de usar y tirar. Y en tu caso, me atrevo a decir que tendrás muchos ya matados por la Historia, como la biografía de Beckett que acabo de tirar. Es que ha salido una nueva muy superior para la cual el autor ha tenido acceso a las cartas del joven Samuelito.

-No me hables de biografías. Llevo una semana sin actualizar mi diario.

-Qué bien. No eres perfecto. ¿Tu forma de apuntar los contenidos de tu vida diaria ha cambiado con el paso del tiempo?

-No. Son aburridos, pero a la vez escalofriantes. El otro día estaba repasando el año 2002 y el fin de un enamoramiento.

-Sigue, sigue.

-No, es que no hay poesía, no hay emoción, no hay apenas interpretación. No hay nada interesante pare el lector ajeno.

-Un ejemplo, ¡venga! ¿Los tienes a mano?

-Tengo los 44 tomos en un estante del cuarto de baño. Ya sabes, empecé en el año 1978.

-Sácame el del año 1982. Y, claro, el del año 2002.

-Te vas a llevar un chasco. ¿Por qué el año 1982?

-Para eso tienes diarios. Ayúdame.

(Pausa incluyendo un fragmento de banda sonora compuesta con un abrebotellas, gas y una chapa)

Ha llovido mucho y las ruedas de la bici necesitan jubilarse. La comida tailandesa es un hallazgo.Toda la tarde corrigiendo exámenes. Isabel no ha llamado. Febrero 2, 2002.

 

-¿Ves? Un desastre. ¿Qué pasó en el 1982?

-Empezó nuestra amistad. En el vestíbulo de un teatro.

-Claro. Espera.

(pausa con sorbitos)

-Lo tengo. El día 27 de octubre: Fui a ver una obra de Brecht en el teatro del campus. Estimulante y deprimente. Me encontré con un colega del instituto a la salida y fuimos a tomar algo. Aidan. Me parece un espejo.

- Escueto, pero interesante. ¿Un espejo?

- Parecías ansioso e ilusionado tras la llegada a la facultad. Como yo.

-Cierto ¿Por qué la entrada no menciona el nombre de la obra?

-Porque he guardado el programa. Está pegado a lado.

Me lo enseña: El Círculo de Tiza Caucasiano.

 

-No me acuerdo de nada y eso que Brecht me cae bien.

-Yo tampoco. ¿Qué pasó con la chica?

-¿Isabel? No lo sé. Sigue en Kentucky, supongo. Tendría que ojear un poco más, pero ahora no. Un brindis. Oye, se me había olvidado… 40 años… no está mal.

-Habría que esperar unos meses más…

-Qué más da. ¡Por la radioactividad!

-Por la radioactividad.

-Por Chernóbil.

-Por la caída del Muro.

-Por… ¡ya! Hasta la semana que viene.

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