Javier Gutiérrez (Saberius)
Domingo, 24 de Noviembre de 2013
"Para mí 'El dorado' podría rodarse en una calle de Astorga"
Diálogo-entrevista entre David Trueba y Javier Gutiérrez para 'AstorgaRedaccion'
Javier Gutiérrez: Con 'La buena vida' el tipo de cine que realizabas se llegó a comparar con el cine francés… ¿Hay algún director que te haya influenciado notablemente, como Truffaut, Goddard, aunque basándote en una temática muy
propia de aquí…?
David Trueba: Bueno, mi director más admirado francés es Jean Renoir, cuyas películas precedieron en treinta años a 'la nouvelle vague' y que es mi favorito. Cintas suyas como 'La gran ilusión' o 'La regla del juego', me parecen no superadas. Es el John Ford europeo. Y también, Marcel Pagnol, cuya libertad creativa y poder literario y evocativo, le convierte en uno de los directores que más me han influido. También el Truffaut más libre, el de 'Besos robados', es un recuerdo imborrable de mi juventud.
J. G.: ¿Te identificas con la 'nouvelle vague' en la sintonía que logra el equipo técnico y artístico cuando estáis rodando, y la magia que surge entre todos los componentes de la 'troupe' cinematográfica?
D. T.: Renoir decía que cuando ruedas siempre has de dejar una ventana abierta para que lo imprevisible se introduzca en tu historia. Esta frase fue la que marcó el mejor cine de Rossellini, que luego fue el maestro de la “nouvelle vague”. Pero más que por el cine francés, siempre me he rendido a la calidad de la comedia italiana de los años 50 y 60. Directores como Dino Risi o Mnicelli me parecen insuperables, junto a actores como Mastroainni, Alberto Sordi, Totó, Tognazzi. En Vivir es fácil con los ojos cerrados creo que hay más influencia de esa edad de oro italiana que de cualquier otra generación cinematográfica.
J. G.: ¿Hay algún rastro en tu cine de lo que se dio en llamar 'comedia madrileña' surgida en los años noventa?
D. T.: No, porque casi nunca he rodado una comedia, abiertamente. No me gusta mucho escribir historias de género, sino que me motiva más mezclar los géneros, no ser esclavo de ellos. Es un problema para el éxito de público, que siempre acude a las películas de género, porque son más fáciles de predecir antes de verlas. Pero cuando dirijo me gusta intercambiar tonos y géneros, no seguir uno concreto, sino escapar de ellos. Que al espectador se le complique un poco lo que está pensando mientras ve la película. Por eso en general nunca he rodado comedias, aunque en todas mis películas haya humor.
J. G.: ¿Cuál es el secreto o la alquimia en esa asombrosa espontaneidad de los diálogos y las situaciones?... ¿Y de la simbiosis con los actores?...
D. T.: Bueno, trato de escribir diálogos que puedan ser dichos con naturalidad, que estén manipulados, pero que en voz alta parezcan cotidianos. En general me gusta elegir actores que sean humanos, abiertos, sencillos. No me gusta la escuela demasiado cargada de simbolismo y psicología, así que disfruto mucho rodeándome de actores que me hacen feliz. Creo que ellos lo notan y me regalan interpretaciones hermosas. Pero no es nunca mérito mío, salvo quizá elegirlos.
J. G. : Aparte de las mencionadas películas españolas de los años 60, como espectador, ¿qué tipo de producciones prefieres?… ¿Tienes algún género como favorito?...
D. T: Mi género favorito es que las películas no tengan género. Que estén protagonizadas por personas corrientes, a ser posible que no sean perversos ni asesinos ni psicópatas, sino panaderos, obreros, periodistas, profesores. De ahí mi cariño hacia Marcel Pagnol. En el cine moderno me gusta más Alexander Payne o Edward Yang que otros directores más reconocidos y renombrados.
J. G.: ¿Cómo logras incorporar tan bien los acontecimientos históricos de un momento con la historia que se cuenta…? Desde Soldados de Salamina es admirable como con todo ese trabajo de investigación consigas transmitir una historia que parece contada al hilo de la propia vida de su protagonista y de su afán de conocer esa parte de su pasado… Lejos de todo maniqueísmo…
D.T.: Te agradezco el elogio. En general estoy peleado con las lecturas simplistas de la historia. Me parece que es fácil juzgar desde la distancia y parapetado tras el paso del tiempo. Cada persona lo tiene muy difícil para sobrevivir con dignidad a su época, para no corromperse y excusar sus peores comportamientos en función de las necesidades históricas. Creo que la gente corriente es más heroica que los héroes. Me sorprende esa actitud honrosa de personas insignificantes, cuando grandes intelectuales o estadistas se comportan como auténticos cerdos. Creo que para tratar el pasado lo mejor es no incorporarle tus naturales prejuicios contemporáneos y respetar a las personas.
A veces esto me acarrea críticas, porque muchos prefieren que te conviertas en tu caricatura, pero yo escapo de ahí siempre que puedo. No me interesa dar la razón a los que creen tenerla, sino enfrentar a la gente con una idea más compleja de la vida, menos fácil, menos de blancos y negros.
J. G.: ¿Te sientes más cómodo en la comedia o en el drama intimista?...
D: T.: El drama en sí mismo no me atrae. Es la relación entre lo triste y lo divertido lo que me interesa, el cambio de tono al que te somete la vida real. Cómo reír cuando todo es una tragedia sin sentido. Ahí creo que reside la inteligencia mayor del ser humano, ser capaz de la felicidad y la ternura cuando el mundo es lamentable. Por eso mis películas siempre tienen humor y gente que se agarra a vivir porque sabe que es lo único que tiene. Detesto la superioridad de lo serio, lo triste y lo perverso en el cine actual. Me aburre quien no es capaz de hacerte sonreír incluso en la situación más dura.
J.G.: En ese retrato de los personajes, sencillo y honesto… Alejado de toda pretenciosidad… Y como John Ford abordaba sus historias, alguna vez, en ese viaje interior y exterior al mismo tiempo que has rodado precisamente en Almería, una vez allí, no has sentido la vocación de rodar una película personal con algo de “western” o una historia con códigos similares adaptada a nuestros tiempos?...
D.T.: No, porque un western es un género y ya te digo que no me gusta ser esclavo de ellos. Los western que más me gustan son aquellos que podrían pasar en la actualidad, sin caballos. Lo que me gusta de 'La diligencia' o 'Liberty Valance' o 'Caravana de paz' es que transcurren en el Oeste pero no se limitan a contar lo habitual, los disparos y la riña en el 'saloon', los buenos y los malos. Si no algo mucho más hermoso. Traslado lo que me gusta del western aunque sea a otro paisaje y a otra época. Sino, te quedas en una parodia superficial. Para mí 'El dorado' podría rodarse en una calle de Astorga, no hace falta el género.
![[Img #6378]](upload/img/periodico/img_6378.jpg)
Javier Gutiérrez: Con 'La buena vida' el tipo de cine que realizabas se llegó a comparar con el cine francés… ¿Hay algún director que te haya influenciado notablemente, como Truffaut, Goddard, aunque basándote en una temática muy
propia de aquí…?
David Trueba: Bueno, mi director más admirado francés es Jean Renoir, cuyas películas precedieron en treinta años a 'la nouvelle vague' y que es mi favorito. Cintas suyas como 'La gran ilusión' o 'La regla del juego', me parecen no superadas. Es el John Ford europeo. Y también, Marcel Pagnol, cuya libertad creativa y poder literario y evocativo, le convierte en uno de los directores que más me han influido. También el Truffaut más libre, el de 'Besos robados', es un recuerdo imborrable de mi juventud.
J. G.: ¿Te identificas con la 'nouvelle vague' en la sintonía que logra el equipo técnico y artístico cuando estáis rodando, y la magia que surge entre todos los componentes de la 'troupe' cinematográfica?
D. T.: Renoir decía que cuando ruedas siempre has de dejar una ventana abierta para que lo imprevisible se introduzca en tu historia. Esta frase fue la que marcó el mejor cine de Rossellini, que luego fue el maestro de la “nouvelle vague”. Pero más que por el cine francés, siempre me he rendido a la calidad de la comedia italiana de los años 50 y 60. Directores como Dino Risi o Mnicelli me parecen insuperables, junto a actores como Mastroainni, Alberto Sordi, Totó, Tognazzi. En Vivir es fácil con los ojos cerrados creo que hay más influencia de esa edad de oro italiana que de cualquier otra generación cinematográfica.
J. G.: ¿Hay algún rastro en tu cine de lo que se dio en llamar 'comedia madrileña' surgida en los años noventa?
D. T.: No, porque casi nunca he rodado una comedia, abiertamente. No me gusta mucho escribir historias de género, sino que me motiva más mezclar los géneros, no ser esclavo de ellos. Es un problema para el éxito de público, que siempre acude a las películas de género, porque son más fáciles de predecir antes de verlas. Pero cuando dirijo me gusta intercambiar tonos y géneros, no seguir uno concreto, sino escapar de ellos. Que al espectador se le complique un poco lo que está pensando mientras ve la película. Por eso en general nunca he rodado comedias, aunque en todas mis películas haya humor.
![[Img #6377]](upload/img/periodico/img_6377.jpg)
J. G.: ¿Cuál es el secreto o la alquimia en esa asombrosa espontaneidad de los diálogos y las situaciones?... ¿Y de la simbiosis con los actores?...
D. T.: Bueno, trato de escribir diálogos que puedan ser dichos con naturalidad, que estén manipulados, pero que en voz alta parezcan cotidianos. En general me gusta elegir actores que sean humanos, abiertos, sencillos. No me gusta la escuela demasiado cargada de simbolismo y psicología, así que disfruto mucho rodeándome de actores que me hacen feliz. Creo que ellos lo notan y me regalan interpretaciones hermosas. Pero no es nunca mérito mío, salvo quizá elegirlos.
J. G. : Aparte de las mencionadas películas españolas de los años 60, como espectador, ¿qué tipo de producciones prefieres?… ¿Tienes algún género como favorito?...
D. T: Mi género favorito es que las películas no tengan género. Que estén protagonizadas por personas corrientes, a ser posible que no sean perversos ni asesinos ni psicópatas, sino panaderos, obreros, periodistas, profesores. De ahí mi cariño hacia Marcel Pagnol. En el cine moderno me gusta más Alexander Payne o Edward Yang que otros directores más reconocidos y renombrados.
J. G.: ¿Cómo logras incorporar tan bien los acontecimientos históricos de un momento con la historia que se cuenta…? Desde Soldados de Salamina es admirable como con todo ese trabajo de investigación consigas transmitir una historia que parece contada al hilo de la propia vida de su protagonista y de su afán de conocer esa parte de su pasado… Lejos de todo maniqueísmo…
D.T.: Te agradezco el elogio. En general estoy peleado con las lecturas simplistas de la historia. Me parece que es fácil juzgar desde la distancia y parapetado tras el paso del tiempo. Cada persona lo tiene muy difícil para sobrevivir con dignidad a su época, para no corromperse y excusar sus peores comportamientos en función de las necesidades históricas. Creo que la gente corriente es más heroica que los héroes. Me sorprende esa actitud honrosa de personas insignificantes, cuando grandes intelectuales o estadistas se comportan como auténticos cerdos. Creo que para tratar el pasado lo mejor es no incorporarle tus naturales prejuicios contemporáneos y respetar a las personas.
![[Img #6379]](upload/img/periodico/img_6379.jpg)
A veces esto me acarrea críticas, porque muchos prefieren que te conviertas en tu caricatura, pero yo escapo de ahí siempre que puedo. No me interesa dar la razón a los que creen tenerla, sino enfrentar a la gente con una idea más compleja de la vida, menos fácil, menos de blancos y negros.
J. G.: ¿Te sientes más cómodo en la comedia o en el drama intimista?...
D: T.: El drama en sí mismo no me atrae. Es la relación entre lo triste y lo divertido lo que me interesa, el cambio de tono al que te somete la vida real. Cómo reír cuando todo es una tragedia sin sentido. Ahí creo que reside la inteligencia mayor del ser humano, ser capaz de la felicidad y la ternura cuando el mundo es lamentable. Por eso mis películas siempre tienen humor y gente que se agarra a vivir porque sabe que es lo único que tiene. Detesto la superioridad de lo serio, lo triste y lo perverso en el cine actual. Me aburre quien no es capaz de hacerte sonreír incluso en la situación más dura.
J.G.: En ese retrato de los personajes, sencillo y honesto… Alejado de toda pretenciosidad… Y como John Ford abordaba sus historias, alguna vez, en ese viaje interior y exterior al mismo tiempo que has rodado precisamente en Almería, una vez allí, no has sentido la vocación de rodar una película personal con algo de “western” o una historia con códigos similares adaptada a nuestros tiempos?...
D.T.: No, porque un western es un género y ya te digo que no me gusta ser esclavo de ellos. Los western que más me gustan son aquellos que podrían pasar en la actualidad, sin caballos. Lo que me gusta de 'La diligencia' o 'Liberty Valance' o 'Caravana de paz' es que transcurren en el Oeste pero no se limitan a contar lo habitual, los disparos y la riña en el 'saloon', los buenos y los malos. Si no algo mucho más hermoso. Traslado lo que me gusta del western aunque sea a otro paisaje y a otra época. Sino, te quedas en una parodia superficial. Para mí 'El dorado' podría rodarse en una calle de Astorga, no hace falta el género.