El último verano
![[Img #60306]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/09_2022/6217_paz-dsc_0499.jpg)
No es mi intención repetir lo que se lleva vaticinando desde hace meses acerca del cataclismo económico que se nos avecina, pero confirma las sospechas algún que otro economista experto en la cuestión y no estamos dispuestos a parar un segundo en reflexionar sobre ello. Lo que haya de venir que venga, que aquí lo esperamos. ¡Qué! si este fue el último verano de bonanza, demos gracias que no nos faltó de nada, ni la piña colada, ni el ron cola, ni el bungalow en la playa.
Somos así, no es que lo hagamos a propósito, pero es que somos así. Somos ibéricos como el jamón, no hay otro igual en ninguna parte, no hay otros como nosotros, por eso no nos valen los avisos. Son rumores, son rumores… que decía la canción, pero la del verano de 1997. Y, sin embargo, la inflación no encuentra techo desde que abandonamos, como cascajos en cajones deslustrados, la peseta en el 98.
La pandemia tan nombrada, tan culpable,también se encuentra sentada en el banquillo de los acusados contra el delito del buen vivir?otra que se anunció pero a la que solo vimos entrar por la puerta cuando nos estaban introduciendo un respirador en el pasillo hacinado de un hospital cualquiera (que se le va a hacer, somos así) Junto a la crisis energética, de la que producimos un único tercio de la energía que gastamos por lo que estamos expuestos a cualquier viento cambiante que infiera sobre el precio de esta y además estamos obligados a aceptarlo. Seguramente tenemos en nuestro territorio formas de crear energía, pero la importamos porque la energía que producimos contamina. Lo curioso es que también contamina la que compramos en igual o mayor manera y provoca igualmente el efecto invernadero, el aumento de la temperatura en todo el globo terráqueo y la acidificación de los océanos. Pero somos menos culpables ?y más hipócritas? pues esta solamente la consumimos como si no hubiera un mañana. Y a esta ristra de culpables del aciago porvenir se le suma la guerra, el paro, la polarización de la riqueza, los absolutismos, la crisis de la enseñanza obligada a exigirse resultados académicos en lugar de lograr aportar verdaderos conocimientos y despertar interés por el saber. Esos lujos del descubrimiento, del pensamiento crítico, creativo y el desarrollo de las habilidades cognoscitivas complejas e individuales ?está mal decirlo, pero tristemente es la verdad? quedan para las escuelas privadas que no pueden pagar más que cuatro ricos. El resto corre a cuestas con la cruz que le impone la Consejería para llegar a fin de curso con los temarios rematados.
Por encima, tenemos el volumen de la tele tan alto que no escuchamos nada. Y hay un señor que dice que nos sobran pistas para ver la que se nos viene encima, pero a nosotros no nos da ni por hacer reflexión y atar cabos, que esas cosas que dilucidan los expertos no nos incumben, que si nos hablaran a nosotros ya se habrían hecho entender; así que este señor que es economista y que nos alerta suena como un ruido de fondo secundario, como cuando tiramos de la cadena del váter, que por costumbre no la percibimos.
Hasta los políticos que antes hablaban de “desaceleración de la economía” andan ahora con pocos paños calientes, que la cosa está muy malita, dicen. A la desbocada subida de los precios la pronostican como una incertidumbre elevada, ¿elevada a qué? Me pregunto yo. ¡Qué necesarias son las matemáticas cuando se habla de potencias! La brecha entre los sueldos y la inflación es casi blasfema; si pagas la luz, el teléfono, internet, los seguros, la hipoteca que anuncia una buena subida de intereses, la gasolina que está por las nubes, el agua y en dos días la calefacción para no pelarte de frío es muy posible que tengas que adoptar una dieta más asiática a base de arroz y pollo.
El fin del verano nos deja helados de frío demasiado pronto y amenaza con ser el último, aunque estas cosas al final nunca son para tanto. A mi mente vienen aquellas imágenes en blanco y negro de los primeros trabajadores que supieron lo que era tener vacaciones y viajar en familia. Tal vez es momento de recordar lo mucho que lucharon por ese derecho y por otros muchos para no perderlo todo. Ellos también eran así, luchadores.
![[Img #60306]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/09_2022/6217_paz-dsc_0499.jpg)
No es mi intención repetir lo que se lleva vaticinando desde hace meses acerca del cataclismo económico que se nos avecina, pero confirma las sospechas algún que otro economista experto en la cuestión y no estamos dispuestos a parar un segundo en reflexionar sobre ello. Lo que haya de venir que venga, que aquí lo esperamos. ¡Qué! si este fue el último verano de bonanza, demos gracias que no nos faltó de nada, ni la piña colada, ni el ron cola, ni el bungalow en la playa.
Somos así, no es que lo hagamos a propósito, pero es que somos así. Somos ibéricos como el jamón, no hay otro igual en ninguna parte, no hay otros como nosotros, por eso no nos valen los avisos. Son rumores, son rumores… que decía la canción, pero la del verano de 1997. Y, sin embargo, la inflación no encuentra techo desde que abandonamos, como cascajos en cajones deslustrados, la peseta en el 98.
La pandemia tan nombrada, tan culpable,también se encuentra sentada en el banquillo de los acusados contra el delito del buen vivir?otra que se anunció pero a la que solo vimos entrar por la puerta cuando nos estaban introduciendo un respirador en el pasillo hacinado de un hospital cualquiera (que se le va a hacer, somos así) Junto a la crisis energética, de la que producimos un único tercio de la energía que gastamos por lo que estamos expuestos a cualquier viento cambiante que infiera sobre el precio de esta y además estamos obligados a aceptarlo. Seguramente tenemos en nuestro territorio formas de crear energía, pero la importamos porque la energía que producimos contamina. Lo curioso es que también contamina la que compramos en igual o mayor manera y provoca igualmente el efecto invernadero, el aumento de la temperatura en todo el globo terráqueo y la acidificación de los océanos. Pero somos menos culpables ?y más hipócritas? pues esta solamente la consumimos como si no hubiera un mañana. Y a esta ristra de culpables del aciago porvenir se le suma la guerra, el paro, la polarización de la riqueza, los absolutismos, la crisis de la enseñanza obligada a exigirse resultados académicos en lugar de lograr aportar verdaderos conocimientos y despertar interés por el saber. Esos lujos del descubrimiento, del pensamiento crítico, creativo y el desarrollo de las habilidades cognoscitivas complejas e individuales ?está mal decirlo, pero tristemente es la verdad? quedan para las escuelas privadas que no pueden pagar más que cuatro ricos. El resto corre a cuestas con la cruz que le impone la Consejería para llegar a fin de curso con los temarios rematados.
Por encima, tenemos el volumen de la tele tan alto que no escuchamos nada. Y hay un señor que dice que nos sobran pistas para ver la que se nos viene encima, pero a nosotros no nos da ni por hacer reflexión y atar cabos, que esas cosas que dilucidan los expertos no nos incumben, que si nos hablaran a nosotros ya se habrían hecho entender; así que este señor que es economista y que nos alerta suena como un ruido de fondo secundario, como cuando tiramos de la cadena del váter, que por costumbre no la percibimos.
Hasta los políticos que antes hablaban de “desaceleración de la economía” andan ahora con pocos paños calientes, que la cosa está muy malita, dicen. A la desbocada subida de los precios la pronostican como una incertidumbre elevada, ¿elevada a qué? Me pregunto yo. ¡Qué necesarias son las matemáticas cuando se habla de potencias! La brecha entre los sueldos y la inflación es casi blasfema; si pagas la luz, el teléfono, internet, los seguros, la hipoteca que anuncia una buena subida de intereses, la gasolina que está por las nubes, el agua y en dos días la calefacción para no pelarte de frío es muy posible que tengas que adoptar una dieta más asiática a base de arroz y pollo.
El fin del verano nos deja helados de frío demasiado pronto y amenaza con ser el último, aunque estas cosas al final nunca son para tanto. A mi mente vienen aquellas imágenes en blanco y negro de los primeros trabajadores que supieron lo que era tener vacaciones y viajar en familia. Tal vez es momento de recordar lo mucho que lucharon por ese derecho y por otros muchos para no perderlo todo. Ellos también eran así, luchadores.






