Noventa fotografías últimas, de Santiago Santos
![[Img #60337]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/09_2022/7069_306002349_10224808784784371_172076941848489153_n.jpg)
YO no me sé entristecer
Ni ser alegre de veras.
Creedme: yo no sé ser.
¿Serán las almas sinceras
También así, sin saber?
(…)
Poema 28 de “Noventa poemas últimos” (1930-1935)
Fernando Pessoa
Santi, su Hassel y su fotómetro Minolta. Así recordaremos a Santiago entre las últimas noventa fotografías hechas como versos y retorcidas formas de luz en poemas. Estas eran sus ‘armas’ para captar la belleza y alejar a la estulticia rampante en una ciudad eterna que le sigue costando liberarse del sebo y el alcanfor. Juego a pensar, que su cámara llevaba una inscripción como la que tenía Woody Guthrie y que recorría los caminos haciendo todas esas fotografías que nunca antes se habían hecho, deteniéndose ante la pregunta de ‘Escenas de cine mudo’ de Julio Llamazares: ¿dónde están todas esas fotos que nunca fueron hechas, dónde se guardan?
Tenía un conocimiento geográfico, antes que fotográfico, de España, ¿o era a la inversa?
Conocía el lenguaje de la luz y la gramática del tiempo, iluminaba cuan discípulo favorito de Néstor Almendros, perfección y técnica hábil para descubrir los otros mundos que viven en este.
Y nuestra mirada sobre la ciudad no es la misma tras las diversas imágenes surgidas de la labor de Santiago Santos y sus colegas, Astorga la vemos con el Teleno de fondo y como icónica muestra que tenemos asociada a nuestra retina. Hoy entendemos algo mejor la obra de Gaspar Becerra, sus calles policromadas, encarnaduras que nunca hubiésemos visto de no ser por la lente aguda, óptica sublimada, deseo que, huye despavorido ante la inocua mirada. Qué decir de aquellos experimentos de luz en fachadas de edificios (Albergue de peregrinos, valga uno como ejemplo) y que hoy se muestra en diferentes partes del planeta y que no dejan de embobar al espectador, cuando esto mismo lo hacía Santi e Imagen Mas hace ya unos años. Siempre un paso por delante y siempre desde casi un segundo plano, como no queriendo quitar protagonismo artístico, frente a las sobrias, incluso pesimistas, palabras con las que anuncia Baudelaire a sus lectores la nueva técnica que es la fotografía en el Salón de 1859. Igual que las que acabamos de citar, tampoco éstas pueden leerse sin un ligero desplazamiento de acentos. Pero en tanto que son la contrapartida de aquéllas, guardan todo su sentido como la más afilada defensa contra todas las usurpaciones de la fotografía artística. “En estos días deplorables se ha producido una nueva industria que ha contribuido no poco a confirmar la estupidez por su fe... en que el arte es y no puede ser más que la reproducción exacta de la naturaleza... Un dios vengativo ha dado escucha a los votos de esta multitud. Daguerre fue su Mesías... Si se permite que la fotografía supla al arte en algunas de sus funciones, pronto le habrá suplantado o corrompido por completo gracias a la alianza natural que encontrará en la estupidez de la multitud. Es pues preciso que vuelva a su verdadero deber, que es el de servir como criada a las ciencias y a las artes.”
De poco han servido estas palabras para un hombre de ciencia, se formó en biología pero eligió la luz y sus atributos; he conocido a otro biólogo que acabó seducido por la imagen, siendo operador de cámara por todo el mundo en conflicto. Sobre las artes: ¿quién ha fotografiado más patrimonio para cartelerías de la Junta de Castilla y León, para National Geografic, Paradores, fomento del Camino de Santiago (Santiago Santos y su equipo han hecho más por el Camino, la Vía de la Plata… que el propio ‘Santiago Matamoros’).
Su interés por todo lo que significara novedad y creatividad, le hacía implicarse; en todo aquello que fuese bueno para la ciudad, o para las tierras de este viejo solar hispano, estaba Santi. Se le recuerda trabajando con Carlos Cidón, con José Velicia y el escritor José Jiménez Lozano desde las primeras Edades del Hombre, con…, me detengo porque tendría que enumerar tantas tareas llevadas a cabo, experiencias entre tantas vidas.
De una, entre tantas: estaba fotografiando un retablo en Olite. Aparecieron por detrás unas pinturas medievales. Hizo malabares para llegar, iluminar y recoger un montón de material en 6x6. Trabajador incansable, impensable su tensión poética con el haz de luz.
La pérdida humana es dolorosa, la creativa, irreparable.
¿Cuál es la idea de hablar de progreso a un mundo que se sume en la rigidez de la muerte? Toda época ha rechazado su propia modernidad; toda época, desde la primera en adelante, ha preferido la época anterior. Más o menos venía decir Walter Benjamin para así mejorar las palabras anteriores de Baudelaire.
Pensar en el legado que nos dejan las personas es una forma de agradecer que la vida se nos haya hecho más lúcida como si de una cámara se tratase, como aquel ‘mal vidriero’ del Spleen de París, que no llevaba cristales de colores en un barrio humilde, tan necesario para ver la vida de otra manera. Así la veía Santiago Santos en una ciudad que parte de su modernidad se la debemos a él, y que tristemente no valoramos. Se nos fue alguien importante para la ciudad, alguien que embellecía constantemente la urbe y que no siempre era entendido; una ciudad que mira demasiado al pasado y a menudo olvida a sus gentes.
Conocer el arte y sus herramientas es parte de un viaje que comienza en la adolescencia, conocer sus mecánicas como el amor tiene sus símbolos, hace de Santiago Santos una persona imprescindible en la Astorga contemporánea, necesaria en Castilla y León para entender la fotografía y además, sus fotos tendrán su lugar en la historia (de la fotografía de este país), así lo creo.
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YO no me sé entristecer
Ni ser alegre de veras.
Creedme: yo no sé ser.
¿Serán las almas sinceras
También así, sin saber?
(…)
Poema 28 de “Noventa poemas últimos” (1930-1935)
Fernando Pessoa
Santi, su Hassel y su fotómetro Minolta. Así recordaremos a Santiago entre las últimas noventa fotografías hechas como versos y retorcidas formas de luz en poemas. Estas eran sus ‘armas’ para captar la belleza y alejar a la estulticia rampante en una ciudad eterna que le sigue costando liberarse del sebo y el alcanfor. Juego a pensar, que su cámara llevaba una inscripción como la que tenía Woody Guthrie y que recorría los caminos haciendo todas esas fotografías que nunca antes se habían hecho, deteniéndose ante la pregunta de ‘Escenas de cine mudo’ de Julio Llamazares: ¿dónde están todas esas fotos que nunca fueron hechas, dónde se guardan?
Tenía un conocimiento geográfico, antes que fotográfico, de España, ¿o era a la inversa?
Conocía el lenguaje de la luz y la gramática del tiempo, iluminaba cuan discípulo favorito de Néstor Almendros, perfección y técnica hábil para descubrir los otros mundos que viven en este.
Y nuestra mirada sobre la ciudad no es la misma tras las diversas imágenes surgidas de la labor de Santiago Santos y sus colegas, Astorga la vemos con el Teleno de fondo y como icónica muestra que tenemos asociada a nuestra retina. Hoy entendemos algo mejor la obra de Gaspar Becerra, sus calles policromadas, encarnaduras que nunca hubiésemos visto de no ser por la lente aguda, óptica sublimada, deseo que, huye despavorido ante la inocua mirada. Qué decir de aquellos experimentos de luz en fachadas de edificios (Albergue de peregrinos, valga uno como ejemplo) y que hoy se muestra en diferentes partes del planeta y que no dejan de embobar al espectador, cuando esto mismo lo hacía Santi e Imagen Mas hace ya unos años. Siempre un paso por delante y siempre desde casi un segundo plano, como no queriendo quitar protagonismo artístico, frente a las sobrias, incluso pesimistas, palabras con las que anuncia Baudelaire a sus lectores la nueva técnica que es la fotografía en el Salón de 1859. Igual que las que acabamos de citar, tampoco éstas pueden leerse sin un ligero desplazamiento de acentos. Pero en tanto que son la contrapartida de aquéllas, guardan todo su sentido como la más afilada defensa contra todas las usurpaciones de la fotografía artística. “En estos días deplorables se ha producido una nueva industria que ha contribuido no poco a confirmar la estupidez por su fe... en que el arte es y no puede ser más que la reproducción exacta de la naturaleza... Un dios vengativo ha dado escucha a los votos de esta multitud. Daguerre fue su Mesías... Si se permite que la fotografía supla al arte en algunas de sus funciones, pronto le habrá suplantado o corrompido por completo gracias a la alianza natural que encontrará en la estupidez de la multitud. Es pues preciso que vuelva a su verdadero deber, que es el de servir como criada a las ciencias y a las artes.”
De poco han servido estas palabras para un hombre de ciencia, se formó en biología pero eligió la luz y sus atributos; he conocido a otro biólogo que acabó seducido por la imagen, siendo operador de cámara por todo el mundo en conflicto. Sobre las artes: ¿quién ha fotografiado más patrimonio para cartelerías de la Junta de Castilla y León, para National Geografic, Paradores, fomento del Camino de Santiago (Santiago Santos y su equipo han hecho más por el Camino, la Vía de la Plata… que el propio ‘Santiago Matamoros’).
Su interés por todo lo que significara novedad y creatividad, le hacía implicarse; en todo aquello que fuese bueno para la ciudad, o para las tierras de este viejo solar hispano, estaba Santi. Se le recuerda trabajando con Carlos Cidón, con José Velicia y el escritor José Jiménez Lozano desde las primeras Edades del Hombre, con…, me detengo porque tendría que enumerar tantas tareas llevadas a cabo, experiencias entre tantas vidas.
De una, entre tantas: estaba fotografiando un retablo en Olite. Aparecieron por detrás unas pinturas medievales. Hizo malabares para llegar, iluminar y recoger un montón de material en 6x6. Trabajador incansable, impensable su tensión poética con el haz de luz.
La pérdida humana es dolorosa, la creativa, irreparable.
¿Cuál es la idea de hablar de progreso a un mundo que se sume en la rigidez de la muerte? Toda época ha rechazado su propia modernidad; toda época, desde la primera en adelante, ha preferido la época anterior. Más o menos venía decir Walter Benjamin para así mejorar las palabras anteriores de Baudelaire.
Pensar en el legado que nos dejan las personas es una forma de agradecer que la vida se nos haya hecho más lúcida como si de una cámara se tratase, como aquel ‘mal vidriero’ del Spleen de París, que no llevaba cristales de colores en un barrio humilde, tan necesario para ver la vida de otra manera. Así la veía Santiago Santos en una ciudad que parte de su modernidad se la debemos a él, y que tristemente no valoramos. Se nos fue alguien importante para la ciudad, alguien que embellecía constantemente la urbe y que no siempre era entendido; una ciudad que mira demasiado al pasado y a menudo olvida a sus gentes.
Conocer el arte y sus herramientas es parte de un viaje que comienza en la adolescencia, conocer sus mecánicas como el amor tiene sus símbolos, hace de Santiago Santos una persona imprescindible en la Astorga contemporánea, necesaria en Castilla y León para entender la fotografía y además, sus fotos tendrán su lugar en la historia (de la fotografía de este país), así lo creo.






