La firma
![[Img #60380]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/09_2022/5609_captura-de-pantalla-2017-05-04-a-las-182418.jpg)
Supongo que me toca que decir algo del evento mundial más ‘manoseado’ esta semana pasada: la muerte de la ínclita Reina del Reino Unido y otros cuantos países más. Este acontecimiento ha sucedido mientras estaba de vacaciones en Galicia, en una casa sin televisores ni radios ni internet. He estado totalmente fuera de los circuitos informativos, salvo mi teléfono; eso me ha salvado de estar pegada a la pantalla viendo toda esa puesta en escena tan grandiosa, aparatosa y espectacular, que quieras o no, y esa es la razón de su existencia, atrae a cualquier tipo de espectador de cualquier lugar del mundo.
Realmente (nunca mejor dicho) estos ingleses nos están ofreciendo (vendiendo) un impresionante reality show para crear la ilusión de que siguen siendo un Gran Imperio y dejar con la boca abierta al mundo mundial. Lo interesante es que su intención tiene sus frutos. Estas magnificencias influyen. Estos espectáculos grandilocuentes, vistosísimos y tan protocolarios influyen en crear admiración por ese país tan particular, tan suyo, con esas extravagancias y singularidades de país isleño que necesita sentirse más grande que lo que le limita su territorio anclado en el océano.
Los ingleses manejan muy bien la cuestión de las finanzas y, naturalmente, es cuestión financiera todo lo que rodea a la monarquía. Según dicen las crónicas parece que el padre de la Reina, el rey Jorge VI, llegó a decir en un momento determinado: “No somos una familia, somos una firma”. Yo creo que se refería a que su función como Rey, como hijo de Rey y nieto de Rey, no había tenido otra ocupación más que firmar lo que el gobierno de turno les ponía delante para su firma. Es decir, que Jorge VI manifestaba más bien una constatación/queja de la realidad: que reinar, reinar, lo que se dice reinar con atribuciones de mando, no tenía, ni habían tenido sus ancestros más cercanos, ni se esperaba que tuviera. Con firmar bastaba para justificar su presencia en palacio.
Esta idea de ser tan sólo ‘una firma’ parece que la recogió tiempo después el agudo Felipe de Edimburgo que, aunque venía de la realeza griega, venía de un gran desarraigo familiar y económico, por lo que las necesidades pasadas, en cierto modo, le habían abierto el apetito. Enseguida vio que la familia real inglesa tenía una firma poderosa y había que sacarle partido, así que aquella mera firma protocolaria consiguió transformarla en una suculenta empresa que ahora abarca un ejército de secretarios privados, asesores de comunicación, damas de compañía, mayordomos, amas de llaves, chóferes, lacayos, empleados domésticos, jardineros, y demás familia de servicios. Si hay que firmar se firma, pero … Y Felipe de Edimburgo, organizó los muchos dineros que genera la monarquía bajo una estructura y el nombre empresarial de La Firma.
Hoy en día se considera que La Firma es la empresa más rentable del Reino Unido. Las bodas de la familia televisadas, las giras por los países de la Commonwealth, y cualquiera de sus eventos públicos tanto en Londres como en cualquier lugar del mundo generan enorme beneficios porque La Firma vende muy bien su interés, para ello tienen una importante plantilla de asesores de comunicación y de imagen. La familia monárquica en particular y los ingleses en general tienen claro que el marketing es imprescindible para su subsistencia y la del país.
Solo en el Palacio de Buckinghan trabajan unas 1.200 personas. De ellas 450 personas trabajan en el Crown Estate (el Estado de la Corona), la institución que supervisa los bienes de la monarquía. Esta institución obtuvo en el año 2020 la cifra de 700 millones de dólares, de los cuales 475 millones fueron beneficios. De esos beneficios la familia real recibe el 25%, lo que suponen 120 millones de dólares. El restante 75% va al Tesoro Británico.
Según Forbes la boda de Harry y Meghan supuso un impulso a la economía británica de 1.500 millones de dólares. La contribución de La Firma a la industria de los medios de comunicación se estima en alrededor de los 70 millones de dólares.
A La Firma pertenecen los más cercanos a la familia y trabajan para ella con sus actuaciones públicas, sus patrocinios, sus representaciones…, manteniendo el control de la reputación de la monarquía y consolidando sus recursos.
La aceptación pública es lo que sustenta a la Firma y es vital para su éxito. El impacto que la familia real tiene en la economía es principalmente a través del turismo. Las visitas guiadas a los palacios son una fuente de ingresos muy importante. Por eso las restricciones de la pandemia causaron pérdidas importantes en las finanzas del Estado de la Corona. Con la pandemia el balance real se enfrentó a un déficit de 45 millones de dólares por la caída del turismo y las visitas a los lugres reales.
El patrimonio de la Corona asciende a casi 28.000 millones de dólares en activos a través del Crown Estate (19.500 millones de dólares), el Palacio de Buckinghan (4.900 millones de dólares, el Ducado de Cornualles (1.300 millones de dólares, el Ducado de Lancaster (748 millones de dólares) el palacio de Kensignton (630 millones de dólares y el Crown Estate Scotland (592 millones de dólares). Un patrimonio del que la Corona puede ganar dinero pero no es propietaria.
Por ejemplo. Los gastos privados de la Reina y su familia salen de Ducado de Lancaster del que se obtienen un beneficio de alrededor de los 30 millones de dólares anuales. Al igual que el beneficio del Ducado de Cornualles que le aporta al Príncipe de Gales otros 30 millones de dólares, de los que da a sus dos hijos 8 millones. Aparte de estos dineros de los Ducados reciben el dinero del Estado de la Corona (120 millones) para gastos de representación. Parece que la Reina tiene un patrimonio personal de 500 millones de dólares entre inversiones arte joyas y propiedades inmobiliarias con sus dos castillos Sandringhan House y Balmoral Castle.
Todo lo que los integrantes de La Firma hacen, o visten, tiene su repercusión económica, como pasa en todas las familias reales. Pero la familia inglesa es infinitamente más mirada y admirada que las restantes porque se lo han currado y tienen un engranaje de márquetin de imagen muy bien organizado, así que le sacan mayor rentabilidad a sus actuaciones. Por ejemplo, según Brand Finance, empresa de valoración de marcas, el príncipe Guillermo y su mujer Kate añadieron más de 165 millones de dólares en el 2017 a la economía del Reino Unido, con el mero hecho (no remunerado) de impulsar las ventas de las marcas que usan. La misma empresa de valoración de marcas considera que “Harry y Meghan” podrían convertirse en una marca de mil millones de dólares. Tal es así la estupidez humana.
Los Windsor son considerados como una maquinaria monárquica (difícil de diferenciar entre la familia y la maquinaria), que aporta aproximadamente unos 2.700 millones de dólares anuales a la economía del Reino Unido. No está nada mal. El palacio de Buckinghan es la sede de una gran empresa más que un Palacio Residencial. El deber y los negocios de la familia son lo primero, si se desmoronara esa estructura tan bien engranada posiblemente la monarquía se iría al garete. Pero es difícil que se derrumbe mientras sigan manteniendo tradiciones ancestrales, como los rituales de la coronación de los nuevos Reyes que datan del siglo X, y desde entonces , desde la coronación del rey Edgar en el año 973, no ha habido modificaciones en los actos. Así son los ingleses.
Los fastos de la muerte de esta longeva Reina nos llenan de admiración y de tedio a partes iguales. Pero estas interminables retransmisiones al mundo entero, y las de la coronación del nuevo Rey, supondrán cuantiosas sumas de dólares a las arcas del Estado Británico y de la familia monárquica. “No hay puntada sin hilo” dice un refrán muy español y parece que los ingleses lo saben muy bien. ¡Dios salve al Rey y a las finanzas del país!
O témpora o mores
![[Img #60380]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/09_2022/5609_captura-de-pantalla-2017-05-04-a-las-182418.jpg)
Supongo que me toca que decir algo del evento mundial más ‘manoseado’ esta semana pasada: la muerte de la ínclita Reina del Reino Unido y otros cuantos países más. Este acontecimiento ha sucedido mientras estaba de vacaciones en Galicia, en una casa sin televisores ni radios ni internet. He estado totalmente fuera de los circuitos informativos, salvo mi teléfono; eso me ha salvado de estar pegada a la pantalla viendo toda esa puesta en escena tan grandiosa, aparatosa y espectacular, que quieras o no, y esa es la razón de su existencia, atrae a cualquier tipo de espectador de cualquier lugar del mundo.
Realmente (nunca mejor dicho) estos ingleses nos están ofreciendo (vendiendo) un impresionante reality show para crear la ilusión de que siguen siendo un Gran Imperio y dejar con la boca abierta al mundo mundial. Lo interesante es que su intención tiene sus frutos. Estas magnificencias influyen. Estos espectáculos grandilocuentes, vistosísimos y tan protocolarios influyen en crear admiración por ese país tan particular, tan suyo, con esas extravagancias y singularidades de país isleño que necesita sentirse más grande que lo que le limita su territorio anclado en el océano.
Los ingleses manejan muy bien la cuestión de las finanzas y, naturalmente, es cuestión financiera todo lo que rodea a la monarquía. Según dicen las crónicas parece que el padre de la Reina, el rey Jorge VI, llegó a decir en un momento determinado: “No somos una familia, somos una firma”. Yo creo que se refería a que su función como Rey, como hijo de Rey y nieto de Rey, no había tenido otra ocupación más que firmar lo que el gobierno de turno les ponía delante para su firma. Es decir, que Jorge VI manifestaba más bien una constatación/queja de la realidad: que reinar, reinar, lo que se dice reinar con atribuciones de mando, no tenía, ni habían tenido sus ancestros más cercanos, ni se esperaba que tuviera. Con firmar bastaba para justificar su presencia en palacio.
Esta idea de ser tan sólo ‘una firma’ parece que la recogió tiempo después el agudo Felipe de Edimburgo que, aunque venía de la realeza griega, venía de un gran desarraigo familiar y económico, por lo que las necesidades pasadas, en cierto modo, le habían abierto el apetito. Enseguida vio que la familia real inglesa tenía una firma poderosa y había que sacarle partido, así que aquella mera firma protocolaria consiguió transformarla en una suculenta empresa que ahora abarca un ejército de secretarios privados, asesores de comunicación, damas de compañía, mayordomos, amas de llaves, chóferes, lacayos, empleados domésticos, jardineros, y demás familia de servicios. Si hay que firmar se firma, pero … Y Felipe de Edimburgo, organizó los muchos dineros que genera la monarquía bajo una estructura y el nombre empresarial de La Firma.
Hoy en día se considera que La Firma es la empresa más rentable del Reino Unido. Las bodas de la familia televisadas, las giras por los países de la Commonwealth, y cualquiera de sus eventos públicos tanto en Londres como en cualquier lugar del mundo generan enorme beneficios porque La Firma vende muy bien su interés, para ello tienen una importante plantilla de asesores de comunicación y de imagen. La familia monárquica en particular y los ingleses en general tienen claro que el marketing es imprescindible para su subsistencia y la del país.
Solo en el Palacio de Buckinghan trabajan unas 1.200 personas. De ellas 450 personas trabajan en el Crown Estate (el Estado de la Corona), la institución que supervisa los bienes de la monarquía. Esta institución obtuvo en el año 2020 la cifra de 700 millones de dólares, de los cuales 475 millones fueron beneficios. De esos beneficios la familia real recibe el 25%, lo que suponen 120 millones de dólares. El restante 75% va al Tesoro Británico.
Según Forbes la boda de Harry y Meghan supuso un impulso a la economía británica de 1.500 millones de dólares. La contribución de La Firma a la industria de los medios de comunicación se estima en alrededor de los 70 millones de dólares.
A La Firma pertenecen los más cercanos a la familia y trabajan para ella con sus actuaciones públicas, sus patrocinios, sus representaciones…, manteniendo el control de la reputación de la monarquía y consolidando sus recursos.
La aceptación pública es lo que sustenta a la Firma y es vital para su éxito. El impacto que la familia real tiene en la economía es principalmente a través del turismo. Las visitas guiadas a los palacios son una fuente de ingresos muy importante. Por eso las restricciones de la pandemia causaron pérdidas importantes en las finanzas del Estado de la Corona. Con la pandemia el balance real se enfrentó a un déficit de 45 millones de dólares por la caída del turismo y las visitas a los lugres reales.
El patrimonio de la Corona asciende a casi 28.000 millones de dólares en activos a través del Crown Estate (19.500 millones de dólares), el Palacio de Buckinghan (4.900 millones de dólares, el Ducado de Cornualles (1.300 millones de dólares, el Ducado de Lancaster (748 millones de dólares) el palacio de Kensignton (630 millones de dólares y el Crown Estate Scotland (592 millones de dólares). Un patrimonio del que la Corona puede ganar dinero pero no es propietaria.
Por ejemplo. Los gastos privados de la Reina y su familia salen de Ducado de Lancaster del que se obtienen un beneficio de alrededor de los 30 millones de dólares anuales. Al igual que el beneficio del Ducado de Cornualles que le aporta al Príncipe de Gales otros 30 millones de dólares, de los que da a sus dos hijos 8 millones. Aparte de estos dineros de los Ducados reciben el dinero del Estado de la Corona (120 millones) para gastos de representación. Parece que la Reina tiene un patrimonio personal de 500 millones de dólares entre inversiones arte joyas y propiedades inmobiliarias con sus dos castillos Sandringhan House y Balmoral Castle.
Todo lo que los integrantes de La Firma hacen, o visten, tiene su repercusión económica, como pasa en todas las familias reales. Pero la familia inglesa es infinitamente más mirada y admirada que las restantes porque se lo han currado y tienen un engranaje de márquetin de imagen muy bien organizado, así que le sacan mayor rentabilidad a sus actuaciones. Por ejemplo, según Brand Finance, empresa de valoración de marcas, el príncipe Guillermo y su mujer Kate añadieron más de 165 millones de dólares en el 2017 a la economía del Reino Unido, con el mero hecho (no remunerado) de impulsar las ventas de las marcas que usan. La misma empresa de valoración de marcas considera que “Harry y Meghan” podrían convertirse en una marca de mil millones de dólares. Tal es así la estupidez humana.
Los Windsor son considerados como una maquinaria monárquica (difícil de diferenciar entre la familia y la maquinaria), que aporta aproximadamente unos 2.700 millones de dólares anuales a la economía del Reino Unido. No está nada mal. El palacio de Buckinghan es la sede de una gran empresa más que un Palacio Residencial. El deber y los negocios de la familia son lo primero, si se desmoronara esa estructura tan bien engranada posiblemente la monarquía se iría al garete. Pero es difícil que se derrumbe mientras sigan manteniendo tradiciones ancestrales, como los rituales de la coronación de los nuevos Reyes que datan del siglo X, y desde entonces , desde la coronación del rey Edgar en el año 973, no ha habido modificaciones en los actos. Así son los ingleses.
Los fastos de la muerte de esta longeva Reina nos llenan de admiración y de tedio a partes iguales. Pero estas interminables retransmisiones al mundo entero, y las de la coronación del nuevo Rey, supondrán cuantiosas sumas de dólares a las arcas del Estado Británico y de la familia monárquica. “No hay puntada sin hilo” dice un refrán muy español y parece que los ingleses lo saben muy bien. ¡Dios salve al Rey y a las finanzas del país!
O témpora o mores






