El cine (Velasco) ha muerto
![[Img #60381]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/09_2022/9201_305326558_587676006243320_3441412183453217600_n.jpg)
A Geli Rubio, Concejala de Cultura
Que Astorga es una ciudad cinéfila no caben dudas cuando se acaba de apagar el último foco de su Festival de Cine, en su edición número veinticinco, y se recuerdan las seis salas que llegó a tener, cinco a la vez. Como es una ciudad radiofónica. No en vano tuvo una emisora local entre las primeras ciudades del país, gracias a un pionero de lujo, que era Esteban Carro Celada. Como tuvo una local de televisión, aunque breve, cuando eran alegales. Como, en otro orden, tiene un Museo del Chocolate, gracias a otro soñador, que era José Luis López.
Yo pude proyectar mi primer cortometraje de mis tiempos de estudiante ‘Galgooos’, en la pantalla inmensa del cine Tagarro, tras la proyección de una versión del Señor de los Anillos. Lo recuerdo como recordaba de antes al Asturic y las cabalgadas de los yanquis masacrando a los indios. Como había podido ver en el Gullón por primera vez ‘Sólo ante el peligro’, de Fred Zinnerman, con Gary Cooper, cuando ya había perdido la sonrisa, y una Grace Kelly de mazapán del cine, tan exquisito como las mantecadas de Astorga, y la inquietante música de Dimitri Tiomki, en una excepcional obra maestra del wéstern, el genuino género del cine norteamericano, ajustada a los sesenta minutos intensos de una hora.
Grace Kelly se ha vuelto a hacer presente esta semana en la Segunda Cadena, en la que fue un dislate criminal de la censura del Régimen, ‘Mogambo’. Otra obra maestra de Jonh Ford, en esta ocasión entre fieras de África icónicas y Ava Gardner y Clark Gable, en una ejemplar lección del cine de guion, planos de los actores y su dirección. Nada más. Sin efectos especiales ni garambainas.
Recuerdo a un fugitivo del Velasco cuando se incendiaron los rollos de ‘Fabiola’ o vi por primera vez en el Capitol ‘Espartaco’, la iniciación accidental de Stanley Kubrick, con el arriesgado Kirk Douglas o la belleza sublime de Jean Collins, la película que me induciría a descubrir el cine y que me llevaría a conseguir el título de director, firmado por mi admirado Juan Antonio Barden, de sus primeros tiempos de excepcional cineasta español, de antes del Nuevo Cine que nació en Salamanca como las universidades, pero inolvidable cine.
En el Capitol tuvo lugar mi descubrimiento de Stanley Kubrick, el que para mí fuera durante tanto tiempo el mejor director, que con este su primer largometraje de alto presupuesto en el cine profesional, tras títulos como ‘Atraco perfecto’ y ‘Senderos de gloria’’ firmó películas como ‘Lolita’, ‘Teléfono rojo: volamos hacia Moscú’, ‘2001, Una odisea del espacio’, ‘La naranja mecánica’, que tuve que ir a Londres para verla, ‘Barry Lindon’, ‘El resplandor’, ‘La chaqueta metálica’ o ‘Eyes Wide Shot¡, todas inolvidables y títulos definitivos de la historia del cine.
Como ocurriera con Bernardo Bertolucci, que no se repetía en cada una de sus películas, como se dice que hace cada autor con sus obras, sino que abría y cerraba un capítulo nuevo, como hiciera Kubrick, con títulos, en los que incluyo las que se han considerado sus siete imprescindibles: ‘La cosecha estéril’, ‘El conformista’, ‘La estrategia de la araña’, ‘El últimotango en París’, ‘Novecento’, ‘El último emperador’, ‘El cielo protector’, ‘Belleza robada’ y ‘Soñadores’. Cada película un instante, una ciudad y un capitulo nuevo del libro de su vida, que era su obra.
En esto se entraba desde los cines de Astorga y es una respuesta para quienes, desde la incultura, difundida en lecciones semanales, protestaban porque se hiciera un nuevo mural dedicado a Charles Chaplin y a su película ‘El niño’, con motivo del 25 aniversario del Festival del Cine de Astorga. El cine nos llevaba afuera y nos hacía ciudadanos del mundo. Aunque sea con películas españolas hasta de Santiago Segura, que se publicitan como ‘Cultura Europea’. Como llegó el incendio del Gullón en aquellos tiempos de Astorga que si una casa se incendiaba se quemaba, experiencia inolvidable de mi infancia, que ni agua había para apagarla.
Así se fueron tantas vivencias de aquellos cines astorganos, como un particular ‘Cinema Paradiso’. Cuando había que ver la clasificación eclesiástica de la Iglesia Católica antes de ir a ver una película. Quienes asistían a una estigmatizada con el 4 de gravemente peligrosa, sin advertir, como ahora, que lo verdaderamente grave es la incultura, eran héroes multitudinarios que arrostraban el peligro para salir de la sala.
De todas formas, cuando estas cosas suceden, no son más que el testimonio del paso del tiempo. La aparición del video se quiso ver como el fin del séptimo arte. No fue nada más que el fin de muchas salas, confundiendo estas con lo que realmente es el séptimo arte o con el cine de palomitas, que también se inició con el celuloide, ya ininflamable. No desapareció, sino que se incrementó y de ir de ir a ver una media de una película a la semana se pasó a ver varias y más adelante una al día. En algunas ocasiones, más de una al día, en mi caso, en mis tiempos de crítico cinematográfico, hasta cinco en uno en la Semana de Cine Religioso y de Valores Humanos, antecedente del Festival de Valladolid, con la última del día ‘Giulietta de los Espíritus’, de Federico Fellini, una orgía de imagen y color para concluir jornada tan particular.
El cine (Velasco) se ha acabado sin que haya que confundir, como confundía un exhibidor de Zaragoza su local de cine con el séptimo arte. El mismo que consideraba a la capital maña como una meca del cine español, porque allí rodó Eduardo Jimeno, que en verdad fue el primer cineasta español, lo que fue la primera película española ‘Salida de la misa de doce de la Basílica del Pilar¡, con un título casi más largo que su metraje. Será por eso que Aragón alumbró a tan importantes cineastas, aparte de Jimeno, como Ignacio Coyne, Segundo Chomón, Antonio Tramullas, Luis Buñuel, Florián Rey, José María Forqué, Carlos Saura o José Luis Borau.
El cine Velasco se cierra por segunda vez, y ya se sabe que cuando hay dos puede haber tres. Como el Cineclub Jastor que ya tuvo dos etapas y ahora anda queriendo emerger, como si no se hubiera ido del todo. El Festival de Cine de Astorga ha cumplido con su edición veinticinco. Gracias mil a Luis Miguel Alonso Guadalupe, el cineasta que lo fue sin salir de la ciudad, y gracias Geli que lo hiciste nacer y has celebrado sus bodas de plata.
Como el Festival de Cine de Valladolid, después de una etapa anterior, el de Astorga, tras veinticinco años, debe replantearse. Buscando una necesaria perfección y la coherencia, evitando la dispersión de las ramas perdidas sin frutos, y encontrando una personalidad, la de las buenas maneras ya lo sería, que no acaba de tener y que necesita. Hasta con una gala, en la que más gente participa, más elegante y documentadamente profesional y menos sosa Y pueblerina sobre el escenario.
Cines, radio y televisión, prensa escrita y digital, cuando ahora parece que se cierra temporalmente una vieja etapa. Que sea de la vida que no cesa y se abra el futuro. ¿Por dónde? ¿Por el cine? ¿Por la radio? ¿Por la televisión? ¿Por internet? O algo más nuevo. Eso es de lo más fabuloso del futuro en el que todo es posible.
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A Geli Rubio, Concejala de Cultura
Que Astorga es una ciudad cinéfila no caben dudas cuando se acaba de apagar el último foco de su Festival de Cine, en su edición número veinticinco, y se recuerdan las seis salas que llegó a tener, cinco a la vez. Como es una ciudad radiofónica. No en vano tuvo una emisora local entre las primeras ciudades del país, gracias a un pionero de lujo, que era Esteban Carro Celada. Como tuvo una local de televisión, aunque breve, cuando eran alegales. Como, en otro orden, tiene un Museo del Chocolate, gracias a otro soñador, que era José Luis López.
Yo pude proyectar mi primer cortometraje de mis tiempos de estudiante ‘Galgooos’, en la pantalla inmensa del cine Tagarro, tras la proyección de una versión del Señor de los Anillos. Lo recuerdo como recordaba de antes al Asturic y las cabalgadas de los yanquis masacrando a los indios. Como había podido ver en el Gullón por primera vez ‘Sólo ante el peligro’, de Fred Zinnerman, con Gary Cooper, cuando ya había perdido la sonrisa, y una Grace Kelly de mazapán del cine, tan exquisito como las mantecadas de Astorga, y la inquietante música de Dimitri Tiomki, en una excepcional obra maestra del wéstern, el genuino género del cine norteamericano, ajustada a los sesenta minutos intensos de una hora.
Grace Kelly se ha vuelto a hacer presente esta semana en la Segunda Cadena, en la que fue un dislate criminal de la censura del Régimen, ‘Mogambo’. Otra obra maestra de Jonh Ford, en esta ocasión entre fieras de África icónicas y Ava Gardner y Clark Gable, en una ejemplar lección del cine de guion, planos de los actores y su dirección. Nada más. Sin efectos especiales ni garambainas.
Recuerdo a un fugitivo del Velasco cuando se incendiaron los rollos de ‘Fabiola’ o vi por primera vez en el Capitol ‘Espartaco’, la iniciación accidental de Stanley Kubrick, con el arriesgado Kirk Douglas o la belleza sublime de Jean Collins, la película que me induciría a descubrir el cine y que me llevaría a conseguir el título de director, firmado por mi admirado Juan Antonio Barden, de sus primeros tiempos de excepcional cineasta español, de antes del Nuevo Cine que nació en Salamanca como las universidades, pero inolvidable cine.
En el Capitol tuvo lugar mi descubrimiento de Stanley Kubrick, el que para mí fuera durante tanto tiempo el mejor director, que con este su primer largometraje de alto presupuesto en el cine profesional, tras títulos como ‘Atraco perfecto’ y ‘Senderos de gloria’’ firmó películas como ‘Lolita’, ‘Teléfono rojo: volamos hacia Moscú’, ‘2001, Una odisea del espacio’, ‘La naranja mecánica’, que tuve que ir a Londres para verla, ‘Barry Lindon’, ‘El resplandor’, ‘La chaqueta metálica’ o ‘Eyes Wide Shot¡, todas inolvidables y títulos definitivos de la historia del cine.
Como ocurriera con Bernardo Bertolucci, que no se repetía en cada una de sus películas, como se dice que hace cada autor con sus obras, sino que abría y cerraba un capítulo nuevo, como hiciera Kubrick, con títulos, en los que incluyo las que se han considerado sus siete imprescindibles: ‘La cosecha estéril’, ‘El conformista’, ‘La estrategia de la araña’, ‘El últimotango en París’, ‘Novecento’, ‘El último emperador’, ‘El cielo protector’, ‘Belleza robada’ y ‘Soñadores’. Cada película un instante, una ciudad y un capitulo nuevo del libro de su vida, que era su obra.
En esto se entraba desde los cines de Astorga y es una respuesta para quienes, desde la incultura, difundida en lecciones semanales, protestaban porque se hiciera un nuevo mural dedicado a Charles Chaplin y a su película ‘El niño’, con motivo del 25 aniversario del Festival del Cine de Astorga. El cine nos llevaba afuera y nos hacía ciudadanos del mundo. Aunque sea con películas españolas hasta de Santiago Segura, que se publicitan como ‘Cultura Europea’. Como llegó el incendio del Gullón en aquellos tiempos de Astorga que si una casa se incendiaba se quemaba, experiencia inolvidable de mi infancia, que ni agua había para apagarla.
Así se fueron tantas vivencias de aquellos cines astorganos, como un particular ‘Cinema Paradiso’. Cuando había que ver la clasificación eclesiástica de la Iglesia Católica antes de ir a ver una película. Quienes asistían a una estigmatizada con el 4 de gravemente peligrosa, sin advertir, como ahora, que lo verdaderamente grave es la incultura, eran héroes multitudinarios que arrostraban el peligro para salir de la sala.
De todas formas, cuando estas cosas suceden, no son más que el testimonio del paso del tiempo. La aparición del video se quiso ver como el fin del séptimo arte. No fue nada más que el fin de muchas salas, confundiendo estas con lo que realmente es el séptimo arte o con el cine de palomitas, que también se inició con el celuloide, ya ininflamable. No desapareció, sino que se incrementó y de ir de ir a ver una media de una película a la semana se pasó a ver varias y más adelante una al día. En algunas ocasiones, más de una al día, en mi caso, en mis tiempos de crítico cinematográfico, hasta cinco en uno en la Semana de Cine Religioso y de Valores Humanos, antecedente del Festival de Valladolid, con la última del día ‘Giulietta de los Espíritus’, de Federico Fellini, una orgía de imagen y color para concluir jornada tan particular.
El cine (Velasco) se ha acabado sin que haya que confundir, como confundía un exhibidor de Zaragoza su local de cine con el séptimo arte. El mismo que consideraba a la capital maña como una meca del cine español, porque allí rodó Eduardo Jimeno, que en verdad fue el primer cineasta español, lo que fue la primera película española ‘Salida de la misa de doce de la Basílica del Pilar¡, con un título casi más largo que su metraje. Será por eso que Aragón alumbró a tan importantes cineastas, aparte de Jimeno, como Ignacio Coyne, Segundo Chomón, Antonio Tramullas, Luis Buñuel, Florián Rey, José María Forqué, Carlos Saura o José Luis Borau.
El cine Velasco se cierra por segunda vez, y ya se sabe que cuando hay dos puede haber tres. Como el Cineclub Jastor que ya tuvo dos etapas y ahora anda queriendo emerger, como si no se hubiera ido del todo. El Festival de Cine de Astorga ha cumplido con su edición veinticinco. Gracias mil a Luis Miguel Alonso Guadalupe, el cineasta que lo fue sin salir de la ciudad, y gracias Geli que lo hiciste nacer y has celebrado sus bodas de plata.
Como el Festival de Cine de Valladolid, después de una etapa anterior, el de Astorga, tras veinticinco años, debe replantearse. Buscando una necesaria perfección y la coherencia, evitando la dispersión de las ramas perdidas sin frutos, y encontrando una personalidad, la de las buenas maneras ya lo sería, que no acaba de tener y que necesita. Hasta con una gala, en la que más gente participa, más elegante y documentadamente profesional y menos sosa Y pueblerina sobre el escenario.
Cines, radio y televisión, prensa escrita y digital, cuando ahora parece que se cierra temporalmente una vieja etapa. Que sea de la vida que no cesa y se abra el futuro. ¿Por dónde? ¿Por el cine? ¿Por la radio? ¿Por la televisión? ¿Por internet? O algo más nuevo. Eso es de lo más fabuloso del futuro en el que todo es posible.






