Max Alonso
Sábado, 01 de Octubre de 2022

Las cosas claras

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Y el chocolate espeso, se decía, hasta que llegaron estos tiempos. Así de sencilla y de evidentes son las cosas, como el chocolate con agua. ¿Qué ocurre con el Consejo del Poder Judicial?; que permanece sin renovarse, sobrepasado su mandato en casi cuatro años. Que incumplen la constitución quienes lo integran y a quien más le favorece la situación, que no es otro que el Partido Popular y sus seguidores, amantes seculares de la hipocresía como forma de conducirse. Sin que se trate de quien es más incumplidor, si el partido o sus seguidores.

 

Esto lo digo con rotundidad en tiempos de la realidad líquida, cuando más que las ideas lo que distingue a unos y otros es la forma de conducirse y en este caso el uno y los otros coinciden. Se describen como demócratas y no lo son, porque, sin limpieza y jugando sucio, no se es demócrata, por mucho que se sostenga, cuando lo que se tiene es buen marketing sin ética.

 

Ahora llega otra evidencia: primero renovar y luego cambiar. Tan claro como estaba hace cuatro años y ahora ya estaría cambiado, pero el interés del partido, que no el de España, era otro y no importó burlar con descaro la Constitución. A ellos, que se autocalifican de constitucionalistas. Descaro como el del presidente del Consejo que, como coartada, amenaza con dimitir sin hacerlo y eso que lleva cuatro años de retraso.

 

Cuando el líder de la oposición y del partido se señala a sí mismo como alternativa del gobierno y ni se sabe explicar y ni se le entiende es porque así lo quiere. El anterior, alegó cincuenta razones diferentes para oponerse a la renovación del Consejo. Cada quince días una plenamente válida para él, porque le valía para negar la renovación, pero cuando la alargaba ya no servía, porque la evidencia se la había echado abajo. Así hasta su propia expulsión por la puerta de atrás.

 

El partido enseguida encontró un nuevo líder en olor de multitudes: sus palmeros. Con un compás de espera de sus contrarios a ver si con él llegaba la cordura. No fue así y volvió la decepción.  Al que defenestraron lo hicieron porque ya no podían más, no por lo que dijeron, que no es lo suyo decir la verdad. Al que pusieron le bastaron los primeros cien días para desenmascararse y evidenciar que es más de lo mismo, porque lo que había que cambiar no era al líder sino al partido. Eligieron el maquillaje, que todo lo tapa, pero no ha colado, como cuando lo que se barre se guarda bajo la alfombra.

 

Se autoproclaman como de centro y sí que son del centro… de la derecha, tan escorada que a veces se integran con la ultra derecha, que por más que se empeñen en legitimarla está desacreditada en todo la Europa civilizada. No entienden que lo malo no es ser derechas, sino ultra y populista, de un lado y del opuesto, porque en ambos casos lo tienen mal para ser demócratas. Lo malo no es ser de un color, sino decolorarse y perder la razón de las ideas. La ETA era mala no por ser ETA sino porque mataba sin razones y cuando no se razona o se razona mal, porque no se sabe o porque interesa, no se es demócrata.

 

Lo que nos falta, es una derecha demócrata, que trabaje por España, no por sus bolsillos. La de Astorga, la derecha de los políticos, se entretiene publicando una filípica semanal, para hacer como que trabajan, pero, entre tantas, ni una sola idea o aportación para el bien de la ciudad. Como la Cámara de Comercio, que le preocupa el tema empresarial de Paraguay, pero no el de ‘paracá’.

 

Sin ningún pudor a la ultraderecha la metieron en el gobierno de Castilla y León y ahí están los trágalas cotidianos con el absurdo vicepresidente. No han hecho nada más que comenzar, que vendrán a más, como ocurrió con su anterior presidente nacional, que los errores ya estaban en el origen y no hicieron, en el camino, nada más que aumentar. Que Ayuso se lo cargara, porque a ella le interesaba, no porque se lo mereciera, les vino bien como salida. La aprovecharon, pero no se hacen así las cosas, que lo mal hecho mal parece y acaba volviéndose. Lo veremos. Como que el que no responderá del desaguisado y de los daños causados será el presidente Mañueco.

 

Lo mismo que ante el escándalo de las eléctricas. Nadie explica por qué la energía vale lo que vale y sube, sin que se aporte una razón que explique porque es así. Se rebelan contra el Gobierno, cuando este opone un impuesto a sus excesivos beneficios y lo que ocurría es que el Gobierno se había quedado corto. Lo más radical y necesario era desprivatizar la gestión. Eso sería comunista y bolivariano, gritan, aunque fuera lo más racional.

 

La banca protesta para no pagar el impuesto abusivo, mientras, impudorosamente, no ocultan la multiplicación exponencial de sus beneficios y nadie, ni del gobierno, ni de la ciudanía, exige, como sería lo lógico, que paguen primero sus préstamos millonarios en euros, que recibieron de los ciudadanos, acordados por ministros mentirosos. Que los paguen no por razón de justicia y equidad, que eso para ella no son razones, sino por pura ejemplaridad. ¿Si ellos no pagan los créditos, con qué cara pueden exigir a sus clientes, que es de lo que viven, que los paguen? Cuando se está por encima del bien y del mal, como si de reyes de tratara, se puede.

 

Hay otra realidad más profunda. La sociedad ya no se divide en izquierdas y derechas. Ni en progresistas y conservadores, sino en carcelables e incarcelables. Esa es la auténtica división. Incarcelable no se refiere al emérito, que ese es uno, sino a esos setenta mil inmunes y unos cientos más de auténticos intocables, que hagan lo que hagan nunca dormirán en la cárcel. Le llamaban inmunidad. Desde la rana madre, en la escala inferior, a los genuinamente intocables e invisibles, que son lo que estrictamente mueven los hilos en el gran guiñol que es España.La impunidad.

 

El grave problema que tiene este país es que da la impresión de que la Injusticia, su administración, está organizada. La Justicia, no. Así se evidencia cuando es más delito administrar técnicamente mal sin llevarse el dinero, caso Andalucía, que metérselo con descaro en el propio bolsillo, casos mil. ¿Qué se puede pensar de una sociedad que calla y otorga, sin pudor en las urnas? ¿Es hipocresía? También. Sistémica. Cada pueblo tiene la suya. Por eso sobreviven.

 

No es cuerdo decir estas cosas cuando los vientos que soplan, si se mira a Italia, son otros. Los populismos pueden imponerse. Pueden llegar a engañar al mismo Papa, como cuando Hitler llegó y le engañó. Todo eso es anécdota. Lo que vino después fue la guerra más salvaje y cruel de la Historia. Asoló Europa y dejó tantos millones de muertos injustos. Culpable el nazismo. Nos salvaron las democracias que permanecieron, los norteamericanos y los comunistas. Esa es la Historia y los hechos. De poco sirvieron cuando podemos seguir por el mismo camino.

 

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