La noche

Es de noche, bastante de noche, muy de noche. El vaso vuelve a estar medio vacío. Es la hora de abandonarse a la nostalgia, y el alcohol coopera con facilidad a ello. La nostalgia es ese fantasma nocturno al que se suele invocar cuando la tristeza, el desconsuelo y el abatimiento nos rondan como compañeros de una noche sin noche.

La  nostalgia transporta evocaciones dulces de un pasado que ya fue o deseos de un gustoso futuro que podría ser. Sumergirse en la nostalgia suele producir un placentero escozor; placer por lo que se ha vivido con gozo, o por lo que se podría vivir con deleite; y escozor porque lo vivido ya pasó y quizás nunca volverá a pasar, o porque lo que queremos que pase quizás nunca llegue a pasar.

La noche es el momento en el que  tropieza con su soledad. Es la hora del día perfecta para encontrarse con ella, cuando todo a su alrededor está callado, adormecido, como muerto. Es entonces cuando, fuera de la rutilante rutina, espera que la nostalgia vaya introduciéndose para sentir la profundidad de sus emociones y poder recrearse en añorar lo que nunca tuvo. Es entonces cuando escribe, porque necesita pensar que alguien leerá mañana esas líneas, cuando la oscuridad no sea más que una noche pasada y la luna se haya ido a crecer al otro lado del mundo.

Es entonces cuando da rienda suelta a esas palabras no dichas bajo la luz del día, que sólo salen cuando las puede compartir con su soledad. Esas palabras que le hubiera querido decir cuando disfrutaba de su sonrisa, cuando observaba su dinámico cuerpo, cuando con su mano revolvía su frondoso y magnifico pelo y acariciaba su cabeza, esa cabeza que tanto le atraía decorada con dos pequeñas remansos de un azul caribeño que tenía por ojos, y una sonrisa tan cálida que desarmaba cualquier argumento y licuaba cualquier pensamiento inapropiado.

Afronta la soledad con regocijo. Se sumerge en la soledad y puede que zozobre. Vuelan las palabras a su alrededor, trata de agarrarlas al vuelo, y las agarra, y las va colocando es esa página en blanco que siempre espera paciente encima de la mesa del rincón. A su lado la pluma, sí, una pluma cargada de tinta azul dispuesta a formar palabras, líneas, textos, versos…, la inspiración es muy libre de actuar cuando y como le viene en gana, para eso es inspiración, el ‘libre albedrío’ forma parte de su naturaleza, es su poder; por eso hay que estar siempre alerta.

Y van llegando palabras nunca dichas pero siempre pensadas. Y como por un impulso del más allá va colocando esas palabras volanderas en versos que gotean del corazón.

Qué otra cosa / sino escribir versos, / desentrañar sonidos de la tristeza, / despertar las voces del silencio / para que aquel atardecer / no se pierda en el tiempo / y en el crepúsculo prolongue su luz / a mis labios.

Para que tu mirada permanezca / reposando sobre las formas que me rodean / para dar vida al mundo invisible / de mi soledad. Para encontrar / un poco de calor y de consuelo / cuando mis gritos se pierden en la noche / y después, todo entra en el silencio.

Y al fin llega la noche / y tu recuerdo vivo y temido, / esperado, / tu ausencia y mi tormento, / la oscuridad, el frío / y el verso, / que siente, con mi dolor, / la soledad y el desaliento, / que desea, como yo, / la esperanza, / que te habla, con mi voz, / del próximo encuentro.

Vuelve ahora a mi lado / ahora / cuando la libertad / cuando la vida / cuando las alas están extendidas / y el barco puede navegar; /  cuando ya  el dolor / cuando ya el olvido / cuando la mar… / Vuelve ahora / cuando mi soledad.

Y así, en la noche, va transformando el sentimiento profundo en versos que zarandean el espacio y el tiempo. Y así, cada noche se estremece de noche, y el deseo de anhelantes sueños. Y así, cada noche, el licor acaba adormeciendo esa inquietud que desasosiega. Y así, cada noche, espera la luz del día para anestesiarse.

O témpora o mores