Andrés Martínez Oria
Sábado, 01 de Octubre de 2022

Luz dorada (Sendo en el recuerdo)

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He subido hasta el alto del crucero de San Justo para ver desde aquí la luz primera sobre el monte, la ciudad, la vega. Los chopos del río, que ya quieren amarillear. Y he subido también para rememorar. Y pensar. Pensar. Siempre me pareció la ciudad un lugar fronterizo entre las cosas y el tiempo. Que nos ancla y nos sopla como a un vilano sutil en el viento. Y es ahí donde residimos. En el centro de un mundo que nos envuelve y nos impide ver. Por eso es necesario, de vez en cuando, salir; sin alejarse demasiado. Ir despacio y a pie. Y mirar desde otro sitio, para ver lo que nos importa. La cruz, el camino y la ciudad con su vida, su historia y sus símbolos. La vida que se nos fue, los muros, la iglesia y el monte que nos afirma y eleva. Porque somos de aquí y de allá. Del tiempo, y por eso efímeros; de un día. Un día, que no es otra cosa que el recorrido de la luz del sol que sale y se pone. Eso es. Un día. Y la vida, una sucesión limitada de amaneceres y ocasos. Lo dijo Josep Pla. Lo está diciendo, para el que tiene aún ojos y oídos.

 

He subido para rememorar. Y pensar. Y veo desde aquí los caminantes que confluyen en ese caminante del retablo de los Santos Justo y Pastor. La cruz, la vega y la ciudad, bajo la luz dorada aún de septiembre. Detrás de los chopos del río. La luz que lo deja todo transfigurado en una atmósfera conmovedora. Ese era el cuadro.

 

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