Diario de Enriqueta. Página 420
![[Img #60730]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/10_2022/1731_mercedesdsc_0499.jpg)
No Intentaba conseguir la aprobación de nadie. Suelo llorar en la cama, absolutamente en privado, mientras que mantengo en público una actitud desafiante al respecto. Esto no es patético, no es por ser infeliz, sino por sentirme solitaria, lo que no es lo mismo que estar en soledad. La soledad puede ser una elección y la solitariedad no es una elección, suele ser una imposición. El solitario no tiene a nadie alrededor, la soledad puede tener muchas personas cerca. En este momento yo me siento un ‘ser solitario’ además de ‘estar en soledad’; ese ‘estar’ me gusta, ese ‘ser’ no me gusta.
Él era un hombre muy reservado y sus amigos advertían que era capaz de odiar con tanta pasión como podía amar. Era imprevisible. Podía dar, aunque no con abundancia, pero en seguida cerraba la espita de golpe. Se le hería fácilmente con cualquier falta de amabilidad, sufría de antemano pensando que podría provocar hilaridad con algún traspié. Ansiaba sobre todo destacarse aunque intentaba ocultar sus sentimientos de cuánto deseaba ser amado y comprendido. Temía especialmente hacer el ridículo.
Ayer por la tarde, como por casualidad, abrí el “arca de los recuerdos” y encontré, bueno no, ya sabía que estaba allí pero lo vi y me picó la curiosidad de ojearlo. Empecé a leer al azar y seguí leyendo al menos azar y acabé absorbiendo las páginas impetuosamente. ¡Qué recuerdos! Curiosamente mi estómago no se ha encogido ni las vísceras se han anudado. No sé si llegué alguna vez a leer este escrito suyo o si en mi euforia de rebelión lo leí y no capté el mensaje. No sé. Me ha parecido leerlo por primera vez. Dice cosas que me enternecen, dice verdades, dice muchas cosas bien dichas pero sólo habla de una parte pequeña de las emociones compartidas y no compartidas. Hacía ¡tanto tiempo¡ que no pensaba en él que ahora no podía pensar en él sin estremecerme de odio y de amor; nunca hubiera creído que pudieran coexistir dos sentimientos tan opuesto sobre la misma persona, y tan intensos a la vez.
Es curioso que después de tantos años mi análisis y mis sentimientos al respecto no hayan cambiado. El tiempo no da otra versión de los hechos sino que ya no me oprimen, aunque sí me siguen hiriendo. Di tanto, que di todo, y recibí muy poco, pero si ese poco hubiera sido bueno no me hubiera importado la cantidad. No fue así. Nunca entendió, ni creo que llegue a entender, que amar es pensar en la persona amada antes que en el amor propio.
Su escrito me ha vuelto a pintar al personaje cómo era: egoísta a tope, con la frialdad que ello conlleva, pero sin embargo el escrito me ha dulcificado su recuerdo. El sufrimiento que describe y el amor que dice que me profesa me reconcilian algo con él. Pero también vuelvo a ver ese orgullo, esa vanidad, ese ego, esa arrogancia de sentimientos: sólo, siempre él, único valor de reconocimiento absoluto. Sí, me ha enternecido, pero finalmente me ha vuelto a poner en el disparadero de la rabia.
En realidad era un hombre despiadado en sentimientos, nunca estaba alerta a los míos y los pisoteaba a menudo; actuaba siempre a su antojo. No, no supo respetar los campos. Y yo no estaba preparada para defenderme porque no podía imaginar que pudiera pasar. Y cuando pasó lo permití por amor al amor hasta que no pude aguantar más. Es una barbaridad cómo me había ido deshaciendo, cómo me diluí, cómo me desintegré, cómo no podía defenderme en esa situación, cómo esperaba un reconocimiento de mi situación, una clave para entender ese magma de emociones; cómo, tan indefensa, esperaba que llegara el amparo desde fuera, y cómo la desilusión me derrotó porque, claro, desde fuera no había ninguna sensibilidad ni interés, había un amor egoísta, un amor basado en el amor propio, un amor con unos límites muy pequeños, límites de rebote.
Cada uno había aportado su dote, y las dotes parecían bien equilibradas. Una parte optaba por la visión práctica de la vida y la otra por la visión idealista. Una conjunción perfecta que podía haber funcionado toda la eternidad como el perfecto engranaje de la maquinaria de un reloj: el mundo de los sentidos y el mundo pragmático (utilitario) en perfecta armonía. Pero la armonía se rompe cuando no se consigue mantener el equilibrio. Y en este caso el egoísmo funcional quiso dominar sobre todos los campos e hizo explotar, resquebrajarse, el delicado equilibrio. Y finalmente, y felizmente (visto desde aquí y ahora) el amor saltó por los aires.
¿Un clavo saca a otro clavo? Seguro.
Extendí hacia ti / la espuma de mis sueños/ que enmudecían / batidos en la nostalgia.
Extendí hacia ti / mis fantasías de felicidad / sabiendo el vértigo / de su desvanecimiento.
Extendí hacia ti / los sueños del mañana / impaciente por tachar / las trampas del ayer.
Extendí hacia ti / el ímpetu de un querer olvidado / olvidando que el olvido / es el mejor de los resguardos.
Como la frágil espuma / de la ola / que remonta la arena / Extendí hacia ti / mis límites de locura / que la marea arrastró / en su respiración inquebrantable.
Luego / retrocedió / vencida / a la insolencia / de su inmensidad.
O témpora o mores
![[Img #60730]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/10_2022/1731_mercedesdsc_0499.jpg)
No Intentaba conseguir la aprobación de nadie. Suelo llorar en la cama, absolutamente en privado, mientras que mantengo en público una actitud desafiante al respecto. Esto no es patético, no es por ser infeliz, sino por sentirme solitaria, lo que no es lo mismo que estar en soledad. La soledad puede ser una elección y la solitariedad no es una elección, suele ser una imposición. El solitario no tiene a nadie alrededor, la soledad puede tener muchas personas cerca. En este momento yo me siento un ‘ser solitario’ además de ‘estar en soledad’; ese ‘estar’ me gusta, ese ‘ser’ no me gusta.
Él era un hombre muy reservado y sus amigos advertían que era capaz de odiar con tanta pasión como podía amar. Era imprevisible. Podía dar, aunque no con abundancia, pero en seguida cerraba la espita de golpe. Se le hería fácilmente con cualquier falta de amabilidad, sufría de antemano pensando que podría provocar hilaridad con algún traspié. Ansiaba sobre todo destacarse aunque intentaba ocultar sus sentimientos de cuánto deseaba ser amado y comprendido. Temía especialmente hacer el ridículo.
Ayer por la tarde, como por casualidad, abrí el “arca de los recuerdos” y encontré, bueno no, ya sabía que estaba allí pero lo vi y me picó la curiosidad de ojearlo. Empecé a leer al azar y seguí leyendo al menos azar y acabé absorbiendo las páginas impetuosamente. ¡Qué recuerdos! Curiosamente mi estómago no se ha encogido ni las vísceras se han anudado. No sé si llegué alguna vez a leer este escrito suyo o si en mi euforia de rebelión lo leí y no capté el mensaje. No sé. Me ha parecido leerlo por primera vez. Dice cosas que me enternecen, dice verdades, dice muchas cosas bien dichas pero sólo habla de una parte pequeña de las emociones compartidas y no compartidas. Hacía ¡tanto tiempo¡ que no pensaba en él que ahora no podía pensar en él sin estremecerme de odio y de amor; nunca hubiera creído que pudieran coexistir dos sentimientos tan opuesto sobre la misma persona, y tan intensos a la vez.
Es curioso que después de tantos años mi análisis y mis sentimientos al respecto no hayan cambiado. El tiempo no da otra versión de los hechos sino que ya no me oprimen, aunque sí me siguen hiriendo. Di tanto, que di todo, y recibí muy poco, pero si ese poco hubiera sido bueno no me hubiera importado la cantidad. No fue así. Nunca entendió, ni creo que llegue a entender, que amar es pensar en la persona amada antes que en el amor propio.
Su escrito me ha vuelto a pintar al personaje cómo era: egoísta a tope, con la frialdad que ello conlleva, pero sin embargo el escrito me ha dulcificado su recuerdo. El sufrimiento que describe y el amor que dice que me profesa me reconcilian algo con él. Pero también vuelvo a ver ese orgullo, esa vanidad, ese ego, esa arrogancia de sentimientos: sólo, siempre él, único valor de reconocimiento absoluto. Sí, me ha enternecido, pero finalmente me ha vuelto a poner en el disparadero de la rabia.
En realidad era un hombre despiadado en sentimientos, nunca estaba alerta a los míos y los pisoteaba a menudo; actuaba siempre a su antojo. No, no supo respetar los campos. Y yo no estaba preparada para defenderme porque no podía imaginar que pudiera pasar. Y cuando pasó lo permití por amor al amor hasta que no pude aguantar más. Es una barbaridad cómo me había ido deshaciendo, cómo me diluí, cómo me desintegré, cómo no podía defenderme en esa situación, cómo esperaba un reconocimiento de mi situación, una clave para entender ese magma de emociones; cómo, tan indefensa, esperaba que llegara el amparo desde fuera, y cómo la desilusión me derrotó porque, claro, desde fuera no había ninguna sensibilidad ni interés, había un amor egoísta, un amor basado en el amor propio, un amor con unos límites muy pequeños, límites de rebote.
Cada uno había aportado su dote, y las dotes parecían bien equilibradas. Una parte optaba por la visión práctica de la vida y la otra por la visión idealista. Una conjunción perfecta que podía haber funcionado toda la eternidad como el perfecto engranaje de la maquinaria de un reloj: el mundo de los sentidos y el mundo pragmático (utilitario) en perfecta armonía. Pero la armonía se rompe cuando no se consigue mantener el equilibrio. Y en este caso el egoísmo funcional quiso dominar sobre todos los campos e hizo explotar, resquebrajarse, el delicado equilibrio. Y finalmente, y felizmente (visto desde aquí y ahora) el amor saltó por los aires.
¿Un clavo saca a otro clavo? Seguro.
Extendí hacia ti / la espuma de mis sueños/ que enmudecían / batidos en la nostalgia.
Extendí hacia ti / mis fantasías de felicidad / sabiendo el vértigo / de su desvanecimiento.
Extendí hacia ti / los sueños del mañana / impaciente por tachar / las trampas del ayer.
Extendí hacia ti / el ímpetu de un querer olvidado / olvidando que el olvido / es el mejor de los resguardos.
Como la frágil espuma / de la ola / que remonta la arena / Extendí hacia ti / mis límites de locura / que la marea arrastró / en su respiración inquebrantable.
Luego / retrocedió / vencida / a la insolencia / de su inmensidad.
O témpora o mores





