Dosificar las noticias
![[Img #60734]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/10_2022/1571_paz-dsc_0169-2.jpg)
Hace ya camino de tres años que me negué a ver telediarios. Orgullosa de mí decisión, de que a mí nadie me llena la mente de porquerías, desasosiegos y mentiras, tiré del cable del televisor y este se fundió en negro, se arrinconó condenado a acumular polvo en su tejado por ser un modelo antiguo de aquellos de prominente culo y pantalla un poco abombada.
Satisfecha por mi heroísmo, tuve al principio la oportunidad de responder en muchas conversaciones con un tono algo jactancioso: “Ay, no sé, no lo he visto, es que yo no veo la tele”. También, qué remedio, en otras muchas no hubo de otra que preguntar de qué hablaban: “Perdón, es que como no veo la tele me entero de todo un poco tarde y esta noticia aún no me ha llegado. ¿Qué dices que ha pasado? ¿Qué estalló un volcán en La Palma? ¿Qué Rusia ha invadido Ucrania? Anda…”. Porque todo lo que nos llega a los que no nos tomamos la molestia de ver el telediario, nos llega de oídas, creo que incluso con una realidad más deformada que la que pueda ofrecer un noticiario que vive a cuenta de inmolar más de una noticia por lealtad a sus prosélitos y, alguno que otro, además, de narrar la crónica con la misma entonación con que narraría un partido de futbol. ¡Señor, que nunca nos falte amarillismo ni mostaza en la hamburguesa!
Al final, recibo esa información a través de otros canales. Salta la noticia a través de los titulares de GoogleNews que utiliza sus algoritmos para ofrecer a través del teléfono información que considera relevante a partir de los gustos o intereses personales. Ahí sí que no hay escapatoria. Todo lo que nos llega por esa ventanita lo absorbemos sin rechistar mientras echamos un rato en la cola de la carnicería o cuando solo encendimos la pantalla para ver la hora. Y ahí está agazapada la noticia, que por mucho algoritmo con que esté escogida la correspondencia con mis intereses es casi nula. Titulares como: El cambio de los participantes de Operación Triunfo después de veinte años. El duro invierno que se acerca con lluvias y tormentas (pongo cara de asombro). Santiago Niño-Becerra vaticina cuándo se notará en la calle la crisis. Recordemos que hace poco más de un mes vaticinaba una gran crisis económica en otoño, pero la ha aplazado para el año que viene, ya si eso después de las elecciones, que parece que tiene la agenda más despejada. Sale a la luz el coste mensual de un servicio exclusivo que recibe Iñaki Urdangarin por parte de la Casa Real. Habla del coste de sus guardaespaldas que todavía paga la casa Real, bueno, y nosotros. ¡Qué circo de familia y que dispendio!
Y no tardo en darme cuenta de que la ecuación es la misma, el experimento aloja datos irrefutables. Si quieres conocer la noticia no hay más remedio que informarse, investigar y contrastar. Es imposible librarse del bombardeo continuo que trata de hacerte creer esto o aquello, que busca manipularte, ponerte en este o aquel extremo. Imagino que es una garantía contra los artificios dosificar las noticias como se dosifica el detergente, para que no haga demasiada espuma que después es imposible de aclarar; y sobre todo saber quién controla el medio, que por el canto bien se conoce al pájaro.
Tengo que reconocer cierto interés por volver al telediario para ordenar al menos el curso de la historia presente, me parece regresar a un punto necesario e incluso comprar algún periódico que me permita contrastar. Sin tomárselo tampoco demasiado al pie de la letra, que las crónicas se repiten en constantes ciclos y cualquier hecho ha sucedido antes, en diferentes etapas de la historia. Y de este mismo modo, una historia repetida hasta la saciedad se da muchas veces por buena sin comprobaciones y es fácil caer en la trampa.
¡Así que mucho cuidado! Lo más complicado es saber de dónde tomar la noticia. Cuando la elección es buena, nada es mejor pero cuando es mala, nada es peor.
Hace ya camino de tres años que me negué a ver telediarios. Orgullosa de mí decisión, de que a mí nadie me llena la mente de porquerías, desasosiegos y mentiras, tiré del cable del televisor y este se fundió en negro, se arrinconó condenado a acumular polvo en su tejado por ser un modelo antiguo de aquellos de prominente culo y pantalla un poco abombada.
Satisfecha por mi heroísmo, tuve al principio la oportunidad de responder en muchas conversaciones con un tono algo jactancioso: “Ay, no sé, no lo he visto, es que yo no veo la tele”. También, qué remedio, en otras muchas no hubo de otra que preguntar de qué hablaban: “Perdón, es que como no veo la tele me entero de todo un poco tarde y esta noticia aún no me ha llegado. ¿Qué dices que ha pasado? ¿Qué estalló un volcán en La Palma? ¿Qué Rusia ha invadido Ucrania? Anda…”. Porque todo lo que nos llega a los que no nos tomamos la molestia de ver el telediario, nos llega de oídas, creo que incluso con una realidad más deformada que la que pueda ofrecer un noticiario que vive a cuenta de inmolar más de una noticia por lealtad a sus prosélitos y, alguno que otro, además, de narrar la crónica con la misma entonación con que narraría un partido de futbol. ¡Señor, que nunca nos falte amarillismo ni mostaza en la hamburguesa!
Al final, recibo esa información a través de otros canales. Salta la noticia a través de los titulares de GoogleNews que utiliza sus algoritmos para ofrecer a través del teléfono información que considera relevante a partir de los gustos o intereses personales. Ahí sí que no hay escapatoria. Todo lo que nos llega por esa ventanita lo absorbemos sin rechistar mientras echamos un rato en la cola de la carnicería o cuando solo encendimos la pantalla para ver la hora. Y ahí está agazapada la noticia, que por mucho algoritmo con que esté escogida la correspondencia con mis intereses es casi nula. Titulares como: El cambio de los participantes de Operación Triunfo después de veinte años. El duro invierno que se acerca con lluvias y tormentas (pongo cara de asombro). Santiago Niño-Becerra vaticina cuándo se notará en la calle la crisis. Recordemos que hace poco más de un mes vaticinaba una gran crisis económica en otoño, pero la ha aplazado para el año que viene, ya si eso después de las elecciones, que parece que tiene la agenda más despejada. Sale a la luz el coste mensual de un servicio exclusivo que recibe Iñaki Urdangarin por parte de la Casa Real. Habla del coste de sus guardaespaldas que todavía paga la casa Real, bueno, y nosotros. ¡Qué circo de familia y que dispendio!
Y no tardo en darme cuenta de que la ecuación es la misma, el experimento aloja datos irrefutables. Si quieres conocer la noticia no hay más remedio que informarse, investigar y contrastar. Es imposible librarse del bombardeo continuo que trata de hacerte creer esto o aquello, que busca manipularte, ponerte en este o aquel extremo. Imagino que es una garantía contra los artificios dosificar las noticias como se dosifica el detergente, para que no haga demasiada espuma que después es imposible de aclarar; y sobre todo saber quién controla el medio, que por el canto bien se conoce al pájaro.
Tengo que reconocer cierto interés por volver al telediario para ordenar al menos el curso de la historia presente, me parece regresar a un punto necesario e incluso comprar algún periódico que me permita contrastar. Sin tomárselo tampoco demasiado al pie de la letra, que las crónicas se repiten en constantes ciclos y cualquier hecho ha sucedido antes, en diferentes etapas de la historia. Y de este mismo modo, una historia repetida hasta la saciedad se da muchas veces por buena sin comprobaciones y es fácil caer en la trampa.
¡Así que mucho cuidado! Lo más complicado es saber de dónde tomar la noticia. Cuando la elección es buena, nada es mejor pero cuando es mala, nada es peor.