La guerra siempre es una derrota
![[Img #60865]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/10_2022/1348_recorte-670-luz-me-invade-018.jpg)
Yo sé de tus lágrimas, de los objetos queridos que guardabas,
de la toquilla en el regazo, de la fe en tantas almas buenas
que guiaron tu existencia.
En momentos extraños recordabas la época del odio y de
las armas, y te entraban temblores y eras, nuevamente,
una niña asustada, unos ojos inquietos con un frío glacial
entre las manos.
Yo sé de tus lágrimas, de los recuerdos envueltos en papel de
estraza, o en paños de seda raída por el tiempo.
Siempre vi en ti piedad, la grana del consuelo, la magia poderosa
del amor que hilvanabas, cuando anudabas con ternura
la trenza de mi pelo.
La historia familiar en fotografías, con color del pasado,
venías a contarme cuando yo preguntaba,
mas no te atrevías a describir tu miedo, quizá por
mantenerme en la ignorancia, hermosa, de mi mundo feliz.
Algo en ti vislumbré de una fragilidad tan quebradiza
que quise abrazarte muy fuerte, por si la belleza del cariño
pudiese borrar todos tus temores.
Algo en ti me conmovió tanto que temí perder
la madre que se trasformaba en hija por momentos…
La historia del perro que hicisteis desaparecer,
porque no había comida para todos,
fue desvelada después de cincuenta años de silencio.
El asco profundo, al chasquido de las cáscaras de pipas
en la boca, te recordaba la escasez y el tormento del vacío
que cantaba el estómago.
Yo sé de tus lágrimas y de la incierta quietud abrazada
a tu infancia, con la ausencia del padre, con el amor
incondicional de los que por ti velaban,
con el aprendizaje que el cariño es capaz de sembrar
en un alma aterida.
Ojalá nunca vivas aquello, nunca sientas el peso
de la desolación; los ojos de la ira; la sierpe tóxica
de la venganza; la máscara del miedo:
la guerra, ese negocio cruel, sólo siembra la angustia
y el dolor infinito, hija mía.
Lagunas, 14 de octubre de 2022
![[Img #60865]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/10_2022/1348_recorte-670-luz-me-invade-018.jpg)
Yo sé de tus lágrimas, de los objetos queridos que guardabas,
de la toquilla en el regazo, de la fe en tantas almas buenas
que guiaron tu existencia.
En momentos extraños recordabas la época del odio y de
las armas, y te entraban temblores y eras, nuevamente,
una niña asustada, unos ojos inquietos con un frío glacial
entre las manos.
Yo sé de tus lágrimas, de los recuerdos envueltos en papel de
estraza, o en paños de seda raída por el tiempo.
Siempre vi en ti piedad, la grana del consuelo, la magia poderosa
del amor que hilvanabas, cuando anudabas con ternura
la trenza de mi pelo.
La historia familiar en fotografías, con color del pasado,
venías a contarme cuando yo preguntaba,
mas no te atrevías a describir tu miedo, quizá por
mantenerme en la ignorancia, hermosa, de mi mundo feliz.
Algo en ti vislumbré de una fragilidad tan quebradiza
que quise abrazarte muy fuerte, por si la belleza del cariño
pudiese borrar todos tus temores.
Algo en ti me conmovió tanto que temí perder
la madre que se trasformaba en hija por momentos…
La historia del perro que hicisteis desaparecer,
porque no había comida para todos,
fue desvelada después de cincuenta años de silencio.
El asco profundo, al chasquido de las cáscaras de pipas
en la boca, te recordaba la escasez y el tormento del vacío
que cantaba el estómago.
Yo sé de tus lágrimas y de la incierta quietud abrazada
a tu infancia, con la ausencia del padre, con el amor
incondicional de los que por ti velaban,
con el aprendizaje que el cariño es capaz de sembrar
en un alma aterida.
Ojalá nunca vivas aquello, nunca sientas el peso
de la desolación; los ojos de la ira; la sierpe tóxica
de la venganza; la máscara del miedo:
la guerra, ese negocio cruel, sólo siembra la angustia
y el dolor infinito, hija mía.
Lagunas, 14 de octubre de 2022






