Mercedes Unzeta Gullón
Sábado, 29 de Octubre de 2022

Otro octubre

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Son las 5h. de la madrugada del último día de octubre. Llevo más de tres horas sin dormir, desvelada con mis pensamientos…, tantos y de tantos temas que en este momento me rondan como un enjambre de cetonias. Frases que me vienen a la cabeza como: “te escondes detrás de mis palabras”, “El ardor diluye la densidad de mis palabras y se convierte en agua y fuego”, o  “tenía tantas cosas que decirte…, he pensado tantas cosas para decirte…, pero luego, a tu lado, se me queda la mente en blanco , y el tiempo pasa volando y me da la impresión de que es tan corto el tiempo que estamos juntos que cuando voy a empezar a hablar ya te tienes que marchar”.

 

Pero en realidad el tiempo es mucho más extenso de lo que parece, solo que se detiene y detiene la mente en el encuentro. Porque el encuentro es tan intenso que los sentidos acaparan toda la energía y claro, la mente se queda en vacío, se para. En cambio, cuando hay por medio una distancia, la facilidad de comunicación verbal es mayor ya que la energía se concentra en la mente mientras los sentidos se relajan. Se trata de una cuestión de distribución de energía en función de las distancias; la energía emocional se activa en distancias cortas y la energía mental se activa en distancias largas.

 

“¿Qué hace a uno más feliz, dar o recibir?” Sin duda da más felicidad ‘dar’. Ella se siente feliz por recibir y, aunque ‘da’, considera que es claramente mayor lo que recibe. Se acuerda de cuando ella daba lo mismo de lo que ahora recibe. Daba y daba, en cuerpo y alma. Se sentía feliz solamente con poder dar y con la certeza de que también ella recibía. ¿Eso es amor? “te amo aunque tú no me ames” “no necesito que me ames, yo te amo igual”. Sí, creo que eso es el amor. Y recuerda cuando ella decía esas mismas palabras y sentía esa misma emoción universal de expansión de sentimientos.

 

Ella había amado con enajenación y había perdido en ese amor porque la enajenación provoca en la persona amada un resorte de dominio que acaba destruyendo a la que ama con las puertas abiertas sin ninguna reserva. De pronto el delirio de amor se encuentra ante el vacío, pero un vacío de succión, como de aspirador.

 

Me siento más fuerte desde que me siento apoyada. Se vuelven a despertar mis emociones, mi piel, mi capacidad de pensar, mi creatividad. Amor visual -una mujer tumbada pero que sólo se le vea el pubis, una pierna doblada y algo de pecho, con una llama encima del pubis– una sauna llena de vapor, es el calor de la piel, una fragua con un gran fuelle insuflando, es el calor del aliento excitado.

 

¿Cómo era aquel poema? Aquel que escribí en otro octubre: El otoño presagiaba primavera / pero llegó el invierno. / La melodía doliente de las hojas / bajo un caminar adolescente / abrumó de languidez la luz bruñida. / ¡Qué lejos la balada de ayer! / ¡Qué cercano el frío!

 

Doy media vuelta, acomodo las piernas, los brazos se enroscan en la almohada, dos segundos y media vuelta de nuevo, encojo las piernas recojo los brazos, reajusto la almohada bajo la nuca, y… la posición no convence, ahora boca arriba con la piernas estiradas…; ni modo. No lo consigo, enciendo la luz, me levanto y paseo por la habitación, dos minutos y vuelvo a la cama. Hay que pensar ligero, algo dulce y feliz. Pienso en cuando jugábamos a la comba, a saltar a la barca: “A saltar la barca me dijo el barquero las niñas bonitas no pagan dinero, yo no soy bonita ni lo quiero ser, arriba la barca, arriba la barca, una, dos y tres.” Me quedo más tranquila, me voy adormeciendo mientras el amanecer asoma por las ventanas.

 

O témpora o mores.

 

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