Nuria Viuda
Sábado, 12 de Noviembre de 2022

Japoneses

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Los japoneses son seres excepcionales por dinámicos y diminutos. Observen una troupe excursionando por cualquier ciudad y asómbrense de su extrema rapidez para recorrer distancias enormes en un tiempo récord. Parecen muñequitos mecánicos accionados mediante un mecanismo invisible que les catapulta al infinito sobre patines imaginarios. Siempre muestran una sonrisa y sus atuendos impactan por originales y aparentemente desatendidos: chanclas con calcetines en pleno mes de noviembre, sombreros que hacen el papel de porta todo, cámaras analógicas colgadas al cuello, y, si se fijan bien, nunca les acompañan animales domésticos. Caminan, nadan corren, se recrean en la belleza de los frisos de Europa. Prueban, beben, se extasían ante las catedrales góticas y nunca realizan preguntas incómodas, solo saludan agachando la cabeza como bendiciendo al mundo por acoger su eterna curiosidad. Su educación austera y exquisita logra el milagro de poetizar el mundo y el pasado. Desde niños son educados en la sensibilidad y el rapto de la belleza a través de los eruditos que les precedieron  y las tradiciones antiguas.

 

Muchos son los literatos que ha dado Japón, y muchas también las geishas que imaginamos hoy tocando el shamisen o el koto amenizando antiguas veladas a la luz de una luna de nácar.Sueños sobre el tatami acompañando la ceremonia del té.Las damas de la corte de Heian, que fueron grandes poetisas y dejaron su impronta para los siglos venideros y hoy son leídas con fruicción.  Ellas fueron Izumi Shikibu, Murasaki Shikibu y Dama Sarashina. Un logro que rememora la esencia de este magnífico juego de damas. Lean  sus versos repletos de melancolía.

 

De ahí que los grupos de japoneses que se ven viajando por doquier nos retrotraigan al pasado esplendoroso de su país, a sus tradiciones y  a su exquisita y melancólica literatura, que nos habla de lluvias persistentes y cerezos en flor.

 

Japón es un misterio para los occidentales, lo mismo que la vieja Europa lo es para esos ojos oblicuos que la admiran cada vez que uno de esos autobuses repleto de pequeños y morenos torbellinos sale en busca de otras bellezas porque han sido educados en ellas.

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