Nadie cree a Albert Einstein
Tirso Priscilo Vallecillos. Entrevista a Albert Einstein; Ediciones Trea; abril de 2022
![[Img #61101]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/11_2022/6039_escanear0009.jpg)
Antes que nada la pregunta por el título, y quizás la cita de Einstein permita aclararla: "(...…) De mi vida no es frecuente que hable, pero le podría decir algo acerca del círculo (...) El círculo es la figura geométrica que mejor representa la naturaleza humana: con un centro equidistante, permite que todo fluya y, a la vez, que todo se comparta (....)" etcétera. La cita continúa y señala tres vértices en ese círculo personalizado: "el mundo y yo", "la ciencia y yo" y "la relación conmigo mismo".
Por eso el libro de poemas de Tirso Priscilo Vallecillos se divide en tres partes: "PRIMER VÉRTICE DEL CÍRCULO: Albert Einstein y el mundo”. "SEGUNDO VÉRTICE DEL CÍRCULO: la ciencia y Albert Einstein" y "TERCER VÉRTICE DEL CÍRCULO: Albert frente a Albert". Es curioso que, aunque los poemas intentan articularse en mundo, ciencia (en lugar del alma tradicional, tal vez porque la ciencia nos la haya robado) y yo (las tres ideas metafísicas Wolffianas), en el título del tercer círculo el nombre de Einstein haya desaparecido para que pudiera ser cualquiera, y de ahí desde Albert hasta Tirso que es el que escribe desde ese yo prestado al poema.
'No tengo alma, no tengo corazón’ es el título del primer poema. Albert Einstein en el mismo mundo que el yo en el poema, así en primera persona, yo, mí, me, conmigo. Un mismo mundo cuya variación es la experiencia que se abra en él, que se constituye intencionalmente. Aquí la anáfora la señala la expresión: “En mi relación con los demás” y en cada andanada un modo contradictorio de estar ese yo, sea Einstein o no. En la segunda estrofa hace lo que escribe, rayarse, repetirse la voz: "En mi relación con los demás / solo soy una voz en postura de defensa; / sólo una voz, eco arcaico, programa inexacto, / disco rayado, ser pragmático, una voz, / cavidad profunda, animal incrédulo, palabra superpuesta… / Carezco de corazón, carezco de alma, una voz, / disco rayado, frecuencia corta, palabra superpuesta, / una voz, animal incrédulo, programa inexacto, / volumen atenuado…" (15)
Hay que reconocerle a Tirso Priscilo Vallecillos que una vez que se ha dicho 'sí' a sí mismo, no le queda ya elección. Sino ser a cada instante ese otro que es.
Pero esa baja emotividad y desidealización que proclama en el primer poema la desmiente como avergonzado en los poemas que le siguen.
Al paso descubrimos el prosaísmo de esta poética que se hace en las contradicciones y en los malabares semánticos con los que jugetea su palabra.
Otrosí aprovecha los modismos de la cotidianidad o ciertos formalismos de la lógica para demenciarlas en el poema, y esa extrañeza y disparidad de código es lo que las revuelve estéticamente.
Sin embargo la ‘ambiguación’ de los términos que teje en el poema 'Fauna' no casa con la clarificación que exigiría el método de las ciencias naturales o incluso la filosofía: "Hay cierta animalidad que nos hace más humanos / pero no nos engañemos, en nosotros siempre prevalece la humanidad, / esa humanidad que nos hace más animales / de esos que comen ejemplares de su misma especie." (19)
Si del poema 'A los enemigos' preguntaras por qué la sentencia que proclama sería poética alguien podría responderte que por la misma razón que el meadero de Duchamp es un artefacto artístico, porque estando fuera de lugar está en el lugar del poema.
Una de las regularidades de este poemario son las enumeraciones; así en 'Yoga' (30) se hace un repaso irónico de las posturas de yoga con remate anfibológico final: "A ver si termina, de una vez por todas, esta maldita clase y me pongo con lo que realmente tengo que hacer para poder respirar tranquilo.
INSPIRO
ESPIRO
ME PIRO" (31)
Lo mismo que hace en 'Manual de excusas para las mañanas de los miércoles' (22)
Esa técnica enumerativa retorna en una serie de poemas: en ‘Listado incompleto’ (33) enuncia lo que le gusta en modo tautológico, con un lenguaje científico formal en el discurrir de lo lírico: "Me gusta esta postura cómoda, sexy y ecológica / de conformarse solo con todo aquello que me gusta." (33)
Las evidencias tautológicas del gusto se vuelven retóricas y continúan evidenciándose en el siguiente poema: 'Voy a comenzar un poema' (34), donde el título resulta ser el eco del verso primero de la tercera estrofa. Un bucle o un engarce que parasita la intención de escribir un poema en el vientre del mismo poema que se continúa. Visto así el poema recomienza cuando ya es continuidad, lucha dialéctica entre la intención racional y lo vital en modo espontáneo. En esa danza el dictado releva a la escritura y lo que surge en ese espejo es una revelación vital: "Regreso a la ducha. Sigo con mi celebración. / Así sí… Al poema le gusta verme así: / desnudo como un folio en blanco / aparecer por sorpresa, hallarme desprevenido / y comprobar que nunca le ofrezco resistencia." (35)
Más enumeraciones hallamos en ‘Artilugio’. También en ‘El mundo perfecto del que todos hablan' (40, 41) contenido irónico, incluso subversivo, con remate taoísta al enumerar las virtudes de su madre: "Camina desde hace noventa años / ¿Se dan cuenta? Noventa años… / Solo cuando se cansa, busca mi brazo: // ignora que soy yo el que se agarra a ella”. (92) A estas alturas de la madre, parece difícil no mantener que el yo poético sea yo, es decir él, es decir Tirso.
Otro recurso muy utilizado en este poemario es la anfibología incorporando el ramalazo irónico con aires de contradicción; como ejemplo: "Te tengo que querer porque quiero tiempo." o esta otra: "Perdía el tiempo por no perder el equilibrio." En 'Gayumbos' (36,37) se produce una evocación fetichista desvirgatoria mediante la metonimia del rasgado de unos glamurosos gayumbos: "Y rápidamente, como como pude, rápidamente / introduje decidido, con fuerza, uno de mis dedos / y tiré, tiré sin querer mirar lo que estaba haciendo, / y rasgué, rasgué el exótico tejido…"
La ciencia y Albert Einstein conforma el segundo vértice del círculo.
La ciencia parece ser en estos poemas un saber del amor que se busca. Comienza con un desencantamiento y un descubrimiento que obliga al simulacro, a la sospecha. (Quizás haya de arrojar la escalera después de haber subido por ella.)
'Manual de amor', el primer poema, es el leitmotiv de toda esta serie que se presenta de forma irónica como un manual de autoayuda, por eso este primer poema parte de un recuerdo sobre un libro sobre el arte de amar que daba una recomendación muy wittgensteiniana: "(...) Tira este manual a la papelera / para no acabar más solo que la una." (51)
Si este fuera el modelo de relación de Einstein o Wittgenstein con la ciencia sería escéptica en cuanto a la posibilidad de saber (en una relación sentímental de la cotidianeidad), una relación tan solo instrumental para una búsqueda propia. Enseguida los trámites, los sucesos, la puesta a prueba, las contrariedades con que choca la razón se resuelven en el obrar del deseo momentáneo. Siendo en la tarea que nos ocupa la mejor forma de conocimiento, quizás la única manera de llegar a la verdad. La ciencia no conduce a la experiencia: "La llegada del deseo / es como un relámpago / después del cual no existe conciencia. / Las piernas se rompen en pedazos / y caen como pañuelos de seda: / no te queda más remedio que postrarte a sus pies”. ('La rendición', 55)
No suele tener pelos en la lengua Tirso Priscilo pero cuando se despoja de la crudeza eyacula la metáfora: "¡Cuántos dedos habrán viajado en su nombre / por el azul oscuro de la imposibilidad!", -en referencia al deseo imposible por David Gandy, David Gandy resulta ser otro, ese compañero con quien terminan cumpliéndose todos los deseos, ese que posee "la generosidad del hombre bueno"..."A veces nos amamos con lujuria, otras simplemente nos amamos (...)" (56, 57)- o "Como dientes de león, mis intimidades morían / acurrucadas por el miedo a que mi padre / supiera de su existencia” (88)
"Artilugio" (59) quizás sea el poema que mejor representa esta relación en contrapunto entre las determinaciones de la física y los acasos emocionales. Dos instancias separadas y sin embargo debe de haber una forma de encuentro que las unifique. Aquí, incluso más que el amor, el poema. Algo que la psicología intenta lograr a partir de la idea de la mente expandida, a través de la experiencia directa del cuerpo y la percepción expandida del mismo como herramienta creativa. "Ni siquiera sé qué tipo de mecanismo articula esta existencia / de qué manera me llega la luz que cruza desde tu mirada / por qué no me desintegró en tus músculos de alta tensión / qué tipo de artilugio soy, objeto sujeto, autómata, / piel programada para que en esta mecánica enloquecida / de fuerzas y contrafuerzas / todo / movimiento o quietud, / todo / comience en ti."
Se suceden los poemas de amor, tú, me, yo, contigo... El poema escrito como imposibilidad de plasmar la realidad amatoria, algo en última medida que atañe a las proposiciones, a las teorías físicas o lingüísticas acerca de la realidad ('Como el que se encuentra una cartera', 64).
En 'El amor en tiempos de Pompeya’ (73) se da una contaminación de lo sentimental en lo material: "(...) una lengua incandescente que todo lo destruye: / el amor, ese rojo sentimiento, esa avalancha encendida, / esa necesidad fosilizada en el miedo irracional." Son poemas de amor que repudian la sublimidad expresiva en favor de la que emerge de ese amor.
El desencuentro, las distinciones conceptuales: amor / amar, las expresiones proscritas del poema con aliteración regalada: "Hay algo en ti y en mí / de colcha de puticlub acolchada (...)”. Expresiones contradictorias inesperadas: "(...), y nos eleva / por debajo de nosotros / mismos.” Autoconciencia o autoconocimiento en la relación amorosa en 'Tal como somos' (71). El amor enamorado en su fase dolorosa, intercambiable, comprensiva en 'Ahí' (75). La memoria del amor en 'Amor y cizalla', en 'Tejidos'. Los amores no sidos en 'A cualquier frecuencia'. Aquellos otros que dejaron viva huella: 'Edificios abandonados'. La catalogación de formas de amar y de sus efectos es larga, pormenorizada.
El tercer vértice del círculo es el titulado Albert frente a Albert.
Una vez que Albert no es Einstein podría ser cualquiera. Cualquiera que vaya en busca de un yo. Incluso pudiera ser el yo poético aquello que se busca. Por eso esa abundancia de mí, me. Autoobservación. El yo que se reconcilia con la naturaleza a la que concibe tolerante con esa manifestación suya del yo. Y por ello se analiza, se psicoanaliza, se autopsicoanaliza. Se desdobla ese yo como él, a sí mismo como otro. "Es curioso que te acuerdes de estas cosas, / me dijo sujetando el cuarto gin tonic / y añado: psicoanálisis de barra / (podría ser el título para un poema)" (90) y de hecho es el título de este poema.
Va descubriendo las huellas que él mismo ha ido dejando, y hasta puede que las dejara para descubrirlas, para querer y ser querido. El poema ‘Equilibrio’ (95) se bambolea sobre la tabla caligramática dibujada en él. Se bambolea en el recuerdo, en lo mental, en el poema más allá de la grafía, de su caligrafía.
Este yo es consciente de su rareza, de su ruptura, un yo roto que sigue "buscando unos brazos". A menudo practica la gota malaya de la autoacusación y la neurosis.
Cuando parodia una sentencia clásica, ‘¿Bañarse dos veces en la misma agua?’ (108) lo hace como burla desesperada de lo trascendente increíble, de la seriedad, de la pesadez; y a esto ayuda la irrupción de lo fisiológico, del ‘orinamiento’ en el agua para responderla que no.
A ese yo roto, bombardeado, repetido, hecho otro, aún le queda la pizca de optimismo que expresa al modo funambulista, sofístico en una traca final: "Y digo yo que las cosas ya no son lo que eran / y al mismo tiempo no son lo que parecen / es muy posible que ahora, más que nunca, / las cosas sean como verdaderamente tienen que ser / y tengamos la obligación ineludible y urgente / de disfrutarlas." (112)
Hay todavía un epílogo titulado ‘Epilogo’ que dice: "Todo el mundo cree a Albert Einstein." ¿?
Tirso Priscilo Vallecillos. Entrevista a Albert Einstein; Ediciones Trea; abril de 2022
![[Img #61101]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/11_2022/6039_escanear0009.jpg)
Antes que nada la pregunta por el título, y quizás la cita de Einstein permita aclararla: "(...…) De mi vida no es frecuente que hable, pero le podría decir algo acerca del círculo (...) El círculo es la figura geométrica que mejor representa la naturaleza humana: con un centro equidistante, permite que todo fluya y, a la vez, que todo se comparta (....)" etcétera. La cita continúa y señala tres vértices en ese círculo personalizado: "el mundo y yo", "la ciencia y yo" y "la relación conmigo mismo".
Por eso el libro de poemas de Tirso Priscilo Vallecillos se divide en tres partes: "PRIMER VÉRTICE DEL CÍRCULO: Albert Einstein y el mundo”. "SEGUNDO VÉRTICE DEL CÍRCULO: la ciencia y Albert Einstein" y "TERCER VÉRTICE DEL CÍRCULO: Albert frente a Albert". Es curioso que, aunque los poemas intentan articularse en mundo, ciencia (en lugar del alma tradicional, tal vez porque la ciencia nos la haya robado) y yo (las tres ideas metafísicas Wolffianas), en el título del tercer círculo el nombre de Einstein haya desaparecido para que pudiera ser cualquiera, y de ahí desde Albert hasta Tirso que es el que escribe desde ese yo prestado al poema.
'No tengo alma, no tengo corazón’ es el título del primer poema. Albert Einstein en el mismo mundo que el yo en el poema, así en primera persona, yo, mí, me, conmigo. Un mismo mundo cuya variación es la experiencia que se abra en él, que se constituye intencionalmente. Aquí la anáfora la señala la expresión: “En mi relación con los demás” y en cada andanada un modo contradictorio de estar ese yo, sea Einstein o no. En la segunda estrofa hace lo que escribe, rayarse, repetirse la voz: "En mi relación con los demás / solo soy una voz en postura de defensa; / sólo una voz, eco arcaico, programa inexacto, / disco rayado, ser pragmático, una voz, / cavidad profunda, animal incrédulo, palabra superpuesta… / Carezco de corazón, carezco de alma, una voz, / disco rayado, frecuencia corta, palabra superpuesta, / una voz, animal incrédulo, programa inexacto, / volumen atenuado…" (15)
Hay que reconocerle a Tirso Priscilo Vallecillos que una vez que se ha dicho 'sí' a sí mismo, no le queda ya elección. Sino ser a cada instante ese otro que es.
Pero esa baja emotividad y desidealización que proclama en el primer poema la desmiente como avergonzado en los poemas que le siguen.
Al paso descubrimos el prosaísmo de esta poética que se hace en las contradicciones y en los malabares semánticos con los que jugetea su palabra.
Otrosí aprovecha los modismos de la cotidianidad o ciertos formalismos de la lógica para demenciarlas en el poema, y esa extrañeza y disparidad de código es lo que las revuelve estéticamente.
Sin embargo la ‘ambiguación’ de los términos que teje en el poema 'Fauna' no casa con la clarificación que exigiría el método de las ciencias naturales o incluso la filosofía: "Hay cierta animalidad que nos hace más humanos / pero no nos engañemos, en nosotros siempre prevalece la humanidad, / esa humanidad que nos hace más animales / de esos que comen ejemplares de su misma especie." (19)
Si del poema 'A los enemigos' preguntaras por qué la sentencia que proclama sería poética alguien podría responderte que por la misma razón que el meadero de Duchamp es un artefacto artístico, porque estando fuera de lugar está en el lugar del poema.
Una de las regularidades de este poemario son las enumeraciones; así en 'Yoga' (30) se hace un repaso irónico de las posturas de yoga con remate anfibológico final: "A ver si termina, de una vez por todas, esta maldita clase y me pongo con lo que realmente tengo que hacer para poder respirar tranquilo.
INSPIRO
ESPIRO
ME PIRO" (31)
Lo mismo que hace en 'Manual de excusas para las mañanas de los miércoles' (22)
Esa técnica enumerativa retorna en una serie de poemas: en ‘Listado incompleto’ (33) enuncia lo que le gusta en modo tautológico, con un lenguaje científico formal en el discurrir de lo lírico: "Me gusta esta postura cómoda, sexy y ecológica / de conformarse solo con todo aquello que me gusta." (33)
Las evidencias tautológicas del gusto se vuelven retóricas y continúan evidenciándose en el siguiente poema: 'Voy a comenzar un poema' (34), donde el título resulta ser el eco del verso primero de la tercera estrofa. Un bucle o un engarce que parasita la intención de escribir un poema en el vientre del mismo poema que se continúa. Visto así el poema recomienza cuando ya es continuidad, lucha dialéctica entre la intención racional y lo vital en modo espontáneo. En esa danza el dictado releva a la escritura y lo que surge en ese espejo es una revelación vital: "Regreso a la ducha. Sigo con mi celebración. / Así sí… Al poema le gusta verme así: / desnudo como un folio en blanco / aparecer por sorpresa, hallarme desprevenido / y comprobar que nunca le ofrezco resistencia." (35)
Más enumeraciones hallamos en ‘Artilugio’. También en ‘El mundo perfecto del que todos hablan' (40, 41) contenido irónico, incluso subversivo, con remate taoísta al enumerar las virtudes de su madre: "Camina desde hace noventa años / ¿Se dan cuenta? Noventa años… / Solo cuando se cansa, busca mi brazo: // ignora que soy yo el que se agarra a ella”. (92) A estas alturas de la madre, parece difícil no mantener que el yo poético sea yo, es decir él, es decir Tirso.
Otro recurso muy utilizado en este poemario es la anfibología incorporando el ramalazo irónico con aires de contradicción; como ejemplo: "Te tengo que querer porque quiero tiempo." o esta otra: "Perdía el tiempo por no perder el equilibrio." En 'Gayumbos' (36,37) se produce una evocación fetichista desvirgatoria mediante la metonimia del rasgado de unos glamurosos gayumbos: "Y rápidamente, como como pude, rápidamente / introduje decidido, con fuerza, uno de mis dedos / y tiré, tiré sin querer mirar lo que estaba haciendo, / y rasgué, rasgué el exótico tejido…"
La ciencia y Albert Einstein conforma el segundo vértice del círculo.
La ciencia parece ser en estos poemas un saber del amor que se busca. Comienza con un desencantamiento y un descubrimiento que obliga al simulacro, a la sospecha. (Quizás haya de arrojar la escalera después de haber subido por ella.)
'Manual de amor', el primer poema, es el leitmotiv de toda esta serie que se presenta de forma irónica como un manual de autoayuda, por eso este primer poema parte de un recuerdo sobre un libro sobre el arte de amar que daba una recomendación muy wittgensteiniana: "(...) Tira este manual a la papelera / para no acabar más solo que la una." (51)
Si este fuera el modelo de relación de Einstein o Wittgenstein con la ciencia sería escéptica en cuanto a la posibilidad de saber (en una relación sentímental de la cotidianeidad), una relación tan solo instrumental para una búsqueda propia. Enseguida los trámites, los sucesos, la puesta a prueba, las contrariedades con que choca la razón se resuelven en el obrar del deseo momentáneo. Siendo en la tarea que nos ocupa la mejor forma de conocimiento, quizás la única manera de llegar a la verdad. La ciencia no conduce a la experiencia: "La llegada del deseo / es como un relámpago / después del cual no existe conciencia. / Las piernas se rompen en pedazos / y caen como pañuelos de seda: / no te queda más remedio que postrarte a sus pies”. ('La rendición', 55)
No suele tener pelos en la lengua Tirso Priscilo pero cuando se despoja de la crudeza eyacula la metáfora: "¡Cuántos dedos habrán viajado en su nombre / por el azul oscuro de la imposibilidad!", -en referencia al deseo imposible por David Gandy, David Gandy resulta ser otro, ese compañero con quien terminan cumpliéndose todos los deseos, ese que posee "la generosidad del hombre bueno"..."A veces nos amamos con lujuria, otras simplemente nos amamos (...)" (56, 57)- o "Como dientes de león, mis intimidades morían / acurrucadas por el miedo a que mi padre / supiera de su existencia” (88)
"Artilugio" (59) quizás sea el poema que mejor representa esta relación en contrapunto entre las determinaciones de la física y los acasos emocionales. Dos instancias separadas y sin embargo debe de haber una forma de encuentro que las unifique. Aquí, incluso más que el amor, el poema. Algo que la psicología intenta lograr a partir de la idea de la mente expandida, a través de la experiencia directa del cuerpo y la percepción expandida del mismo como herramienta creativa. "Ni siquiera sé qué tipo de mecanismo articula esta existencia / de qué manera me llega la luz que cruza desde tu mirada / por qué no me desintegró en tus músculos de alta tensión / qué tipo de artilugio soy, objeto sujeto, autómata, / piel programada para que en esta mecánica enloquecida / de fuerzas y contrafuerzas / todo / movimiento o quietud, / todo / comience en ti."
Se suceden los poemas de amor, tú, me, yo, contigo... El poema escrito como imposibilidad de plasmar la realidad amatoria, algo en última medida que atañe a las proposiciones, a las teorías físicas o lingüísticas acerca de la realidad ('Como el que se encuentra una cartera', 64).
En 'El amor en tiempos de Pompeya’ (73) se da una contaminación de lo sentimental en lo material: "(...) una lengua incandescente que todo lo destruye: / el amor, ese rojo sentimiento, esa avalancha encendida, / esa necesidad fosilizada en el miedo irracional." Son poemas de amor que repudian la sublimidad expresiva en favor de la que emerge de ese amor.
El desencuentro, las distinciones conceptuales: amor / amar, las expresiones proscritas del poema con aliteración regalada: "Hay algo en ti y en mí / de colcha de puticlub acolchada (...)”. Expresiones contradictorias inesperadas: "(...), y nos eleva / por debajo de nosotros / mismos.” Autoconciencia o autoconocimiento en la relación amorosa en 'Tal como somos' (71). El amor enamorado en su fase dolorosa, intercambiable, comprensiva en 'Ahí' (75). La memoria del amor en 'Amor y cizalla', en 'Tejidos'. Los amores no sidos en 'A cualquier frecuencia'. Aquellos otros que dejaron viva huella: 'Edificios abandonados'. La catalogación de formas de amar y de sus efectos es larga, pormenorizada.
El tercer vértice del círculo es el titulado Albert frente a Albert.
Una vez que Albert no es Einstein podría ser cualquiera. Cualquiera que vaya en busca de un yo. Incluso pudiera ser el yo poético aquello que se busca. Por eso esa abundancia de mí, me. Autoobservación. El yo que se reconcilia con la naturaleza a la que concibe tolerante con esa manifestación suya del yo. Y por ello se analiza, se psicoanaliza, se autopsicoanaliza. Se desdobla ese yo como él, a sí mismo como otro. "Es curioso que te acuerdes de estas cosas, / me dijo sujetando el cuarto gin tonic / y añado: psicoanálisis de barra / (podría ser el título para un poema)" (90) y de hecho es el título de este poema.
Va descubriendo las huellas que él mismo ha ido dejando, y hasta puede que las dejara para descubrirlas, para querer y ser querido. El poema ‘Equilibrio’ (95) se bambolea sobre la tabla caligramática dibujada en él. Se bambolea en el recuerdo, en lo mental, en el poema más allá de la grafía, de su caligrafía.
Este yo es consciente de su rareza, de su ruptura, un yo roto que sigue "buscando unos brazos". A menudo practica la gota malaya de la autoacusación y la neurosis.
Cuando parodia una sentencia clásica, ‘¿Bañarse dos veces en la misma agua?’ (108) lo hace como burla desesperada de lo trascendente increíble, de la seriedad, de la pesadez; y a esto ayuda la irrupción de lo fisiológico, del ‘orinamiento’ en el agua para responderla que no.
A ese yo roto, bombardeado, repetido, hecho otro, aún le queda la pizca de optimismo que expresa al modo funambulista, sofístico en una traca final: "Y digo yo que las cosas ya no son lo que eran / y al mismo tiempo no son lo que parecen / es muy posible que ahora, más que nunca, / las cosas sean como verdaderamente tienen que ser / y tengamos la obligación ineludible y urgente / de disfrutarlas." (112)
Hay todavía un epílogo titulado ‘Epilogo’ que dice: "Todo el mundo cree a Albert Einstein." ¿?






