De León a la luna
![[Img #61292]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/12_2022/6169_angel-670dsc_0110.jpg)
Huérfanos, o casi, estamos los leoneses de noticias de nuestra tierra. De las buenas, se entiende, aunque bien mirado, la ausencia del optimismo informativo es epidemia en todos los medios de comunicación social. Parece que si no hay alarmismo o acritud, el suceso carece de relevancia. Y un sitio vacío o vaciado, como León, se asemeja a la nada agonizante de la inacción.
Pero hete aquí que un día, cuando menos lo esperas, surge una nueva que alegra el corazón, que te devuelve unos gramos de euforia en un ambiente depresivo medido en toneladas. Dos jóvenes paisanos, Pablo Álvarez y Sara García, han sido elegidos miembros del equipo de astronautas de la Agencia Espacial Europea. Aparte de la elección en sí misma, que nos llena de orgullo, el impacto que ha tenido se ha visto potenciado con el resalte de su patronímico leonés en casi todos los titulares de prensa.
De repente caemos en la cuenta de que estamos vivos y coleando. Que León es un pedazo de tierra española que no está aplastada por el peso de un pasado histórico yaciente en ataúd. Que el descenso a divisiones inferiores propiciado por añagazas políticas del periodo de la Transición, y la avidez centrípeta de la provincia capitalina en el entramado autonómico, va a resultar más temor a sus potenciales, que desprecio a su imaginada decadencia.
León, con el solo impulso de estos dos nombres propios, respira con su presente y brilla con el porvenir de una generación que en esta tierra sigue sembrando talento, mercancía del intelecto, desgraciadamente devaluada por modas y actividades sociales amparadas en la inanidad de un cuarto de hora de fama barata.
Y es que es mucho lo que hay en el fondo de armario de Pablo y Sara. Ellos son el producto de un territorio acostumbrado a la lucha. A porfiar con rudos condicionantes de orografía y climatología que marcan parámetros de vida fatigosa y espartana. Los leoneses, nómadas masculinos en la arriería, sedentarios femeninos en la labor del cultivo de minifundio de subsistencia, aunaron las igualdades de género sin otro discurso que el trabajo a brazo partido en cuotas a la par. Aquellas formas de laborar y vivir nos concedieron el don de gentes esculpido a fuerza de honradez y el valor insobornable de la palabra de honor.
Los leoneses somos también ejemplo de cosmopolitismo. Si la generación de nuestros abuelos edificó una forma de ser dominada por la fuerza del trabajo manual, la de mis padres y la mía se identificó en una intelectualidad de nombres doctos en el panorama cultural español. Intelectuales y escritores, en la mente de todos, pasearon por las afueras más recónditas del planeta la sapiencia árida, pero incontestable, de este gentilicio que nunca ha dejado de ser una caja de sorpresas.
Nuestra nómina de celebridades se nutre igualmente de empresarios, hombres de ciencia, artistas, continuadores del bruñido constante a una tierra que multiplica las facetas de su épica con los intangibles del ingenio, por eso, por intangibles, solo medibles en el valor de los testimonios, y no de los libros de contabilidad en números rojos y negros.
Hasta en la hipotética frivolidad del fútbol, León ha querido vestir a su equipo representativo con el frac de la selecta denominación Cultural, y aunque se añada la coletilla de Deportiva, para los aficionados y lugareños domina como apisonadora la primera. Eso es la vitola de un club deportivo, fundado en 1923, y a punto de prepararle la cuelga de los cien años.
León es la huella admirable del suelo horadado por la ingeniería y minería romanas. León es la belleza del paisaje desnudo en sus variedades de microclimas. León es la raíz del parlamentarismo moderno. León es la primera piedra de España. León es el reducto de hombres y mujeres irreductibles en la voluntad de su ética. León es la inteligencia nacida del esfuerzo. León es el cosmopolitismo a domicilio de lo que es tierra de paso de peregrinos en pos de la epopeya de encontrarse a sí mismos. León es una visión permanente de la historia, en lo cronológico y en lo artístico. León es recreo de paladares. León es lugar de buenas y honorables gentes; quizá lo mejor que se pueda decir de nuestra tierra.
Aquí, una relación de presentes. Hay que despertar de este letargo. Pablo y Sara nos acaban de revelar que hay futuro. Que esta provincia cultiva también asignaturas de la modernidad como las ciencias aeroespaciales y la biotecnología. Y en un dos por tres ya tiene testigos de sus quehaceres. León lo ha hecho y dicho todo en este planeta. Solo falta conquistar la luna y ya tenemos posibles pioneros. Con lo cazurros que somos, dicho y hecho.
![[Img #61292]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/12_2022/6169_angel-670dsc_0110.jpg)
Huérfanos, o casi, estamos los leoneses de noticias de nuestra tierra. De las buenas, se entiende, aunque bien mirado, la ausencia del optimismo informativo es epidemia en todos los medios de comunicación social. Parece que si no hay alarmismo o acritud, el suceso carece de relevancia. Y un sitio vacío o vaciado, como León, se asemeja a la nada agonizante de la inacción.
Pero hete aquí que un día, cuando menos lo esperas, surge una nueva que alegra el corazón, que te devuelve unos gramos de euforia en un ambiente depresivo medido en toneladas. Dos jóvenes paisanos, Pablo Álvarez y Sara García, han sido elegidos miembros del equipo de astronautas de la Agencia Espacial Europea. Aparte de la elección en sí misma, que nos llena de orgullo, el impacto que ha tenido se ha visto potenciado con el resalte de su patronímico leonés en casi todos los titulares de prensa.
De repente caemos en la cuenta de que estamos vivos y coleando. Que León es un pedazo de tierra española que no está aplastada por el peso de un pasado histórico yaciente en ataúd. Que el descenso a divisiones inferiores propiciado por añagazas políticas del periodo de la Transición, y la avidez centrípeta de la provincia capitalina en el entramado autonómico, va a resultar más temor a sus potenciales, que desprecio a su imaginada decadencia.
León, con el solo impulso de estos dos nombres propios, respira con su presente y brilla con el porvenir de una generación que en esta tierra sigue sembrando talento, mercancía del intelecto, desgraciadamente devaluada por modas y actividades sociales amparadas en la inanidad de un cuarto de hora de fama barata.
Y es que es mucho lo que hay en el fondo de armario de Pablo y Sara. Ellos son el producto de un territorio acostumbrado a la lucha. A porfiar con rudos condicionantes de orografía y climatología que marcan parámetros de vida fatigosa y espartana. Los leoneses, nómadas masculinos en la arriería, sedentarios femeninos en la labor del cultivo de minifundio de subsistencia, aunaron las igualdades de género sin otro discurso que el trabajo a brazo partido en cuotas a la par. Aquellas formas de laborar y vivir nos concedieron el don de gentes esculpido a fuerza de honradez y el valor insobornable de la palabra de honor.
Los leoneses somos también ejemplo de cosmopolitismo. Si la generación de nuestros abuelos edificó una forma de ser dominada por la fuerza del trabajo manual, la de mis padres y la mía se identificó en una intelectualidad de nombres doctos en el panorama cultural español. Intelectuales y escritores, en la mente de todos, pasearon por las afueras más recónditas del planeta la sapiencia árida, pero incontestable, de este gentilicio que nunca ha dejado de ser una caja de sorpresas.
Nuestra nómina de celebridades se nutre igualmente de empresarios, hombres de ciencia, artistas, continuadores del bruñido constante a una tierra que multiplica las facetas de su épica con los intangibles del ingenio, por eso, por intangibles, solo medibles en el valor de los testimonios, y no de los libros de contabilidad en números rojos y negros.
Hasta en la hipotética frivolidad del fútbol, León ha querido vestir a su equipo representativo con el frac de la selecta denominación Cultural, y aunque se añada la coletilla de Deportiva, para los aficionados y lugareños domina como apisonadora la primera. Eso es la vitola de un club deportivo, fundado en 1923, y a punto de prepararle la cuelga de los cien años.
León es la huella admirable del suelo horadado por la ingeniería y minería romanas. León es la belleza del paisaje desnudo en sus variedades de microclimas. León es la raíz del parlamentarismo moderno. León es la primera piedra de España. León es el reducto de hombres y mujeres irreductibles en la voluntad de su ética. León es la inteligencia nacida del esfuerzo. León es el cosmopolitismo a domicilio de lo que es tierra de paso de peregrinos en pos de la epopeya de encontrarse a sí mismos. León es una visión permanente de la historia, en lo cronológico y en lo artístico. León es recreo de paladares. León es lugar de buenas y honorables gentes; quizá lo mejor que se pueda decir de nuestra tierra.
Aquí, una relación de presentes. Hay que despertar de este letargo. Pablo y Sara nos acaban de revelar que hay futuro. Que esta provincia cultiva también asignaturas de la modernidad como las ciencias aeroespaciales y la biotecnología. Y en un dos por tres ya tiene testigos de sus quehaceres. León lo ha hecho y dicho todo en este planeta. Solo falta conquistar la luna y ya tenemos posibles pioneros. Con lo cazurros que somos, dicho y hecho.






