Entre la ensoñación y 'la suspensión de la incredulidad'
Pablo Andrés Escapa. Herencias del invierno. Cuentos de Navidad; Páginas de espuma 2022
![[Img #61324]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/12_2022/1237_9788483933244.jpg)
Malabarista y mago del todos los vientos, Pablo Andrés Escapa modela la realidad maravillada macerando en la redoma con palabras ajustadas y precisas cuentos fabulados o fábulas contadas “sin alba fija ni ocaso prescrito para soñar”. Herencias del invierno. Cuentos de Navidad. Lo que comenzó como encargo para la revista Avisos de la Real Biblioteca, recuerda el narrador lacianiego, derivó en hábito y diciembre tras diciembre -“escritura estacional”, podría denominarse- durante veinticinco años “he estado escribiendo un cuento de Navidad cuyos destinatarios eran -son- un puñado de amigos”; ya es “una herencia compartida”.
Cada palabra en Cuentos de Navidad sugiere mundos y momentos imaginados como reales, cada palabra conserva y manifiesta un sinfín de recuerdos; al confabularse y ya plantados silencios y palabras en estos cuentos fluyen, como acristaladas aguas frescas de un venero, vidas y sueños ilusionados de magos astrónomos que llegan desde más allá de Egipto, de pastores desvelados por una luz de estrellas desconocidas, de niños crédulos que tras la oscuridad en la noche (des)cubrirán la magia que la luz del día ciega y oculta, “Giraban las constelaciones en el cristal del ojo falso… La cicatriz fue un río de luces,…, el pelo abrigaba una ilusión de chispas silenciosas que la luna y la farola mecían en su círculo … fiesta de fulgores” (“Estrella errante”). Y la noche, cómplice de farolas titubeantes o durmientes, de luna única, envuelve el relato en lo inesperado; los momentos del día, que los hay, son escalones previos para la ensoñación en alas de esa oscuridad que llegará tras la huida calculada del sol.
En Cuentos de Navidad Pablo Andrés refunde, como configuración de lo maravilloso, lenguaje oral y lenguaje escrito en uno solo, oralidad escrita o, viceversa, escritura oral; el lector lee y escucha, presencia e imagina esa pieza casi cinematográfica o tal vez teatral: “… en seguida echó las manos al aire, como dos abanicos que aletearan arropando el vuelo de la voz. ‘Esto que voy a decir’, empezó Reinaldo alzando un dedo advertidor, ‘pocos lo saben’. Y siguió con esa manera antigua de contar que parece nacida para hacer al que escucha digno de oír hasta lo que se calla” (‘Ausencias’); “Imagínense: dos cabezas asomadas a la boca de una alcantarilla con los ojos levantados hacia las estrellas”, (‘Ceniza’): la oralidad como cuna del relato, de su ensoñación.
Con estilo y un contar exquisitos, a punto la palabra preci(o)sa y reluciente, Pablo Andrés crea figuraciones e imágenes poéticas de gran belleza -“…una luz confitada deja en el vientre de las nubes hebras pasajeras que parecen un zurcido de azafrán”,(‘Escarcha’)-, poliédricas -“las puntas de dos babuchas curvadas hacia el cielo…que tal parecían las crestas de dos fórcolas venecianas meciéndose en un canal bajo la luna”, (‘Ceniza’)-, inesperadas o sugerentes -“Había llegado a oír” [todas las campanas], “hasta las tintinábulas que los señores de Saba cuelgan de las babuchas para irse a acostar” (‘Canción de cuna’)-. Adentrarse en la lectura de estos cuentos conduce hasta . Lirismo y emoción riegan cada línea de los cuentos, ‘Ceniza’, ‘Canción de cuna’, ‘Fuelle’, ‘Estrella errante’…, reforzados por esa manera casi espontánea de urdir un relato en el filandón o en los cuentos, “Largo cuento sería, buen hombre, traer aquí el motivo de nuestro fúnebre embozo…”, (‘Ceniza’), “Una vez…tuve yo al mundo acunado en el regazo…Fue una de esas noches de la infancia que no se olvidan nunca”, (‘Fuelle’). Sin duda,el narrador tiene muy presentes aquellas noches tempranas e interminables en Villaseca de Laciana escuchando a su padre cuentos que él mismo iba hilando, Herencias del invierno, ambientados en parajes próximos, a veces en extraños lugares alejados.
García Márquez en entrevista de 1981 recogida en ‘The Paris Review’ Entrevistas (1953-1963) recuerda que su abuela “contaba cosas que parecían sobrenaturales y fruto de la fantasía, pero lo hacía con una naturalidad absoluta”, y añade: ”Descubrí que lo que tenía que hacer era creer yo mismo en todas esas historias y escribirlas con la misma expresión con la que mi abuela las contaba: con cara de póker”. Bien se puede pensar que quien no haya escuchado relatos en la infancia, habrá perdido la escuela en la que nace un futuro escritor.
![[Img #61323]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/12_2022/4296_noche-del-cometa-copia.png)
A Cuentos de Navidad acuden personajes de carácter vario; unos pasan -el hombre con sombrero, bastón y capa, Efraín, Chambombo, los Magos de Oriente siempre presentes y ausentes, Serafín el Basurero…-, la mayoría se queda a vivir en su cuento -Celino, Usebio, la castañera, Samuel, Corsina, Hermelinda, Macario el Maquinista…-: geografía humana de todo pelaje que da vida a los relatos.
En una carta Antonio Gamoneda le comentaba a otro Antonio, Pereira, “Tú, esencialmente eres poeta y, precisamente porque eres poeta, escribes una prodigiosa narrativa breve”, palabras estas a la medida, ¡cómo no!,para Pablo Andrés Escapa.
Herencias del invierno. Cuentos de Navidad es “como un milagro de sílabas que” deja ”mares y tierra en armonía, antes del sueño”, milagro de embelesamiento, suspensión necesaria de la incredulidad, un mundo real fabulado en que absorto y enredado permanece de principio a fin el espectador/lector, que mientras lee, asiste en silencio para escuchar cuanto en ellos va pasando; se convierte en “soñador de lo perdido” y un personaje más del cuento.
Parte importante del libro, las ilustraciones de Lucie Duboeuf que, a modo de prólogo, abren una gran ventana a la lectura de cada cuento; conforman un libro intercalado dentro del libro. Sugerentes, bellos, atentos al detalle los dibujos encofrados en páginas entre oro y copos de nieve deben ser ‘leídos’ al final de cada uno.
Antes de cerrar, el libro se despide con un ¿caligrama?, tal vez copa regia, campana monacal o ara ceremonial como celebración de acogimiento a cuantos en el libro han sido.
Pablo Andrés Escapa. Herencias del invierno. Cuentos de Navidad; Páginas de espuma 2022
Malabarista y mago del todos los vientos, Pablo Andrés Escapa modela la realidad maravillada macerando en la redoma con palabras ajustadas y precisas cuentos fabulados o fábulas contadas “sin alba fija ni ocaso prescrito para soñar”. Herencias del invierno. Cuentos de Navidad. Lo que comenzó como encargo para la revista Avisos de la Real Biblioteca, recuerda el narrador lacianiego, derivó en hábito y diciembre tras diciembre -“escritura estacional”, podría denominarse- durante veinticinco años “he estado escribiendo un cuento de Navidad cuyos destinatarios eran -son- un puñado de amigos”; ya es “una herencia compartida”.
Cada palabra en Cuentos de Navidad sugiere mundos y momentos imaginados como reales, cada palabra conserva y manifiesta un sinfín de recuerdos; al confabularse y ya plantados silencios y palabras en estos cuentos fluyen, como acristaladas aguas frescas de un venero, vidas y sueños ilusionados de magos astrónomos que llegan desde más allá de Egipto, de pastores desvelados por una luz de estrellas desconocidas, de niños crédulos que tras la oscuridad en la noche (des)cubrirán la magia que la luz del día ciega y oculta, “Giraban las constelaciones en el cristal del ojo falso… La cicatriz fue un río de luces,…, el pelo abrigaba una ilusión de chispas silenciosas que la luna y la farola mecían en su círculo … fiesta de fulgores” (“Estrella errante”). Y la noche, cómplice de farolas titubeantes o durmientes, de luna única, envuelve el relato en lo inesperado; los momentos del día, que los hay, son escalones previos para la ensoñación en alas de esa oscuridad que llegará tras la huida calculada del sol.
En Cuentos de Navidad Pablo Andrés refunde, como configuración de lo maravilloso, lenguaje oral y lenguaje escrito en uno solo, oralidad escrita o, viceversa, escritura oral; el lector lee y escucha, presencia e imagina esa pieza casi cinematográfica o tal vez teatral: “… en seguida echó las manos al aire, como dos abanicos que aletearan arropando el vuelo de la voz. ‘Esto que voy a decir’, empezó Reinaldo alzando un dedo advertidor, ‘pocos lo saben’. Y siguió con esa manera antigua de contar que parece nacida para hacer al que escucha digno de oír hasta lo que se calla” (‘Ausencias’); “Imagínense: dos cabezas asomadas a la boca de una alcantarilla con los ojos levantados hacia las estrellas”, (‘Ceniza’): la oralidad como cuna del relato, de su ensoñación.
Con estilo y un contar exquisitos, a punto la palabra preci(o)sa y reluciente, Pablo Andrés crea figuraciones e imágenes poéticas de gran belleza -“…una luz confitada deja en el vientre de las nubes hebras pasajeras que parecen un zurcido de azafrán”,(‘Escarcha’)-, poliédricas -“las puntas de dos babuchas curvadas hacia el cielo…que tal parecían las crestas de dos fórcolas venecianas meciéndose en un canal bajo la luna”, (‘Ceniza’)-, inesperadas o sugerentes -“Había llegado a oír” [todas las campanas], “hasta las tintinábulas que los señores de Saba cuelgan de las babuchas para irse a acostar” (‘Canción de cuna’)-. Adentrarse en la lectura de estos cuentos conduce hasta . Lirismo y emoción riegan cada línea de los cuentos, ‘Ceniza’, ‘Canción de cuna’, ‘Fuelle’, ‘Estrella errante’…, reforzados por esa manera casi espontánea de urdir un relato en el filandón o en los cuentos, “Largo cuento sería, buen hombre, traer aquí el motivo de nuestro fúnebre embozo…”, (‘Ceniza’), “Una vez…tuve yo al mundo acunado en el regazo…Fue una de esas noches de la infancia que no se olvidan nunca”, (‘Fuelle’). Sin duda,el narrador tiene muy presentes aquellas noches tempranas e interminables en Villaseca de Laciana escuchando a su padre cuentos que él mismo iba hilando, Herencias del invierno, ambientados en parajes próximos, a veces en extraños lugares alejados.
García Márquez en entrevista de 1981 recogida en ‘The Paris Review’ Entrevistas (1953-1963) recuerda que su abuela “contaba cosas que parecían sobrenaturales y fruto de la fantasía, pero lo hacía con una naturalidad absoluta”, y añade: ”Descubrí que lo que tenía que hacer era creer yo mismo en todas esas historias y escribirlas con la misma expresión con la que mi abuela las contaba: con cara de póker”. Bien se puede pensar que quien no haya escuchado relatos en la infancia, habrá perdido la escuela en la que nace un futuro escritor.
A Cuentos de Navidad acuden personajes de carácter vario; unos pasan -el hombre con sombrero, bastón y capa, Efraín, Chambombo, los Magos de Oriente siempre presentes y ausentes, Serafín el Basurero…-, la mayoría se queda a vivir en su cuento -Celino, Usebio, la castañera, Samuel, Corsina, Hermelinda, Macario el Maquinista…-: geografía humana de todo pelaje que da vida a los relatos.
En una carta Antonio Gamoneda le comentaba a otro Antonio, Pereira, “Tú, esencialmente eres poeta y, precisamente porque eres poeta, escribes una prodigiosa narrativa breve”, palabras estas a la medida, ¡cómo no!,para Pablo Andrés Escapa.
Herencias del invierno. Cuentos de Navidad es “como un milagro de sílabas que” deja ”mares y tierra en armonía, antes del sueño”, milagro de embelesamiento, suspensión necesaria de la incredulidad, un mundo real fabulado en que absorto y enredado permanece de principio a fin el espectador/lector, que mientras lee, asiste en silencio para escuchar cuanto en ellos va pasando; se convierte en “soñador de lo perdido” y un personaje más del cuento.
Parte importante del libro, las ilustraciones de Lucie Duboeuf que, a modo de prólogo, abren una gran ventana a la lectura de cada cuento; conforman un libro intercalado dentro del libro. Sugerentes, bellos, atentos al detalle los dibujos encofrados en páginas entre oro y copos de nieve deben ser ‘leídos’ al final de cada uno.
Antes de cerrar, el libro se despide con un ¿caligrama?, tal vez copa regia, campana monacal o ara ceremonial como celebración de acogimiento a cuantos en el libro han sido.