Aidan Mcnamara
Sábado, 10 de Diciembre de 2022

Mamá sueña con Wittgenstein

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“Te cuento. Es que me encontré en un lugar raro, desconocido; un lugar ciertamente familiar, es decir no surreal, con oxígeno, dimensiones, ventanas, aunque no podía determinar el olor, algo elusivo, un tipo de perfume a la vez sospechoso, como un helado de fresa a punto de estropearse por soledad ahí en el fondo de la nevera…, me obligaron a pensar en mis muertos y, como no me parecía un castigo, cumplí con la comanda.

 

Cinco hermanos he perdido más cuatro hermanas. Tiene gracia porque yo soy la joven del clan y sigo aquí y me pararon para preguntarme por qué me reía y les contesté que me encanta la vida a pesar de sus ausencias. Y que tengo ganas de despertarme todos los días y que me conformo con lo que tengo; si frunzo el ceño es porque a veces no veo muy bien pero soy una persona alegre y la cabeza no me falla y sé dónde está Kiev y todos los carniceros de siempre y que el mundo es una maravilla…Cuando paso por la farmacia me asombra la cantidad de cosas que hemos inventado y sé que la humanidad nunca está satisfecha porque le preocupa la muerte y va e inventa tonterías como la soberbia y la envidia para montar historias con los demás y es pecadora porque es rebelde; no le gusta su naturaleza y la naturaleza en general le da miedo y procura dominar su existencia aunque sabe que no es del todo suya… Me hicieron unas preguntas metafísicas; de hecho las de siempre y no tenía nada que decir como el silencio ante lo indecible de aquel austriaco Ludwig no me acuerdo qué, y en algún momento alguien me dio un espejo y vi a una chica joven simpática con una blusa sencilla de algodón y desperté y pensé que la navidad es cosa de niños y que eso es lo correcto y en seguida he tenido ganas de llamar a todo el mundo para contaros lo mucho que os quiero”.

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