Luis Miguel Suárez
Sábado, 30 de Noviembre de 2013

"La escritura de verdad nace sobre todo de la experiencia vital, del reposo"

En el próximo libro,'Invitación a la melancolía', el escritor Andrés Martínez Oria intenta abordar desde una pluralidad de géneros el tema de la melancolía: "muchas veces la víctima se convierte en un ser silencioso y el silencio es una forma de expresión de la melancolía interior, que yo creo que es uno de los estados de ánimo más creativos, más profundos, más verdaderos, y que, a mí particularmente, más me interesan. Me atrae mucho más el ser melancólico que el ser desbordante de alegría vital que a veces no nos dice mucho."


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LUIS MIGUEL SUÁREZ.: Cada novela que has publicado es un poco distinta desde el punto de vista temático: una historia rural, una biografía novelada, relatos cortos también de tema distinto…¿Quizás también desde el punto de vista del estilo?

ANDRÉS MARTÍNEZ ORIA.: Es probable que haya una diversidad. Mas allá del olvido es una novela cerrada en sí misma, no puede tener ningún tipo de continuidad. Quizás los ambientes (el ambiente rural, próximo a Astorga) sí que aparecen en otros relatos. En cuanto al estilo, creo que debe adaptarse al tema, al asunto y a los ambientes de cada novela.
El tema de 'Jardín perdido' ciertamente no tiene nada que ver con 'Más allá del olvido'. Pero hay también un trasfondo que sigue siendo el mismo, que es el interés, creo yo, por una literatura de verdad, por una cierta honestidad en el planteamiento de los temas. Es decir, no es distinto el escritor que está detrás de la obra, es el mismo escritor que tal vez  con un planteamiento similar de fondo lo expresa con formas distintas.
Así que, aunque a primera vista puedan parecer novelas con poca relación entre sí, es también probable que en una lectura más detenida pudiera verse una cierta unidad. 


L.M.S.:- Ahora que hablamos de la unidad y de la variedad de tus novelas, ¿aprecias en ellas una cierta evolución? Porque en tu caso se da una circunstancia un poco especial: empiezas a publicar cuando ya tienes varias novelas escritas. Por ejemplo, 'El extraño extravío del viajante Eterio en el pinar de Xaudella' está firmada en 1999, pero no aparece hasta 2008, después de  'Más allá del olvido', que es de 2007. 

A.M.O.: No hay una correspondencia entre publicación y escritura, no he ido escribiendo y publicando; he comenzado a publicar tarde por diversas razones y en un momento en el que ya tenía unas cuantas cosas escritas. Es como si tuviera —digamos— en el aire varias pelotas y estuviera haciendo juegos malabares con ellas. Estaba trabajándolo todo a la vez. Casi todo lo que he publicado hasta ahora ya lo tenía escrito en 2007. No podría precisar... El primer texto en que empecé trabajar es 'Más allá del olvido'. Los otros son posteriores. Pero, mientras trabajaba con 'Más allá del olvido' (porque estuve con ella muchos años), a la vez estaba trabajando en éstas; de tal forma que en algunos momentos se entrecruzaban o pasaba —hoy  día el ordenador permite todo esto— de una otra incluso en el mismo día. Veo muy difícil precisar una cronología…
En cuanto a la evolución, no sé si la hay. Lo que si está claro es que el hecho de empezar a publicar tarde te evita pasar por unas etapas previas, más o menos de aprendizaje, de tanteo, como se puede ver en otros escritores. Aunque uno nunca está de acuerdo con lo que ha escrito y lo somete siempre a crítica: A mí, no me parece bien nada de lo que he escrito. Así que, en mi caso, al no haber pasado por muchas etapas previas, es más difícil apreciar una evolución, de manera que pueda decirse que una novela represente un paso superior a otra. Al menos yo no sabría decirlo.


L.M.S..- Una de tus características más alabadas por la crítica es el estilo, notablemente elaborado, de tus novelas. Incluso muchas páginas son de un denso lirismo, casi poesía en prosa. ¿La novela es, por tanto, permeable a otros géneros y en especial a la poesía, en  tu caso? 

 A.M.O. Creo que es indudable que hay una visión poética del mundo en lo que escribo: es una opción elegida, una apuesta. Siempre lo he dicho: la poesía me parece el género literario superior. En el fondo uno siente una cierta nostalgia por la poesía y por no haber elegido ese camino, probablemente por falta de capacidad para ello, por falta de cualidades. Creo que la visión poética es permanente. Y, de hecho, leo con mucha frecuencia poesía, tanto como prosa. Creo que me sale natural, porque es un punto de vista en el que me siento muy a gusto.
La novela puramente realista desprovista de esa visión lírica, quizás me interese menos, aunque no renuncio al realismo. Pero me interesa esa visión poética de las cosas. Supongo que eso se verá en el léxico. Pero a mí me gustaría que se viera, más que en el léxico, en el tono general, en el clima, que hubiera un cierto clima poético. 'En Jardín perdido' es muy clara la elección del propio tema: se elige a un poeta y se habla de un mundo poético. Casi exclusivamente. Es decir, es la visión del mundo desde la poesía.


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 L.M.S.: Además de ese lirismo, que no impide que tus novelas conserven unas características narrativas (un argumento claro), y de la presencia de otros géneros como el ensayo, también se aprecian muchos ecos literarios en una suerte —no sé si será el término más adecuado— de 'culturalismo'.

A.M.O.: Sí es cierta esa inclusión —digamos— de distintos géneros. Evidentemente la novela es narrativa, es un género narrativo de ficción. Por definición. Pero sabemos desde Roland Barthes, en los años sesenta, y todo lo que ha ocurrido en estas últimas décadas que hay como una especie de disolución de los géneros. No totalmente, porque creo que los géneros se van a mantener. La lírica es una actitud ante la escritura y la narrativa es igualmente otra actitud. Cuando voy a escribir un texto parto de una actitud de principio, pero en el proceso de creación ese texto se contamina.
El texto narrativo se contamina de lirismo como a veces la lírica se ha contaminado de narrativa (nada más hay que ir a los romances). Los géneros puros no existen. En mi caso, ese hecho está ahí y va estar más en el futuro: mi próxima novela, que aparecerá en unos meses —en diciembre o probablemente en enero—, la disolución de esa frontera entre los géneros se va a ver de forma aún más clara. Insisto: soy consciente de la esencial diferencia entre los géneros, pese a lo que dicen muchos teóricos en la actualidad. Por lo que decía antes: son actitudes distintas cuando uno se propone narrar o a hablar de sus sentimientos o de sus pasiones; pero a veces ambas se mezclan. Resulta un poco difícil explicarlo.
Por otro lado, en cuanto al 'culturalismo' —que es, ciertamente, un término más aplicado a la poesía de cierta época—, es indudable que hay una presencia de un elemento culto, libresco incluso, podríamos decir, en mis novelas; la presencia de otros libros en mis libros. Creo que es inevitable por muchas razones, primero por la propia formación de uno…


L.M.S.: Sobre eso quería precisamente preguntarte. El hecho de haber sido profesor de literatura durante muchos años y, por tanto, de ser un especialista ¿cómo te ha influido a la ahora de escribir? ¿Ha supuesto más una ayuda o un problema? 

A.M.O.:  Es un peligro, un impedimento, y lo ha sido hasta recientemente. Quizás, en mi caso, el profesor ha anulado al creador; el profesor que ejerce como crítico ha ido desechando (esto no, esto no…). Y esa es una de las razones de mí tardía publicación: no decidirme porque me parecía que era insuficiente (juzgado por el profesor) todo lo que hacía. Por otro lado, es cierto que te ayuda, porque te da medios técnicos; pero creo que la escritura tiene que tener también algo de espontaneidad y no es necesario muchas veces mucha preparación técnica (no sé si a veces puede incluso ahogar el texto literario). Se necesita una frescura que el que no es especialista la tiene y uno la echa de menos a veces. Así que el hecho de haber sido profesor por un lado te ayuda, pero por otro te perjudica. De todos modos, no creo que sea necesario ser un experto conocedor de la literatura para ser un buen escritor. Los ejemplos son abundantísimos al respecto. 


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L.M.S.: ¿Entonces, sí que obliga a ser más autoexigente?

A.M.O.: Autoexigencia sí. Lo que sí te da el hecho de haber vivido durante muchas décadas en contacto con unos escritores que forman el canon —es decir, que teóricamente son lo mejor que hemos tenido— deja una impronta que reaparece. Cuando uno conoce la poesía de san Juan de la Cruz o determinados textos de nuestra literatura medieval, todo eso reaparece de alguna forma a la hora de escribir, a veces inconscientemente, otras conscientemente. Por ejemplo, ante determinado pasaje que estás escribiendo en algún momento piensas que eso está en el marqués de Santillana. Y eso te da una perspectiva nueva. Así que haber sido profesor de literatura marca, pero, como dije antes, a veces marca negativamente.


L.M.S.: ¿El escritor es lo que lee o lo que vive? ¿Qué es lo que mas puede marcar al escritor?

A.M.O.: Son esenciales ambas cosas. Es curioso el siguiente hecho: el poeta suele conseguir unos ciertos niveles de excelencia en plena juventud, caso de Rimbaud, que deja de escribir con 18 años; un caso extremo. Pero el narrador, en cambio, deja frutos tardíos, caso también conocido es el de Cervantes: el gran Cervantes es el del Quijote; los otros ’Cervantes’ están muy por debajo del Quijote, a mi modo de ver. Si no fuera el Quijote estaríamos hablando de un escritor bastante mediocre, en mi opinión. Pero alcanza esa excelencia en el Quijote cuando es sexagenario.
El narrador —algo que a veces se nos olvida— necesita poso vital, su mundo se va construyendo con suma lentitud. Es muy extraño el narrador joven que alcanza el culmen; por no decir casi imposible. Por lo tanto, parece que la experiencia vital es esencial. 
Es verdad que las lecturas ayudan, pero la escritura de verdad nace sobre todo de la experiencia vital, del reposo. Cuando se acumulan experiencias dentro y cuando se tiene una capacidad de reflexión sobre ellas es cuando se puede elaborar un gran texto. Es muy difícil hacerlo cuando uno es muy joven y no hay una reflexión. En definitiva, creo que la novela es experiencia vital, largos años, muchas lecturas y reflexión.


L.M.S.: ¿Llega un momento en que el novelista llega a creer que ya ha escrito todo lo que tenía que decir y que es incapaz de crear algo distinto, a pesar de su esfuerzo por crear (recordemos el caso de Rulfo) o el escritor  de verdad siempre tiene algo que  decir?

A.M.O.: Sería ideal el caso que citas de Juan Rulfo. El poder decir todo lo que tenía que decir en una novela breve y en un libro de relatos que en conjunto no suman más allá de 200 páginas, es algo excepcional. No hay muchos casos en la historia literaria en el que con tan poco material se logre ese nivel tan extraordinario. Suele ocurrir lo contrario: que una vez escrito un libro y conseguido un cierto reconocimiento el escritor se cree con derecho a seguir escribiendo y escribiendo y, a veces, resulta innecesario.
Muchas veces he pensado —creo que en algún caso lo he escrito y lo he puesto en boca de alguno de mis personajes— que a todo presunto escritor se le debería permitir escribir un solo libro: escriba usted un libro y a partir de ahí se acabó; todo lo que tenga usted que decir dígalo en un libro y nada más, a usted no se le van a abrir más puertas. Si nos dijeran eso, probablemente la calidad sería muy distinta. Se podría hacer igual con las películas: filme usted, señor director, una sola. Nos ahorraríamos muchos metros de cinta; nos ahorraríamos muchas páginas y mucho papel. 
Yo creo que la cantidad va en contra de la calidad, que cuanto más escribamos más se nos va a ver la pata por debajo de la puerta. Hay autores que después de haber publicado una obra inmensa, todavía siguen diciendo que tienen cosas que decir. Yo creo que no se debería escribir mucho. En todo caso, eso lo dirá el futuro, pero no creo que la obra tenga que ser extensa. Estoy más bien en la línea de Rulfo, me da envidia no haber podido decir en 200 páginas todo lo que tenía que decir. Supongo que muchas de mis cosas sobrarán también.


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L.M.S.: ¿Cuando uno alcanza un cierto reconocimiento de la crítica, se enfrenta con miedo a la siguiente novela o es un acicate para seguir escribiendo? ¿No siente uno la tentación de quedarse ahí?

A.M.O.: En mi caso y probablemente por inconsciencia, no me ocurre ya eso. Los reconocimientos son muy relativos. Los reconocimientos de 'Más allá del olvido' no han sido muy numerosos, pero sí muy significativos — para mí personalmente—, pero no me ha preocupado en absoluto para lo demás. Probablemente sea por inconsciencia, porque no me lo he planteado a fondo, y, desde luego, no tengo ningún miedo de que otras novelas no estén a su altura. He escrito sin preocuparme.
'Más allá del olvido' es un fruto que ha salido y saldrán otros, ya se verá. Y es que también la calidad, el reconocimiento es una cosa muy relativa. Uno se propone unas cosas, pero luego los resultados son muy diferentes. Para mí, es paradigmático el caso del Marqués de Santillana que tiene como referencia a Dante, y quiere escribir como 'una especie de Divina Comedia a la española'. Escribe 'La Comedieta de Ponza' o 'El infierno de los enamorados' en el estilo alegórico dantesco, tratando de imitar a Dante, y luego a ratos, tal vez en su escritorio, y sin que nadie lo viera, escribía ‘Las serranillas’, que era un tipo de poesía popular que no tenía nada que ver con el estilo que se proponía. Él fiaba toda su fama futura a las obras de estilo dantesco. Curiosamente el futuro le jugó una mala pasada, que no se la podía ni imaginar, ya que hoy sus obras dantescas no las conoce nadie, ni las lee nadie, fuera del mundo de los especialistas. Y sin embargo en las Serranillas —pienso ahora en 'La serranilla 9', donde el caballero se encuentra con la serrana y le hace una propuesta amorosa y termina con un delicioso verso: ‘Y fueron las flores de cabe Espinama los encubridores’— alienta la vida. En las otras obras no hay vida, por mucho que nos pongamos; esa es la diferencia. Uno cuando escribe no sabe que es lo quedará en el futuro, si es que queda algo. No lo podemos ni imaginar. Santillana se llevaría seguramente un enorme disgusto.


L.M.S.: Casi todos los escritores reconocen que sienten especial predilección por alguno de sus libros. Por motivos muy diversos, pero casi siempre por su gusto personal… ¿En tú caso hay algún libro por el que sientas predilección?

A.M.O.: No, en mi caso no, y probablemente sea por inconsciencia: no me pongo a analizar lo hecho; no vuelvo sobre lo hecho, no me gusta volver a releer, me da un cierto repelús; porque no encuentro más que defectos; es como si saltaran todos los fallos a la vista juntos. No siento, por tanto, predilección por ninguno en concreto, no creo que un texto sea superior a otros.


LM.S.: No, necesariamente que sea mejor, sino que sientas más cariño. Casi todos los escritores suelen reconocer una cierta predilección, por causas muchas veces subjetivas: porque fue la primera novela…

A.M.O.: Sí, Cernuda llegó a dormir con su primer libro. La predilección del primero ¿no? En mi caso, creo que no. Me llegó en un momento ya tardío, digamos. Ni siquiera he sentido la ilusión de la primera publicación. Ha venido todo rodado. Entonces, no tengo predilección por ninguno de mis libros. No he sentido una emoción especial. Sí es un motivo de celebración interior la aparición de cada libro, porque es un logro más, una piedra que ponemos en la corriente y tiene su interés para uno, pero, en fin, no siento predilección especial por ninguno de ellos.


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L.M.S.: Siempre se habla de los maestros. Has dicho antes que las lecturas son importantes en la formación del escritor. ¿En tu caso hay algunos escritores imprescindibles?

A.M.O.: Tampoco particularmente. El hecho de haber pasado por la literatura, haber leído, te da un cierto eclecticismo. A lo mejor en cada novela has tenido en cuenta a determinados autores. Recuerdo que cuando empezaba a escribir me gustaba mucho ir a Baroja, para aprender, tratando de hacer las cosas como las hacía él; pero no tengo escritores de culto; los he tenido en algún momento. Juan Rulfo, por ejemplo, fue un escritor de culto en algún momento, como lo pudo haber sido Machado en la juventud; pero muchas veces son escritores que tampoco dejaron fruto. En el caso de Rulfo, creo que sí que está presente en 'Más allá del olvido', pero no puedo decir este es un autor con el que me iría al fin del mundo, con este libro solo. Depende también del momento. En este momento me gusta mucho Sebald, encuentro mucha autenticidad en él; sin embargo, uno va descubriendo autores poco a poco; y a veces tampoco te interesa toda la obra de un autor, sino un libro o determinados pasajes. Así que me interesan cosas concretas.



L.M.S.: ¿Te decantarías más que por escritores por novelas?

A.M.O.: Sin duda, sin duda.


L.M.S.: ¿Por ejemplo, tres novelas - por decir un número-, imprescindibles?

A.M.O.: Tendría que pensarlo mucho. Entre los clásicos, desde luego El Quijote sigue siendo un libro de referencia; y, a su lado, siempre colocaría La Regenta, que, para mí, es la mejor novela del siglo XIX, teniendo en cuenta que el siglo XIX es el mejor siglo de la novela. Y luego en nuestra época he aprendido mucho de Cela, de Álvaro Cunqueiro... Pero tampoco te podría señalar una novela en concreto… Tendría que pensar mucho a la hora de elegirlas.


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L.M.S.: ¿Qué es lo próximo que va a aparecer?

A.M.O.: Está próxima a salir una novela que se titula 'Invitación a la Melancolía', que publicará ‘Akrón’. No sé si aparecerá en diciembre o en enero. Es un trabajo en el que he estado empeñado desde el 2009 aproximadamente, pero más intensamente en los últimos tres años, desde el 2010 hasta hace unos días.
Es un libro con sus peligros: intenta abordar todos los géneros; es un libro esencialmente narrativo, pero tiene mucho de ensayo. Es una incursión personal en la melancolía, un estado de ánimo, una forma de ser —no lo sabemos muy bien— que está presente en casi todas mis novelas.
En 'Más allá del olvido' hay personajes tristes: la madre del protagonista es un ser que ni siquiera habla en toda la novela; y no habla por la profunda tristeza que tiene después de su experiencia vital, es una víctima; muchas veces la víctima se convierte en un ser silencioso y el silencio es una forma de expresión de la melancolía interior, que yo creo que es uno de los estados de ánimo más creativos, más profundos, más verdaderos, y que, a mí particularmente, más me interesan. Me atrae mucho más el ser melancólico que el ser desbordante de alegría vital que a veces no nos dice mucho.
Es una incursión en el alma humana a través de esta forma de manifestarse que es la tristeza profunda, la melancolía, y para ello acudo a todo lo que puedo, a la narrativa a la historia, al ensayo; es una mezcla de todo eso. 
Esa mezcla le puede dar una cierta complejidad al principio, pero he tratado de no ser hermético, algo que me he propuesto de siempre, aunque haya habido alguna página hermética (estoy pensando ahora en alguna página de Más allá del olvido, o de Jardín Perdido que pueda resultar un poco cerrada). Son como pequeños muros que el lector tiene que salvar, pero creo que, una vez leídas las novelas, de ninguna de se pueda decir que se trata de una novela difícil o hermética, y de todas ellas, una vez leídas, queda una experiencia. 
Yo espero que con esta 'Invitación a la melancolía' ocurra un poco lo mismo, que, a pesar de una cierta complejidad formal, se consiga un acercamiento al alma humana, que esté abierta a todos. Me gustaría que no fuera una lectura de élite, sino abierta a todos los lectores.



L.M.S.: Esperamos, pues, con mucho interés esa próxima novela.

A.M.O.: Yo la espero con miedo. Y con remordimiento. Como dijo Juan Rulfo, cuando le preguntaron en una entrevista: “¿Usted qué ha sentido después de escribir Pedro Páramo? Y dijo una sola palabra: “remordimiento”. Llevo 20 años dándole vueltas. ¿Qué quiso decir Juan Rulfo con esto? Remordimientos, ¿de qué?, ¿por qué? No explicó nada más. La fatal opacidad del texto. No se nos dice nada más.

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