Max Alonso
Sábado, 31 de Diciembre de 2022

La sabiduría de Jenófanes

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Conversaba con un colega periodista que presta sus servicien en las Cortes, e interesado por su trabajo actual acabó por definirlo de una forma brutal “Lo peor es que ahora, no como en tiempos pasados, en las Cortes Españolas se respira odio. Se ha hecho peligroso deambular por los pasillos, porque con mucha facilidad te encuentras y escuchas ataques de odio.”

 

Es triste y lamentable este resumen del ambiente en su campo de trabajo. Cuando debería reinar la cordura y la serenidad en la Institución, entre los diputados, para conducirse y hacer bien su trabajo. Resulta que es todo lo contrario. Así se explican esos lamentables espectáculos que los espectadores presenciamos en los hemiciclos nacionales y autonómicos, sin que a sus exabruptos y andanadas miserables no les siga el menor arrepentimiento y desde las filas de sus conmilitones no se escucha ninguna disculpa sino lamentables justificaciones.

 

Jenófanes, ya a principios del siglo VI aNE escribió: “Creen que los dioses han nacido y que tienen cuerpo, vestidos e idioma como nosotros. Los negros creen que los dioses son negros y chatos. Los tracios creen que rubios y con ojos azules. ¡Si los bueyes, caballos y leones hubiesen sabido pintar habrían representado a los dioses con aspecto de bueyes, caballos y leones!”. Con esta lucidez describió el sabio la causa del problema. Él se refería a la mitología y la formas de crear a los propios dioses, pero el comportamiento es el mismo. Cada uno ve la realidad desde su propia trinchera y quiere que los demás la vean igual, cuando no es posible. Porque la ideología, ya lo dijo Talcott Parsons en el siglo pasado, es un sistema propio de prejuicios que nos condiciona para verla.

 

No se puede pedir a los bueyes, ni a los leones, que miren por encima para entender a los otros, pero si se podría pedir a sus señorías que les superen y sepan mirar. Al lugar en donde están deberían ir sabiéndolo, pero viendo cómo van las cosas es más fácil esperar que los caballos o los burros dejen de dar coces, antes que ellos. Como es más fácil esperar que los animales se sometan a la Constitución y la cumplan, antes que sus señorías, aunque sean diputados o jueces y se consideren constitucionalistas, así se llaman a sí mismos, y son los que, por ejemplo, desde hace cinco años la incumplen. Para imponer su voluntad y sus intereses, por encima de los designios de las urnas. Se pueden creer lo que quieran. Que los dioses son blancos, como ellos. Lo que ocurre es que así no se es demócrata y eso es lo primero. Estamos en tiempos de democracia, no de dictadura, y si no sabes serlo, espabila y aprende. Haz política y emplea sus recursos. No abusos. Ni ayusos.

 

No vale la manida disculpa de que los otros son... Ahora estamos hablando de ellos, que es lo que toca, y lo de aquellos ya vendrá luego. Blancos, demócratas…sin parapetarse tras la Constitución, pero cumpliéndola, para no posicionarse tras los animales, que están por delante y son más inteligentes y más serios y no la incumplen, ni delinquen. Sin que sigan confundiendo la Oposición, por lo que cobran, con la Obstrucción, que es lo que practican. Si lo que defienden es el interés de su partido y no el general, no tiene derecho a cobrar y siguen cobrando.

 

En las Cortes autonómicas presenciamos ‘gallardadas’ y ‘mañuecadas’. Ahora ya también ‘pollanadas’. Es decir, la cosa va a más. En las madrileñas anda suelta la lengua maléfica de Miguel Ángel Rodríguez, mientras progresa la candidatura de su presidenta al premio de actriz revelación. En las nacionales, cuando el olvidado Casado, oímos toda clase de insultos e improperios. Era la primera fase. Estamos en la segunda y nadie dice basta.

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