De 'gallardadas' y ´mañuecadas'
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La Comunidad de Castilla y León vive entre gallardadas y mañuecadas, como fuegos fatuos. Las primeras se deben a su vicepresidente Juan García Gallardo, de la cantera de Vox. Cuando el Presidente Alfonso Fernández Mañueco quiso hacerse con la mayoría absoluta y convocó elecciones anticipadas, imitando a la presidenta de la Comunidad de Madrid, para ver si se quitaba de al lado a Ciudadanos y se facilitaba la situación, que se le avecinaba a la Comunidad, con un gran juicio contra su corrupción, y a la presidencia, con un juicillo.
Le pasó como al desafortunado cazador que le salió el tiro por la culata y en vez de cobrar la liebre se reventó la cara, porque lo que consiguió fue cambiar a Ciudadanos por Vox, y desde entonces tiene que apechugar con ese sambenito. Dio paso, por primera vez, a la ultra derecha en un Gobierno ejecutivo. Bueno, relativamente, porque el designado para la vicepresidencia, por falta de su capacidad personal, se quedó sin ejecución o sin carteras, con un buen sueldo, pero con responsabilidades de chiringuito y tuvo el tiempo libre para dedicarse al cultivo y la propagación de lo que se conocieron como gallardadas. Aportaciones chuscas, que son carnaza y chanza de la clase política y de los medios informativos.
La Comunidad y Vox no lo tomaron del todo mal, los dos están a deseos de notoriedad y pasaron del tonillo hiriente que les dedicaban. A fin de cuentas, salían en la televisión, y si Valladolid tenía a mal ser conocida como ‘Fachadolid’, fueron cambiando su mentalidad y aceptando que fuera su verdadero nombre, como alternativa a Pucela.
Del nuevo género político de las gallardadas vinieron las mañuecadas, así reconocidas las explicaciones, que no expresan nada y que el presidente daba a las gallardadas de su vicepresidente. Las penúltimas estaban dedicadas a las mujeres embarazadas para evitar el aborto. Como si este fuera algo que sin pensar hacían. Era un tiro fuera de juego, como los del obispo de Alcalá en su tema favorito de los homosexuales.
Las reacciones saltaron en cadena con asentimientos, correcciones y negaciones desde las diversas partes del Gobierno de la Comunidad. Cuando el presidente no tuvo más remedio que hablar, porque ya habían hablado todos, soltó su mañuecada para remontarse al Gobierno de la Nación y su presidente Pedro Sánchez, como responsable del desaguisado, cuando, sin duda, este estaba en otros menesteres más serios y muy alejados de las mañuecadas, con su intervención en el Foro de Davos, predicando en el desierto, pues pedía mano dura para los paraísos fiscales, que lo son y lo seguirán siendo para los ricos, y firmando un nuevo tratado de amistad con los vecinos de arriba, los franceses, que nos sitúan en el selecto club de Francia, junto con Alemania e Italia y todavía tuvo un rato para jugar a la petanca con colegas jubilados. Mientras, ambos ilustres autores, presidente y vicepresidente castellano leoneses, consiguen mantenerse en primera línea de fuego, pero socarrados.
Ya lo señalé en mi comentario de final de diciembre como las gallardadas y las mañuecadas iban a continuar, cuando se iniciaron las pollanadas, que parece que va a ser el género de moda y preferente en la legislatura de la Comunidad. Las unas y las otras irían a más en la deriva del PP castellano-leonés. Es una trayectoria lógica desde que apareció la eminencia gris de Pablo Casado y ya se veía como iba a seguir. No era imaginable que pereciera entre las garras de la gatita Ayuso, que puesta a sacar las uñas evidenció que no era tan gatita. Ella le arañó y los demás se lo cargaron con celeridad de matones y taparon con la alfombra sus posibles prevaricaciones, que aquel investigaba.
Ella se llevó por delante a su presidente y ahora tiene marcado a su sustituto, que va con más imprudencia que un ciego por unas escaleras mecánicas. Por eso intenta mantenerse callado, como si le faltaran las palabras. Esa es una de las características de gallardadas y mañuecadas, que no se comprenden y nadie sabe realmente lo que dicen y no dicen y ni ellos saben lo que quieren decir y se pasa del digo al Diego, como del rosa al amarillo. Lo que hoy no es mañana es lo que era y de lo irreal se pasa al realísimo, sin solución de continuidad. A las negaciones de Mañueco, más que las de San Pedro, Vox ha respondido con romper el pacto de Gobierno, pero de momento no, que les tiran más las poltronas.
Lo que parecían simples gallardadas y mañuecadas se han superado a sí mismas sumidas en el esperpento. La televisión autonómica privada, financiada con dinero público, se sumó al conflicto con una de sus lecciones magistrales, en la que en vez de informar optó directamente por la defensa de su presidente pagador y de lo que había dicho y no había dicho. Al día siguiente se vio: exactamente lo contrario de lo que ellos dijeron, porque el folletón no cambia por días, sino por horas. Todo cabe. Hay protocolo. No lo hay. Parece que sí, pero es que no. Se rompe el pacto. Perdemos el Gobierno. Eso no.
Todo menos la Verdad, que para eso están las mentiras y los conejos escapan por las gateras. Lo único que está garantizado. Con un vicepresidente por la vía de la insolvencia, avalado por un presidente que también cojea. Continua el espectáculo.Si sumamos los improperios y descalificativos que se han arrojado, a nivel autonómico y nacional, es para echar a correr, pero para sus protagonistas no ha pasado nada, apenas se les oye decirlo bajo los zambombazos. Cuando cayó el obús: La idea es del húngaro Orbán, al que Gallardo admira, y los demás con estos pelos. Ay ‘Fachadolid’.
La Comunidad de Castilla y León vive entre gallardadas y mañuecadas, como fuegos fatuos. Las primeras se deben a su vicepresidente Juan García Gallardo, de la cantera de Vox. Cuando el Presidente Alfonso Fernández Mañueco quiso hacerse con la mayoría absoluta y convocó elecciones anticipadas, imitando a la presidenta de la Comunidad de Madrid, para ver si se quitaba de al lado a Ciudadanos y se facilitaba la situación, que se le avecinaba a la Comunidad, con un gran juicio contra su corrupción, y a la presidencia, con un juicillo.
Le pasó como al desafortunado cazador que le salió el tiro por la culata y en vez de cobrar la liebre se reventó la cara, porque lo que consiguió fue cambiar a Ciudadanos por Vox, y desde entonces tiene que apechugar con ese sambenito. Dio paso, por primera vez, a la ultra derecha en un Gobierno ejecutivo. Bueno, relativamente, porque el designado para la vicepresidencia, por falta de su capacidad personal, se quedó sin ejecución o sin carteras, con un buen sueldo, pero con responsabilidades de chiringuito y tuvo el tiempo libre para dedicarse al cultivo y la propagación de lo que se conocieron como gallardadas. Aportaciones chuscas, que son carnaza y chanza de la clase política y de los medios informativos.
La Comunidad y Vox no lo tomaron del todo mal, los dos están a deseos de notoriedad y pasaron del tonillo hiriente que les dedicaban. A fin de cuentas, salían en la televisión, y si Valladolid tenía a mal ser conocida como ‘Fachadolid’, fueron cambiando su mentalidad y aceptando que fuera su verdadero nombre, como alternativa a Pucela.
Del nuevo género político de las gallardadas vinieron las mañuecadas, así reconocidas las explicaciones, que no expresan nada y que el presidente daba a las gallardadas de su vicepresidente. Las penúltimas estaban dedicadas a las mujeres embarazadas para evitar el aborto. Como si este fuera algo que sin pensar hacían. Era un tiro fuera de juego, como los del obispo de Alcalá en su tema favorito de los homosexuales.
Las reacciones saltaron en cadena con asentimientos, correcciones y negaciones desde las diversas partes del Gobierno de la Comunidad. Cuando el presidente no tuvo más remedio que hablar, porque ya habían hablado todos, soltó su mañuecada para remontarse al Gobierno de la Nación y su presidente Pedro Sánchez, como responsable del desaguisado, cuando, sin duda, este estaba en otros menesteres más serios y muy alejados de las mañuecadas, con su intervención en el Foro de Davos, predicando en el desierto, pues pedía mano dura para los paraísos fiscales, que lo son y lo seguirán siendo para los ricos, y firmando un nuevo tratado de amistad con los vecinos de arriba, los franceses, que nos sitúan en el selecto club de Francia, junto con Alemania e Italia y todavía tuvo un rato para jugar a la petanca con colegas jubilados. Mientras, ambos ilustres autores, presidente y vicepresidente castellano leoneses, consiguen mantenerse en primera línea de fuego, pero socarrados.
Ya lo señalé en mi comentario de final de diciembre como las gallardadas y las mañuecadas iban a continuar, cuando se iniciaron las pollanadas, que parece que va a ser el género de moda y preferente en la legislatura de la Comunidad. Las unas y las otras irían a más en la deriva del PP castellano-leonés. Es una trayectoria lógica desde que apareció la eminencia gris de Pablo Casado y ya se veía como iba a seguir. No era imaginable que pereciera entre las garras de la gatita Ayuso, que puesta a sacar las uñas evidenció que no era tan gatita. Ella le arañó y los demás se lo cargaron con celeridad de matones y taparon con la alfombra sus posibles prevaricaciones, que aquel investigaba.
Ella se llevó por delante a su presidente y ahora tiene marcado a su sustituto, que va con más imprudencia que un ciego por unas escaleras mecánicas. Por eso intenta mantenerse callado, como si le faltaran las palabras. Esa es una de las características de gallardadas y mañuecadas, que no se comprenden y nadie sabe realmente lo que dicen y no dicen y ni ellos saben lo que quieren decir y se pasa del digo al Diego, como del rosa al amarillo. Lo que hoy no es mañana es lo que era y de lo irreal se pasa al realísimo, sin solución de continuidad. A las negaciones de Mañueco, más que las de San Pedro, Vox ha respondido con romper el pacto de Gobierno, pero de momento no, que les tiran más las poltronas.
Lo que parecían simples gallardadas y mañuecadas se han superado a sí mismas sumidas en el esperpento. La televisión autonómica privada, financiada con dinero público, se sumó al conflicto con una de sus lecciones magistrales, en la que en vez de informar optó directamente por la defensa de su presidente pagador y de lo que había dicho y no había dicho. Al día siguiente se vio: exactamente lo contrario de lo que ellos dijeron, porque el folletón no cambia por días, sino por horas. Todo cabe. Hay protocolo. No lo hay. Parece que sí, pero es que no. Se rompe el pacto. Perdemos el Gobierno. Eso no.
Todo menos la Verdad, que para eso están las mentiras y los conejos escapan por las gateras. Lo único que está garantizado. Con un vicepresidente por la vía de la insolvencia, avalado por un presidente que también cojea. Continua el espectáculo.Si sumamos los improperios y descalificativos que se han arrojado, a nivel autonómico y nacional, es para echar a correr, pero para sus protagonistas no ha pasado nada, apenas se les oye decirlo bajo los zambombazos. Cuando cayó el obús: La idea es del húngaro Orbán, al que Gallardo admira, y los demás con estos pelos. Ay ‘Fachadolid’.