Terciopelo azul o el concepto del mal
![[Img #61985]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/02_2023/4093_cabeza-del-bautista-020.jpg)
“Lo siniestro (Das Unheimliche) es aquello que, debiendo permanecer oculto, se ha revelado.” Schelling
Anoche volví a ver después de muchos años la controvertida película que el controvertido director David Lynch dirigió en 1986, ‘Terciopelo azul’. A lo largo de las dos horas de duración, luz y oscuridad, amor y odio, inocencia y perversión, normalidad y extrañeza, bondad y maldad, se entrelazan en una sucesión de claroscuros. Será en la mitad del film cuando la luminosa Sandy dice algo que yo creo que es clave para entender de lo que se nos está hablando: el mal, un concepto que me ha interesado y desasosegado siempre a partes iguales. “Soñé que el mundo era oscuro porque no había petirrojos y los petirrojos representan el amor (…) Y de pronto miles de petirrojos fueron liberados y bajaron volando y trajeron esa luz cegadora del amor (…) Supongo que significa que hay problemas hasta que lleguen los petirrojos”. De esta manera alude a ciertas épocas (de guerra, de catástrofes naturales, de enfermedades…), en las que la que la maldad se instala causando un tremendo sufrimiento en la humanidad. Épocas en las que sin entender muy bien porqué el mundo parece imantado de una extraña locura. No por casualidad oscuridad y extrañeza son las palabras más repetidas en el film.
El extrañamiento se utiliza en literatura para referirse a aquellos elementos inesperados, insólitos, siniestros, que conviven dentro del texto con otros que nos resultan familiares, cotidianos. En el caso de la película ‘Terciopelo azul’ el elemento siniestro, que funciona como detonante de todo lo que ocurrirá después, es esa oreja humana en descomposición que el joven Jeffrey encuentra en la apacible ciudad de Lumberton a plena luz un día cualquiera en mitad de la hierba. La literatura también nos enseña que los personajes, al menos los principales, deben tener aristas, estar inmersos en conflictos y contradicciones. Esto es, deben ser todo menos planos. Así la vida. Sin dialéctica, sin tensión, sin chicha, acaso sin una pizca de derrape o desvío de la norma, ésta carecería de interés. Sería aburrida, sosa.
El mal es un concepto complejo que ha sido estudiado desde la antigüedad hasta nuestros días por la filosofía, la antropología, la sociología, la ética, la religión, que han aportado diferentes teorías y visiones. Incluso hay una disciplina, la ponerología (del griego poneros, el mal), nombre dado por el psiquiatra polaco Andrzej ?obaczewski, que haciendo uso de datos de otras ciencias trata de explicar fenómenos como la guerra de agresión, la limpieza étnica, el genocidio y los estados policiales.
Pese a que no hay una definición unívoca de la maldad, lo que en general caracteriza una acción malvada son una serie de componentes: que esté circunscrita al ser humano como agente moralmente responsable (no hay maldad, por ejemplo, en los accidentes naturales), que sea intencional, es decir, que haya un propósito, pretensión, voluntad o determinación de hacer daño, que produzca dolor en la víctima o destinatario de ese mal, y que quien lo inflige experimente en ello un determinado sentimiento o emoción (de placer, de odio…).
Le doy vueltas a todo esto para concluir que dentro de nosotros conviven pasiones que nos hacen crecer y sentir bien (amor, calma, confianza, gratitud) al lado de otras que nos envenenan y destruyen (ira, odio, indignación, temor, envidia). Aunque a priori resulta evidente cuales debemos elegir y cultivar, no es fácil llevar esto a la práctica. Nuestro yo interior -microcosmos que se repite fuera- es una olla a presión difícil de pilotar.
‘Terciopelo azul’ termina con la aparición de un petirrojo para poner de relieve la victoria del bien sobre el mal. Pero no debemos olvidar un pequeño detalle: éste hermoso pájaro porta en el pico un escarabajo vivo, que significa que lo siniestro siempre nos acompaña, a veces oculto, continuamente amenazante, allá donde vamos.
![[Img #61985]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/02_2023/4093_cabeza-del-bautista-020.jpg)
“Lo siniestro (Das Unheimliche) es aquello que, debiendo permanecer oculto, se ha revelado.” Schelling
Anoche volví a ver después de muchos años la controvertida película que el controvertido director David Lynch dirigió en 1986, ‘Terciopelo azul’. A lo largo de las dos horas de duración, luz y oscuridad, amor y odio, inocencia y perversión, normalidad y extrañeza, bondad y maldad, se entrelazan en una sucesión de claroscuros. Será en la mitad del film cuando la luminosa Sandy dice algo que yo creo que es clave para entender de lo que se nos está hablando: el mal, un concepto que me ha interesado y desasosegado siempre a partes iguales. “Soñé que el mundo era oscuro porque no había petirrojos y los petirrojos representan el amor (…) Y de pronto miles de petirrojos fueron liberados y bajaron volando y trajeron esa luz cegadora del amor (…) Supongo que significa que hay problemas hasta que lleguen los petirrojos”. De esta manera alude a ciertas épocas (de guerra, de catástrofes naturales, de enfermedades…), en las que la que la maldad se instala causando un tremendo sufrimiento en la humanidad. Épocas en las que sin entender muy bien porqué el mundo parece imantado de una extraña locura. No por casualidad oscuridad y extrañeza son las palabras más repetidas en el film.
El extrañamiento se utiliza en literatura para referirse a aquellos elementos inesperados, insólitos, siniestros, que conviven dentro del texto con otros que nos resultan familiares, cotidianos. En el caso de la película ‘Terciopelo azul’ el elemento siniestro, que funciona como detonante de todo lo que ocurrirá después, es esa oreja humana en descomposición que el joven Jeffrey encuentra en la apacible ciudad de Lumberton a plena luz un día cualquiera en mitad de la hierba. La literatura también nos enseña que los personajes, al menos los principales, deben tener aristas, estar inmersos en conflictos y contradicciones. Esto es, deben ser todo menos planos. Así la vida. Sin dialéctica, sin tensión, sin chicha, acaso sin una pizca de derrape o desvío de la norma, ésta carecería de interés. Sería aburrida, sosa.
El mal es un concepto complejo que ha sido estudiado desde la antigüedad hasta nuestros días por la filosofía, la antropología, la sociología, la ética, la religión, que han aportado diferentes teorías y visiones. Incluso hay una disciplina, la ponerología (del griego poneros, el mal), nombre dado por el psiquiatra polaco Andrzej ?obaczewski, que haciendo uso de datos de otras ciencias trata de explicar fenómenos como la guerra de agresión, la limpieza étnica, el genocidio y los estados policiales.
Pese a que no hay una definición unívoca de la maldad, lo que en general caracteriza una acción malvada son una serie de componentes: que esté circunscrita al ser humano como agente moralmente responsable (no hay maldad, por ejemplo, en los accidentes naturales), que sea intencional, es decir, que haya un propósito, pretensión, voluntad o determinación de hacer daño, que produzca dolor en la víctima o destinatario de ese mal, y que quien lo inflige experimente en ello un determinado sentimiento o emoción (de placer, de odio…).
Le doy vueltas a todo esto para concluir que dentro de nosotros conviven pasiones que nos hacen crecer y sentir bien (amor, calma, confianza, gratitud) al lado de otras que nos envenenan y destruyen (ira, odio, indignación, temor, envidia). Aunque a priori resulta evidente cuales debemos elegir y cultivar, no es fácil llevar esto a la práctica. Nuestro yo interior -microcosmos que se repite fuera- es una olla a presión difícil de pilotar.
‘Terciopelo azul’ termina con la aparición de un petirrojo para poner de relieve la victoria del bien sobre el mal. Pero no debemos olvidar un pequeño detalle: éste hermoso pájaro porta en el pico un escarabajo vivo, que significa que lo siniestro siempre nos acompaña, a veces oculto, continuamente amenazante, allá donde vamos.






