Pudor
![[Img #61987]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/02_2023/2910_mercedes.jpg)
Pudor, según el diccionario de Oxford Languages es “el sentimiento que mueve a ocultar o evitar hablar con otras personas sobre ciertos sentimientos, pensamientos o actos que se consideran íntimos. Según la RAE (Real Academia Española) pudor es sinónimo de honestidad, modestia, recato.
De ‘conciencia’ dice el mismo diccionario de Oxford que es “el conocimiento responsable y personal de una cosa determinada, como un deber o una situación”. La RAE opina que la conciencia es “el conocimiento del bien y del mal que permite a la persona enjuiciar moralmente la realidad y los actos, especialmente los propios”.
Inicio este escrito con esas definiciones porque se da la circunstancia de que la virtud del pudor y los valores que sustentan a la conciencia están desapareciendo del mapa de la humanidad a pasos agigantados.
La humanidad se ha vuelto exhibicionista y despliega gran confusión de valores. Un valor extraviado es el valor del respeto, el respeto a uno mismo y el respeto a los otros. El respeto a uno mismo desaparece cuando uno se expone públicamente, sin ningún pudor, para exhibir sus intimidades, naturalmente por dinero, y sobre todo exhibir sus miserias porque dan más dinero. Y el respeto a los otros no existe cuando se manejan los hilos de las falsedades, mentiras pequeñas y grandes, mentiras sociales y políticas, mentiras innocuas y dañinas, mentiras tras mentiras hasta crear enormes burbujas de mentiras en las que vivimos inocentemente los pocos que no tenemos, ni queremos tener, acceso a los hilos que mueven las grandes y pequeñas mentiras del mundo.
En el nivel del pudor estamos viendo como jóvenes y no tan jóvenes pretenden vivir, y viven, vendiendo su día a día, su presente y su pasado. Los jóvenes ganan mucho dinero en las redes exponiendo lo que visten, lo que comen, lo que pasean… , a eso se llama ser influencer porque se supone que influyen a través de su comportamiento en otros jóvenes. La responsabilidad de ese comportamiento es enorme, pero eso no se considera, lo que se considera es influir en la banalidad del vivir del postureo, del consumo material, de ropa, de objetos…Por ese ‘trabajo’ tan frívolo los jóvenes pueden ganar mucho más dinero que si estudian una ingeniería, y por supuesto mucho más que cualquier otra carrera universitaria.
¿Cómo podrá sustentarse en el futuro una sociedad -me pregunto- en la que la mayoría de los jóvenes de hoy quieren vivir en un continuo show? Jóvenes con muy poca formación y muy poco pudor, que ahora mueven el comercio, y por lo tanto ganan, y hacen ganar, mucho dinero, pero que en unos años seguramente estarán fuera de juego. ¿Y entonces qué? qué pasará con la sociedad teniendo esas anchas franjas generacionales inútiles?
Pero no sólo se exhiben los jóvenes, lo menos jóvenes han visto este nuevo filón del ‘destape’ y se han apuntado al movimiento. Y no se utilizan sólo las redes, ahora también ha entrado en el juego las televisiones y las editoriales. Todos quieren contar su particular historia porque todos quieren ganar dinero de una manera fácil y sencilla, y además promocionarse para poder estar en el candelero y poder hacer caja sin parar. Así tenemos, además de una larga serie televisiva de la hija de Rocío Jurado montando cismas familiares, la de Tamara Falcó promocionándose y promocionando su negocio con sus ‘pijaditas’ personales, Ágata Ruiz de la Prada escribiendo (le escriben) sus memorias porque dice que “como todos lo hacen pues ella también” y poniendo en fea situación a su padre…, o Georgina Rodríguez (con 29 años), que de ser dependienta ha pasado a ser ‘Soy Georgina’, un documental de ella sobre ella, y que con sus exposiciones de sí misma ha acumulado nada menos que 10 millones de euros (según la revista Forbes) en seis años. Francamente sorprendente. Parece que existe un reto generalizado de a ver quién cuenta más cosas personales impactantes y quien le saca más rentabilidad a sus ‘chismes’. Rentable vemos que es rentable. Ese es el mayor mal.
Pero todo esto pasa porque la sociedad se ha vuelto voyeur (fisgona, mirona, curiosa). Las intimidades ajenas de pronto interesan a un gran número de personas. Una vía que se ha descubierto como filón de negocio porque mueve grandes cantidades de dinero.
Y ¿por qué suscita tanto interés las intimidades ajenas? Pues yo creo que es por la derivación individualista de la sociedad. Poco queda del grupo familiar, aquel grupo grande y cerrado compuesto de parientes, en varios grados de cercanía, que componían una pequeña sociedad en la que pasaban muchos y diferentes sucesos y ocurrencias que colmaban el interés de sus distintos componentes y a la vez todos se sentían arropados dentro de ese círculo familiar. La atención estaba puesta en lo que pasaba a los allegados y eso era suficiente para llenar el apetito fisgón; lo de fuera de ese círculo interesaba menos, poco o nada. El individuo familiar se veía protegido y a la vez nutrido.
Antes, la sociedad se agrupaba en círculos concéntricos donde las cosas que interesaban pasaban dentro de esos círculos: la familia, el trabajo y el mundo. Ahora falla el grupo familiar y falla el grupo laboral porque ambos grupos se han disuelto en individuos aislados. Al individuo sólo le queda la conexión con el exterior desde el aislamiento, por lo que desde esa situación aislada surge el interés por otras personas aunque sean desconocidas. Es la necesidad de la afinidad humana por lo humano para no perder el sustrato de humanidad. Individualismo/voyerismo.
Por lo tanto, la derivación individualista de la humanidad lleva al interés del individuo por la intimidad del prójimo y a la intimidad del prójimo por la auto-exhibición, y la necesidad de auto-exhibición a la falta de pudor, y la falta de pudor a la inconsciencia, y la inconsciencia al ‘todo vale’, y el ‘todo vale’ a la anarquía, y la anarquía a la confusión, desgobierno y perturbación.
La sociedad va a la deriva con esta fórmula ‘económica’ del show personal. “Si te haces esclavo de la aprobación total de la gente vas a ser muy infeliz”, asegura el psicólogo Rafael Santandreu. Y en esa infelicidad estamos sumergiéndonos como individuos y como sociedad, con la falta de pudor y de conciencia para tener más aprobación social.
Un sesudo estudio de la Universidad de Harvard sobre la felicidad ha demostrado que la clave de la felicidad no está en el dinero ni en el éxito, sino en la calidad de nuestras relaciones humanas. Las relaciones sólidas contribuyen a que tengamos una vida feliz, dicen.
Se nos está acabando el soporte familiar, se nos está acabando el soporte laboral, nos queda, pues, el soporte de la amistad para tener la felicidad a nuestro alcance. Ojo al dato: buenos amigos, y sanas y alegres relaciones, son el aval de nuestra felicidad, y no la falta de pudor y de conciencia.
O témpora o mores
![[Img #61987]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/02_2023/2910_mercedes.jpg)
Pudor, según el diccionario de Oxford Languages es “el sentimiento que mueve a ocultar o evitar hablar con otras personas sobre ciertos sentimientos, pensamientos o actos que se consideran íntimos. Según la RAE (Real Academia Española) pudor es sinónimo de honestidad, modestia, recato.
De ‘conciencia’ dice el mismo diccionario de Oxford que es “el conocimiento responsable y personal de una cosa determinada, como un deber o una situación”. La RAE opina que la conciencia es “el conocimiento del bien y del mal que permite a la persona enjuiciar moralmente la realidad y los actos, especialmente los propios”.
Inicio este escrito con esas definiciones porque se da la circunstancia de que la virtud del pudor y los valores que sustentan a la conciencia están desapareciendo del mapa de la humanidad a pasos agigantados.
La humanidad se ha vuelto exhibicionista y despliega gran confusión de valores. Un valor extraviado es el valor del respeto, el respeto a uno mismo y el respeto a los otros. El respeto a uno mismo desaparece cuando uno se expone públicamente, sin ningún pudor, para exhibir sus intimidades, naturalmente por dinero, y sobre todo exhibir sus miserias porque dan más dinero. Y el respeto a los otros no existe cuando se manejan los hilos de las falsedades, mentiras pequeñas y grandes, mentiras sociales y políticas, mentiras innocuas y dañinas, mentiras tras mentiras hasta crear enormes burbujas de mentiras en las que vivimos inocentemente los pocos que no tenemos, ni queremos tener, acceso a los hilos que mueven las grandes y pequeñas mentiras del mundo.
En el nivel del pudor estamos viendo como jóvenes y no tan jóvenes pretenden vivir, y viven, vendiendo su día a día, su presente y su pasado. Los jóvenes ganan mucho dinero en las redes exponiendo lo que visten, lo que comen, lo que pasean… , a eso se llama ser influencer porque se supone que influyen a través de su comportamiento en otros jóvenes. La responsabilidad de ese comportamiento es enorme, pero eso no se considera, lo que se considera es influir en la banalidad del vivir del postureo, del consumo material, de ropa, de objetos…Por ese ‘trabajo’ tan frívolo los jóvenes pueden ganar mucho más dinero que si estudian una ingeniería, y por supuesto mucho más que cualquier otra carrera universitaria.
¿Cómo podrá sustentarse en el futuro una sociedad -me pregunto- en la que la mayoría de los jóvenes de hoy quieren vivir en un continuo show? Jóvenes con muy poca formación y muy poco pudor, que ahora mueven el comercio, y por lo tanto ganan, y hacen ganar, mucho dinero, pero que en unos años seguramente estarán fuera de juego. ¿Y entonces qué? qué pasará con la sociedad teniendo esas anchas franjas generacionales inútiles?
Pero no sólo se exhiben los jóvenes, lo menos jóvenes han visto este nuevo filón del ‘destape’ y se han apuntado al movimiento. Y no se utilizan sólo las redes, ahora también ha entrado en el juego las televisiones y las editoriales. Todos quieren contar su particular historia porque todos quieren ganar dinero de una manera fácil y sencilla, y además promocionarse para poder estar en el candelero y poder hacer caja sin parar. Así tenemos, además de una larga serie televisiva de la hija de Rocío Jurado montando cismas familiares, la de Tamara Falcó promocionándose y promocionando su negocio con sus ‘pijaditas’ personales, Ágata Ruiz de la Prada escribiendo (le escriben) sus memorias porque dice que “como todos lo hacen pues ella también” y poniendo en fea situación a su padre…, o Georgina Rodríguez (con 29 años), que de ser dependienta ha pasado a ser ‘Soy Georgina’, un documental de ella sobre ella, y que con sus exposiciones de sí misma ha acumulado nada menos que 10 millones de euros (según la revista Forbes) en seis años. Francamente sorprendente. Parece que existe un reto generalizado de a ver quién cuenta más cosas personales impactantes y quien le saca más rentabilidad a sus ‘chismes’. Rentable vemos que es rentable. Ese es el mayor mal.
Pero todo esto pasa porque la sociedad se ha vuelto voyeur (fisgona, mirona, curiosa). Las intimidades ajenas de pronto interesan a un gran número de personas. Una vía que se ha descubierto como filón de negocio porque mueve grandes cantidades de dinero.
Y ¿por qué suscita tanto interés las intimidades ajenas? Pues yo creo que es por la derivación individualista de la sociedad. Poco queda del grupo familiar, aquel grupo grande y cerrado compuesto de parientes, en varios grados de cercanía, que componían una pequeña sociedad en la que pasaban muchos y diferentes sucesos y ocurrencias que colmaban el interés de sus distintos componentes y a la vez todos se sentían arropados dentro de ese círculo familiar. La atención estaba puesta en lo que pasaba a los allegados y eso era suficiente para llenar el apetito fisgón; lo de fuera de ese círculo interesaba menos, poco o nada. El individuo familiar se veía protegido y a la vez nutrido.
Antes, la sociedad se agrupaba en círculos concéntricos donde las cosas que interesaban pasaban dentro de esos círculos: la familia, el trabajo y el mundo. Ahora falla el grupo familiar y falla el grupo laboral porque ambos grupos se han disuelto en individuos aislados. Al individuo sólo le queda la conexión con el exterior desde el aislamiento, por lo que desde esa situación aislada surge el interés por otras personas aunque sean desconocidas. Es la necesidad de la afinidad humana por lo humano para no perder el sustrato de humanidad. Individualismo/voyerismo.
Por lo tanto, la derivación individualista de la humanidad lleva al interés del individuo por la intimidad del prójimo y a la intimidad del prójimo por la auto-exhibición, y la necesidad de auto-exhibición a la falta de pudor, y la falta de pudor a la inconsciencia, y la inconsciencia al ‘todo vale’, y el ‘todo vale’ a la anarquía, y la anarquía a la confusión, desgobierno y perturbación.
La sociedad va a la deriva con esta fórmula ‘económica’ del show personal. “Si te haces esclavo de la aprobación total de la gente vas a ser muy infeliz”, asegura el psicólogo Rafael Santandreu. Y en esa infelicidad estamos sumergiéndonos como individuos y como sociedad, con la falta de pudor y de conciencia para tener más aprobación social.
Un sesudo estudio de la Universidad de Harvard sobre la felicidad ha demostrado que la clave de la felicidad no está en el dinero ni en el éxito, sino en la calidad de nuestras relaciones humanas. Las relaciones sólidas contribuyen a que tengamos una vida feliz, dicen.
Se nos está acabando el soporte familiar, se nos está acabando el soporte laboral, nos queda, pues, el soporte de la amistad para tener la felicidad a nuestro alcance. Ojo al dato: buenos amigos, y sanas y alegres relaciones, son el aval de nuestra felicidad, y no la falta de pudor y de conciencia.
O témpora o mores






