Max Alonso
Viernes, 10 de Febrero de 2023

Un poco de mitología

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El comportamiento de Zeus con su esposa Hera, refleja las relaciones matrimoniales de los mortales en aquella época. La diosa, representante originaria de un pueblo matriarcal, por su función como diosa del matrimonio, establece el lazo de su propia subordinación, a la vez que su resistencia a las ‘conquistas’ de Zeus, presentadas cómo celos, que supusieron el recorte de su antiguo culto. Ella encarna las tradiciones religiosas conservadoras, por lo que se vengaba de las desertoras desleales con el orden establecido, que, cuando eran humanas, eran siempre hijas de una ninfa o semidiosa.

 

Tienen que trascurrir tantos siglos y milenios para que en nuestro país se legisle, en la todavía denostada por la derecha Ley del sí es sí, que la violencia sexual no es lícita cuando no hay consentimiento y que las mujeres podrán acusar de que han sufrido agresión y no demostrar que la evitaron, con toda la oposición, por tierra, mar y aire, de quienes se oponen al avance, que significa progreso, cuando en la mitología el término usual para las relaciones es el de violación. Lo que constituye un ejemplo oportuno y puntual de como se ha ido forjando en la historia los avances y la evolución. Con hasta la manipulación y la remoción de los tribunales para impedir las conquistas, que se derivan de la democracia.

 

Ahí están los recursos guardados en los cajones del Tribunal Constitucional a todas las leyes que representan un avance social en la democracia. No hace falta enumerarlas. A todos los avances. Como más adelante se ha ido manteniendo secuestrado el Consejo del Poder Judicial, por encima de la ley y la razón.

 

Se diga, como se ha dicho, que es una mala ley, es falso. Es una mala oposición, que es la que hay. Porque si el fin y el núcleo de la ley es bueno la ley es buena. Si eso es lo que se persigue y lo que hay son problemas técnicos que la han hecho indeseable, corríjanse. Sean de la formulación o de la interpretación, porque el error es de todos. De los que lo hicieron. De los que lo consintieron, porque cuando podían hablar se callaron y nadie advirtió de las consecuencias, o de los que la interpretaron, que también cuenta. Todo menos ese vergonzoso espectáculo, calificando de mala una ley que es buena y de progreso societario, cuando los malos son los que generan tan lamentables espectáculos, que les incapacitan para formar parte de las Cortes. Los que no valgan que estén fuera. Como en todas partes. Más en donde reside la soberanía de la nación.

 

El canibalismo de Licaón, un rey educado, pero perturbado por su religiosidad, obligó a Zeus a convertirle en lobo y los nuevos desmanes de sus numerosos hijos invalidaron el Diluvio. Las manzanas, un fruto de inusitado simbolismo, con las que las Parcas envenenan a Tifón, propician su muerte, cuando Zeus puede acabar con el monstruo.

 

Son el mismo fruto de la discordia, como místico o prohibido. Heracles, como parte de sus Doce Trabajos, debía viajar al Jardín de las Hespérides, situado en la cordillera del Atlas, al norte de África en el límite de la Península Ibérica, en el triángulo de las actuales provincias de Huelva, Sevilla y Cádiz. Con el rio Tartessos como eje, al que los romanos llamaron luego Betis y hoy Guadalquivir. Donde los griegos consideraban que había tenido lugar la primera civilización de Occidente. Allí debía recoger las manzanas doradas del Árbol de la Vida, que crecía en su centro.

 

La diosa griega Eris, la de la Discordia, como atributo, que pasó al fruto, estaba molesta por haber sido excluida de la boda de Perseo y Tetis, la madre del poderoso guerreo Aquiles. Arrojó una manzana dorada a los pies de las diosas Hera, Atenea y Afrodita, para elegir a las más hermosa. Paris, el príncipe troyano, fue el elegido para discernirlo y fue sobornado por las tres diosas para conseguir su propia designación. La consiguió Afrodita, que, a cambio, le ofreció concederle la mujer más bella del mundo, Helena de Esparta, por la que acabaría desencadenándose la Guerra de Troya.

 

De ahí vino su simbolismo. Lanzar una manzana a alguien era declararle el amor y recogerla implicaba la aceptación de ese amor. Como Hipómenes consiguió a Atlanta. Cuando no podía ganar la carrera de carros, empleó la astucia y usó tres manzanas de oro de Afrodita para ganarla y lograr su mano.

 

El Libro del Génesis de la Biblia no identifica el fruto prohibido del Edén, que le denomina genéricamente, pudiendo ser cualquier fruto. El mundo cristiano, indudablemente influido por las enseñanzas griegas, lo identifica como una manzana, con la que Eva engatusa a Adán. Así lo harán los pintores renacentistas, sin lugar a dudas influidos por las manzanas doradas de Afrodita. Desde entonces se han convertido, sin que lo fueran, en símbolo del conocimiento, por identificarlo como el fruto del árbol del bien y del mal, como lo alude Apple en su logo, la inmortalidad, la tentación, la caída del hombre de la mano de la mujer en el pecado y del pecado mismo. La manzana de Adán se identifica con la laringe humana, en donde quedó atrapada su manzana, como ocurrió con Blancanieves, y como se simboliza la sexualidad e implica, irónicamente, la sexualidad humana.

 

De Aspasia, la compañera del Gran Pericles, se escribió que dirigía un burdel y se la consideró hetaira, aunque muchos de estos aspectos se ponen en duda, pues proceden de escritores satíricos, que pretendían difamar a Pericles, evidenciando que en la democracia, que en aquellos tiempos se practicaba, no estaba limitada la libertad de expresión y que en el apasionamiento primaba, todavía más que ahora, arrimar el ascua a la propia sardina, sin  inhibirse con la calumnia, la difamación o las insidias y esto de tal forma, entonces como ahora, que quienes menos razones tienen a su favor más las usan.

 

Ahora, este papel no les corresponde a los escritores sino a los propios políticos y si las cosas van entre uno y otro del mismo género puede ser de aúpa, como lo ocurrido recientemente entre una diputada de Vox y la ministra de Igualdad. Para lavarla la boca se necesitarían carros de sosa, pero se estaba en la necesidad de llamar la atención y ocultar los debates sobre temas esenciales y, ya se sabe de siempre, que no hay mejores cuñas que las de la mima madera.

 

¿Cómo una joven ministra, encima podemita, se atreve a intentar cambiar el curso de la historia? Eso no lo pueden consentir los machos carpetovetónicos, ni sus esclavas, porque atenta contra sus derechos ancestrales, mantenidos durante milenios.Mientras, se planea perpetrar el último esperpento del excomunista Tamames defendiendo la moción de censura de Vox. Sin el beneplácito del PP, no por lo que tiene de esperpento, que a eso él se presta, sino por lo más crematístico de que no puede ganar.

 

Sea sí o sí, con el consentimiento, se impondrá. En cuestión de días, de siglos o de milenios. Que sea ahora depende de que David acierte con su honda.

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