Catalina Tamayo
Viernes, 10 de Febrero de 2023

Las estrellas

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“En el jardín habíamos esperado la luna.”

(Miguel Ángel Asturias)

 

Esta mañana, temprano, cuando escuché en la radio la noticia de que pronto la contaminación lumínica nos impedirá ver las estrellas, me puse triste. Algo en mí se ensombreció. Pensé en los poetas. En sus versos ya no aparecerá la palabra ‘estrella’. No. Porque los amantes ya no podrán nunca besarse bajo un cielo estrellado. Y, lo que es peor, cuando se separen, ¿cómo se dirán que se aman –que se siguen amando– si no hay estrellas? ¡Qué catástrofe para el amor!

     

¿Y la palabra ‘luna’? ¿También esta palabra estará ausente en los poemas? ¡Quién sabe! Porque la luna ya no se verá igual. No se mostrará tan roja, ni tan naranja, ni tan amarilla. No será un globo de luz. Quizá se convierta en una sombra. Una sombra errante por un cielo desnudo. Porque ¿qué será de la luna sin luz? Y lo que es todavía más grave: ¿qué será de la luna sin las estrellas? ¡Qué desastre de cielo! ¡De mundo!  ¿Es que acaso podremos seguir viviendo sin estrellas? ¿Y con una luna sin brillo?

     

Ay, pensé también en nuestros hijos y en nuestro nietos. En todos los que nos sucederán. Entonces, la tristeza aún se me hizo más honda. Y lo que antes se me había ensombrecido ahora se me volvió negro del todo. Negro como una noche sin estrellas ni luna. Sí, porque cuando lean algunos versos –“la noche está estrellada y tiritan, azules, los astros, a lo lejos”, “el silencio de las estrellas”, “por el cielo va la luna con un niño de la mano”, “la luna sube y sube vertiginosa y alocada”, “la he conocido por la estrella fugaz que hay en sus ojos”– no verán su belleza, y esta belleza se perderá, quizá en el rincón “más olvidado del olvido”. Y, de verdad, en serio, decidme, ¿no es una terrible desgracia que algo tan bello como estos versos se acabe olvidando? ¿Se olvide para siempre?

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