Nuria Viuda
Viernes, 10 de Febrero de 2023

Prosas inhabitables o casi

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¡Qué hartura de crearse expectativas con algunos autores! Resulta que cuando ya los consideras unos de tus favoritos van y lo fastidian todo con obras que te llevan al infierno de lo literario. De inmediato dejas de regresar a la librería cada vez que publican otro bodrio sentimentaloide rayano en la novela rosa-culebrón-venezolano, que seguramente ellos mismos critican o han criticado en más de una ocasión, con  todos mis respetos a Venezuela, cuna insigne de grandes plumas como Rómulo Gallegos o Miguel Otero Silva, por nombrar solamente a dos de ellos, pues la lista es extensa. Esto ocurre porque  las editoriales apremian a sus contratados a sacar una novela al año y como lógica consecuencia los temas brillantes y la solidez de inventiva se agotan bajo la presión del mercado. Prueben ustedes a escribir una novela bajo presión y fechas concretas de entrega. Es una amenaza inconcebible y cruel. Así no se puede escribir. El resultado es absolutamente desolador para un lector que espera con verdadero fervor e impaciencia, otra obra sorprendente que coleccionar en sus ya, por otra parte, abarrotadas estanterías.

 

A la larga los escritores que se prestan a este juego mercantil pierden lectores y prestigio. A poco criterio literario que se posea, bien por el bagaje lector, bien por el bagaje cultural que cada uno cargue a su chepa, se distingue a la perfección el grano de la paja en tus autores fetiche. Los has llegado a valorar tanto que cuando cae en tu poder un libro suyo, escrito por encargo y a la carrera, notas la poco cuidada selección de tema y texto. Suelen ser historias vulgares y corrientes adornadas con algún resorte literario aquí o allá, pero por completo olvidables, y antes de pasar por la librería uno se lo piensa muy mucho y espera a leer la espídica “obrita” en bibliotecas, para no saquear al ya  de por sí maltrecho bolsillo.

 

 Sé que en toda obra completa de un autor no todo puede ser buenísimo y digno de alabanza, habrá obras que nos entusiasmen y otras no tanto, pero la calidad no debe nunca descender escalones. Por supuesto no voy a citar nombres, sería muy poco elegante por mi parte desvelar mi insatisfacción, sobre todo porque algunas personas no estarían de acuerdo con esta selección de autores, por otra parte muy encumbrados en las esferas del universo literario más candente. Hace unos meses leí una entrevista de uno de ellos, concretamente una escritora, en la que ella misma se sorprendía del éxito y la crítica favorabilísima de su último libro, que reconoció haber escrito del tirón en muy poco tiempo, y no lo consideraba ni de lejos para tanto como se había ensalzado. ¿Falsa modestia o reconocimiento verdadero de su prisa por cumplir con el contrato editorial?

 

Por su delicadeza y originalidad en relación con su escritura en obras brillantísimas que valoro y releo, me atrevo a asegurar que esta excelente escritora, en el fondo, se sinceró de veras reconociendo que no le hacía mucha ilusión que este último trabajo literario se considerase algo especial cuando  realmente no lo es. Casi reconoció estar perpleja, y me acordé instantáneamente de aquel cuento maravilloso de Hans Christian Andersen  titulado “El traje nuevo del emperador” en el que todo el mundo aplaudía lo inexistente, ¿recuerdan?

 

Las mentiras del mercado y la promoción por la promoción son los cánceres de siempre, menos mal que los lectores saben extirpar con finísimas pinzas de cirujano lo abultado de algunas cosechas trepidantes.

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