La agencia EFE
![[Img #62053]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/02_2023/2949_img_0002.jpg)
Éste nunca podrá ser un artículo objetivo. Esa razón social del título me pone la sangre caliente. Fue mi casa, en lo bueno y en lo malo, cuarenta años de mi vida, la profesional. Aún hoy, a casi una década de ser jubilado anticipadamente de su redacción, la sigo considerando una emoción viva de pasado, presente, y apuesto, que de futuro. Ahora actúo desde la retaguardia de mis recuerdos y de actividades hacia otros medios, un poco a lo que sale, porque a un periodista solo le retira la vieja y huesuda señora, esa que nos pone los pies por delante.
La agencia EFE es la gran olvidada del periodismo español. Está sumida en una programada irrelevancia desde la profesión y los poderes públicos. Los gurús de la cosa tecnológica pronostican que una agencia de noticias pinta en el actual panorama menos que la Tomasa en los títeres. Demostración absurda de simplificación, porque a poco que se tengan nociones de memoria, EFE escribió desde su nacimiento, aquello que parecía imposible, el periódico de mañana, el estandarte de la digitalización, arribada a este universo bastantes décadas más tarde. Todavía siguen haciendo posible esa proeza.
Verdad irrefutable. EFE, y cualquier agencia de noticias, fueron la inmediatez escrita en tiempos que el periodismo, y su lucha contra el tiempo, era una odisea. Delicioso sabor profesional el de una primicia. Aquello era ganar en feroz competencia la guerra de la actualidad. El público no leía la gran noticia hasta la jornada siguiente, pero si la oía en el mismo día en la radio o la veía en la televisión, las más de las veces, con el marchamo y aval de una agencia de noticias.
Estos medios de información, calificados, en enorme equivocación, de rudimentarios, son escuelas de periodismo en espíritu y en materia. Enseñan el oficio con una didáctica y dialéctica sin envenenamientos. Primero, porque no puede prosperar más identidad que la genérica del medio y no la individual del nombre propio del profesional. Segundo, porque están más obligadas que ningún periódico –en papel o digital -, radio o televisión, a ser certeras en sus noticias, ya que el yerro no es solamente suyo: se expande como la pólvora entre una nómina de clientes. Un error multiplicado en progresión geométrica. Y tercero, consecuencia de las otras dos razones, porque sobre la calidad informativa, se añade el rigor de la credibilidad en dosis muy superiores, pues tienen un fuerte componente de anonimato.
EFE es la agencia pública española, ojo, pública, de todos los españoles, no gubernamental, que es frecuente enredar en los dos términos como sinónimos. Cuando ingresé en ella, en plena etapa de la Transición, esta empresa tenía repartidas por todo el mundo más de ochenta delegaciones. Pocas compañías españolas podían tener una red exterior como la de mi agencia de noticias (todavía conservo cierto sentido de pertenencia). La voz de España llegaba a los cinco continentes. La voz del mundo llegaba a España por el mismo canal.
Luis María Ansón, un gran presidente de EFE, intuyó el potencial de la agencia de noticias española como herramienta para subvertir en el exterior, la imagen de nuestro país de una dictadura a una democracia. El tándem EFE-TVE, ambas públicas, contribuyó sobremanera a esa transformación de sociedad carcomida a moderna, emprendedora y bien educada en los hábitos democráticos. Lo recalco para las mentes obtusas que solo miden los beneficios en la ciencia exacta de los números y no en las abstracciones rentables, cuando lo son, de lo intangible.
Hoy, que tanto se habla de la necesidad de vertebrar España, vuelve a aparecer la agencia EFE como un valor en alza. EFE tiene delegaciones en todas las capitales de autonomías. Se vuelve a poner de manifiesto su capacidad de poder centrípeto y centrífugo. De traer y llevar la necesaria coordinación y entendimiento entre las instituciones de las distintas administraciones públicas. La buena información es un arma poderosa en esa pretensión. Esta agencia lleva en sus genes un modelo federal de la comunicación. Desgraciadamente se ignora y desaprovecha. Desconozco si por supina ignorancia o por maquiavélicas decisiones.
EFE, en mi desempeño profesional, fue una insuperable escuela de periodismo. El rigor en la información, la exigencia innegociable de fuentes perfectamente contrastadas, y de contrapesos en las noticias susceptibles de polémica, hicieron de ella un medio campeón de la credibilidad. Podíamos no llegar los primeros, pero colegas de otros medios no dejaban de expresarme que las grandes noticias no tenían el certificado de veracidad hasta que aparecían por los teletipos de EFE. ¿Puede haber mejor halago? Cuando el periodismo está urgentemente necesitado de acreditaciones de autenticidad, ahí tiene un medio que ha mamado esa virtud. Por el contrario, se le ningunea y se le condena a una irrelevancia que ha hecho que el kilo de buena información, antes valorado a precio de oro, apenas se cotice a precios de carne de pescuezo.
Estoy escribiendo desde la ensoñación de años de profesión duros y valientes. Hoy, no sé cómo me las apañaría en este dislate que son los innumerables canales informativos y la riada de noticias imposibles de descifrar. Por lo que puedo entrever, mi agencia no sabe pelear en este lodazal de redes sociales y periodismo de trinchera. La que fue mi empresa representó el rol digno de una etapa honorable en el oficio más bonito del mundo.
Éste nunca podrá ser un artículo objetivo. Esa razón social del título me pone la sangre caliente. Fue mi casa, en lo bueno y en lo malo, cuarenta años de mi vida, la profesional. Aún hoy, a casi una década de ser jubilado anticipadamente de su redacción, la sigo considerando una emoción viva de pasado, presente, y apuesto, que de futuro. Ahora actúo desde la retaguardia de mis recuerdos y de actividades hacia otros medios, un poco a lo que sale, porque a un periodista solo le retira la vieja y huesuda señora, esa que nos pone los pies por delante.
La agencia EFE es la gran olvidada del periodismo español. Está sumida en una programada irrelevancia desde la profesión y los poderes públicos. Los gurús de la cosa tecnológica pronostican que una agencia de noticias pinta en el actual panorama menos que la Tomasa en los títeres. Demostración absurda de simplificación, porque a poco que se tengan nociones de memoria, EFE escribió desde su nacimiento, aquello que parecía imposible, el periódico de mañana, el estandarte de la digitalización, arribada a este universo bastantes décadas más tarde. Todavía siguen haciendo posible esa proeza.
Verdad irrefutable. EFE, y cualquier agencia de noticias, fueron la inmediatez escrita en tiempos que el periodismo, y su lucha contra el tiempo, era una odisea. Delicioso sabor profesional el de una primicia. Aquello era ganar en feroz competencia la guerra de la actualidad. El público no leía la gran noticia hasta la jornada siguiente, pero si la oía en el mismo día en la radio o la veía en la televisión, las más de las veces, con el marchamo y aval de una agencia de noticias.
Estos medios de información, calificados, en enorme equivocación, de rudimentarios, son escuelas de periodismo en espíritu y en materia. Enseñan el oficio con una didáctica y dialéctica sin envenenamientos. Primero, porque no puede prosperar más identidad que la genérica del medio y no la individual del nombre propio del profesional. Segundo, porque están más obligadas que ningún periódico –en papel o digital -, radio o televisión, a ser certeras en sus noticias, ya que el yerro no es solamente suyo: se expande como la pólvora entre una nómina de clientes. Un error multiplicado en progresión geométrica. Y tercero, consecuencia de las otras dos razones, porque sobre la calidad informativa, se añade el rigor de la credibilidad en dosis muy superiores, pues tienen un fuerte componente de anonimato.
EFE es la agencia pública española, ojo, pública, de todos los españoles, no gubernamental, que es frecuente enredar en los dos términos como sinónimos. Cuando ingresé en ella, en plena etapa de la Transición, esta empresa tenía repartidas por todo el mundo más de ochenta delegaciones. Pocas compañías españolas podían tener una red exterior como la de mi agencia de noticias (todavía conservo cierto sentido de pertenencia). La voz de España llegaba a los cinco continentes. La voz del mundo llegaba a España por el mismo canal.
Luis María Ansón, un gran presidente de EFE, intuyó el potencial de la agencia de noticias española como herramienta para subvertir en el exterior, la imagen de nuestro país de una dictadura a una democracia. El tándem EFE-TVE, ambas públicas, contribuyó sobremanera a esa transformación de sociedad carcomida a moderna, emprendedora y bien educada en los hábitos democráticos. Lo recalco para las mentes obtusas que solo miden los beneficios en la ciencia exacta de los números y no en las abstracciones rentables, cuando lo son, de lo intangible.
Hoy, que tanto se habla de la necesidad de vertebrar España, vuelve a aparecer la agencia EFE como un valor en alza. EFE tiene delegaciones en todas las capitales de autonomías. Se vuelve a poner de manifiesto su capacidad de poder centrípeto y centrífugo. De traer y llevar la necesaria coordinación y entendimiento entre las instituciones de las distintas administraciones públicas. La buena información es un arma poderosa en esa pretensión. Esta agencia lleva en sus genes un modelo federal de la comunicación. Desgraciadamente se ignora y desaprovecha. Desconozco si por supina ignorancia o por maquiavélicas decisiones.
EFE, en mi desempeño profesional, fue una insuperable escuela de periodismo. El rigor en la información, la exigencia innegociable de fuentes perfectamente contrastadas, y de contrapesos en las noticias susceptibles de polémica, hicieron de ella un medio campeón de la credibilidad. Podíamos no llegar los primeros, pero colegas de otros medios no dejaban de expresarme que las grandes noticias no tenían el certificado de veracidad hasta que aparecían por los teletipos de EFE. ¿Puede haber mejor halago? Cuando el periodismo está urgentemente necesitado de acreditaciones de autenticidad, ahí tiene un medio que ha mamado esa virtud. Por el contrario, se le ningunea y se le condena a una irrelevancia que ha hecho que el kilo de buena información, antes valorado a precio de oro, apenas se cotice a precios de carne de pescuezo.
Estoy escribiendo desde la ensoñación de años de profesión duros y valientes. Hoy, no sé cómo me las apañaría en este dislate que son los innumerables canales informativos y la riada de noticias imposibles de descifrar. Por lo que puedo entrever, mi agencia no sabe pelear en este lodazal de redes sociales y periodismo de trinchera. La que fue mi empresa representó el rol digno de una etapa honorable en el oficio más bonito del mundo.