Joaquín Pérez Turrado
Martes, 14 de Febrero de 2023

La verdad, no sé de qué nos podemos quejar

[Img #62084]

 

 

La verdad, no sé de qué nos podemos quejar. Cada poco nos ofrecen o regalan una moto. Tenemos la casa llena. Motos por todos los rincones, pero unas sin ruedas, otras sin motor, sin frenos, sin moto…. Oye, ¡¡¡y qué bonitas las motos!!! Queremos más.

 

Ayer cogí una de las muchas motos para comunicarme con mi amigo Ángel, que vive en Calzada de la Valdería. Mi moto va bien, pero la suya no arranca, no sé lo que le pasa. Bueno, si lo sé; era por usar la frase hecha “no sé lo que le pasa”; como cuando uno llega piripi a casa y dice “no sé lo que me han dao en el bar…”

 

Mi amigo Ángel es mecánico, de “toa la vida”. Siendo unos chavales de escuela ya apuntaba maneras, y su tío también le regaló una moto, pero de las de verdad. Parece que la estoy viendo: una señora Lambreta. Se suponía que no arrancaba; digo “se suponía”, porque lo primero que hizo Ángel fue aflojar tornillos y revolver piezas. Y ya no arrancó. Nunca más. El lema de aquella empresa juvenil era: “no importa el resultado, lo primero es la mecánica”.

 

Como carecía de motor de arranque, y debía de estar “fría”…, darle patadas a la palanca era inútil. Era mejor arrancarla a “tirón”. Pero claro, éramos unos rapaces a finales de los 70 y no teníamos ningún otro vehículo para tirar; así que Ángel, Marcos, y un servidor arrastramos (porque lo de “empujamos” no es correcto) la Lambreta hasta lo alto de la cuesta de los Corrales, nos subimos los tres a la moto (sin casco ni confesarnos, claro está) y a la de tres (nunca mejor dicho) nos lanzamos cuesta abajo sobre unos ruidos y explosiones que no acabo de comprender. Así, a lo loco. No me explico cómo no estamos todavía en órbita. Como se dice por aquí: “p'abernosmatao”.

 

Más tarde nos explicó que menos mal que era un motor de gasolina, que además tenía muy poca, y que no nos dio por trastear con un motor de gasoil. Estos sí que pueden funcionar sin combustible, sin batería, a unas revoluciones alucinantes y difícil de parar si no se es un auténtico profesional. Es la retroalimentación y el motor consume su propio aceite a máximas revoluciones hasta destruirse.

 

Pues se está repitiendo esta vieja chavalada. Como dije, mi amigo Ángel tiene una moto que en la Valdería no hace nada. Literalmente, a pesar de ser una moto “inteligente” que es capaz de buscar la aguja en el ojo ajeno y la paja en el pajar. La ha comprado, con la condición que le regalarían el combustible. Pero sigue sin arrancar en su pueblo, donde le apetece pasar el tiempo libre. Además, los tornillos son diminutos, imposible meterle mano, y mucho menos tirarla cuesta abajo, aunque no será por las ganas. Y eso que la moto lleva el sobrenombre de “móvil”. Al escribir esto me he dado cuenta del porqué a algunos teléfonos móviles se les llama “ladrillos”. Porque son igual de eficaces si no hay cobertura.

 

Mi amigo Ángel, y esto ya no es broma, como no puede estar quieto quedó atrapado debajo de un chisme. No llevaba el teléfono encima; además hubiera dado lo mismo porque seguramente la señal fuese tan débil que hubiesen llegado más lejos sus propios gritos. Y da igual qué persona o qué necesidad; la falta de cobertura, como la enfermedad, no entiende de sensibilidad, bondad o compasión. Eso sí, han instalado fibra ultrarrápida. En la era inalámbrica, en los pueblos han dado un paso atrás llenando las calles vacías de gente de cajas y cables. Última tecnología obsoleta en breve, a no ser que pretendan que llevemos arrastrando un super cable de fibra óptica allá donde vayamos. Vamos, que como hace 40 años; para llamar por teléfono o hacer una gestión tenemos que hacerlo desde casa. Pues no, ya arrastramos bastante vergüenza con este servicio tercermundista. No tardará la chusma política en volver a llenarse la barbilla de babas prometiendo trabajar contra la despoblación. Ojalá funcionara el karma, y sintieran en sus propias carnes tamaña impotencia.

 

En la Valdería los móviles también sufren de retroalimentación, como los motores defectuosos de gasoil. Puede que tengan la batería a tope y un contrato de mega-velocidad; lo que consumen es paciencia, rabia y desesperación. Hasta que alguno se destruya… contra el suelo. Se ve que los nuevos y estudiados “ingenieros” piensan como aquellos chavales de los 70 aprendices autodidactas a mecánicos: “no importa el resultado, lo primero es la tecnología”. Maldito sea, quien corresponda.

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.