Isabel Llanos
Sábado, 18 de Febrero de 2023

Monos de repetición

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Otra vez ha sucedido. De nuevo me he enterado del fallecimiento de un amigo al que apreciaba mucho, por las redes sociales. Cierto es que vamos todos atareados y con la misma velocidad loca con la que transcurren los cambios en este siglo y que, además, para los que vivimos en grandes urbes, concretar un encuentro para un café y ponernos al día supone, al mismo tiempo, considerar la distancia y duración de los desplazamientos. Quedar para un cafecito de un par de horas, puede llevar una tarde, o una mañana, así que, entre una vez por ti y otra vez por mí, se va posponiendo, dejando para otro día… y al final, se pierde la oportunidad.

 

Esas prisas, nos vuelven estúpidos, absurdos. Tan poco humanos que, cuando llega el aviso de la red social de turno con los cumpleaños del día, junto con el café de la mañana, uno repasa los recuerdos como si mirase un álbum. Yo ya hace tiempo que, en edades sospechosas ¡un ridículo pensamiento por mi parte, como si tuviésemos caducidad como los yogures!, siempre reviso el perfil antes de felicitar, que luego hago por privado o telefónicamente, ahí ya sí, tratando de recopilar los recuerdos que compartimos para enviar una felicitación sincera y afectuosa. Hace años que dejé de hacer las cosas por trámite, lo que también me ha conllevado algún arrepentimiento, aunque sea en como consecuencia a la defensa de la honestidad.

 

Y esta vez, pues también: al visitar la página, recibí el mazazo. En esta ocasión había pasado poco más de un mes, Navidades mediante incluso, pero en el perfil se alistaban un tremendo acúmulo de enhorabuenas y felicidades, de mensajes derritiéndose y desmoronándose en frases hechas y manidas, en una suerte de burla aciaga.

 

No es la primera vez que veo este hecho. En algunos casos, incluso cuando han pasado años del fallecimiento. Aun cuando la persona que hoy ya no está iba desgranando las fases de una enfermedad letal que la consumía durante meses antes del desenlace. ¿Cuál es nuestro afán al felicitar si antes no hemos sido capaces de saber estar, de acompañar, de respaldar, de acoplar nuestro hombro a su dolor, para hacérselo menos pesado? No somos capaces siquiera de dedicar unos minutos antes de colocar la frase estándar o el meme junto a un hereje “¡y qué cumplas muchos más!”.

 

Esta perplejidad me asoma cuando asisto a funerales. Nadie estaba mientras era, pero ahora que no es, nos empeñamos en posicionarnos como bien visibles plañideras. Lo mismo sucede en estas versiones virtuales, y entonces, las redes se llenan, además, de corazoncitos negros.

 

Nadie supo hacer tanta belleza con la hipocresía y la desatención como la premio nobel de literatura Wislawa Szymborska en su sagaz poema “Entierro”, compuesto por las frases que escuchó en uno de ellos.

 

Nos estamos deshumanizando. Cada vez más y más rápido. Caemos en la vorágine de los tiempos sin detenernos a pensar, dedicándonos a cumplir los ritos como autómatas, sin sentir, no sea que eso nos cause dolor porque ya estamos demasiado acostumbrados a cambiar de canal o hacer scroll para que el desasosiego no nos dure demasiado.

 

"Tan de repente, quién lo hubiera dicho"
"los nervios y el tabaco, yo se lo advertí"
"más o menos, gracias"
"desenvuelve estas flores"
"su hermano también murió del corazón, seguramente es de familia"
"con esa barba jamás lo hubiera reconocido a usted"
"él tiene la culpa, siempre andaba metido en líos"
"he de hablarle pero no lo veo"
"Casimiro está en Varsovia, Tadeo en el extranjero"
"tú sí que eres lista, yo no pensé para nada en el paraguas"
"qué importa que fuera el mejor de ellos"
"es un cuarto de paso, Bárbara no estará de acuerdo"
"es cierto, tenía razón, pero eso no es motivo"
"barnizar la puerta, adivina por cuánto"
"dos yemas, una cucharada de azúcar"
"no era asunto suyo, por qué se metió"
"todos azules y sólo números pequeños"
"cinco veces, y nunca contestó nadie"
"vale, quizá yo haya podido, pero tú también podías"
"menos mal que ella tenía ese empleo"
"no lo sé, tal vez sean parientes"
"el cura, un verdadero Belmondo"
"no había estado nunca en esta parte del cementerio"
"soñé con él hace una semana, fue como un presentimiento"
"mira qué guapa la niña"
"no somos nadie"
"denle a la viuda de mi parte... tengo que llegar a"
"y sin embargo en latín sonaba más solemne"
"se acabó "
"hasta la vista, señora"
"¿qué tal una cerveza?"
"llámame y hablamos"
"con el tranvía cuatro o con el doce"
"yo voy por aquí"
"nosotros por allá"


WISLAWA SZYMBORSKA. De "Gente en el puente" 1.986 (Versión de Abel A. Murcia).

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