Bodas de carnaval
Al final del invierno y principios de la primavera era el momento en el que en el mundo rural los jóvenes de la época celebraban sus matrimonios. Esto solía coincidir con el carnaval, momento apropiado para el jolgorio y romper con lo establecido antes de que llegara la cuaresma.
Los quintos del año, y algún atrevido más, formaban parte del grupo de jóvenes transgresores de la realidad. Era la época de “hacer el guirrio”, dicho que ha quedado en la actualidad cuando se dice de alguien que no hace lo correctamente establecido.
![[Img #62472]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/03_2023/4477_1gg.jpg)
El día de la boda, durante la misa, los guirrios se afanaban en uncir los burros al carro y antes de que se terminara la ceremonia ya tenían el carro encajonado a la puerta de la iglesia. Sólo había dos opciones: salir en el carro o quedar en la iglesia. Se solía escoger la primera opción, era la menos mala. El carro no era el medio de transporte más cómodo para el primer viaje de casados.
En alguna ocasión como monaguillo, viví los momentos de tensión que se producía entre los novios, los padres de los novios y los padrinos de la boda que no aceptaban subir al carro y los guirrios que imponían su cabezonería. No había lugar para el razonamiento ni la negociación. Había que subir al carro y mejor era por las buenas que por las malas.
![[Img #62473]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/03_2023/9182_2gg.jpg)
Una vez aceptada la imposición de los guirrios y subida la comitiva al carro de un empujón, comenzaba el desfile por las calles del pueblo.
![[Img #62474]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/03_2023/1202_3gg.jpg)
En todo el recorrido, las paradas obligatorias eran a la puerta del bar, donde el padrino, sin bajar en ningún caso del carro, tenía que pagar la botella de vermú para los quintos. La última parada era en la laguna que había en dirección opuesta a la iglesia de Villadangos, donde abrevaban los animales, dejando el carro justo donde más cubria el agua.
Antes de bajar del carro el novio tenía que pagar “el piso” (cuota que establecían los quintos, por casarse con una moza del pueblo). Este “impuesto” se recaudaba para sufragar la fiesta de los mozos, que se celebraba el domingo de resurreción -Pascua- y el lunes siguiente -Pascuilla-. Si el novio se negaba a ello, los quintos amenazaban con dejar el carro en el medio del agua,
Se cuenta la anécdota de que en una ocasión hubo un soborno a los quintos, con una botella de coñac, para que dejaran el carro con los novios y los padrinos en el medio de la laguna. Estos aceptaron el soborno, soltaron a los equinos del carro y se fueron hasta el bar para cobrar lo estipulado, volviendo al cabo de un tiempo para sacar a los contrayentes de tal situación. Finalizaba la ceremonia con la fotografía de todos los protagonistas juntos.
![[Img #62475]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/03_2023/8764_4gg.jpg)
Después de la ceremonia, llegaba el momento del banquete, que dada la escasez de la época era el momento más esperado por todos. Ese día los padres de los contrayentes sacrificaban la mejor ternera del establo para los invitados.
![[Img #62476]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/03_2023/3471_5gg.jpg)
Como parte de la fiesta tenía lugar la carrera de la rosca, donde el padrino de la boda se encargaba de poner en juego el mazapán correspondiente, como premio al mozo que más rápido fuera en la carrera que se disputaba entre los jóvenes del pueblo y de los pueblos de alrededor. No faltaba la orquesta para amenizar el baile, donde se podría fraguar otra futura boda.
![[Img #62477]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/03_2023/2294_6gg.jpg)
![[Img #62480]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/03_2023/1813_7gg.jpg)
![[Img #62479]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/03_2023/6038_8gg.jpg)
En la actualidad, se ha vuelto a celebrar una boda en Celadilla, La ceremonia ha sido oficiada por el obispo del Páramo, monseñor Aureliano Alegre. A eso de las 13 horas del sábado, 4 de marzo, las calles del pueblo se llenaron de los sonidos de cencerros y carracas mezclado con los de la dulzaina y tamboril de los músicos. Encabezaba la comitiva los padrinos de la boda encargados de llevar a los contrayentes al altar.
![[Img #62481]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/03_2023/3979_9gg.jpg)
![[Img #62482]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/03_2023/614_10gg.jpg)
![[Img #62483]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/03_2023/9455_11gg.jpg)
*Las fotografias antiguas que ilustran este artículo han sido cedidas por los vecinos de Villadangos, son de bodas celebradas en épocas carnavalescas durante diversos años.
*El resto de las fotografias son de la celebración de la boda Antrueja que se celebró en Celadilla del Páramo.
Al final del invierno y principios de la primavera era el momento en el que en el mundo rural los jóvenes de la época celebraban sus matrimonios. Esto solía coincidir con el carnaval, momento apropiado para el jolgorio y romper con lo establecido antes de que llegara la cuaresma.
Los quintos del año, y algún atrevido más, formaban parte del grupo de jóvenes transgresores de la realidad. Era la época de “hacer el guirrio”, dicho que ha quedado en la actualidad cuando se dice de alguien que no hace lo correctamente establecido.
El día de la boda, durante la misa, los guirrios se afanaban en uncir los burros al carro y antes de que se terminara la ceremonia ya tenían el carro encajonado a la puerta de la iglesia. Sólo había dos opciones: salir en el carro o quedar en la iglesia. Se solía escoger la primera opción, era la menos mala. El carro no era el medio de transporte más cómodo para el primer viaje de casados.
En alguna ocasión como monaguillo, viví los momentos de tensión que se producía entre los novios, los padres de los novios y los padrinos de la boda que no aceptaban subir al carro y los guirrios que imponían su cabezonería. No había lugar para el razonamiento ni la negociación. Había que subir al carro y mejor era por las buenas que por las malas.
Una vez aceptada la imposición de los guirrios y subida la comitiva al carro de un empujón, comenzaba el desfile por las calles del pueblo.
En todo el recorrido, las paradas obligatorias eran a la puerta del bar, donde el padrino, sin bajar en ningún caso del carro, tenía que pagar la botella de vermú para los quintos. La última parada era en la laguna que había en dirección opuesta a la iglesia de Villadangos, donde abrevaban los animales, dejando el carro justo donde más cubria el agua.
Antes de bajar del carro el novio tenía que pagar “el piso” (cuota que establecían los quintos, por casarse con una moza del pueblo). Este “impuesto” se recaudaba para sufragar la fiesta de los mozos, que se celebraba el domingo de resurreción -Pascua- y el lunes siguiente -Pascuilla-. Si el novio se negaba a ello, los quintos amenazaban con dejar el carro en el medio del agua,
Se cuenta la anécdota de que en una ocasión hubo un soborno a los quintos, con una botella de coñac, para que dejaran el carro con los novios y los padrinos en el medio de la laguna. Estos aceptaron el soborno, soltaron a los equinos del carro y se fueron hasta el bar para cobrar lo estipulado, volviendo al cabo de un tiempo para sacar a los contrayentes de tal situación. Finalizaba la ceremonia con la fotografía de todos los protagonistas juntos.
Después de la ceremonia, llegaba el momento del banquete, que dada la escasez de la época era el momento más esperado por todos. Ese día los padres de los contrayentes sacrificaban la mejor ternera del establo para los invitados.
Como parte de la fiesta tenía lugar la carrera de la rosca, donde el padrino de la boda se encargaba de poner en juego el mazapán correspondiente, como premio al mozo que más rápido fuera en la carrera que se disputaba entre los jóvenes del pueblo y de los pueblos de alrededor. No faltaba la orquesta para amenizar el baile, donde se podría fraguar otra futura boda.
En la actualidad, se ha vuelto a celebrar una boda en Celadilla, La ceremonia ha sido oficiada por el obispo del Páramo, monseñor Aureliano Alegre. A eso de las 13 horas del sábado, 4 de marzo, las calles del pueblo se llenaron de los sonidos de cencerros y carracas mezclado con los de la dulzaina y tamboril de los músicos. Encabezaba la comitiva los padrinos de la boda encargados de llevar a los contrayentes al altar.
*Las fotografias antiguas que ilustran este artículo han sido cedidas por los vecinos de Villadangos, son de bodas celebradas en épocas carnavalescas durante diversos años.
*El resto de las fotografias son de la celebración de la boda Antrueja que se celebró en Celadilla del Páramo.