¿Respuestas para amainar diluvios? Nadar en seco
José Luis Morante. Nadar en seco. Prólogo de José Antonio Olmedo López-Amor. Contracubierta de Gregorio Muelas Bermúdez Editorial Isla Negra, Crátera Editores Colección Filo de Juego / Colección Atlántida San Juan, Puerto Rico, Catarroja, Valencia
![[Img #62503]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/03_2023/8824_670.jpg)
Desecados los ríos de la infancia, ¿dónde el baño en estos tiempos y con otra edad? ¿Dónde aquellos ríos que llevaban nuestros anhelos viajeros en endebles barcos de papel más allá de cualquier mar? Sin delirios, con sueños agostados y tras esta edad, ahora cómo nadar. Aquellos sueños hoy marchitos, las metas que parecían al alcance allá en un horizonte cualquiera, algunas utopías…Todo parece haberse desvanecido; tal vez demiurgos rebeldes lo hayan ocultado tras la tramoya o la escenografía, entre el tiempo y sus nieblas. Inútil la mirada hacia entonces. Aún queda el aire para respirar, alzar la cabeza y salir a flote, para nadar como libélulas o cometas sin hilos. Y sobrevive, cómo no, la palabra frente a la intemperie y la desesperanza. Podrán nadar en seco “Los ambiguos y estoicos. /…/ Los generosos en el error. /…/ Los que dicen palabras que pesan como piedras. /…/ Los otros. / Los demás”. ¿Estarán los otros, estaremos los demás en alguna de esas celdillas?
Espacio sin muros mirando hacia todos los nortes, en Nadar en seco José Luis Morante (El Bohodón, Ávila, 1956), profesor, poeta reconocido con numerosos e importantes premios, crítico literario, ha levantado casa o tal vez tienda de beduinos para detenerse y observar vida y tiempo, la suya, la de los otros. “El yo debe quedar inerme entre la grava; ser reliquia. /Quien importa es el otro” (“Invitación al otro”); o como escribía Arcadio Pardo abrazando cualquier espacio humano “Uno, y uno solo, / la multitud. / Uno no es: uno somos”. Dos miradas hacia la (id)entidad en diálogo con la otredad. Años antes el poeta polaco Czeslaw Milosz también disponía de casa hospitalaria, abierta a los demás y orientada a todos los puntos cardinales con sus vientos, “El fin de la poesía es / recordarnos // Cuán difícil es ser una sola / persona, // Pues tenemos la casa abierta, / no hay llaves en las puertas, // e invisibles huéspedes entran / y salen a su gusto” (“Ars Poetica”). Cada uno de nosotros es/somos multitud, hemos recogido vida y vidas de cuantos nos preceden, quienes, a su vez, la recibieron de otros; y así podríamos continuar la búsqueda del origen de tantos hilos sueltos. El poeta, al recordar, encuentra en la mirada hacia e imagina, acoge como huéspedes su infancia, juventud, a cuantos han dejado huellas en su camino, a quienes aún están por pasar. Hospitalidad emocional, afectiva, inmaterial.
Reafirmarse el yo en el otro es una manera de estar, de ocupar un espacio propio o prorrogado, es un recorrido para tal vez encontrar sentido o explicación a tantos porqués, incluso a uno mismo. ¡Qué complicado atravesar oscuras encrucijadas para dar con el hilo tejedor! El poeta, sin embargo, amasa todo ello, va en busca de la palabra, del poema, de silencios, de la duda en la amanecida que comienza a despuntar. “Cuando escribo un poema / algo se torna luz y epifanía, / pero no sé qué. / En ese afán abierto, / las palabras son rastros que siembran hendiduras; y fuerzan el exilio de los ángulos ciegos, / sedados de silencio y de penumbra” (“Poética”). Y ahí permanece el yo, alucinado, con el poema como argumento.
En Nadar en seco se visita a sí mismo el poeta, (re)encuentra a cuantos compartieron el tiempo ya vivido o soñado, “cuando niño tenía / la seriedad de luto de unas gafas de concha, / templanza en la sonrisa / y el flequillo uniforme / del quehacer laborioso.” (“Contra el tiempo”). Con rictus fatigado, ahondado en sí, mira hacia las huellas marcadas durante años en su piel, en el camino, inútil ya el calzado, “Soy un plano que muestra, / maltrecho y solitario, / el retraso gastado de caminos / que ya se desvanecen” (“Aquí”); como polvareda en cualquier camino o estela de átomos volanderos que lo sigue, su vida va tras él nublada por momentos, “soy un mapa menguante / enclavado en la espera. / Ya no quedan preguntas perentorias. / El futuro es de otros”. (“En clave autobiográfica”). ¿Cansancio, fatiga, desencanto?
Muchos son los ámbitos y espacios por los que atraviesa el poemario. Encuentra instantes para la reflexión--“Envejeció conmigo / la dudosa verdad de vuelo corto”— que va entretejida en los versos --“Auroral, el poema / asordina la angustia”--, para contemplar cómo y qué descontrolado, sin ritmo se va el tiempo -“Palpita la vejez / cuando no hay sueños”-perdido inútilmente tras tanto nadar en seco, ciega la mirada sin horizonte -“No intentes comprender. / Solo camina y sigue” (“Afectos”) -porque “La decepción acalla / el pensar en voz baja. / … / Succionados al fondo, / los pensamientos nadan / en bóvedas nocturnas” (“En voz baja”).
Conviene destacar cómo algunos finales o cierre de poemas son así mismo breves poemas con voz propia en tonalidades diferentes según la intensidad del momento: firme y segura la voz de los augures –“Sé que soy mientras busco”--, con acento axiomático de los dogmas –“en la semilla duerme otra semilla”--, la verdad creíble en boca de los sabios –“la indigencia común nos hace fuertes”--, la serenidad ritual del oficiante con voz impostada –“La muerte es para ti dulce sosiego”—, el consejo reposado de los ancianos –“Quien importa es el otro”—, la palabra del poeta --“Pasan las nubes sin ruido. Yo también-- o la del pensador existencialista –“La nada es otro modo de empezar”-. Cada uno de esos versos finales, tras un breve silencio, y con la fertilidad creativa de ese puñado de palabras, invita al lector a ser creador por unos instantes; encontrará su propia voz, conseguirá la palabra necesaria. El texto creado podrá quedar recluido en la inmaterialidad de un tiempo breve, es decir, en la rápida reflexión a pie de página tras la lectura; o tal vez lo asiente en el papel para darle larga vida. En cualquier caso, la fuerza de esas pocas palabras ha situado al lector/creador al otro lado del poema.
Por momentos José Luis Morante va envolviendo los poemas en emoción –“Fragmento de sí misma tantos años, / conozco cada sílaba que quiso pronunciar, / hecha temor gastado / y profecía” (“Ausencia”)--, en alguna variación de sentimentalidad –“Es marzo y primavera, / y sé que la palabra / rechaza el pesimismo destemplado / que salpica mi voz”. (“De amiticia”) --, también de desencanto –“Se deshizo mi rosa; pertenezco a ese tiempo / que ha colgado su inercia en la pared” (“Invitación al silencio”)- Entre el yo que piensa, el yo que siente o el yo que parece deciden que “Ya no me queda nada por decir”, pues “He buscado refugio en ese hueco / del que ya, sin fisuras, formo parte” (“Final”).
Desbordantes imágenes poéticas con enorme fuerza creativa, acompañadas de adjetivos nada silenciosos asisten a los poemas creando mundos que solo la imaginación o los sueños pueden desvelar, “Ningún camino drena / ese cauce calcáreo de estar solo. / Los cielos no sostienen el vértigo del vuelo, / … / y el reloj tiene gota en la osamenta” (“Acceso restringido”). En los versos del poema “El muro” crea el yo poético un espacio de belleza destellante tan irracional como lógico, “La distancia es ahora / el esqueleto gris de lo posible. / Aquí la transparencia / no moja las espaldas / y tampoco sostiene / un reflejo de nubes, / las migajas del vuelo”; en estos otros versos del poema “Homenaje” las palabras se agitan, “A espaldas del silencio / las palabras despeinan su rocío. / … / Mis palabras orean / la azarosa secuencia de los signos”; pone en movimiento a cuantas están alrededor para que sus posibilidades significativas amplíen el mundo creativo del poema.
¡Cuántas cosas más quedan por comentar, desvelar tal vez en los poemas y ámbitos reunidos en Nadar en seco !Entre hendiduras y recovecos del alma del ser humano y tanta vida acumulada, con ensoñaciones que quisieran ser, y lo son en los poemas, evidencias de otra realidad José Luis Morante ha ido encontrando al otro, a los demás, a sí mismo con todos en el trayecto con mapa y planos por él tan vividos; trayecto sin detenimiento, agitado o calmo que va a desembocar ¿en?
José Luis Morante. Nadar en seco. Prólogo de José Antonio Olmedo López-Amor. Contracubierta de Gregorio Muelas Bermúdez Editorial Isla Negra, Crátera Editores Colección Filo de Juego / Colección Atlántida San Juan, Puerto Rico, Catarroja, Valencia
![[Img #62503]](https://astorgaredaccion.com/upload/images/03_2023/8824_670.jpg)
Desecados los ríos de la infancia, ¿dónde el baño en estos tiempos y con otra edad? ¿Dónde aquellos ríos que llevaban nuestros anhelos viajeros en endebles barcos de papel más allá de cualquier mar? Sin delirios, con sueños agostados y tras esta edad, ahora cómo nadar. Aquellos sueños hoy marchitos, las metas que parecían al alcance allá en un horizonte cualquiera, algunas utopías…Todo parece haberse desvanecido; tal vez demiurgos rebeldes lo hayan ocultado tras la tramoya o la escenografía, entre el tiempo y sus nieblas. Inútil la mirada hacia entonces. Aún queda el aire para respirar, alzar la cabeza y salir a flote, para nadar como libélulas o cometas sin hilos. Y sobrevive, cómo no, la palabra frente a la intemperie y la desesperanza. Podrán nadar en seco “Los ambiguos y estoicos. /…/ Los generosos en el error. /…/ Los que dicen palabras que pesan como piedras. /…/ Los otros. / Los demás”. ¿Estarán los otros, estaremos los demás en alguna de esas celdillas?
Espacio sin muros mirando hacia todos los nortes, en Nadar en seco José Luis Morante (El Bohodón, Ávila, 1956), profesor, poeta reconocido con numerosos e importantes premios, crítico literario, ha levantado casa o tal vez tienda de beduinos para detenerse y observar vida y tiempo, la suya, la de los otros. “El yo debe quedar inerme entre la grava; ser reliquia. /Quien importa es el otro” (“Invitación al otro”); o como escribía Arcadio Pardo abrazando cualquier espacio humano “Uno, y uno solo, / la multitud. / Uno no es: uno somos”. Dos miradas hacia la (id)entidad en diálogo con la otredad. Años antes el poeta polaco Czeslaw Milosz también disponía de casa hospitalaria, abierta a los demás y orientada a todos los puntos cardinales con sus vientos, “El fin de la poesía es / recordarnos // Cuán difícil es ser una sola / persona, // Pues tenemos la casa abierta, / no hay llaves en las puertas, // e invisibles huéspedes entran / y salen a su gusto” (“Ars Poetica”). Cada uno de nosotros es/somos multitud, hemos recogido vida y vidas de cuantos nos preceden, quienes, a su vez, la recibieron de otros; y así podríamos continuar la búsqueda del origen de tantos hilos sueltos. El poeta, al recordar, encuentra en la mirada hacia e imagina, acoge como huéspedes su infancia, juventud, a cuantos han dejado huellas en su camino, a quienes aún están por pasar. Hospitalidad emocional, afectiva, inmaterial.
Reafirmarse el yo en el otro es una manera de estar, de ocupar un espacio propio o prorrogado, es un recorrido para tal vez encontrar sentido o explicación a tantos porqués, incluso a uno mismo. ¡Qué complicado atravesar oscuras encrucijadas para dar con el hilo tejedor! El poeta, sin embargo, amasa todo ello, va en busca de la palabra, del poema, de silencios, de la duda en la amanecida que comienza a despuntar. “Cuando escribo un poema / algo se torna luz y epifanía, / pero no sé qué. / En ese afán abierto, / las palabras son rastros que siembran hendiduras; y fuerzan el exilio de los ángulos ciegos, / sedados de silencio y de penumbra” (“Poética”). Y ahí permanece el yo, alucinado, con el poema como argumento.
En Nadar en seco se visita a sí mismo el poeta, (re)encuentra a cuantos compartieron el tiempo ya vivido o soñado, “cuando niño tenía / la seriedad de luto de unas gafas de concha, / templanza en la sonrisa / y el flequillo uniforme / del quehacer laborioso.” (“Contra el tiempo”). Con rictus fatigado, ahondado en sí, mira hacia las huellas marcadas durante años en su piel, en el camino, inútil ya el calzado, “Soy un plano que muestra, / maltrecho y solitario, / el retraso gastado de caminos / que ya se desvanecen” (“Aquí”); como polvareda en cualquier camino o estela de átomos volanderos que lo sigue, su vida va tras él nublada por momentos, “soy un mapa menguante / enclavado en la espera. / Ya no quedan preguntas perentorias. / El futuro es de otros”. (“En clave autobiográfica”). ¿Cansancio, fatiga, desencanto?
Muchos son los ámbitos y espacios por los que atraviesa el poemario. Encuentra instantes para la reflexión--“Envejeció conmigo / la dudosa verdad de vuelo corto”— que va entretejida en los versos --“Auroral, el poema / asordina la angustia”--, para contemplar cómo y qué descontrolado, sin ritmo se va el tiempo -“Palpita la vejez / cuando no hay sueños”-perdido inútilmente tras tanto nadar en seco, ciega la mirada sin horizonte -“No intentes comprender. / Solo camina y sigue” (“Afectos”) -porque “La decepción acalla / el pensar en voz baja. / … / Succionados al fondo, / los pensamientos nadan / en bóvedas nocturnas” (“En voz baja”).
Conviene destacar cómo algunos finales o cierre de poemas son así mismo breves poemas con voz propia en tonalidades diferentes según la intensidad del momento: firme y segura la voz de los augures –“Sé que soy mientras busco”--, con acento axiomático de los dogmas –“en la semilla duerme otra semilla”--, la verdad creíble en boca de los sabios –“la indigencia común nos hace fuertes”--, la serenidad ritual del oficiante con voz impostada –“La muerte es para ti dulce sosiego”—, el consejo reposado de los ancianos –“Quien importa es el otro”—, la palabra del poeta --“Pasan las nubes sin ruido. Yo también-- o la del pensador existencialista –“La nada es otro modo de empezar”-. Cada uno de esos versos finales, tras un breve silencio, y con la fertilidad creativa de ese puñado de palabras, invita al lector a ser creador por unos instantes; encontrará su propia voz, conseguirá la palabra necesaria. El texto creado podrá quedar recluido en la inmaterialidad de un tiempo breve, es decir, en la rápida reflexión a pie de página tras la lectura; o tal vez lo asiente en el papel para darle larga vida. En cualquier caso, la fuerza de esas pocas palabras ha situado al lector/creador al otro lado del poema.
Por momentos José Luis Morante va envolviendo los poemas en emoción –“Fragmento de sí misma tantos años, / conozco cada sílaba que quiso pronunciar, / hecha temor gastado / y profecía” (“Ausencia”)--, en alguna variación de sentimentalidad –“Es marzo y primavera, / y sé que la palabra / rechaza el pesimismo destemplado / que salpica mi voz”. (“De amiticia”) --, también de desencanto –“Se deshizo mi rosa; pertenezco a ese tiempo / que ha colgado su inercia en la pared” (“Invitación al silencio”)- Entre el yo que piensa, el yo que siente o el yo que parece deciden que “Ya no me queda nada por decir”, pues “He buscado refugio en ese hueco / del que ya, sin fisuras, formo parte” (“Final”).
Desbordantes imágenes poéticas con enorme fuerza creativa, acompañadas de adjetivos nada silenciosos asisten a los poemas creando mundos que solo la imaginación o los sueños pueden desvelar, “Ningún camino drena / ese cauce calcáreo de estar solo. / Los cielos no sostienen el vértigo del vuelo, / … / y el reloj tiene gota en la osamenta” (“Acceso restringido”). En los versos del poema “El muro” crea el yo poético un espacio de belleza destellante tan irracional como lógico, “La distancia es ahora / el esqueleto gris de lo posible. / Aquí la transparencia / no moja las espaldas / y tampoco sostiene / un reflejo de nubes, / las migajas del vuelo”; en estos otros versos del poema “Homenaje” las palabras se agitan, “A espaldas del silencio / las palabras despeinan su rocío. / … / Mis palabras orean / la azarosa secuencia de los signos”; pone en movimiento a cuantas están alrededor para que sus posibilidades significativas amplíen el mundo creativo del poema.
¡Cuántas cosas más quedan por comentar, desvelar tal vez en los poemas y ámbitos reunidos en Nadar en seco !Entre hendiduras y recovecos del alma del ser humano y tanta vida acumulada, con ensoñaciones que quisieran ser, y lo son en los poemas, evidencias de otra realidad José Luis Morante ha ido encontrando al otro, a los demás, a sí mismo con todos en el trayecto con mapa y planos por él tan vividos; trayecto sin detenimiento, agitado o calmo que va a desembocar ¿en?






